Editorial UOC 123 Capítulo I. Trabajar en la sociedad...
que pueda hacerse los fines de semana o por las noches. Cuando hablo con ellos acer-
ca de trabajar menos horas, se limitan a sonreir como si se tratara de una broma. Eso
es quizás parta algunos yuppies, que ganan lo suficiente con veinte o treinta horas, o
incluso cuarenta, pero no para nosotros. Pero yo sé lo cansados y aburridos que están,
tras cincuenta o sesenta horas de trabajo. Después de sesenta horas, tu mente todavía
sigue realizando este trabajo incluso cuando duermes y cuando a las seis te levantas
para volver al trabajo. No es que ellos quieran trabajar todas estas horas; es que no
hay otra forma de cubrir los gastos.”
J. Schor. (1991). La excesiva jornada laboral en Estados Unidos. La inesperada reducción
del tiempo del ocio (pág. 197). Madrid: MTSS. 1994.
Putnam observa que, a finales de los noventa, en una época de extraordina-
ria prosperidad, muchos americanos aprovechan su tiempo libre para hacer ho-
ras extra o para desempeñar un segundo empleo. Este hecho, junto con las altas
cotas de (sub)empleo femenino, puede explicar que la cifra media de horas tra-
bajadas por familia haya crecido muchos puntos porcentuales en las tres últi-
mas décadas del siglo XX en Estados Unidos. En la misma línea, Juliet Schor
(1991) sostiene –a partir de datos de encuesta– que, en este periodo, se viene de-
sarrollando una tendencia implacable, en el ámbito norteamericano, a dedicar
cada vez más horas al día y más semanas al año a la actividad laboral, tanto en
lo concerniente al trabajo directo como al indirecto (desplazamiento del hogar
al trabajo y viceversa; gestiones paralaborales fuera del espacio-tiempo de traba-
jo propiamente dicho, por imperativos de las empresas o de las mismas admi-
nistraciones públicas; aprendizaje continuo de contenidos necesarios para un
desempeño profesional competente y eficiente; deberes laborales que, a menu-
do, hay que hacer en casa, etc. ; o sea, todo lo que configura el shadow work o
‘trabajo fantasma’).
En suma, según esta autora, a las puertas del siglo XXI, en Estados Unidos tra-
baja más gente, más tiempo y más duramente que en las décadas anteriores.
Entre las razones que pueden dar cuenta de este proceso figura un efecto para-
dójico del desempleo: el fantasma del despido laboral induce a la gente a aceptar
infrasalarios que sólo pueden ser compensados mediante sobretrabajo. En efec-
to, el desempleo contribuye a la rebaja salarial, que obliga a trabajar más horas
–que, a su vez, aún se cotizan menos, lo que obliga a trabajar más por menos…–,
hecho que redunda en una disminución de la oferta de puestos de trabajo y en
un aumento del desempleo.