Editorial UOC 167 Capítulo I. Trabajar en la sociedad...
Fromm, en su abundante literatura, en la que da cuenta de su psicoanálisis de
la sociedad de su tiempo, a propósito del homo consumens, un prototipo de la de-
gradación de la especie, que encarna la imagen de un mamón voraz, pasivo, dó-
cil, conformista, sumiso y dependiente.
El malestar expresado por muchas personas en un contexto de economía y
también de sociedad, de política y de cultura de mercado, puede ser interpretado
en términos de déficit vitamínico, según el modelo de Warr (1987). Recordemos que,
según este modelo teórico, el bienestar psicológico depende de la cantidad y la
calidad de unas determinadas vitaminas psicosociales, que las personas obtienen
generalmente de su entorno laboral.
Repasando las nueve categorías vitamínicas que incluye el modelo, podemos
observar que, en el nuevo capitalismo flexible, la experiencia del subempleo y
de la precarización laboral en general tiene mucho en común con la ya cono-
cida del desempleo; es decir, se puede explicar ese malestar en términos de déficit
vitamínico.
En cuanto al dinero, el subempleo unas veces proporciona el suficiente, a
costa de sobretrabajo, mientras que, en otras, lo que se obtiene en determinados
empleos-basura no da para superar el umbral de la pobreza. En lo que concierne
a las categorías seguridad, oportunidades de control, finalidades generadas por
el medio externo y claridad ambiental, ya hemos comentado la inseguridad, in-
controlabilidad, falta de marco de referencia para el establecimiento de planes
de vida y de carrera laboral (como casarse, tener hijos, financiar la hipoteca de
la casa o la del coche, organizar las vacaciones o planificar la jubilación) y la in-
certidumbre que conlleva lo que denominamos síndrome 11 de septiembre.
En relación con la posición socialmente valorada, el empleo precario no
constituye una buena fuente de estatus ni de identidad, ya que sólo proporciona
pseudoidentidades fragmentadas (hoy soy camarero, mañana repartidor de piz-
zas, pasado mañana ayudante de mecánico; anteayer recogía frutas y he sido
peón de albañil y en muchas ocasiones, desempleado). Se dice que ya no se es
lo que se hace (profesionalmente), sino más bien lo que se tiene y se consume,
gracias a un dinero obtenido donde sea y como sea. Es la crisis de la cultura del
profesionalismo, de la que sólo escapa provisionalmente el privilegiado reducto
del superempleo.
Warr (1987) incluye la categoría de “ocasiones para el desarrollo de habilida-
des”. Si el bienestar psicológico en contextos laborales va asociado a lo que se