Editorial UOC 295 Capítulo II. Actores y modelos...
gociaciones y pactos sobre los actores sociales que mutuamente se reconocen como
representantes de los intereses que esgrimen.”
C. Solé (1999). Las organizaciones empresariales en España (pág. 12). Barcelona: EUB.
En otras palabras, el corporativismo se puede definir como un sistema de inter-
mediación de intereses, en el cual los actores se organizan en un limitado número
de categorías no competitivas organizadas de forma jerárquica y diferenciadas
funcionalmente. Estos actores son reconocidos y autorizados por el Estado, que
les otorga un monopolio de la representatividad.
Es decir, el crecimiento de las organizaciones, de los grupos de interés y de
las asociaciones en el capitalismo avanzado ha propiciado lo que se denomina
capitalismo organizado.
Con ello se entiende no la sustitución del capitalismo, sino la consolidación
de un sistema tripartito de negociación centralizada en un ámbito nacional o bien
sectorial. Por tanto, la tesis del neocorporativismo sugiere que el mercado laboral
no es como otro mercado cualquiera, sino que se trata de un mercado intervenido
por el Estado y regulado por la acción de los actores colectivos (Schmitter, 1985;
Lembruch, 1991). O como dice Esping-Andersen (2000, pág. 21), “el mercado no
es ni soberano ni natural, sino una construcción suspendida entre la fuerza colec-
tiva y las instituciones sociales”.
Por tanto, el corporativismo moderno o neocorporativismo no debe confun-
dirse con la mera cooperación o consulta con los grupos de intereses organizados.
La característica principal es el alto grado de colaboración y participación de los
actores en las instituciones del Estado (particularmente en los consejos económi-
cos y sociales). En este sentido, el Estado puede considerarse como un campo de
lucha o pugna política (y no únicamente como una institución de represión al
servicio de la clase capitalista). El Estado no es una unidad monocausal y unitaria
que responde estrictamente a las necesidades del desarrollo capitalista. Hoy, au-
tores neomarxistas y weberianos entienden que el Estado es un espacio donde se
refleja el conflicto, la pugna y la negociación entre los actores. Así, en el campo
de las relaciones laborales, el Estado no sólo tiene funciones de normalización de
las reglas de juego, sino que también es promotor de pactos sociales y de acuerdos
bipartitos o tripartitos sobre la política económica. De hecho, en la última década
hemos asistido a una proliferación de pactos sociales en Europa, cuya finalidad ha