CAPÍTULO 4
La inclusión digital de las
mujeres de clase trabajadora:
explorando caminos hacia una
mayor igualdad
por Lidia Arroyo Prieto
Resumen
Está ampliamente asumido que el acceso a Internet potencialmente puede significar el abrir la puerta a información, relaciones, oportunidades y mundos que nunca hubieramos conocido en una vida completamente off line. Además, sabemos que hoy en día, tanto las personas jóvenes como las que trabajan en empleos relacionados con el conocimiento, requieren de un uso cotidiano de Internet. Pero, ¿qué caminos abre la inclusión digital para las mujeres adultas de clase trabajadora?, ¿como pueden llegar a ser estos caminos emancipadores para ellas?
En este capítulo proponemos abordar esta cuestión de la siguiente manera. En primer lugar, analizaremos el discurso sobre la inclusión digital en las políticas públicas de la Unión Europea para identificar qué papel se le otorga a las TIC en relación a las mujeres de clase trabajadora. En segundo lugar, a partir de los datos de las encuestas oficiales, exploraremos qué diferencias en el acceso y el uso a Internet existen entre las mujeres con menores recursos socio–económicos y el resto de población. En tercer lugar, reflexionaremos sobre las potencialidades de la inclusión digital desde un punto de vista de género y de clase basándonos en las aportaciones de las teorías sociológicas de la tecnología. Y finalmente, analizaremos los resultados de las investigaciones que se han realizado que nos aportan conocimiento sobre las prácticas de las mujeres de clase trabajadora en la red.
La definición de clase trabajadora que utilizamos parte del concepto de clase social que define Pierre Bourdieu (2000) referido a la posición que ocupan los agentes en relación a la estructura social a partir de su capital económico, cultural, social y simbólico. Bourdieu considera que, no sólo los elementos materiales-económicos, sino también los educativos y culturales configuran el habitus (el conjunto de esquemas a partir de los cuales las personas interpretan el mundo y actúan en consecuencia). A lo largo del capítulo se usará como sinónimo de mujeres de clase trabajadora el concepto de mujeres con pocos recursos socio-económicos y, en el caso del análisis de estadísticas disponibles, mujeres con bajo nivel educativo.
La inclusión digital en las políticas públicas
de la Unión Europea
La inclusión digital de toda la ciudadanía es uno de los principales retos de la Unión Europea, como se refleja tanto en los marcos normativos generales como en aquellos planes específicos relacionados con la empleabilidad o la reducción de la pobreza. Los más relevantes son los siguientes:
– La Estrategia Europea 2020 (A strategy for smart, sustainable and inclusive growth, 2010) introduce la Agenda Digital para Europa (A Digital Agenda for Europe, 2010) como una de las siete iniciativas emblemáticas para conseguir un crecimiento inteligente, sostenible e inclusivo. La Agenda Digital destaca la necesidad de incluir digitalmente a los denominados grupos sociales desfavorecidos (entre los que encontraríamos a las mujeres de clase trabajadora), puesto que se parte de la premisa de que estar conectados a Internet ayudará a las personas socialmente desfavorecidas a “participar más en pie de igualdad en la sociedad digital”. Esta participación más igualitaria se conseguiría a través del acceso a cursos de e– formación, servicios de la e–administración o e–salud. Además, la Agenda Digital también sostiene que el acceso a Internet tiene el potencial de ayudar a las personas con menores oportunidades “a salir de su condición desfavorecida”, vinculando esta salida a la mejora de la empleabilidad.
– Otra medida transversal que presta atención a la inclusión digital es el Marco de Referencia Europeo de las Competencias Clave para el Aprendizaje de por vida (Key Competences for Lifelong Learning. Eruopean Reference Framework, 2007). Estas recomendaciones incluyen la competencia digital entre las ocho necesarias para asegurar la empleabilidad, la inclusión social, la ciudadanía activa, e incluso, para la realización personal. El Marco de Referencia Europeo de las Competencias Clave (2007) define la competencia digital como “el uso seguro y crítico de las tecnologías de la sociedad de la información para el trabajo, el ocio y la comunicación.”
– Entre los planes orientados a la mejora de la empleabilidad, encontramos la Agenda de Nuevas Cualificaciones y Empleos (An Agenda for new skills and jobs: A European contribution towards full employment, 2010). Este plan, siguiendo la misma línea discursiva que los marcos transversales, hace referencia a la Agenda Digital para Europa como el catalizador necesario para asegurar que, tanto las personas ocupadas como las que buscan un empleo, tengan las competencias adecuadas que requiere el mercado laboral.
– Entre los marcos de actuación relacionados con la reducción de la pobreza destacamos el desarrollado en la Plataforma Europea contra la Pobreza (The European Platform against Poverty and Social Exclusion: A European framework for social and territorial cohesion, 2010) que también hace referencia a la inclusión digital. En el documento de la Plataforma contra la Pobreza se afirma que el uso accesible a las TIC promueve la empleabilidad y la inclusión social, especificando que la inclusión digital mejora las oportunidades y el uso de servicios públicos. Este plan plantea nuevos objetivos, como que el uso de las TIC permita una mayor inclusión en la comunidad local, y el acceso a modernos y eficientes servicios de cuidado a las personas.
Globalmente, vemos que el marco de actuación europeo apuesta por la inclusión digital como una herramienta fundamental para alcanzar la inclusión social y el empoderamiento, especialmente de los grupos con menores oportunidades. Pero, más allá de las potencialidades de la inclusión digital para conseguir una mayor igualdad, ¿qué sabemos sobre como las personas, una vez incluidas digitalmente, usan las TIC para la mejora de sus condiciones de vida? Y específicamente, ¿se hacen efectivas las expectativas sobre la inclusión digital en el caso de las mujeres con menores recursos socio-económicos?
¿Qué nos dicen los datos?
La inclusión digital y los usos de Internet por
parte de las mujeres de clase trabajadora
Para empezar a explorar si los caminos que abre Internet pueden ser diferentes para las mujeres de clase trabajadora, examinaremos los datos estadísticos oficiales según el sexo y el nivel educativo de la población. En primer lugar, analizaremos las cifras relativas al acceso a Internet. Y, en segundo lugar, detectaremos las diferencias en los usos de Internet relacionados con el empleo, la educación, la participación ciudadana y el acceso a la prensa on–line.
La inclusión digital
Tal como lo define la Comisión Europea (2012), la inclusión digital es entendida como las personas que son usuarias regulares de Internet, es decir, aquellas personas que se conectan a la red al menos una vez por semana.
Los datos referidos al acceso a Internet (Figura 1) muestran que cuanto menor es el nivel de estudios, menor es el nivel de inclusión digital.
Si comparamos la inclusión digital entre las propias mujeres dependiendo de su nivel educativo, observamos que sólo el 35% de las mujeres con un nivel de estudios bajos en España y el 42% en la UE-28 se conectan de manera regular a Internet, mientras que alrededor del 90% de las mujeres con estudios superiores lo hacen regularmente.
Cuando analizamos las diferencias por sexo, identificamos que las mujeres con menores recursos educativos están doblemente afectadas por la brecha digital: por su condición de género y por tener menores recursos socioeducativos. Los hombres muestran un grado de inclusión digital más elevado que las mujeres en todos los niveles educativos. Pero la brecha de género, es decir, la diferencia entre hombres y mujeres, es más elevada en los niveles formativos más bajos (de 12 puntos en España y de 9 en la UE-28) que en los niveles formativos medios (de 7% en España y de 3% en la UE-28) o más elevados (inexistente en España y de un 1% en la media de la UE-28).
Internet para la búsqueda de empleo
por parte de las mujeres
Como podemos apreciar en la Tabla 1 relativa a los usos relacionados con la búsqueda de empleo, alrededor del 25% de las personas que accedieron a Internet en los últimos 3 meses buscaron o solicitaron trabajo en la red. Respecto a este grupo de personas, las mujeres con un nivel de estudios más bajo utilizan Internet con el propósito de emplearse en una proporción similar a las mujeres que poseen estudios medios y superiores. Así también, el porcentaje de mujeres y hombres usuarios que han buscado empleo por Internet es similar. De manera que Internet es un recurso que se utiliza para buscar empleo con cierta independencia del nivel de estudios.
A pesar de que no existan diferencias importantes en el uso de Internet para buscar empleo dependiendo del sexo y el nivel de estudios, no hay que confundir la búsqueda de empleo con la mejora de la empleabilidad, ya que la búsqueda no implica que lo encuentren o que sus competencias laborales mejoren.
Tabla 1. Búsqueda de trabajo on–line: Personas que usaron Internet para la búsqueda y solicitud de trabajo según sexo y nivel de educación formal (% de personas que usaron Internet en los últimos 3 meses). España. 2011
Uso de Internet para mejorar la
educación y formación de las mujeres
En cuanto al uso de Internet para fines educativos, en la Tabla 2 vemos que el 49% de las mujeres sin estudios que accedieron a Internet en los últimos 3 meses lo hicieron con ese propósito, lo que supone que casi la mitad de las usuarias con un nivel de estudios bajos utiliza Internet para mejorar su nivel formativo. Este potencial formativo de Internet lo desarrollan más las mujeres que los hombres (con una diferencia del 4% en el caso de las personas con menor nivel de estudios). Pero, entre las mujeres usuarias, las que tienen un nivel de estudios medios o elevados utilizan más Internet con un propósito educativo que las mujeres con estudios bajos; la diferencia es de un 14% y un 23%, respectivamente.
Tabla 2. e–Educación: Personas que usaron Internet para información de educación y cursos (en los últimos 3 meses) según sexo y nivel de educación formal (% personas que usaron Internet en los últimos 3 meses). España. 2010
Uso de Internet relacionado con
las Administraciones Públicas
En cuanto al uso de Internet relacionado con la participación en los asuntos públicos como la interacción con las autoridades públicas, como muestra la Tabla 3, las mujeres que accedieron a Internet en los últimos 12 meses con un nivel de estudios bajos (36%) presentan un menor uso que las mujeres con nivel de estudios medios (62%) o altos (77%). Los datos comparativos por sexo nos indican que los hombres utilizan Internet para la comunicación con las autoridades públicas en mayor medida que las mujeres en general. Pero la brecha de género es más elevada en el caso de las personas con menor nivel educativo (9% en las personas con menores niveles de estudios frente al 3% y 4% en las personas con nivel de estudios medios y superiores, respectivamente).
Tabla 3. e–Participación ciudadana: Personas que usaron Internet para la interacción con autoridades públicas (en los últimos 12 meses) según sexo y nivel de educación formal (% personas que usaron Internet en los últimos 12 meses). España. 2012
Lectura de periódicos y noticias
En relación a los usos relacionados con la lectura de periódicos y noticias, en la Tabla 4, observamos que el 82% de las mujeres que accedieron a Internet en los últimos 3 meses con un nivel de estudios elevados usan Internet para leer noticias. En cambio, sólo el 54% de las mujeres con un nivel bajo de estudios lo hicieron con este propósito (la diferencia es de 28%). En relación a la brecha de género, este tipo de uso es el que presenta mayor diferencia entre hombres y mujeres, especialmente entre las mujeres con bajos niveles de formación. Así, la brecha de género entre las personas con menor nivel educativo es del 15%, disminuyendo ligeramente hasta el 13% entre las mujeres con estudios medios y más aún, hasta el 7%, entre las mujeres con educación superior. Estos datos nos ponen de manifiesto que superar la brecha digital no es sinónimo de superar la brecha de conocimiento.
Tabla 4. e–Noticias: Personas que leen o descargan periódicos o noticias online según sexo y nivel de educación formal (% personas que usaron Internet en los últimos 3 meses). España. 2012
Si analizamos los datos en su conjunto, apreciamos que las mujeres con menor nivel socio-educativo presentan unos niveles más bajos de inclusión digital. En relación a los usos, detectamos que la brecha de género se reduce en los que están relacionados con la búsqueda de trabajo y formación (incluso las mujeres usan en mayor proporción Internet con fines educativos que los hombres), mientras que respecto los relacionados con la participación ciudadana y el acceso a las noticias on–line, la brecha de género se amplía, especialmente para las mujeres con menor nivel de estudios.
Las estadísticas oficiales sobre los usos de Internet ofrecen ciertas pistas de los diferentes caminos que posibilitan la inclusión digital según el sexo y el nivel educativo de las personas usuarias; tales como el mayor potencial para acceder a procesos de participación ciudadana y a las noticias on–line en el caso de los hombres y personas con más formación. Sin embargo, son necesarias las contribuciones de las teorías sociológicas sobre las tecnologías y los estudios sobre la inclusión digital para enriquecer la interpretación de los datos y profundizar en el conocimiento sobre las oportunidades que la inclusión digital puede ofrecer a las mujeres adultas de clase trabajadora.
Contribuciones de las teorías sociológicas
sobre las tecnologías
Las teorías que han aportado avances en el conocimiento sobre la interacción entre las tecnologías y la sociedad nos orientan en los caminos que la inclusión digital puede estar ofreciendo a las mujeres de clase trabajadora. Las principales contribuciones en este sentido provienen del desarrollo de la perspectiva del constructivismo tecnológico.
La perspectiva del constructivismo tecnológico (ver Mackenzie y Wajcman, 1999 para conocer los textos más destacados de esta corriente) señalan que en los procesos de producción de las tecnologías (desde los elementos más estructurales como el diseño de nuevos sistemas tecnológicos, a los más casuales como la creación de nuevas aplicaciones web) las creencias y la visión del mundo que tienen los grupos sociales implicados en el proceso de producción se trasladan al producto o servicio creado. Por lo tanto, la tecnología será más útil y adaptada a las necesidades de las personas pertenecientes o cercanas al grupo social que ha tenido capacidad de decisión en el proceso de su creación que para las personas de los grupos sociales sin influencia en dicho proceso. Esta idea nos sugiere que las tecnologías estarán aportando más posibilidades de empoderamiento personal y social a los hombres altamente cualificados que a las mujeres con pocos recursos socio-económicos, ya que son ellos los que mayoritariamente ocupan los puestos de toma de decisiones en las empresas tecnológicas.
En esta línea se desarrolla el concepto “gender script” (guión de género) que se refiere a la concepción de género inscrita en la herramienta tecnológica, la que limita o promueve usos más o menos transformadores respecto a las relaciones de género. Es decir, cuando la tecnología está diseñada e implementada desde una concepción de género estereotipada, la herramienta estará reproduciendo las relaciones tradicionales de género. Un ejemplo de ello son los videojuegos diseñados para niñas y para niños. El mercado del videojuego reserva a los niños los juegos de estrategia, guerra y de uso de la violencia, conceptos tradicionalmente vinculados a lo masculino, en colores cada vez más azules oscuros; mientras que a las niñas se les ofrece los juegos más sencillos de usar, en colores pastel con abundante rosa, donde han de realizar tareas mecánicas asociadas con el rol tradicional femenino como ordenar la casa, ir a la peluquería o ir de compras. De esta manera, la concepción de género presente tanto en su diseño como en el contenido, está promoviendo una mayor segregación de niños y niñas en el uso de la tecnología. Además, estas diferencias no sólo influyen en el juego sino que también incide en el desarrollo de competencias, gustos y habilidades por parte de niños y niñas.
Haciendo hincapié en la capacidad de agencia de las personas usuarias, las teorías que ponen de manifiesto la mutua interrelación y construcción de la tecnología con la sociedad (Oudshoorn y Pinch, 2003; Wajcman, 2006) señalan que la influencia de la primera sobre la segunda no es unívoca y unidireccional, sino que las personas que usan las TIC son agentes activos que adaptan la tecnología a su vida cotidiana. Desde este enfoque, también se destaca que una vez que las tecnologías llegan a las personas usuarias, éstas las pueden seguir desarrollando ya que pueden convertirse en prosumidoras, es decir, en consumidoras y a la vez en creadoras de innovación del producto o servicio tecnológico usado.
Castells (2001), desde la teoría de la sociedad red, destaca que Internet ofrece la posibilidad de que la ciudadanía, y no sólo las empresas, puedan participar de una manera más horizontal en la producción de contenidos y aplicaciones web. Un ejemplo de ello son los productos y servicios que se ofrecen de manera gratuita para todo el público con una elevada usabilidad y accesibilidad, democratizando el acceso a los servicios en Internet, muchos de ellos creados gracias a las redes peer–to–peer (hechos por la comunidad de usuarios de igual a igual, en relaciones sin jerarquía). La proliferación de estas herramientas, como por ejemplo las que facilitan la creación de páginas web o blogs, permite que mujeres con pocos recursos socio–económicos puedan crear contenidos digitales. Ello les proporciona la oportunidad de expresar su propia voz y de convertirse en prosumidoras.
Sin embargo, a pesar de las posibilidades para una mayor igualdad en la creación de contenidos e innovación que ofrece Internet, desde el feminismo (Wajcman, 2006) también se ha denunciado el carácter androcéntrico de algunas de éstas producciones que, a pesar de estar hechas por la comunidad de usuarios, siguen reproduciendo los roles de género tradicionales. El ejemplo más llamativo son los anuncios de prostitución y la introducción de publicidad con contenido sexista en páginas “libres” y de acceso gratuito a juegos, música, películas o series televisivas.
Contribuciones de los estudios
sobre la inclusión digital
Para adentrarnos en los caminos que efectivamente está ofreciendo la inclusión digital a las mujeres de clase trabajadora, más allá de las posibilidades o limitaciones que teóricamente pueda proporcionar, analizaremos las contribuciones de los estudios que indagan sobre esta cuestión. Las principales aportaciones de estos trabajos son la visibilización de la desigualdad de oportunidades en la red, el conocimiento sobre la reproducción o transformación de las desigualdades de género a través de los usos de Internet y las propuestas para promover una inclusión digital para la igualdad.
La desigualdad de oportunidades en la red
Aunque el acceso a las TIC pueda ser una vía para alcanzar una mayor igualdad, diferentes investigaciones (Bonder, 2002; Huyer y Mitter, 2003) han puesto de manifiesto que la inclusión digital no beneficia a todos por igual. Estos trabajos han mostrado que las mujeres adultas con menor nivel educativo y económico, una vez incluidas digitalmente, se encuentran con un mayor número de barreras que limitan su capacidad de desarrollar todo el potencial de Internet para su empoderamiento personal y social. Algunas de estas barreras son económicas, lingüísticas y de disponibilidad de tiempo.
Diferentes estudios (Bonder, 2002; Bonfadelli, 2002; Huyer y Mitter, 2003) han puesto de manifiesto que las personas con menores recursos socio-económicos se enfrentan a barreras económicas de acceso a diferentes tipos de productos y servicios tecnológicos: desde los más básicos –como la disponibilidad de dispositivos para la conexión a Internet cuando se necesite– a otros más sofisticados como el acceso a aplicaciones informáticas y programas con mayor velocidad o mejores prestaciones.
En relación a las dificultades de acceso a los servicios de Internet más básicos, cabe apuntar que, en la medida en que cada vez un mayor número de servicios e información se están ofreciendo exclusivamente por la vía on–line, las personas con más dificultades de conectarse a Internet cuando lo necesitan, se encuentran en desigualdad de oportunidades para acceder a servicios y derechos que les corresponderían como ciudadanos. En este sentido, cabría repensar el discurso optimista de que la expansión de las tecnologías conllevará una mayor inclusión social, para también visibilizar que cuando Internet es la única vía para acceder a ciertos servicios o información relevantes para la ciudadanía puede estar generando una mayor desigualdad de oportunidades.
En cuanto al acceso a aplicaciones y programas más avanzados, vemos que las personas con mayor poder adquisitivo son las primeras que adoptan las novedades del mercado tecnológico, diferenciándose del resto y beneficiándose de las ventajas (tanto de estatus como de calidad del servicio) de la tecnología de última generación.
Otra de las barreras que han puesto de manifiesto las investigaciones que tienen en cuenta la situación de la población con un nivel de alfabetización funcional bajo y las personas inmigrantes, está relacionada con el conocimiento y el dominio lingüístico (Huyer and Mitter, 2003; Garrido, 2009). Estos obstáculos están ligados a leer con dificultad contenidos en la lengua oficial y vehicular en la comunidad local, que impide el acceso a información y recursos valiosos que se ofrecen en Internet para la inclusión social. Y también pueden estar relacionadas con las dificultades en la escritura que les puede estar impidiendo una comunicación clara y efectiva de lo que pretenden expresar en la red.
Las barreras causadas por la falta de disponibilidad de tiempo han mostrado ser las más comunes entre las mujeres que tienen a su cargo otras personas: niños, personas enfermas o mayores (Huyer y Mitter, 2003; Best y Maier, 2007; Casula, 2011, Simões, Las Heras y Augusto, 2011). De esta manera, las condiciones para poder desarrollar sus competencias digitales y explorar usos de Internet para el empoderamiento personal y social se ven limitadas por la escasa disponibilidad de tiempo. Best y Maier (2007) constatan que las mujeres con responsabilidades familiares solo se suelen conectar a Internet cuando han finalizado sus obligaciones de trabajo doméstico y de cuidado.
Estos obstáculos con los que se encuentran las mujeres de clase trabajadora, una vez ya se han incluido digitalmente, provoca que estén en una posición de desigualdad de oportunidades en el acceso a la información y respecto a los recursos disponibles en la red. De esta manera, se mitiga la expectativa de la red como una plataforma para expresar y hacer oír su propia voz creando contenidos e innovaciones en Internet.
Reproducción o transformación de las
desigualdades de género a través de
los usos de Internet
Las investigaciones que analizan el uso de Internet desde una perspectiva de género apuntan que las prácticas de mujeres y hombres en la red siguen estando basadas en la división sexual del trabajo (Simões, Las Heras y Augusto, 2011; Casula, 2011), que asigna a las mujeres las responsabilidades del cuidado de las personas en la vida cotidiana y a los hombres las relacionadas con las actividades económicas y con las de ejercer los derechos de ciudadanía.
Si consideramos los resultados de los estudios de la segunda brecha digital de género, que analizan las desigualdades entre hombres y mujeres en cuanto a la intensidad y el tipo de uso de Internet, vemos que efectivamente las prácticas en la red presentan diferencias significativas según género. Los estudios realizados en España (Castaño, 2008; Castaño, Martín, Martínez, 2011) muestran que los hombres se conectan a Internet en mayor medida que las mujeres para usos lúdicos (descarga de videojuegos, programas y lectura de prensa) y económicos (gestiones de banca y el consumo on– line), mientras que los propósitos de las mujeres están más relacionados con el bienestar social: usos relacionados con el empleo y la formación y con la búsqueda de información sobre salud.
Estos resultados, que nos apuntan la mayor utilización de Internet por parte de las mujeres para la búsqueda de trabajo y formación, podrían estar indicando una tendencia de superación de la división sexual de trabajo tradicional. Sin embargo, hay dos cuestiones que nos alertan de la necesidad de tomar con cautela esta interpretación. En primer lugar, los datos no proporcionan la información de si están buscando trabajo o cursos de formación para ellas mismas o para otros miembros de la familia, en cuyo caso sería un uso de Internet más relacionado con el trabajo de cuidados que con su emancipación personal. En segundo lugar, el uso de Internet más elevado en las mujeres con fines educativos y laborales puede no ser indicativo de la superación de la división sexual del trabajo, si no de la consolidación de la doble presencia en las mujeres. Carrasquer (2009) explica que a pesar de la tendencia a la mayor centralidad del empleo para las mujeres, todavía son las principales responsables del cuidado de las personas en la vida cotidiana. Ello puede quedar reflejado en la mayor utilización de Internet para cuestiones relacionadas con el empleo y la formación, pero el menor uso relacionado con el ocio, en comparación con los hombres.
En el caso de las mujeres de clase trabajadora, el uso de Internet para su emancipación personal y social aún es menor. Los estudios que han tenido en cuenta la situación socio-económica, muestran que las personas con menor nivel de estudios utilizan las TIC de manera menos estratégica que las personas más formadas (Bonfadelli, 2002; Castaño, 2008). Como hemos visto en el análisis de los últimos datos referidos a España, en los usos relacionados con la participación ciudadana encontramos la mayor brecha entre mujeres con estudios y sin estudios. Además, las mujeres de clase trabajadora tienden a configurar su identidad de género en torno a su papel de cuidadoras principales de la familia, en mayor medida que las mujeres de clase media o alta (Castelló, 2011), lo que también afectará a sus prácticas en la red.
A pesar del menor potencial de la inclusión digital para abrir caminos a una mejora de las condiciones de vida de las mujeres de clase trabajadora (comparado con los hombres o con las mujeres de mayor estatus socio-económico) ello no significa que no lo tenga y que no lo estén aprovechando. Los estudios sobre el movimiento feminista en la red (Bonder, 2002; Friedman, 2008) han puesto de manifiesto la capacidad que ofrece Internet para generar una nueva cultura política con contenido alternativo a partir de la apropiación de las tecnologías por parte de mujeres provenientes de las clases populares. Estos trabajos destacan la elevada capacidad de difusión que tiene Internet a un coste relativamente bajo. La investigación de Best y Maier (2007) también pone de manifiesto que, especialmente en las comunidades con mayor control social de las mujeres –por razones religiosas, ideológicas u otras–, el acceso a las TIC puede significar una ventana de información sin censura que podría llevar a las mujeres a ampliar sus perspectivas y horizontes. Pero también pone de relieve que la mera inclusión digital no asegura un empoderamiento de género.
La mayoría de estudios que abordan la cuestión de la inclusión digital de las mujeres han destacado que para que Internet pueda efectivamente ofrecer oportunidades de emancipación a las mujeres con menores recursos económicos, es necesario introducir mecanismos en el diseño y la implementación de las políticas públicas de inclusión digital que lo posibiliten (Bonder, 2002; Huyer y Mitter, 2003; Best y Maier, 2007).
¿Cómo activar las potencialidades de la
inclusión digital para una mayor igualdad?
Los diferentes trabajos que proponen medidas para que el acceso a la red pueda efectivamente suponer un paso para la mayor igualdad, convergen en la necesidad de incorporar la perspectiva de género en las políticas públicas de inclusión digital (Bonder, 2002; Huyer y Mitter, 2003; Best y Maier, 2007). Una de las conclusiones a las que llegan Best y Maier (2007) es que cuando no se tiene en cuenta la orientación feminista, y se considera a las mujeres en el rol de “madre-esposas”, los usos de Internet que se promueven están constreñidos al rol tradicional de género que perpetúa la división sexual del trabajo.
Muchos de estos trabajos (Huyer y Mitter, 2003; Best y Maier, 2007; Shapiro, 2009) también aluden a la necesidad de tener en cuenta el lugar de origen, la clase social y la edad, ya que tal como apuntan Vergés, Hache y Cruells (2011) las mujeres más mayores de zonas rurales, con pocos recursos socio-económicos e inmigrantes pueden estar doblemente excluidas de la esfera digital.
Para hacer posible la incorporación de la perspectiva de género teniendo en cuenta la diversidad de mujeres se proponen los siguientes mecanismos.
El primero de ellos es tener en cuenta el contexto social de las personas usuarias. Ello consiste en conocer tanto las oportunidades de las personas usuarias como sus necesidades, especialmente de aquellas mujeres provenientes de los grupos más desaventajados (Huyer y Mitter, 2003; Best y Maier, 2007; Shapiro, 2009). De esta manera, se podrán diseñar los contenidos de los programas de manera que sean relevantes para ellas, y a la vez, mostrarles los recursos que existen en la red para la mejora de sus condiciones de vida y su empoderamiento personal y social (Garrido, 2009).
Así también, se demuestra que para que las iniciativas de inclusión digital sean exitosas tienen que ir más allá de la enseñanza del uso instrumental de las TIC (Bonder, 2002). Shapiro (2009) destaca que cuando la entidad que organiza un programa de inclusión digital también ofrece otro tipo de formación o acción para la sensibilización de una mayor igualdad o inclusión social, la calidad de esta inclusión mejora.
Conclusiones
La inclusión digital como camino a una mayor igualdad e inclusión social, especialmente para los denominados grupos más desaventajados (donde se incluyen las mujeres de clase trabajadora), es una de las premisas tanto de las políticas públicas europeas más transversales como la Estrategia Europea 2020 como de las más específicas como la Agenda Europea sobre Nuevas Calificaciones y Empleos. Sin embargo, como hemos visto a lo largo del capítulo, la inclusión digital de las mujeres no conduce de manera automática a una mejora de sus condiciones de vida.
Desde la perspectiva del constructivismo tecnológico se pone de manifiesto que las tecnologías no son neutras sino que serán más útiles y estarán más adaptadas a las necesidades de las personas implicadas en el proceso de producción de las tecnologías que de aquellas otras personas con intereses y necesidades diferentes. A partir de aquí podemos inferir que la inclusión digital no será tan emancipadora para las mujeres, y particularmente para las de clase trabajadora, debido a la escasa presencia de mujeres de este perfil en los procesos de toma de decisiones en el proceso de producción de las herramientas tecnológicas.
Desde una visión más optimista, la teoría de la sociedad red pone en valor las posibilidades que la red ofrece a las personas usuarias para crear sus propias aplicaciones y contenidos en Internet. Esta potencialidad ha sido señalada también por los estudios sobre el movimiento feminista en la red, destacando las mejores oportunidades que tienen las mujeres con bajos recursos económicos para crear un discurso propio de largo alcance sin elevados costes a través del uso de Internet.
Estas expectativas sobre la red se vuelven menos claras al conocer los datos de inclusión digital, ya que sólo el 35% de las mujeres con un bajo nivel de estudios son usuarias de Internet. Además, las investigaciones muestran que una vez incluidas digitalmente, las mujeres de clase trabajadora se encuentran con barreras económicas, lingüísticas y, en el caso de las que tienen personas a cargo, de disponibilidad de tiempo que les impide aprovechar los recursos que ofrece Internet del modo que lo hacen las personas con mayores recursos socio-económicos.
Cuando indagamos sobre los usos de Internet, vemos que se siguen reproduciendo las relaciones de género y de clase. En los datos estadísticos se observa que los hombres continúan siendo los que más acceden a Internet para participar en los asuntos públicos. Además, según constatan los estudios, también son los que disponen de más tiempo para dedicarse a usos relacionados con el ocio. Mientras que las mujeres, por el contrario, doblemente vinculadas a las responsabilidades familiares y laborales, usan Internet para cuestiones relacionadas con la formación y el trabajo (para ellas mismas o para otras personas de la familia) no ligadas al ocio. Además, en el caso de las mujeres de clase trabajadora, las ventajas que ofrece Internet son menores en tanto que las responsabilidades como cuidadoras son mayores y el uso de Internet de manera estratégica es menor.
A pesar de que las mujeres de clase trabajadora tienen menos oportunidades de acceder a los recursos que puede ofrecer Internet en comparación con los hombres así como con las mujeres de estatus socio-económico más elevado, no significa que no existan caminos en la red que les permitan una mejora de sus condiciones de vida y que ellas ya estén recorriendo. Pero para que sea posible, los estudios coinciden en la necesidad de introducir la perspectiva de género, y también de clase, en los programas de inclusión digital. La concreción de las propuestas van encaminadas a tener cuenta el contexto social en el que se realiza la iniciativa considerando la diversidad de necesidades de las personas a la que va dirigida, y a trabajar, no solo la parte instrumental del manejo de las TIC, sino también a mostrar los posibles caminos y recursos que ofrece Internet para la emancipación y la mejora de las condiciones de vida.