“Cuando era joven, escribía de un
tirón, sacaba copias, volvía a corregir.
Ahora voy corrigiendo línea por línea
a medida que escribo, de suerte que al
terminar la jornada tengo una página
impecable sin manchas ni tachaduras,
casi lista para llevar al editor”
(G. García M. “16 cuentos
latinoamericanos”).
Estamos en el proceso de pasar de la mente al texto, haciendo discurso mediante el uso de la lengua escrita. Pretendemos llevar a la práctica la competencia escrita, en un continuo ir del saber lingüístico y semiótico al ejercicio de la comunicación.
Ahora bien, en el desarrollo del proceso creador de un escrito, bien en la planeación, o en la composición y revisión, el escritor debe asumir la selección y adopción de un tipo de texto. Para ello, necesita disponer de una tipología textual que lo oriente, pues según el criterio o punto de viste desde el cual se considere, existen muchas clases de textos.
Por ejemplo, existen arquetipos de textos como el texto descriptivo o narrativo; también existen textos científicos, administrativos, literarios; y en la práctica nos encontramos con que hay que escribir ensayos, cartas, documentos. ¿Cuáles son los criterios que permiten hablar de una tipología textual? ¿Cómo se caracterizan los textos? ¿Qué escritos se producen más en una comunidad académica?
A continuación se propone un cuadro en el cual se clasifican los textos escritos más usuales, considerándolos desde cuatro puntos de vista:
Textos según funciones predominantes | Textos según arquetipos básicos predominantes | Géneros según la tipología de discurso | Tipos de escritos según usos específicos |
Representativos (informativos) | Textos descriptivos, expositivos (o argumentativos) | Científico | Informes, tesis, monografías, ensayos, artículos, reseñas, RAE, tratados en las diversas ciencias y disciplinas |
Técnico | Informes, escritos tecnológicos, instrucciones técnicas, manuales técnicos | ||
Periodismo informativo | Noticia, crónica, reportaje | ||
Didáctico | Textos escolares, manuales, módulos, manuales de convivencia, exámenes | ||
Ético | Manuales de conducta | ||
Religioso | Biblia, misal, devocionarios, plegarias | ||
Filosófico | Tratados filosóficos, textos de epistemología, ensayos filosóficos | ||
Expresivos (emotivos o estéticos) | Textos descriptivos o narrativos | Personal e instrumental | Resúmenes, agendas, listas, torbellino de ideas |
Memorias | Autobiografías, diarios, cuadernos de viaje | ||
Historia: narrativo Literatura: narrativa | Escritos históricos, crónicas, biografías, novelas, cuentos, leyendas, epopeyas, mitos, fábulas, anécdotas | ||
Lírica | Poemas, coplas, canciones | ||
Teatro | Comedia, drama, tragedia, sainete, zarzuela | ||
Recreativo | Adivinanzas, acertijos, crucigramas, rompecabezas, canciones | ||
Humorístico | Libros de chistes, historietas, juegos | ||
Directivos (apelativos, interactivos) | Textos expositivos o argumentativos | Epistolar y documentos públicos | Cartas, contratos, escrituras de propiedad, mapas, facturas, recibos, cheques, actas, memorandos, tarjetas de identidad... |
Epistolar: Privada, social | Cartas personales, telegramas, invitaciones, tarjetas de saludo y felicitación | ||
Instrucciones, recetas, indicaciones, textos de procedimientos, avisos | |||
Normas | Reglamentos, leyes, decretos, resoluciones, acuerdos, signos varios (circulación y tránsito, etc.) | ||
Retórico | Piezas retóricas de distintas ocasiones, memoriales, argumentativos, textos varios argumentativos, ensayos | ||
Periodismo de opinión | Editorial, comentarios, críticas, artículos de opinión | ||
Publicitario | Avisos, anuncios, panfletos |
¿Cómo explicar los cuatro puntos de vista o los criterios sobre los cuales se basa la tipología adoptada en el cuadro anterior? Veamos cómo se entienden.
Un texto suele realizarse de acuerdo con ciertos modelos básicos, inspirados en el propósito, la organización estructural, el enfoque, el tratamiento del tema, el lenguaje y otras características. Estos arquetipos se constituyen en los moldes formales sobre los cuales los escritores arman la superestructura de sus textos escritos. Los arquetipos textuales básicos a que nos referimos, son cuatro: texto descriptivo, narrativo, expositivo y argumentativo. Cuando se produce un escrito cualquiera, se acoge a un arquetipo o se vale de la combinación de dos o más, según el género de discurso y los propósitos del escritor, como se infiere del cuadro anterior.
Describir es representar por medio del lenguaje la imagen de objetos -materiales e inmateriales-, personas y demás seres vivos, paisajes, situaciones y los diversos aspectos de la realidad, para señalar sus dimensiones, formas, relaciones, perspectivas, cualidades y características. El objetivo del texto descriptivo es suscitar en la imaginación del lector una impresión similar a la impresión sensible que pudieran provocar las cosas descritas.
Léase el siguiente párrafo descriptivo:
Con un aspecto de nuez, el cerebro manifiesta a simple vista su división en dos hemisferios simétricos, y unas rugosidades llamadas giros o circunvoluciones, lóbulos y cisuras o sulci. Todas estas protuberancias e invaginaciones forman el córtex, una delgada capa de unos cuatro milímetros de espesor, de color grisáceo-rosado, que cubre con los pliegues de su manto casi todo el resto de las estructuras encefálicas. El gran tamaño relativo que en el hombre posee la corteza, posibilitado justamente por su sistema de pliegues, es lo que ante todo distingue al cerebro humano de los demás vertebrados. Algunos de éstos, como los pájaros, ni siquiera la poseen, e incluso los mismos mamíferos pueden vivir sin ella, aunque precariamente y bajo ciertas condiciones artificiales; de hecho la conducta de estos animales espinales que se preparan en los laboratorios pierde plasticidad y adecuación a los estímulos que distinguen las respuestas del organismo intacto, esto es, se automatiza y deviene rígida. La sustancia gris que forma esta corteza está compuesta por seis capas de neuronas, que se diferencian morfológica y funcionalmente, haciendo del conjunto una estructura funcional incomparablemente final y compleja, que recibe, analiza, integra y refuerza los estímulos -o los inhibe- antes de elaborar las respuestas correspondientes. La organización vertical, en columnas, de las neuronas de la corteza, constituyendo unidades funcionales sensibles a un cierto tipo de estimulación, que se articulan entre sí, facilita la capacidad de análisis y síntesis de esta región superior del cerebro. (J. Pinillos, Principios de psicología 1983.)
¿Qué describe el párrafo? ¿Qué procedimientos tuvo que recorrer el autor para llegar a esta descripción? El objeto descrito es la “corteza del cerebro humano” del cual se señalan aspectos como: forma externa, protuberancias y pliegues, tamaño, variaciones en aves y mamíferos, color, partes, capas, funciones, organización de las neuronas. De cada aspecto el autor ha seleccionado algunos rasgos que, según su propósito, le interesaba destacar en su descripción (“hemisferios simétricos”, “lóbulos y cisuras”, “delgada capa”, etcétera.).
En relación con los procedimientos, el autor debió recorrer de manera explícita, tres etapas a saber: observación de la realidad descrita, selección de rasgos y presentación escrita. La observación consiste en el análisis detenido de la realidad que nos rodea y, más concretamente, de la que nos interesa describir con el fin de tener conocimiento de cómo es. Es preciso observar las formas, las características, los colores, los ambientes y circunstancias, los movimientos y relaciones, los espacios y todo rasgo que pueda ser fuente de inspiración.
La observación puede ser directa, si se basa en un examen del objeto, e indirecta, si procede de la averiguación a través de medios, como textos consultas, fotografías y otras.
En el caso del párrafo descriptivo citado, se supone que el autor se basa en observaciones indirectas y muy posiblemente también directas, por experiencias de laboratorio.
La selección de rasgos se fundamenta en la observación y constituye parte del planeamiento del escrito. En la selección el autor enfoca el objeto para destacar lo que es necesario y desechar rasgos no interesantes. Pinilllos en el párrafo citado enfocó la corteza del cerebro morfológica y biológicamente, y desechó rasgos como componentes químicos, evolución, relación con otros sistemas, etcétera.
Para seleccionar rasgos es útil formular preguntas: ¿Cómo es? ¿Qué partes tiene? ¿De qué color es? ¿Para qué sirve? En fin, es necesario aplicar todos los sentidos sobre el objeto, lo que permitirá llevar al texto diversas imágenes: visuales, auditivas, olfativas, táctiles y gustativas.
La presentación consiste en el ordenamiento y organización de los rasgos seleccionados y la redacción de la descripción. Esto supone un criterio de orden que puede ser del todo a las partes, de éstas al todo, según funciones, de fuera hacia adentro, según el recorrido de la vista, oído, etcétera. La descripción de la corteza cerebral parece ir de la forma externa a la parte interna, como las neuronas y sus funciones.
Hay dos tipos de descripción: objetiva y subjetiva. La descripción objetiva -científica, técnica o didáctica- se basa en el propósito de dar a conocer la realidad u objeto tal cual es, depurando al máximo las apreciaciones subjetivas del autor. El estilo que predomina es el de un texto claro, de coherencia lógica y de un lenguaje unívoco y denotativo. Un ejemplo de descripción científica es el párrafo anteriormente trascrito sobre la corteza cerebral y el artículo científico “La vida en el mar”, copiado más atrás (Cf. p.198).
En la descripción subjetiva o literaria predomina, en cambio, la interpretación personal de la realidad. Ya no se trata de “cómo son las cosas” sino de “cómo percibe y vive las cosas el autor”. Por esta razón, lo más importante es la capacidad expresiva de tal forma que se logre impresionar la sensibilidad del lector. En el estilo de la descripción son abundantes los recursos literarios, como los símiles y comparaciones, las imágenes y el uso reiterado de epítetos. Léase el siguiente párrafo de descripción literaria, en el que Camilo Cela nos expresa cómo percibe y siente “unas tardes”, en su novela “La colmena”.
Hay tardes en que la conversación mueve de mesa en mesa una conversación sobre gatas paridas, o sobre el suministro, o sobre aquel niño muerto que alguien no recuerda, sobre aquel niño muerto, que ¿no se acuerda usted?, tenia el pelito rubio, era muy mono y más bien delgadito, llevaba siempre un jersey de punto color beige y debía andar por los cinco años. En estas tardes, el corazón del Café late como el de un enfermo, sin compás, y el aire se hace como más espeso, más gris, aunque de cuando en cuando lo cruce, como un relámpago, un aliento más tibio que no se sabe de dónde viene, un aliento lleno de esperanza que abre, por unos segundos, un agujero en cada espíritu. (Camilo Cela, La colmena).
Obsérvese la cantidad de rasgos que atribuye a las tardes y la expresividad de estilo, en que se encuentran varias metáforas y comparaciones (“el corazón del Café late”, “como un relámpago”) encaminadas a impresionar al lector. También vemos el empleo de numerosos epítetos: “rubio”, “mono”, “delgadito”, “gris”, etcétera.
Narrar es relatar hechos verídicos o ficticios, situados en un lugar y tiempo, en los que participan personajes, históricos o imaginarios. Un texto narrativo puede incluir elementos descriptivos como cuando se caracterizan los personajes o se describen las acciones y el lugar. Léase el siguiente párrafo narrativo, parte de la “Cándida Eréndida” escrita par García Márquez:
Fue una escala ineludible en la campaña electoral de cada cuatro años. Por la mañana habían llegado los furgones de la farándula. Después llegaron los camiones con los indios de alquiler que llevaban por los pueblos para completar las multitudes en los actos públicos. Poco antes de las once, con la música y los cohetes y los camperos de la comitiva, llegó el automóvil ministerial del color del refresco de fresa. El senador Onésimo Sánchez estaba plácido y sin tiempo dentro del coche refrigerado, pero tan pronto como abrió la puerta lo estremeció un aliento de fuego y su camisa de seda natural quedó empapada de una sopa lívida, y se sintió muchos años más viejo y más solo que nunca. En la vida real acababa de cumplir 42, se había graduado con honores de ingeniero metalúrgico en Cotinga, y era un lector perseverante aunque sin mucha fortuna de los clásicos latinos mal traducidos. Estaba casado con una alemana radiante con quien tenía cinco hijos, y todos eran felices en su casa, y él había sido el más feliz de todos hasta que le anunciaron tres meses antes que estaría muerto para siempre en la próxima Navidad.
(G. García Márquez, La Cándida Eréndida)
¿Qué relata el autor? ¿Cuándo y dónde sucedieron los hechos? ¿O cuándo y dónde se imagina que sucedieron? ¿Quiénes tomaron parte en ellos? Buscar la respuesta nos conduce a determinar los elementos del texto narrativo que son: la acción, los caracteres y el ambiente.
La acción consiste en el encadenamiento de los hechos o acontecimientos relatados que, en el caso de la narrativa literaria, constituyen lo que se llama la trama o el nudo. En el texto citado la acción se desarrolla como la precipitación rápida de muchos hechos y situaciones: llegada de los furgones, de los camiones de indios y de la comitiva ministerial, cuando Enésimo Sánchez abrió la puerta, sucesos de la vida anterior de este senador, etcétera.
Según Contursi y Ferro (2000), la secuencia que define la esencia de un texto narrativo se articula en función de los aspectos constitutivos en cuanto relato, y se esquematiza así:
Sin embargo, es de suponer que no todos los textos narrativos siguen una secuencia como ésta. Pues la estructura narrativa varía según el género y según las épocas. Por ejemplo, la estructura más simple, de corte lineal, es aquella que ha sido consagrada por la tradición, así:
Hechos iniciales Trama o nudo Desenlace
Quiere decir que al comienzo se hace la presentación de los hechos iniciales, el ambiente y los personajes o caracteres; en la mitad del relato se desarrolla el nudo o trama (la complicación) con los principales sucesos o acontecimientos y culmina con el desenlace, la solución feliz o triste de los hechos (clímax). Esta estructura era común en epopeya, leyenda, novela y cuento.
La estructura narrativa del fragmento literario que hemos citado tiende, por lo que parece, a una estructura tradicional, muy propia de la acción novelesca. Los caracteres, también llamados tipos o personajes, son los indios, Onésimo Sánchez, la comitiva, la alemana y los cinco hijos. Los personajes pueden presentarse como actores y también como interlocutores, a quienes se les atribuye enunciados en el diálogo. El ambiente es el tiempo y el lugar en donde suceden los hechos.
En el caso del párrafo narrativo de García Márquez arriba citado, el tiempo se expresa de muchas maneras: “por la mañana”, “acababa de cumplir”, etcétera. El tiempo está en pasado en relación con el narrador, lo que se manifiesta en el uso de los verbos: estaba, estremeció, acababa. Es posible el uso de otros tiempos como el presente, al que se ha llamado presente histórico.
El lugar en el presente relato no se hace muy explícito (es posible que se aclare en la narración total), pero por aquello de la “campaña electoral” se presume que los acontecimientos se sitúan en un pueblo o vereda de un país latinoamericano.
Estructura narrativa tradicional y periodística
En la actualidad se dan otros tipos de estructuras narrativas, muchas veces contrarias a la tradicional. Tal es el caso de la estructura periodística (propia de textos narrativos noticiosos) que tiene un orden inverso: al comienzo se enuncian los hechos más importantes (clímax), se continúa con sucesos secundarios (desarrollo) y termina con circunstancias de menor interés (detalles). Se habla de la pirámide invertida, tal como se visualiza en la figura anterior.
Hay dos clases fundamentales de narración: la narración ficticia, común en la epopeya, leyenda, mito, fábula, novela y cuento, donde los hechos, los personajes y el ambiente son creación del autor, aunque se desprenden de observar y vivenciar la vida humana a cuya problemática se hace referencia; y la narración verídica, propia de la historia, la crónica, las noticias y los reportajes periodísticos, en que los hechos relatados, los personajes, el tiempo y el lugar se ciñen a la verdad de lo acontecido, así se adornen con un estilo florido.
Un ejemplo de texto narrativo ficticio, de género literario, es el que ya se citó de la obra “La cándida Eréndida” de García Márquez. También lo es el cuento “El eclipse” de Augusto Monterroso que se reproduce páginas más adelante (Cf. p.240).
En cuanto a texto narrativo de tipo histórico, léase el siguiente párrafo, tomado de una obra precisamente de carácter histórico:
Después de la capitulación de Miranda, muchos de los comprometidos en el movimiento revolucionario de 19 de abril, esperanzados en la aparente solidaridad manifestada par los ingleses de las islas vecinas, se refugiaron en Trinidad, confiados en encontrar en ella simpatía para las ideas que los habían convertido en asilados. Al frente de este grupo figuraban dos hombres, cuyo destacado papal en la guerra de emancipación venezolana, se oscurecía con las sombras de injustificables personalismos: Santiago Mariño y José Francisco Bermúdez.
(lndalecio Liévano Aguirre. “Bolívar”, 1980).
En un texto narrativo los hechos del relato a veces se presentan en primera o en tercera persona, y en un estilo directo o indirecto.
La narración se da en primera persona, cuando el relato lo hace el narrador que en ocasiones se involucra en la acción como si fuera un personaje. Es el caso de la novela “María”, obra muy conocida del colombiano Jorge Isaacs. En tercera persona el narrador no se involucra en la acción, aunque sí puede ser testigo. La mayoría de los relatos adoptan este estilo.
En algunos géneros narrativos, como la novela, el cuento y particularmente el teatro, se da la técnica del diálogo. Consiste en la presentación por escrito de una conversación en la que intervienen directamente dos o más personajes.
Hay dos maneras de presentar un diálogo en un texto narrativo: en estilo directo y en estilo indirecto. El estilo directo consiste en que el narrador pone a los personajes a emitir sus propias palabras, tarea que se realiza encabezando los enunciados de la interlocución por expresiones como “dijo”, “contestó”, “habló”, “replicó”, ”preguntó”, etcétera, expresiones seguidas de dos puntos. En el estilo indirecto, el narrador reproduce con sus propias palabras lo dicho por cada personaje valiéndose de expresiones como: “dijo que”, “preguntó cuál era...”, “contestó que..., “insinuó que”, “anunció que”. Léase el siguiente texto narrativo, primero en versión de estilo directo y después en estilo indirecto. Obsérvese cómo en la segunda versión el diálogo es asumido por el narrador:
EN ESTILO DIRECTO:
Tomaron café en latas de leche condensada en un puesto que abría temprano y servía a los pescadores.
- ¿Qué tal ha dormido, viejo? -preguntó el muchacho.
- Muy bien, Manolín -dijo el viejo-, hoy me siento confiado.
- Lo mismo yo -dijo el muchacho-. Ahora voy a buscar sus sardinas y las mías y sus carnadas frescas. El dueño trae él mismo nuestro aparejo. No quiere nunca que nadie lleve nada.
- Somos diferentes -dijo el viejo-. Yo te dejaba llevar las cosas cuan tenías cinco años.
- Lo sé -dijo el muchacho-. Vuelvo enseguida. Tome otro café. Aquí tenemos crédito.
(E. Hemingway, El viejo y el mar).
EN ESTILO INDIRECTO:
Tomaron café en latas de leche condensada en un puesto que abría temprano y servía a los pescadores.
El muchacho le preguntó que qué tal había dormido.
El viejo le dijo a Manolín que muy bien. Que ese día se sentía confiado.
El muchacho dijo que lo mismo se sentía él. Que entonces iba a buscar sus sardinas y las sardinas y carnadas frescas del viejo. Que el dueño traía él mismo los aparejos de ellos. No quería nunca que nadie llevase nada.
El viejo respondió que ellos eran diferentes. Que él le dejaba a Manolín llevar las cosas cuando éste tenía cinco años.
El muchacho contestó que él sabía. Que volvía enseguida. Que tomara otro café. Que ahí tenían crédito.
El texto expositivo se compone con el propósito de informar o dar a conocer los diversos aspectos de un tema, para lo cual puede aprovechar la descripción objetiva y también la narración verídica. En la exposición se presentan conceptos, ideas, juicios y, en general, contenidos en el ámbito cognitivo, depurados al máximo de las proyecciones u opiniones del autor, tal como se dijo para la exposición oral (Cf. p.94). Léase con detenimiento el siguiente párrafo expositivo:
En el proceso de conocimiento es posible encontrar siempre estos dos elementos, sujeto y objeto, entre los cuales se dan relaciones de especial complejidad. Por sujeto entendemos a la persona o grupo de personas que elabora el conocimiento; el conocimiento es siempre conocimiento para alguien, pensado por alguien, en la conciencia de alguien. Es por eso que no podemos imaginar un conocimiento sin sujeto, sin que sea percibido por una determinada conciencia. Pero, de la misma manera, podemos decir que el conocimiento es siempre conocimiento de algo, de alguna cosa, ya se trate de un ente abstracto-ideal como un número o proposición lógica, de un fenómeno natural y aún de la misma conciencia; en todos los casos aquello que es conocido lo denominamos el objeto del conocimiento.
(Carlos Sabino. El proceso de investigación)
El tema de esta exposición es “el sujeto y el objeto de conocimiento”, sustentado por una aseveración de la idea temática del párrafo, al comienzo, más la definición de los conceptos de sujeto y objeto y la aplicación de los mismos.
Es factible exponer sobre cualquier tópico del saber, así como sobre oficios, disciplinas, ciencias, artes y actividades prácticas. Lo mismo que en la descripción objetiva, el estilo de la exposición se caracteriza principalmente por la claridad conceptual, la coherencia en las ideas, el uso de un lenguaje denotativo y técnico, sin mayor adorno y expresividad.
El esquema de la exposición es más libre, pero igual que en todo escrito, requiere como mínimo seguir una secuencia semejante a esta:
PLANTEAMIENTO DEL TEMA DESARROLLO EXPOSITIVO CONCLUSIÓN
En el planteamiento se suele introducir el tema o tópico que se va a tratar, y sus partes o divisiones. El desarrollo comprende los diferentes aspectos del asunto, los cuales se presentan como materia de la exposición. La conclusión es motivo para dar por finalizado el escrito, con ideas que sintetizan o reafirman.
El esquema del texto expositivo es muy propio del informe científico o técnico (Cf. p.231) y también del ensayo. Un buen ejemplo se encuentra en el escrito “La vida en el mar”, que hemos mencionado varias veces (Cf. p.198). También sobra advertir que el tipo de escrito del presente libro se acopla al texto expositivo.
Para el escritor suelen ser de utilidad guiarse por preguntas como las siguientes: ¿Qué es? ¿De qué se trata? ¿Quién? ¿Qué partes tiene? ¿Cómo es? ¿Cómo funciona? ¿Cómo se relaciona? ¿Cómo se clasifica? ¿Dónde, cuándo y cómo se da? ¿Para qué sirve? ¿Cómo se obtiene? ¿Cuáles son las causas, las consecuencias, las implicaciones? ¿Por qué es así? ¿Qué es antes y qué después? ¿Qué quiere decir? ¿Cómo se llama?
Aunque no existe un límite preciso entre el esquema expositivo y el argumentativo, se diferencian, especialmente por el propósito y el tratamiento que se da a la información, en uno y otro caso.
Los dos moldes de texto tienen como base el procesamiento de información, a nivel cognitivo. Aún más, el argumentar supone exponer. Pero mientras el texto expositivo tiene como fin esencial informar sobre conocimientos o algún aspecto del saber, sin pretender compromisos de adhesión, el texto argumentativo va más allá de la simple información o exposición de un conocimiento: su objetivo es formular razones para sustentar una verdad, o plantear una opinión, a fin de convencer al lector para que acepte nuestro punto de vista y se adhiera a él, para que adopte una determinada actitud, tome una decisión o ejecute una acción.
Léase el siguiente párrafo argumentativo:
La tesis de que el hombre nace, vive y muere bajo la fuerza de un destino, feliz o desgraciado, no es tan afortunada como para aceptarla calladamente. La experiencia ha demostrado que las personas escogen su género de vida y de actuar de acuerdo con su carácter, su medio social y sus recursos. Desde luego estos factores, internos y externos, podrían determinarlo en un momento dado, pero no es regla general, y aún así, siempre existirá la potencialidad de sellar sus actos en forma original, responsable y creadora.
Como se puede ver, el autor plantea al comienzo una tesis que defenderá: “el hombre no vive forzado por un destino”. Las razones que expone se resumen en dos: (1)”La experiencia ha demostrado lo contrario”; (2) “Aunque hay cosas que lo determinan, el hombre siempre es creativo, libre y responsable”.
Para perseguir el objetivo de convencer y persuadir, el autor de un texto argumentativo dispone de un esquema cuya secuencia es más o menos la siguiente:
Quiere decir que el escritor parte de una afirmación que luego tendrá que probar. Enseguida refuta aquellos argumentos que puedan ir en contra de lo que se propone exponer. Pasa a la parte central que es presentar sus argumentos en que apoya su tesis. Al final, debe concluir con la reafirmación de planteamiento que hizo al comienzo.
Un buen ejemplo de texto argumentativo se ve en el ensayo “Las otras formas de lectura” que se tomó como base para el análisis en el capítulo cuarto (Cf. p.144). Allí se explicaba cómo el autor comienza exponiendo su tesis central (la lectura se está transformando) y luego expone argumento por argumento para culminar con recomendaciones
¿Qué significa argumentar? “Significa -responde Weston (1999)- ofrecer un conjunto de razones o de pruebas en apoyo de una conclusión”. No se trata, por tanto, de exponer simples opiniones o puntos de vista personales, sino verdaderas razones, motivos o elementos que muevan, que convenzan, que persuadan al lector y lo pongan a su favor. Naturalmente, el escritor tiene sus propias opiniones y puede darlas a conocer, como en efecto sucede en la producción de un ensayo (Cf. p.235); el lector se formará también sus propias opiniones. Pero como dice Weston, “no es un error tener opiniones. El error es no tener nada más”.
¿Cómo es un argumento? Toda clase de argumentos debe ser reductible a dos componentes: las premisas y las conclusiones. Las premisas son las razones sobre las cuales se basa quien quiere probar algo. La conclusión es precisamente lo quiere probar y que se deriva de algún modo de las premisas, si los argumentos están bien formulados.
Existen muchas clases de argumentos, los cuales se dirigen no solamente a la razón (a la mente) sino también al corazón (la afectividad) y la voluntad (la acción). Los argumentos se agrupan en dos: los que se basan en la inducción, de relativa fuerza probatoria; y los argumentos deductivos, con garantía probatoria.
Argumentos inductivos
Los argumentos pertenecientes a este grupo son los de mayor uso en los distintos escenarios de la vida: familiar, laboral, científica, educativa. Su fuerza probatoria reside en la solidez, pertinencia y veracidad de las premisas, pero aún así la veracidad de la conclusión de un argumento puede no estar absolutamente probada, por lo que, a veces, se requieren varios argumentos.
Veamos algunos tipos de argumentos inductivos, muy usuales tanto en textos escritos como en discursos de tipo oral, por ejemplo, en el discurso retórico (Cf. p.100).
Argumentos basados en la observación y la experiencia: se basan en la constatación de directa de los hechos, cuando esto es posible, o en referencias que hace de ellos por ejemplo, los hábitos, costumbres, sucesos y acontecimientos que permiten formular una conclusión. Así, si es época de lluvia y no conviene por salud que te mojes, esta es una buena razón para convencerte que no salgas.
Argumentos basados en ejemplos: después de la anterior, es la forma de argumentar más común. Se basa en un proceso de inducción, en una generalización que se hace de casos particulares. Un ejemplo está en el siguiente razonamiento sobre la adquisición del lenguaje en los niños y niñas: se ha comprobado que hay numerosos casos de niñas que aprenden a hablar antes que los niños (premisa), por tanto es posible generalizar diciendo que ellas adquieren el lenguaje primero que ellos (conclusión). El requisito de este argumento es que el ejemplo sea cierto y que se haga un examen serio sobre su aplicabilidad específica.
Argumentos por analogía: o comparación entre ejemplos semejantes. Citemos el caso de un estudiante que hablaba mal de su institución. Cuando el director lo sancionó le dijo: “uno no habla mal de su mamá”. El argumento se formula así: una institución educativa es como la mamá de los estudiantes (Premisa). Luego, los estudiantes no deben hablar mal de su institución. (Conclusión). Es oportuno recordar que la analogía es el tipo de argumento que más usó Jesús para proclamar el evangelio, mediante el relato de parábolas.
Argumentos de autoridad: es claro que todo no lo podemos saber por nosotros mismos. Debemos confiar en los demás, en quienes saben eso que nos falta. El argumento de autoridad se basa en el supuesto anterior y consiste en citar autores o personas en apoyo de nuestra conclusión. Es decir, se citan fuentes, o testigos, que conocen el caso. Un requisito es que la fuente naturalmente esté bien informada o tenga autoridad en la materia.
Argumentos por asociación de causas: consisten en correlacionar elementos o factores para atribuir a uno de éstos, ser causa del otro. Es común en la vida social. Ejemplo, desde que el estudiante Mauro se volvió amigo de Roberto, mejoró notablemente su rendimiento académico. A otros amigos de Roberto también les va bien (Premisa). Luego la amistad de Roberto favorece el rendimiento de sus compañeros. Se asocia la amistad de Roberto con un mejoramiento en los estudios. Lo primero es la causa de lo segundo.
Argumentos deductivos
Un argumento es deductivo cuando la premisa es mayor que la conclusión y ésta se encuentra incluida en la primera. Esta clase de argumentos sí está en condiciones de garantizar la certeza probatoria, siempre y cuando estén correctamente formulados, es decir que sean válidos.
La clásica forma de este tipo de razonamiento es el silogismo. Éste consta de una premisa mayor, una premisa menor y una conclusión. Para que el argumento sea válido, la primera premisa (premisa mayor) debe ser cierta y más general que la segunda (premisa menor) y que la conclusión. Además, la segunda premisa debe estar comprendida en la primera. Si la premisa mayor es cierta, también lo será la premisa menor. La conclusión se pone a prueba, cruzando la premisa menor con la mayor. Ejemplo:
Los estudiantes del Colegio Speaking hablan bien el inglés. | (Premisa mayor) |
José es estudiante del Colegio Speaking. | (Premisa menor) |
Luego José habla bien el inglés. | (Conclusión) |
La premisa mayor incluye la premisa menor. Ahora bien la certeza de la conclusión, es decir, que José habla bien el inglés, reside en que la premisa mayor sea cierta y que incluya la segunda y también la conclusión. O sea, que todos los estudiantes de ese colegio hablen inglés, pues con uno que no lo hable bien, ya el argumento no es válido, y, en consecuencia, la conclusión puede no ser cierta. En este caso, la primera premisa dice que todos lo hablan y la segunda que José está incluido. Por tanto, José habla inglés. Así las cosas, el argumento es válido.
En esta parte se trazan ciertas orientaciones básicas para la composición de los escritos más usuales en la actividad universitaria y profesional. En particular se invita a abordar la escritura del informe técnico y científico, el ensayo y el cuento.
Es un texto escrito en prosa compuesto con el propósito de comunicar a personas o instituciones que lo soliciten, una información especializada, producto de la ejecución de una tarea o del desarrollo de un proyecto. El contenido de dicha información está relacionado con pormenores sobre los procedimientos, estrategias y los resultados obtenidos en actividades como una investigación, una revisión o documentación bibliográfica, la aplicación de una experiencia, el cumplimiento de una misión encomendada, la ejecución de un plan, etcétera. Los informes se producen como discurso científico, por lo tanto, se caracterizan por un lenguaje preciso y unívoco (de un solo sentido), y su finalidad es ser medio de comunicación del conocimiento.
Las principales características propias de las diferentes piezas escritas consideradas como informes son:
Los informes pueden ser de carácter descriptivo, expositivo o argumentativo. En consecuencia, la superestructura se inspira en el perfil trazado por este tipo de textos y varía, de acuerdo con la clase de informe que se use en cada caso particular. Por lo general, en un informe se hacen visibles las siguientes partes:
Sección preliminar: comprende el título, el asunto o tema, justificación, objetivos, marco teórico o parámetros que dieron base a la actividad, metodología o procedimientos (por ejemplo, población, muestra, instrumentos, lugar, tiempo, etcétera).
Cuerpo del informe: según la situación particular, primero describe el proceso desarrollado (actividades, experiencias, sujetos, etcétera) y luego expone la información resultante debidamente ordenada y sustentada. En el caso de la investigación, es necesario que se analicen y se interpreten los resultados antes de acceder a las conclusiones y recomendaciones, con las cuales termina cualquier informe.
Sección de anexos y referencias: según la necesidad, comprende las fuentes consultadas, los instrumentos aplicados, una muestra de la información sin procesar, tablas adicionales o complementarias y, demás material que se considere debe ir anexo.
Es importante aclarar que las características y partes de un informe varían de un escrito a otro, según sea el tipo de informe de que se trate y las situaciones particulares en que se produce.
Según Frías Navarro (1996), son cuatro las clases de informes de mayor uso:
Artículo científico
Su propósito es dar a conocer o comentar algún punto de vista de un tema o la solución de un problema en un área del saber. Suele escribirse para ser publicado en periódicos o en revistas especializadas con fines de divulgación del conocimiento sobre la ciencia, la técnica, el arte o la cultura en general.
Se dirige a lectores muy específicos que pueden constituir una comunidad científica o académica en la materia, quienes lo leerán y lo someterán a análisis y crítica, con el fin de validar las conclusiones, si así lo ameritan. El texto escrito “La vida en el mar” (Cf. p.198), que nos ha servido de ejemplo para ver el proceso de escritura, es un artículo científico, aunque lo acompaña un propósito didáctico.
Informe técnico
En particular se relaciona con tareas o proyectos en ejecución, un trabajo de revisión documental y, en general, sobre el cumplimiento de una misión encomendada. El cuerpo del informe da especial énfasis a la forma como se realizó la actividad respectiva y los resultados obtenidos. También hace los comentarios que sean pertinentes y formula recomendaciones según el caso en particular.
Un informe técnico puede ser necesario después de un viaje de negocios, al finalizar una reunión, al culminar una visita, o una vez cumplido el cronograma de un programa. Es frecuente que quienes solicitan el informe, indiquen los puntos, o proporcionen la guía para la realización de dicho informe.
La reseña bibliográfica
De los escritos científicos, quizás es la pieza más corta, lo cual no le resta importancia.
Es la presentación, de manera comentada y crítica, de una obra o escrito, en cuanto a su contenido y sus características generales, con el propósito de dar cuenta de él y orientar a los lectores potenciales en la selección que deben realizar.
No se trata, por tanto, de copiar o resumir el texto escrito que se reseña, sino de interpretarlo y dar cuenta de aquellos aspectos que representan los aportes más importantes de la obra o los de mayor interés y utilidad.
Una reseña contendrá los siguientes aspectos, entre otros:
Informes de investigación
Existen tres tipos de informes de investigación: la tesis de grado, las monografías y los informes de experiencias o proyectos de campo.
Tesis de grado: informe científico extenso, en el que se expone y defiende un planteamiento de fondo (tesis) sobre un tópico de cualquier área del conocimiento. El informe de tesis es el resultado de un largo y riguroso proceso de investigación en el que se ha aplicado el método científico, desde algún paradigma de la ciencia, con el propósito de hacer un aporte real al conocimiento, en el campo correspondiente.
Una tesis se desarrolla como requisito para optar por un título académico de educación superior avanzada, como una maestría o un doctorado. Su presentación y sustentación tiene lugar ante un jurado evaluador de las más altas calidades académicas.
Monografía: es la exposición escrita, debidamente sustentada, de los diversos aspectos de un estudio realizado con cierta profundidad sobre un tema específico en algún campo de la ciencia. Su propósito es ser medio de divulgación del conocimiento y muchas veces también se emplea para fines académicos, como el de ser requisito para aprobar una especialización o la obtención de un título profesional universitario de pregrado, de manera similar a la tesis.
Informe de experiencias: este tipo de informe se escribe sobre la base de haber participado en la planeación y ejecución de un proyecto de investigación de campo, generalmente en las ciencias sociales y, de manera especial, en educación.
Según la clase de proyecto, que puede estar dentro de la investigación etnográfica, experimental o investigación acción–I.A., el informe incluye las mismas partes que suele llevar cualquier otro proyecto de investigación: sección preliminar, cuerpo del informe y conclusiones y referencias.
Cabe resaltar, sin embargo, algunos elementos muy particulares, pues, además del tema y los objetivos, hay que describir el problema que dio origen a la investigación, cronograma, métodos, técnicas, recursos y población, resultados obtenidos, análisis e interpretación, acciones de mejoramiento y, además de conclusiones, recomendaciones si es el caso.
Es un texto corto escrito en prosa que describe, expone o comenta sin rigor sistemático, auque con profundidad, un tema de los distintos campos del saber, desde una interpretación subjetiva o una óptica personal. Se debe a Montaigne (Siglo XVI) el haber creado y ser el primero en practicar este género, y también el haberle dado el nombre de “ensayo”. Esta palabra encierra el sentido de sondeo, tentativa o discurso libre.
Aunque según Vélez (2000), el ensayo va mucho más allá de literatura, sin embargo afirma que desde su creación “goza también de los mismos atributos que suelen predicarse de la obra literaria. Esta aseveración no sólo posee validez respecto de la dosis de inspiración, de originalidad y de creatividad que debe contener, sino también, y de modo especial, en relación con el manejo cuidadoso y expresivo del lenguaje”.
De acuerdo con la tradición inaugurada por Montaigne, recogida por los diversos tratadistas, un ensayo se caracteriza por:
Por esencia, el ensayo es libre. En consecuencia no posee un esquema riguroso, ni se asimila a ningún tipo de texto en particular. Se vale del estilo descriptivo, expositivo y argumentativo, con una secuencia flexible en la que lo único fijo es la estructura general de cualquier escrito: introducción, en la cual el escritor cautiva la atención del lector y plantea el tema; cuerpo del ensayo, que cubre todo el desarrollo libre de las ideas; y conclusión basada seguramente en alusiones al significado de lo expuesto.
En cuanto a la macroestructura, ésta varía según el propósito específico, el contenido desarrollado, sus relaciones y secuencia. Obsérvese, por ejemplo, la macroestructura del texto “Otras formas de lectura” que se analizó en el capítulo cuarto (Cf. p.144).
Sin una delimitación tajante, es posible identificar cuatro tipos de ensayo:
Aunque a escribir un ensayo se aprende escribiéndolo, sin embargo, las siguientes orientaciones pueden contribuir en provecho para el que opte por escribir:
A continuación el lector encuentra un ensayo crítico, para que lo analice y tenga la oportunidad de aplicar en él, los aspectos anteriormente explicados.
Tomado de: | ENTRE ESCRITORES |
El Tiempo. Bogotá, | |
Noviembre 10 de 2002. | Federico Díaz-Granados* |
El álgebra de las palabras
La enseñanza de la ortografía es uno de los continuos problemas a los que nos vemos enfrentados quienes de una u otra forma nos dedicamos al magisterio de la literatura. Y, de igual manera, quienes desde distintas orillas de la creación intentamos cultivar la palabra en nuestros textos. De ahí que hablar de ortografía en estos tiempos de Internet y del imperio de la imagen pueda sonar a algo anacrónico, mucho más cuando es sustentado por alguien que intenta sobrevivir con su vocación poética en estos mismos días de chats y relaciones virtuales.
Pero, sin duda, al defender los buenos y perdidos hábitos gramaticales, defiendo la lectura como primera posibilidad de adquirir ana memoria gráfica de las palabras; además, porque en la actual civilización, la cultura y el pensamiento se siguen transmitiendo, a pesar del avasallaje visual, a través de los libros. Una vez más el amigo Gutenberg ha callado a sus detractores.
Creo, parodiando al viejo Borges, que la ortograffa permite que las palabras miren hacia un mismo lado, como una especie de álgebra cuyos signos y símbolos conducen a una respuesta, exacta y desconocida, con las mismas fórmulas de las viejas alquimias y la eterna y asombrosa poesía. Al igual que el álgebra, la ortografia permite conocer el verdadero ritmo interior de cada vocablo, de cada frase, de cada texto. Saber utilizar correctamente las palabras brinda la posibilidad de conocer sus infinitos laberintos y, por ende, tener la libertad de elegir entre muchas la que más se acople a nuestras sensibilidades.
A escribir bien se aprende leyendo a los grandes escritores y desde ese territorio del asombro se identifican las palabras bellas, las palabras feas y sus respectivas musicalidades. Hay que saber rodearlas y elegirlas y cuando exista una duda acudir al diccionario, “esa novela del idioma, el gran cuento de las palabras, donde está con su pasión, su color y su sabor propios, la biografía de cada vocablo”, como dijo algún día el maestro Héctor Rojas Herazo.
Por ser el texto literario una de las expresiones más sublimes del hombre, y tener el estilo más elaborado de todos, se dan a continuación unos lineamientos básicos que pueden aportar elementos tanto para el análisis como para la creación de este género, a través de una actividad de taller.
El discurso literario, en sus diferentes géneros, se da como ejercicio de la función expresiva del lenguaje, pero también de la función estética, común con otras expresiones artísticas, como son la pintura, la música, etcétera. Sin embargo es preciso hacer una importante distinción: lo literario es expresivo, pero la esencia de la literatura no se agota con la expresividad. Tampoco todo lo que es expresivo es de carácter literario (Ejemplo, el lenguaje coloquial, los diálogos cotidianos, etcétera). Además de la función expresiva y estética, la literatura cumple otras funciones importantes como son:
¿Cómo escribir literatura? No es posible dar pautas para escribir textos literarios. Esta labor nace más de las venas del escritor, de su gusto y vocación estética. No obstante, para quien está empezando a escribir literatura, le puede resultar de provecho las siguientes sugerencias prácticas:
La idea de lo que es un cuento
No es fácil definir el cuento por dos razones: por sus orígenes y evolución histórica y porque se entrecruza con otras formas narrativas, especialmente, la anécdota, la fábula y la novela corta.
El cuento tuvo su origen en escenarios populares, en la tradición oral y en los hábitos de contar historias. Se tiene noticia del relato de cuentos en la antigüedad, por ejemplo, en India y Grecia; también se sabe de cuentos en la Edad Media, época en que aparecen las “Mil y una noches”, producto de la cultura popular árabe. En el renacimiento ya se puede hablar de cuentistas como Bocaccio, Ramón Lull y Juan Manuel. Respecto de España, se podría decir que el “Lazarillo de Tormes” es una serie de cuentos. En el S. XVIII el cuento abandona el verso en que usualmente se escribía y recibe una fuerte inyección con elementos moralistas, de fantasía y de diversión, cuando irrumpen en Europa los cuentos de Anderson, Grimm y Perrault, además de las fábulas de autores ya conocidos como La Fontaine.
Es en el siglo XIX, cuando el cuento se libera del carácter fantástico y de diversión, con Edgar Poe, Hemingway, Chejov y otros más. La moraleja deja de ser una finalidad explícita, aunque la enseñanza moral no se pierde, sino que se incorpora de manera implícita en el tema o asunto. El cuento moderno más o menos sigue esta línea. Como cuentistas contemporáneos en español sobresalen Unamuno, Azorín, Cela, Borges, Quiroga, García Márquez y muchos más.
El cuento se entiende como la relación oral o escrita de un suceso ficticio, en forma verosímil. La narración del cuento fue oral en un comienzo y, aunque durante muchos siglos perdió fuerza ese carácter, en la actualidad está volviendo a reconquistar visos de popularidad, especialmente por parte de los llamados “cuenteros”.
Los rasgos característicos del cuento
Se podría decir que el cuento se caracteriza por:
Leamos el siguiente cuento:
EL ECLIPSE
Cuando fray Bartolomé Arrazola se sintió perdido aceptó que ya nada podría salvarlo. La selva poderosa de Guatemala lo había apresado, implacable y definitiva. Ante su ignorancia topográfica se sentó con tranquilidad a esperar la muerte. Quiso morir allí, sin ninguna esperanza, aislado, con el pensamiento fijo en la España distante, particularmente en el convento de los Abrojos, donde Carlos Quinto condescendiera una vez a bajar de su eminencia para decirle que confiaba en el celo religioso de su labor redentora.
Al despertar se encontró rodeado por un grupo de indígenas de rostro impasible que se disponían a sacrificarlo ante un altar, un altar que a Bartolomé le pareció como el lecho en que descansaría, al fin, de sus temores, de su destino, de sí mismo. Tres años en el país le habían conferido un mediano dominio de las lenguas nativas. Intentó algo. Dijo algunas palabras que fueron comprendidas. Entonces floreció en é1 una idea que tuvo por digna de su talento y de su cultura universal y de su arduo conocimiento de Aristóteles. Recordó que para ese día se esperaba un eclipse total de sol. Y dispuso, en lo más íntimo, valerse de aquel conocimiento para engañar a sus opresores y salvar la vida.
- Si me matáis les dijo puedo hacer que el sol se oscurezca en su altura.
Los indígenas lo miraron fijamente y Bartolomé sorprendió la incredulidad en sus Ojos. Vio que se produjo un pequeño consejo, y esperó confiado, no sin cierto desdén. Dos horas después el corazón de fray Bartolomé Arrazola chorreaba su sangre vehemente sobre la piedra de los sacrificios (brillante bajo la opaca luz de un sol eclipsado), mientras uno de los indígenas recitaba sin ninguna flexión de voz, sin prisa, una por una, las infinitas fechas en que se producirían eclipses solares y lunares, que los astrónomos de la comunidad maya habían previsto y anotado en sus códices sin la valiosa ayuda de Aristóteles.
AUGUSTO MONTERROSO. (Escritor guatemalteco contemporáneo, autor del cuento magistral “El zorro es más sabio”, en donde trata el tema de ser escritor).
Observamos en el cuento “El eclipse de Monterroso”, que tomaremos como ejemplo, varios aspectos: primero, el suceso es indudablemente creado por el autor. Segundo, a pesar de lo anterior, es verosímil, a tal punto que alguien se atrevería a preguntar desprevenidamente si eso aconteció. Y es que son muy reales el escenario, el grupo social, las motivaciones y las referencias históricas.
Otro rasgo del cuento es la brevedad que depende de la narración de un solo suceso y no de una cadena o un complejo de sucesos. Se dice que el cuento es más largo que una anécdota y más breve que una novela corta. El ejemplo típico es precisamente “El eclipse”. Y no es que sea breve por lo corto del texto escrito. Es que la relación se refiere a un único suceso y a un solo escenario. Sin embargo, nótense las implicaciones del relato, pues cada frase y cada palabra se sienten cargadas de riqueza significativa que lleva a dar alas a la imaginación, hacia distintos momentos de los tiempos históricos que menciona.
El cuento se inspira en los problemas propios de los seres humanos. Como en la actualidad está liberado del de su propósito de divertir y moralizar, se introduce en los vericuetos de las comunidades humanas. Por eso hay cuentos sociales, políticos, religiosos, históricos, etcétera según la temática.
En el caso de “El eclipse”, el autor aborda un problema humano desde varios ángulos: la dominación política y religiosa de América por parte de España, la situación de los grupos indígenas en la época de la colonia, el bajo concepto que se tenía respecto del saber científico de la comunidad indígena, entre otros aspectos. Fíjense en los contrastes entre la angustia, la prepotencia y la malicia del español, y el saber de Aristóteles, frente la violencia y la a sabiduría reposada del indígena.
La estructura del cuento
El cuento es esencialmente un texto narrativo y, como tal, consta de una trama de acciones, un tiempo supuesto o atribuido, un escenario, un ambiente social y unos caracteres o personajes que participan en el relato. La estructura externa de un texto está en función de la organización interna. Ahora bien, la secuencia estructural de un cuento puede ser de dos clases: la tradicional y la que caracteriza a los cuentos modernos.
La secuencia tradicional tiene varias versiones. Por mucho tiempo se habló de un orden como el siguiente: Introducción - Nudo - Desenlace. La estructura tradicional fue la que siguieron los cuentos de Grimm, de Anderson y las fábulas, en general. Van Dijk (1980) había dicho que la superestructura del cuento incluye: Introducción - Complicación - Resolución - Finalización. Y, como se explicó (Cf. p.223), Contursi y Ferro (2000) interpretaron esta idea, en términos de una estructura narrativa un poco más compleja, la cual comprende: situación inicial - complicación - re(acción) - resolución - situación final y moraleja.
Bien sabemos que el cuento moderno se liberó de muchas ataduras, al romper con la estructura tradicional. Por eso encontramos cuentos que empiezan con el desenlace, con escenas finales, con la complicación, etcétera. La estructura del cuento “El eclipse” se asimila en parte a la tradicional: hay una situación inicial que conduce a situaciones intermedias en las que se nota una complicación progresiva, con cuya solución termina el cuento. Pero al mismo tiempo, sugiere algo novedoso: empieza con un sueño del protagonista quien de alguna manera presagia el final del cuento.
Secuencia narrativa del cuento “El eclipse”.
Qué hacer para escribir cuento
Para quien hace de aprendiz a escritor de cuento, le pueden prestar ayuda las siguientes sugerencias:
A las diez de la noche, Lidia llegó corriendo a la pieza de Nébel.
(H. Quiroga, “Cuentos de amor, de locura y de muerte”)
Redacte unos párrafos o un corto ensayo sobre una de las tesis anteriores.
FUMANDO, EXPIRO
Los colombianos no creen en las leyes. Por eso fuman. Desde siempre se ha sabido que el cigarrillo enferma. Esa condición sería suficiente para que la gente se alejara de él. Pero el artículo 17 de la Ley 30 de 1986 volvió tabaco nocivo para la salud, por decreto. Ahí está el problema.
Esta ley la hizo el Congreso y con su desprestigio todo lo que sale del Capitolio es un estímulo para pensar lo contrario.
Lo anterior explicaría las cifras. Cuatro de cada diez colombianos le jalan al ‘chicote’. Lo peor es que ellos que saben que es la principal causa de cáncer en el pulmón, y que eso es mortal. Que produce bronquitis, aumenta el asma, colabora con los infartos; y con otras veinte enfermedades, que mancha los dientes y los dedos. Además, que la boca de un fumador huele a negocio de concejal y que su piel es más arrugada que frente de miope. También, que pasivamente pone a fumar hasta al Divino Niño.
Las disculpas son muchas. Se fuma por ansiedad, por nervios, por tristeza, por alegría. Para acompañar un tinto, un trago o una amiga. Por ejercer el precepto constitucional de desarrollar 11 personalidades, porque Freud los dejó en la etapa oral. Por el antes, por el después. Para hacer la digestión y para quitar el hambre. Siempre hay un argumento, desde el más sutil hasta el más perverso. 0 el simple sin argumento “porque me da la gana”. La gente no sabe por qué fuma.
No hay campaña que valga. Si bien el humo del tabaco ha sido desplazado de algunos lugares públicos, hoy se levantan voces en contra de estas medidas. Las de los fumadores que, cansados de esconderse en los baños para hacerlo como adolescentes en crisis, exigen reivindicar sus derechos a suicidarse con espectadores. Piden sitios con ceniceros, fósforos y el menaje necesario para aspirar las más de cuatro mil sustancias tóxicas presentes en un simple cigarrillo comprado en un semáforo.
Esto no es una diatriba contra los fumadores. En realidad lo somos todos. Por vecindad con alguna suegra fumadora o porque en la calle lo aspiramos. Los gringos, que todo lo cuentan (hasta nuestras matas de coca y amapola), registraron tres mil muertos con cáncer por consumo involuntario de cigarrillo el año pasado (otras Torres Gemelas). Aquí no sabemos cuántos hubo -el país apenas da abasto para contar muertos violentos- pero seguro existieron. Ellos son como los desplazados, a ninguna autoridad les importan. Menos a los causantes.
“No fume”. Imperativo difícil de practicar mientras se está sano. Basta un infarto o un diagnóstico de cáncer para que el más empedernido cocotero se convierta en el más dócil converso y así no vale.
La solución está en la mano. A cambio del inocuo referendo, propongámosles al Congreso y a las Altas Cortes que incluyan en la Constitución el siguiente artículo: “Fumar es un Derecho Fundamental”. Seguro el país hará todo lo posible por violarlo.
(Fernández, Carlos F. “El tiempo”, Bogotá, 16 de febrero de 2003)
BAJO LA LLUVIA
Por: Evelio José Rosero
Le preguntamos qué hacía ahí. Flotando en la calle, bajo la lluvia, Y é1 respondió que nada, que lo único que hizo fue saltar un poco, para evitar un charco, con la extraña suerte de que no volvió a caer. “Y aquí estoy, como pueden ver” dijo. Tenía los ojos aguados, como a1guien sorprendido por la emoción más inaudita, como a1guien a punto de llorar silenciosamente. Su corbata colgaba ondulante, parecía lo único de é1 que pretendía continuar atándolo realmente a la tierra. Y, sin embargo, también é1 parecía aceptar su situación, porque reconoció, estupefacto: “Debo ser uno de los tantos casos raros que hoy existen en el mundo”. Nos contó que al principio fue agradable, “Esto es como los pájaros”, contó que había pensado, pero que más tarde todo eso comenzó a preocuparlo porque se elevó un metro y después dos más y de pronto empezó a decirnos que sentía que otra vez iba a seguir elevándose, que lo ayudáramos. “¡Pronto, pronto!” gritaba.
“Se parece a un cuento de García Márquez” dijo un estudiante, “Remedios la Bella”. Todos asintieron.
“Su situación es peligrosa” reconoció a1guien, si sigue elevándose a ese ritmo de avión podría quitarle la vida”. “Sería lo mejor”, sonrieron dos mujeres, “a quién se le ocurre saltar un charco para no volver a caer”. “Esto hay que publicarlo” pensaron otros, “de lo contrario nadie va a creerlo”.
“Qué podemos hacer” le dijimos, “podríamos amarrarlo”.
“¡No, no!” respondió é1, esforzando la voz porque ya se había elevado cuatro o cinco metros más, de un solo tirón, “no quisiera hacer el ridículo, perdería mi puesto en el banco”. Se estuvo pensativo unos segundos. Después abrió desmesuradamente la boca y nos contó, como justificándose, que nunca pudo comprender su primera decepción; no comprendió que todo esto que tenemos en el mundo es una serie de decepciones con los padres, primero, y después con los amigos, y después con una amiga, y hasta con uno mismo; que cuando tenía nueve años quiso acabar sin atreverse a intuir que la muerte ha sido siempre un asunto de viejos. Que fue al baño y se tomó cuatro aspirinas, que no pasó nada, desde luego, pero el miedo y la certidumbre de una muerte próxima le sirvieron para soñar esa noche que había muerto, y que también la muerte era otra decepción. Eso nos contó, vertiginosamente. Y después comenzó a desvariar, eso creemos, porque dijo: “Huíamos al vernos, aterrados de encontrarnos. Un día fue inevitable: lo vi frente al espejo”.
Decir aquello fue como arrojar el último lastre de su vida. De un sacudón empezó a elevarse con la lentitud de un zepelín.
“¿Entonces?” le gritamos, “¡qué podemos hacer!”.
“Díganle a mi novia que hoy no pasaré por ella” respondió é1, más resignado que impaciente.
“Pero, dónde vive ella” le preguntamos. Él nos gritaba una y otra vez, repitiendo la dirección. Distinguimos cómo gesticulaba, desesperado. Ninguno de nosotros alcanzó a escuchar en dónde vivía su novia. Además, al verlo desaparecer, nos pareció que su destino tenía tal viso de sospechosa fantasía que ya a nadie realmente le importaba justificar su ausencia ante el mundo.
(Tomado de: “Cuentos fantásticos”.
Bogotá, Magisterio)
* Poeta bogotano, autor de La casa del viento.