Editorial UOC 251 Capítulo II. Actores y modelos...
ciones empresariales y la creación de grupos de presión para influir en la direc-
ción de la política económica y en la toma de decisiones.
Asimismo, la concentración industrial trae consigo el desarrollo de la función
directiva. El hombre de negocios, que junto con el financiero había presidido la
segunda ola de la industrialización, es sustituido a finales del siglo XIX por el di-
rector técnico de la sociedad anónima. Éste no es el propietario, sino el depositario
de una serie de delegaciones que recibe de la asamblea general de accionistas. El
nuevo gerente tiene autonomía y debe estar dotado de un espíritu innovador y
competidor, pero depende del control de los accionistas, quienes tienen que
aprobar los presupuestos y evaluar la cuenta de resultados. Estas grandes empre-
sas, algunas de carácter multinacional con implantación en distintos países, fa-
vorecen la creación de una elite de dirigentes bien formados y con una visión
más amplia que la del pequeño y mediano empresario tradicional. Ya no se pre-
ocupan sólo de la gestión en el marco de la empresa, sino que deben tener en
cuenta otros elementos, tales como los cambios en los mercados, el impulso de
la innovación tecnológica, la incidencia de las actuaciones políticas en los mer-
cados, el papel de la legislación y el creciente papel de los sindicatos.
8.1.2. El empresariado como actor social
Con todo, el verdadero impulso de las asociaciones empresariales como ac-
tores sociales tiene lugar después de la Segunda Guerra Mundial. El Estado libe-
ral había dejado hasta entonces suficiente margen a los empresarios como para
no necesitar de forma intensa la cobertura asociativa. Sólo debía proteger el fun-
cionamiento de los mecanismos del mercado y tendía a inhibirse ante los pro-
blemas económicos. Protegía la iniciativa particular y actuaba sólo cuando los
derechos de los ciudadanos podían verse en peligro. El desastre que supuso la
Segunda Guerra Mundial se encargó de demostrar la quiebra del estado liberal
y la idea de que el mercado no es el principio regulador de la sociedad.
La función reguladora correspondía ahora a la política. Así, el Estado como ins-
titución política se convierte en sujeto activo y dinámico que interviene en la eco-
nomía y la sociedad. Mediante leyes, decisiones en materia de política monetaria
y fiscal, intervenciones de carácter financiero, leyes laborales y otras actuaciones
políticas, el Estado tiene la posibilidad de intervenir en las empresas. Los empre-