Editorial UOC 172 Teoría de las relaciones laborales...
tación del mercado laboral entre trabajadores privilegiados (los pertenecientes a los
núcleos estables de las organizaciones) y trabajadores contingentes (todos los demás so-
metidos a condiciones de trabajo temporales, parciales, periféricas o, directamente, pre-
carias e indecentes). Un nuevo contrato social que posibilite alcanzar lo que la OIT
considera en la actualidad su finalidad primordial: “promover oportunidades para que
los hombres y las mujeres puedan conseguir un trabajo decente y productivo en condi-
ciones de libertad, equidad, seguridad y dignidad humana” (OIT, 1999). Un nuevo con-
trato social que haga del trabajo una actividad de la que ningún trabajador en el mundo
tenga que avergonzarse, que proporcione unas condiciones de vida justas y que no dis-
crimine a los sectores más desfavorecidos de la población. Un nuevo contrato social, en
suma, que haga justicia a su nombre, es decir, que permita que el trabajo vuelva a ser
una actividad de carácter social y no mercantil o puramente economicista que es, a
nuestro juicio, la orientación hacia la que ha derivado durante las dos últimas décadas.”
C.M. Alcover ( 2002). El contrato psicológico. El componente implícito de las relaciones la-
borales (págs. 194-195). Málaga: Aljibe
4. En busca del paradigma laboral perdido
“En esta época del año vienen al mundo muchas moscas. La mayoría de ellas nace en
un cuarto de estar como el mío, donde sus madres pusieron cuidadosamente los hue-
vos al amparo de un resto de pollo perdido bajo el aparador, en una zona donde no
alcanza la escoba [...]. La mosca común brota aquí mismo, pues, junto al sofá [...].
Quizá el cuarto de estar sea para ella como Marte para nosotros, pero come lo que quiere
y no pasa frío ni necesidades. Un día, la mosca descubre la ventana, al otro lado de la cual
hay árboles y enredaderas y geranios. Con buen criterio, piensa que todo eso, más el rayo
y la lluvia, es el mundo y se lanza a él como una loca estrellándose sin embargo contra el
cristal. La mosca no sabe que hay cristal: no se ve a simple vista y ella no puede, como
nosotros, comprenderlo de un modo teórico. Por eso, cuando se recupera, insiste una y
otra vez en atravesar aquello irreal, aunque duro, que se interpone entre ella y la existen-
cia verdadera. Muchas, a juzgar por la violencia con la que se golpean, mueren en el in-
tento. Las otras renuncian finalmente, considerando que el mundo es una alucinación,
un espejismo, un sueño. A lo mejor en ese momento alguien abre la ventana para venti-
lar, pero la mosca, escarmentada, no sale de los alrededores del tresillo. Por esas fechas
tiene ya un compañero con el que copula junto al azucarero y le ha cogido gusto a posar-
se sobre la pantalla del televisor, del que recibe un curioso masaje electromagnético que
le alivia de las secuelas proporcionadas por aquel pasado intelectual en el que se lanzaba
todos los días de cabeza a la conquista del mundo.”
Juan José Millás. “Moscas”. El País (12 de mayo de 2000).