Editorial UOC 166 Teoría de las relaciones laborales...
laciones sociales e interpersonales de calidad. Poca puede ser la calidad de estas
relaciones si sólo reciben el tiempo y las energías sobrantes del trabajo. Moreno
(2000, pág. 174) define la descapitalización social en términos de “pérdida aliena-
dora de la sociabilidad de la existencia humana”.
Esta sociedad basada en el mero interés económico individual a corto plazo,
descapitalizada socialmente, se convierte en caldo de cultivo de anomia y en cir-
cunstancia de riesgo de desintegración sociocultural, de crisis de la misma
democracia, de deterioro del orden social, moral y cultural (The end of order,
Fukuyama, 1997), de disminución del compromiso cívico y de descenso de la
calidad de vida de la ciudadanía. Putnam y Williamson (2000) postulan que “la
felicidad de los individuos tiene más que ver con la solidez de las relaciones so-
ciales (familia, amigos, vínculos comunitarios) que con cualquier otro factor
(incluida la renta)”·
En esta misma línea de responsabilizar al hipereconomicismo trabajista y con-
sumista del déficit de bienestar psicosocial, abundan Schor (1991), que se refiere
al círculo vicioso de trabajo y consumo, que está en la base de cierto descontento
social; Perret y Roustang (1993), que aluden a los riesgos de una economización
de la vida que apunta contra la sociedad; Gorz (1988) y Meda (1996), que critican
la economización del trabajo y de la vida; así como Rifkin (2000), que denuncia la
mercantilización de la misma cultura, del tiempo y de la experiencia humana.
Por su parte, Navarro (1997) apunta directamente al modelo neoliberal de or-
den socioeconómico como factor determinante de los crecientes niveles de po-
larización social y de alienación política en los Estados Unidos. Algo habrá de
cierto, cuando instituciones como el BM o el FMI, que ejecutan dictados que
emanan del mismo corazón del imperio, han llegado a recomendar a países con
problemas de desarrollo económico la creación de redes de seguridad (Subbarao,
1997), en forma de dispositivos de protección social elemental. Reconocen im-
plícitamente que sólo sobre esta base se puede asentar la mínima paz social ca-
paz de funcionar como garantía suficiente de la rentabilidad de las inversiones
económicas realizadas. Estas eminentes instituciones, al igual que numerosas
empresas transnacionales, han aprendido a utilizar pragmáticamente el mismo
humanitarismo como recurso estratégico de primer orden.
No muy lejos de tales planteamientos de halla cierta perspectiva antisistema
que proclama su disidencia con respecto al proyecto de ser humano del capita-
lismo global, flexible e informacional. Este proyecto recuerda el que criticó Erich