Editorial UOC 122 Teoría de las relaciones laborales...
Algo, sin embargo, nos induce a sospechar que la cosa no está tan clara, por
tres argumentos principales:
a) En el siglo XIX, ideólogos influyentes como Kropotkin o Lafargue clama-
ron contra el trabajo y a favor de la vida; lo que no impidió que, en el siglo XX,
les saliera por la izquierda el tal Stajanov –un verdadero trabajópata–, que fue
propuesto y expuesto por las autoridades competentes como modelo ideal para
los obreros soviéticos.
b) En todas las generaciones –incluidas las de la época dorada del fordismo–,
los jóvenes tienden a valorar más el placer y menos el trabajo que los adultos.
Esta distancia se ve aún mayor si comparamos los niños con sus abuelos, a los
que sucederán en un par de generaciones. Lo cual no impide que muchos de es-
tos niños y jóvenes lleguen de mayores a sufrir trabajoholismo (workaholics)
(Machlowitz, 1980) y trabajodependencia (Killinger, 1991); es decir, trastornos
de adicción al trabajo, con su correspondiente síndrome de abstinencia vaca-
cional o de fin de semana.
c) El libro de Zelinski ha sido editado en castellano en una colección espe-
cializada en publicar recetas prácticas para ejecutivos que han hecho del trabajo
el eje de su vida. Es de los que se compra en los aeropuertos y se lee (como dis-
tracción desestresante) en las idas y venidas de las reuniones de trabajo.
¿Será posible que nuestro viejo maestro André Gorz se haya dejado impresio-
nar más por lo que la gente dice que por lo que hace? En Estados Unidos, por
ejemplo, según nos cuentan Schor (1991; 1995) y Putnam (2001), el tipo ameri-
cano medio dedica al trabajo asalariado una porción cada vez mayor de su tiem-
po; a pesar de reconocer que ello le comporta más estrés y menos satisfacción
vital; y además le resta “sentido de comunidad”, “capital social” y, por tanto, ca-
pacidad para desarrollar una vida en sociedad activa y participativa, implicada y
enredada en grupos y organizaciones facilitadores de apoyo mutuo, de civismo y
toda suerte de interacciones social y psicológicamente positivas.
Juliet Schor (1991), en su estudio The Overworked American, cita textualmente la
siguiente declaración de un dirigente sindical, entrevistado por Laurie Sheridan:
“La gente a la que represento en el sindicato quiere trabajar más horas, no menos. El
tiempo de trabajo extra es la única forma de conseguir un dinero decente; de modo
que siempre están buscando formas de alargar el trabajo extra, o de encontrar algo