Editorial UOC 21 Capítulo I. Trabajar en la sociedad...
nario laboral y la minimización de la sociedad salarial, como efecto de la
flexibilización de la estructura y del funcionamiento organizacionales. Final-
mente, consideraremos lo que el futuro del trabajo encierra de ejecución y pro-
ducto de elecciones sociales y de decisiones políticas, como las que proponen
las ideologías neoliberales y neosocialdemócratas, dominantes en el panorama
contemporáneo.
1.1. Rupturas e innovaciones
En contextos de cambio profundo y acelerado –como el presente–, el proceso
histórico del trabajo funciona como una fuente inagotable de preguntas sobre
“hacia dónde vamos”, sobre el futuro que nos aguarda, sobre lo que podemos sa-
ber de él y sobre lo que deberíamos hacer para acercarnos a él en las mejores con-
diciones, o para acercar hacia nosotros los escenarios laborales futuribles más
deseables.
“Si a un hombre o a una mujer de cuarenta años se le hubiera dicho el año 1900 que,
a finales del siglo, un país avanzado podría alimentarse con menos de un 5% de su
población trabajando en la agricultura; que cerca de las tres cuartas partes trabajaría
en distintos tipos de servicios; que, entre un 8 y un 20% podría estar en la economía
oculta y que sus descendientes difícilmente tendrían asegurado un trabajo estable, se-
guramente no lo habría creído. ¿Cómo imaginar un mundo donde todo ha sido tras-
tocado en menos de un siglo?”
L. Finkel (1994) La organización social del trabajo (pág. 413). Madrid: Pirámide.
En este apartado, trataremos de prevenir un determinado efecto perverso
del sentido común (anclado en ideologías aún en boga) consistente en la con-
sideración del futuro como una mera repetición del pasado o como una simple
prolongación del presente. Para ello, profundizaremos en determinados argu-
mentos teóricos y empíricos que fundamentan e ilustran la tesis de la inestabi-
lidad temporal y de la relatividad sociohistórica de los modelos concernientes
a fenómenos como el trabajo asalariado o a procesos como las relaciones labo-
rales. Lo que hoy sabemos de estas instituciones sociales es que son productos
históricos perecederos y, por tanto, sometidos a las leyes implacables de la ob-
solescencia.