“Como docentes debemos aceptar que, más que enseñar, nuestra misión es hacer que los estudiantes aprendan.” Estas palabras, pronunciadas por Dianne Laurillard, exvicerrectora de Enseñanza y Aprendizaje, de la Open University del Reino Unido, y actual investigadora en el Institute of Education de la Universidad de Londres, son siempre atinadas, pero resultan extraordinariamente útiles cuando nos planteamos enseñar en entornos virtuales de aprendizaje. En una sola frase sintetiza lo que debe ser la misión principal de un docente en línea.
Afortunadamente para todos aquellos que hace más de veinte años empezamos a atisbar que enseñar y aprender en la virtualidad podía ser una apuesta fundamental para facilitar el acceso a la formación, para crear comunidades de aprendizaje, para mejorar la calidad de la enseñanza mediante el uso de las tecnologías y, en general, para dibujar nuevos modelos educativos de futuro, las expectativas se han cumplido. Los estudios realizados por el Babson College de Estados Unidos ponen de manifiesto que en los últimos ocho años el incremento de la oferta de cursos en línea supera el 20%, y se prevé que en los próximos cinco todos los estudiantes de Estados Unidos cursarán, al menos, un curso en línea en su experiencia universitaria. La educación en línea está cada vez más presente en los sistemas educativos de todo el mundo, y sigue un proceso creciente.
La principal preocupación social respecto a la educación en línea es si será de la misma calidad que la educación presencial tradicional. Dejando de lado los evidentes prejuicios que dan por supuesto que cualquier enseñanza presencial es de calidad y la que se lleva a cabo en línea está obligada a demostrarlo, sí que es cierto que los profesionales de la educación en línea perciben la necesidad de exigirse un alto nivel de desempeño. Y dado que muchos de ellos son también profesores en contextos presenciales, esta exigencia la aplican posteriormente a su práctica presencial, lo cual acostumbra a redundar en un incremento de la calidad de ambas metodologías educativas. Los docentes son un factor clave de éxito en la calidad de la educación, por lo que la buena docencia en línea es fundamental para que cualquier sistema virtual obtenga un alto nivel de reconocimiento.
Un trabajo conjunto, que implicó tener en cuenta los estándares de la International Board of Standards for Training, Performance and Instruction (IBSTPI) y de la International Society for Technology in Education (ISTE), relativos a las competencias necesarias de un docente en línea para su buen desempeño, estableció cuatro grandes bloques competenciales que tienen que alimentarse para lograr los máximos estándares de desempeño en la educación en línea.
El primero de ellos es la planificación de la docencia. En la educación en línea, la planificación absorbe más tiempo si cabe que la propia ejecución de la docencia. La previsión de las actividades que se van a llevar a cabo, cómo y cuándo se van a llevar a cabo, y sobre todo, el establecimiento de señales de referencia para poder identificar si los estudiantes van adquiriendo las competencias o en qué puntos no están progresando y por qué, son elementos clave que aseguran el posterior éxito educativo.
El diseño de actividades y recursos es otro de esos bloques competenciales. A menudo parece el más claro, pero no resulta tan obvio que sea el único importante. Cuando se diseñan actividades y recursos, es fundamental conocer bien en qué contexto se van a llevar a cabo, y el contexto virtual es uno muy distinto al presencial. Por lo tanto, el conocimiento de los principios que rigen el diseño educativo en entornos virtuales es crucial.
El tercer bloque responde a la empatía con la que los docentes deben motivar, dinamizar, conseguir implicar y orientar a los estudiantes. Se trata de identificar, conocer, practicar y profundizar en un conjunto de estrategias docentes que cobran una especial singularidad cuando se llevan a cabo en un entorno en línea. Hay quien considera que estas estrategias solo son propias de cada ámbito disciplinario de conocimiento. Seguro que cada disciplina puede tener algunas que le sean más propias, pero de lo que se trata es de entender cómo rige el universo del aprendizaje en línea, y eso se basa en una dinámica específica de este entorno que debe conocerse bien y que difiere de la forma en que se puede hacer presencialmente.
Además, el perfil de un buen docente en línea no debe limitarse al de aquel que facilita el acceso a unos recursos y después simplemente responde a algunas cuestiones, o al que genera algunos tests automáticos de autoevaluación. El planteamiento de este libro está fuertemente basado en la necesidad de disponer de docentes en línea que tengan un claro enfoque hacia la promoción del aprendizaje colaborativo. Eso significa docentes que animen a trabajar en grupo, que diseñen y promuevan las interacciones, que den pautas para hacerlo y hacerlo bien, y que esa actitud colaborativa devenga una característica, una competencia adquirida por sus propios estudiantes.
Finalmente, el cuarto bloque alude a un aspecto que genera altas expectativas y opiniones encontradas, el de la evaluación en entornos virtuales. Ante los habituales y demasiado simples métodos de replicar los exámenes tradicionales mediantes soluciones computerizadas, el o la docente en línea debe tener la capacidad de generar métodos alternativos de evaluación que sean más auténticos y significativos, y que realmente les provean de la información necesaria y válida para poder evaluar a los estudiantes.
A todo lo anterior, cabe añadir la importancia que tienen la apropiada gestión del tiempo y la tenencia de grandes dosis de imaginación y creatividad, que aportarán a la docencia en línea la capacidad para afrontar el reto de no replicar lo que haríamos en una clase presencial, sino ir más allá sacando el máximo provecho del contexto virtual. Las investigaciones demuestran positivamente que no es replicando las estrategias presenciales como conseguirán los estudiantes mejores resultados de aprendizaje en un entorno en línea.
El libro que tienen entre sus manos y que ha coordinado Montse Guitert es un buen ejemplo de todo lo expuesto anteriormente. Es perfecto para ser el libro de cabecera de cualquier docente en línea que quiera sacar el máximo provecho a dicho entorno en situaciones de aprendizaje.
En un tiempo en el que la tendencia a la automatización de todo aquello que tiene que ver con la educación parece que sea la única alternativa, este libro demuestra que la docencia en línea no tiene que ver solo con la tecnología, sino con la capacidad de aprovechar esta para facilitar el aprendizaje de los estudiantes, y hacerlo desde la comprensión de sus necesidades y problemas y desde la profesionalidad de docentes que entienden que enseñar y aprender en línea es una tarea llena de humanidad y que exige una permanente actualización de su especialidad.
Albert Sangrà
Mayo de 2014