Editorial UOC 283 Capítulo II. Actores y modelos...
el reconocimiento de los sindicatos como en la vigilancia de las normas y las
prerrogativas de negociación.
En los estudios comparados, se suele distinguir tres modelos diferentes de
implicación del Estado:
1) El modelo románico-germánico, característico de los países donde el Estado
desempeña un papel esencial en las relaciones laborales (como en Alemania,
Bélgica, Francia, Italia, España y Holanda, entre otros). Los derechos y deberes
están incorporados en las constituciones y los estatutos nacionales, donde ade-
más se asume el derecho a formar un sindicato, la libertad de afiliación y el de-
recho de representación y de negociación colectiva.
2) El modelo angloamericano, donde las relaciones laborales se caracterizan
por la mínima intervención estatal y el carácter voluntarista de las relaciones
laborales, de lo cual se deriva una escasa regulación del mercado de trabajo y la
existencia de menores derechos que en otros países europeos.
3) El modelo escandinavo, donde el sistema de regulación del mercado de tra-
bajo está sólidamente arraigado y consolidado por medio de pactos neocorpora-
tivista entre los sindicatos y las organizaciones empresariales. El Estado juega un
papel relativamente limitado en las relaciones laborales. Sin embargo, el Estado
del Bienestar es sólido y tiene una amplia cobertura social.
En general, podemos colegir que las relaciones laborales y el mercado de tra-
bajo en las sociedades occidentales no puede estudiarse al margen del papel del
Estado como actor regulador. Tampoco podemos considerar al Estado como una
mera entidad instrumental al servicio de una sola clase, la capitalista, sino que
se trata de una institución contradictoria: condensa las relaciones de fuerza so-
ciopolíticas. Por lo tanto, el Estado tiene una autonomía relativa respecto a las
clases y los grupos sociales, y constituye un espacio de intercambio político. Po-
demos decir que hoy el Estado tiene como función reconciliar y armonizar la
economía capitalista organizada privadamente, y los procesos sociales conflic-
tivos disparados por esta economía.
El papel del Estado como actor de las relaciones laborales se debe a un do-
ble fenómeno. Por un lado, es una respuesta histórica a la creciente necesidad
de regulación de las relaciones económicas y sociales en el capitalismo. Y, por
otro lado, la intervención del Estado es una respuesta integradora a la agudi-