Editorial UOC 103 Capítulo I. Trabajar en la sociedad...
siasmo por liberales y socialdemócratas, se perfilan, sin embargo, actitudes
políticas distintas en lo que concierne a los perdedores en la lucha por la
competitividad (ya sea a la hora de buscar un empleo o a la de lograr el éxito
empresarial).
Una de las consecuencias más importantes de la tendencia contemporánea
a la individualización del trabajo y de las relaciones laborales es la considera-
ción implícita de cada persona individual como suprema responsable de su
destino laboral. El socialismo burocrático del antiguo sistema URSS enmasca-
raba las situaciones de subempleo y desempleo reales con el manto de una es-
pecie de funcionarización universal. El neoliberalismo, por la voz de Tom Peters
(1997, pág. 132), uno de sus principales apóstoles actuales, lo resuelve por la vía
de la empresarización universal, esto es, de la transformación de cada puesto de
trabajo en una empresa, de cada trabajador en un empresario, en una empresa
unipersonal”.
De este modo tan sencillo se elimina toda suerte de problemas teóricos y
prácticos relacionados con el subempleo o el desempleo: el subempleo no
existe más que como complejo sintomático de déficits individuales en cuanto
a imaginación, iniciativa, motivación, autonomía, autoeficacia, autoafirma-
ción, autorrealización y espíritu empresariales. Tampoco existe problema de
desempleo, sino una variante extrema del síndrome anterior. En ambos casos,
no se trata más que de problemas individuales, que no compete atender al es-
tado ni, por supuesto, al mercado.
En términos generales, encontramos dos versiones del neoliberalismo a la
hora de tratar la cuestión social relacionada con el desempleo y el subempleo:
a) El neoliberalismo, en clave radical, no suele malgastar su tiempo anali-
zando las circunstancias de los perdedores. Los considera simplemente un resul-
tado inevitable de la misma lucha (en la selva de las empresas o en el mercado
laboral), un efecto colateral del éxito, un estado natural del que el mercado es
el escenario, pero no el causante. Desde esta óptica, el colectivo de individuos
sociolaboralmente fracasados funciona como un lastre, generador de déficit pú-
blico, del cual el estado debe desprenderse y desentenderse (en la medida en que
le resulte posible), confiando en que la sociedad ejercerá las medidas de compa-
sión oportunas y pertinentes.