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NOCHE BLANCA: LENINGRADO, SEPTIEMBRE DE 1941 A FEBRERO DE 1944

«El cerco de hierro se ha cerrado»

El 8 de septiembre de 1941, las fuerzas alemanas no sólo estaban a 16 kilómetros de Leningrado, sino que también habían cortado todas las comunicaciones terrestres de la ciudad con el resto de Rusia. Ese día, el OKW alemán —el alto mando que controlaba toda la guerra, no sólo el frente oriental— envió una señal de mal agüero. «El cerco de hierro en torno a Leningrado se ha cerrado.»1 (Véanse figuras 13.1 y 13.2.) Pero la afirmación era un poco prematura. Quedaba una pequeña grieta en el cerco de hierro que la asombrosa valentía, esfuerzo e ingenio rusos corroerían y expandirían hasta provocar, con el tiempo, la ruptura del cerco.

El 7 de septiembre de 1941, después de una semana de intensos combates, la 20.ª División Motorizada y la 12.ª División Panzer habían abierto las defensas soviéticas al este de Leningrado. Después de cruzar un pequeño afluente del Neva en Mga, la 20.ª División tomó Siniávino el 7 de septiembre y Shlisselburg, en el lago Ladoga, el 8 de septiembre (véase figura 13.1). Habían abierto una brecha entre la 1.ª División del NKVD, que retrocedió hacia el oeste hasta el río Neva, y por lo tanto en el perímetro de Leningrado, y la 1.ª Brigada Independiente de Fusileros de Montaña, que se replegó al este de Siniávino hasta el lago, escindiendo Leningrado del resto del país (bólshaya zemliá).

Sin embargo, los alemanes habían perdido una oportunidad de cruzar el Neva más al norte, para llegar al istmo de Karelia y confluir con los finlandeses. Las fuerzas soviéticas en la orilla septentrional del Neva habían sido destrozadas por la lucha constante con los alemanes, estaban mal equipadas y, lo más grave, casi sin municiones. Sin embargo, el río varía en esa zona entre los 200 y los 600 metros de ancho, los rusos habían volado con éxito todos los puentes y los alemanes no llevaban equipamiento para cruzar el río. Leeb pudo haber ordenado un ataque a través del río, el 9 de septiembre, pero éste fue frustrado con facilidad. El día 5, anticipando el cerco de la ciudad, Halder ya había afirmado que «hemos logrado nuestro objetivo».2 Si los alemanes hubieran estado decididos a apretar más el cerco y confluir con los finlandeses, cortando por completo la cuerda de salvamento a través del lago Ladoga, probablemente lo habrían logrado a principios de septiembre.

Leningrado, el mayor puerto de Rusia, centro de la mayor parte de la industria, incluida la de fabricación de armas, cuna de la Revolución y potencia cultural e intelectual, quedó librada a su suerte. La población de la ciudad había sido censada oficialmente el 22 de junio de 1941 en 2.812.134, que el 8 de septiembre se habían reducido sólo un poco, a 2.457.605.3 Además de una población oficial de la ciudad de aproximadamente 2,5 millones de habitantes, había 343.000 personas en la periferia urbana, dentro del cerco de bloqueo. También había alrededor de 100.000 refugiados que habían huido ante el avance de los alemanes, además de toda la flota superviviente del Báltico y las tropas que defendían la ciudad. Así pues, el número total de atrapados en la ciudad y su entorno inmediato alcanzaría los 3.400.000.

San Petersburgo, a 59˚ 55’ N, 30˚ 25’ E, es la más septentrional de las grandes ciudades históricas del mundo, y la capital o ex capital situada más al norte, después de Oslo y Reikiavik, ubicada en la misma latitud que las islas Shetland del Reino Unido o la bahía de Yakutat, en Alaska. De ahí sus famosas noches blancas del verano, su frío penetrante y húmedo y, tal vez para compensar, el calor intenso de su vida intelectual, científica y literaria. El frío, el hambre, las enfermedades, las explosiones del horror del sitio de Leningrado fueron presenciadas y plasmadas por algunos de los mejores escritores y poetas del país, como Anna Ajmátova, que fue evacuada, a regañadientes, en octubre, o Vera Inber y Olga Berggolts, que experimentaron el asedio completo y sobrevivieron a él. La imponente Séptima Sinfonía, Leningrado, de Dmitri Shostakóvich, completada durante el asedio, testimonia una agonía que no terminó en enero de 1943, cuando se rompió el bloqueo terrestre, sino que continuó hasta que los alemanes tuvieron que retroceder, a finales de enero 1944. Un total de 880 —casi «900»— días legendarios.4

¿Un lugar especial?

La Unión Soviética se dirigía desde el Kremlin. Leningrado, la segunda ciudad del país y antigua capital de Rusia, se dirigía desde el Instituto Smolny, la antigua y elegante escuela donde se presentaba en sociedad a las jóvenes de la Rusia imperial, que se había convertido en cuartel general de los bolcheviques durante la Revolución de noviembre de 1917. Leningrado siempre ha estado destinada a ser un caso especial, y el hecho de que el presidente de Rusia a partir de 2000, Vladímir Putin, estableciera allí su base de poder así lo pone de relieve. Mientras los alemanes avanzaban y amenazaban con aislar la ciudad en agosto de 1941, las relaciones entre el Kremlin y el Smolny se tensaron. El Comité de Defensa del Estado, que se había hecho omnipotente, quería un control estricto y generalizado, pero la realidad geográfica y militar hizo que a mediados de agosto Leningrado tuviera que arreglárselas sola. El rigor de Moscú se relajó, y con el tiempo esto llevó a una tensión extrema entre Stalin y los dirigentes de Leningrado; que finalmente se desbordó en la purga de éstos en el «Caso Leningrado», que comenzó después de que concluyera el bloqueo y continuó finalizada la guerra. El 24 de agosto, los dirigentes de la ciudad formaron un Sóviet de Defensa Militar de Leningrado, que inmediatamente provocó la ira de Stalin, dictada en un mensaje un tanto cómico:

Camaradas Voroshílov, Zhdánov, Kuznetsov, Popov y el personal. Hola. Al habla Stalin, Mólotov, Mikoyán.

1. Han creado un Sóviet de Defensa Militar de Leningrado. Han de entender que sólo el Gobierno puede crear un Sóviet militar o, con su autoridad delegada, la Stavka. Les pedimos que no cometan de nuevo semejante infracción...5

La posición especial de Leningrado también preocupaba a los alemanes. La Directiva N.º 35 de Hitler, del 6 de septiembre, había considerado el destino futuro de Leningrado. Si la ciudad se rendía, los alemanes tendrían que alimentar a la población. En una nota del 21 de septiembre, el Departamento de Defensa Interior del OKW presentó varias opciones. Muestra de la importancia de Leningrado es que, aunque el OKH se encargaba del frente oriental, las consecuencias de la caída de Leningrado serían tan grandes que podrían afectar a la seguridad interior de Alemania, y por lo tanto convertirse en una preocupación para el OKW, que dirigía el resto de la guerra.

Por consiguiente, no había que ocupar la ciudad. La Wehrmacht ya estaba empezando a tener problemas para alimentarse, así que no se hallaba en situación de ocuparse de 2,5 a 3,5 millones de leningradenses y prisioneros de guerra soviéticos. La ciudad, razonó el OKW, podía aislarse con una alambrada electrizada y protegida por las ametralladoras. Dentro de ese cerco letal, el débil moriría de hambre, el fuerte se apoderaría de todos los alimentos disponibles y existía el peligro de epidemias que podrían propagarse a las fuerzas alemanas que los encerraban. Uno de los contados informes de la posible utilización de la guerra bacteriológica se produjo en el área de Leningrado. (Es difícil establecer si las bacterias se distribuyen de manera deliberada o de forma natural.) Podía evacuarse a mujeres, niños y ancianos a través de aberturas en el cerco y dejar que el resto muriera de hambre. Pero esta supuesta «solución» también conllevaría el peligro de epidemias y dejaría que algunos de los más robustos resistieran «durante algún tiempo». O los alemanes podían retirarse detrás del Neva y dejar la ciudad a los finlandeses. Los finlandeses oficialmente declararon que les gustaría que el Neva, que discurre al sur y atraviesa la ciudad para llegar al golfo de Finlandia, fuera su frontera estatal, pero en ese caso, Leningrado «tendría que ser eliminado».6 No lo decían en serio, como demuestra su conducta posterior en la guerra.

Tratándose de una ciudad internacional de al menos 2,5 y muy posiblemente hasta 3,4 millones de personas, de asombrosa importancia histórica y cultural, el equivalente de lo que ahora sería «patrimonio de la humanidad», ni siquiera los alemanes podían darse el lujo de pasar por alto la opinión internacional. A pesar de que Estados Unidos seguía siendo neutral, la Cruz Roja estadounidense había hecho campaña a favor de la Unión Soviética, y los alemanes contaban con un informe de inteligencia de esa campaña. Un grupo de 120 misioneros norteamericanos iban camino a Vladivostok y otro grupo estaba a punto de ser enviado a través de la ruta principal de ayuda estadounidense a Rusia durante la guerra: a través de Irak e Irán, que tenían buenas relaciones con los británicos. Los alemanes temían que estas misiones fueran acompañadas de fotógrafos que podrían «presentar Alemania como un país bárbaro en Estados Unidos». Los alemanes contemplaban la posibilidad de que el presidente Roosevelt asumiera la responsabilidad con la población de Leningrado, ya fuera mediante el abastecimiento de los habitantes o desplazándolos a «su parte del mundo».7

Esa oferta no llegó a materializarse. La idea de evacuar a toda la población de la segunda ciudad de la Unión Soviética a Estados Unidos y, probablemente, Canadá, sería uno de los proyectos de refugiados más ambiciosos jamás contemplados. Sin duda alguna, habría causado grandes problemas con la posterior aparición de la guerra fría. Los alemanes concluyeron que «una oferta de esas características, por supuesto, no podía ser aceptada y debía ser tratada sólo como propaganda».8 Declararían al mundo que Leningrado estaba «siendo defendida como una fortaleza y que por tanto la ciudad y sus habitantes han de ser tratados como objetivos militares». Leningrado, por consiguiente, tenía que quedar «herméticamente aislada» y, «en la medida de lo posible», reducida «a polvo con ataques de artillería y aéreos». Una vez desgastada por el terror y el hambre, se abrirían algunos pasajes y se permitiría salir a habitantes indefensos que serían deportados «al interior de Rusia», que en ese momento los alemanes esperaban invadir. Otros serían repartidos por todo el interior del país. Dejarían que el resto se congelara y muriera durante el invierno, y en primavera los alemanes entrarían en la ciudad, si los finlandeses no lo habían hecho ya. Después había que arrasar Leningrado con cargas de demolición, y el gran agujero humeante que quedaría al norte del Neva tenía que ser entregado a los finlandeses.9 Era un plan formidablemente ambicioso, pero también de una ingenuidad tremenda.

La posición única de Leningrado como «ventana al oeste» de Rusia, aislada en gran medida por agua o hielo en el borde noroeste del imperio, hacía que la ciudad fuera particularmente adecuada para un estatus especial dentro del contexto de la guerra más amplia. El hecho de que las dos partes directamente implicadas se contentaran con dejar que 3,5 millones de personas murieran de hambre y frío es tal vez un indicador más de la naturaleza «absoluta» de la guerra. El 21 de septiembre, Stalin escribió al equipo de mando de Leningrado y a Merkúlov, jefe del NKGB, que se había enterado de que los alemanes que se dirigían a Leningrado —canallas (merzavtsi)— habían enviado por delante de sus tropas a ancianos, mujeres y niños de las zonas ocupadas para que solicitaran la rendición de Leningrado y conseguir algún tipo de alto el fuego local. Stalin continuó:

Dicen que entre los bolcheviques de Leningrado hay quienes no consideran posible usar armas contra mensajeros de este tipo. Considero que si hay personas así entre los bolcheviques, entonces deben ser exterminadas de inmediato, ya que son más peligrosas que los fascistas alemanes. Mi consejo: no ponerse sentimental y golpear en los dientes al enemigo y sus colaboradores, tanto si son colaboradores voluntarios como si no. La guerra es despiadada y trae la destrucción, en primer lugar, a aquellos que muestran debilidad y se permiten dudar. Si hay alguien en nuestras filas que se permite vacilar, será responsable de la caída de Leningrado. Aplastad a los alemanes, y en cuanto a sus «delegados», sean quienes sean, eliminadlos como a enemigos, ya sean enemigos voluntarios o enemigos involuntarios. No debe haber clemencia, ni con los repugnantes alemanes ni con sus delegados, quienesquiera que sean. Transmítase esta información a los comandantes de división y regimiento y también a la Flota del Báltico, capitanes y comisarios.10

El equipo de Leningrado —Zhúkov, Zhdánov, Kuznetsov y Merkúlov— así lo hizo, añadiendo una orden complementaria para «abrir fuego de inmediato contra cualquiera que se acerque a la línea del frente e impedir que se acerquen a nuestras posiciones. Las negociaciones con la población civil no están permitidas». Los alemanes se hicieron con una copia, que fue un regalo fantástico para su departamento de propaganda.11

Las historias de ancianos, mujeres y niños utilizados como «mensajeros» reflejan un informe de Zhúkov según el cual, a principios de mes, los alemanes habían intentado cruzar el río Neva llevando a población local frente a ellos como «escudos humanos». El comentario de Zhúkov es revelador. «Para evitar disparar a nuestro pueblo, nuestros morteros y fuego de artillería han de apuntar con exactitud contra las tropas enemigas situadas más atrás.»12 Zhúkov no mostró muchos signos de «duda».

A finales de enero de 1942, el comité del partido y el ayuntamiento comenzaron a recibir cartas —al parecer, propuestas de los ciudadanos de Leningrado— que solicitaban convertir Leningrado en una «ciudad abierta» y que se permitiera la entrada de tropas alemanas. Obviamente, esto era lo último que querían los alemanes hasta que se aplastara la resistencia en la ciudad. Fuentes soviéticas y rusas coinciden en que, pese a que nunca quisieron asumir la responsabilidad de una amplia zona urbana con millones de personas, los alemanes podrían emplear la propuesta como un ardid para entrar, al igual que los mongoles habían hecho a menudo con las ciudades de Rusia durante la Edad Media. Historiadores rusos conjeturan que los alemanes estaban tratando de provocar una «revuelta del hambre» en la que las tiendas de alimentos serían atacadas y donde las mujeres luego marcharían a las afueras para pedir a los hombres que abandonaran la resistencia y dejaran entrar a los alemanes. También se perciben sombras de presión psicológica y sexual.13 Pero para entonces las mujeres de Leningrado odiaban a los alemanes tanto como los hombres, y los archivos recién revelados del NKVD tienden a apoyar la tesis rusa.

Una ciudad sin preparación

El cierre de la tenaza alemana el 8 de septiembre (véase figura 13.1) pilló por sorpresa a los planificadores soviéticos en Leningrado y Moscú. El 26 de agosto, el Sóviet Militar del Frente de Leningrado recomendó la evacuación de los ciudadanos alemanes y finlandeses en la región (óblast) de Leningrado y dos días después un plan para sacar a los 88.700 finlandeses y 6.700 alemanes (esta última cifra más tarde se revisó a la baja a 6.500), según el censo de 1939. La orden la firmaron Nikitin, secretario del partido comunista de Leningrado, y Merkúlov. El plan —uno de los muchos para evacuar a las minorías sospechosas a zonas remotas de Siberia y Kazajstán— debía completarse el 7 de septiembre.14 Dos días después, el 30 de agosto, Merkúlov, ahora vicecomisario del NKVD, pasó el plan a Beria, aunque Merkúlov agregó que el número de alemanes y finlandeses había aumentado, probablemente de manera significativa desde 1939. Es evidente que el peligro de sabotaje que planteaban alemanes y finlandeses se consideró más urgente que el bienestar de la inmensa mayoría de los habitantes de la ciudad, que eran rusos. Para supervisar la evacuación se crearía una troika formada por Kubatkin, jefe regional del NKVD en Leningrado, Drozdetski, que había llegado de Ucrania, y Makárov, vicecomisario del NKGB de Leningrado.15 Tampoco en esta ocasión el aparato de seguridad soviético estaba siendo completamente paranoico. La primera comunicación desde «Petersburg» —como seguían llamándolo los alemanes— por parte del Mando del Decimoctavo Ejército alemán, de fecha 2 de octubre, informó de que un elemento importante de la intelectualidad y los 30.000 o 40.000 «alemanes» que creían que había en la ciudad —la mitad del total de los alemanes y finlandeses de que informaron las autoridades soviéticas— estarían dispuestos a abandonar la ciudad sin luchar. Sin embargo, el mando alemán reconoció que desde el principio un «fuerte terror» había paralizado la motivación de este grupo.16 El coraje, la determinación y la resistencia de la mayoría de la población sostuvieron Leningrado, igual que sostuvieron todo el país. Y ante cualquier tentación de no ser valiente y resistente, el terror fue por lo general un medio disuasorio eficaz.

Pero entonces ya era demasiado tarde para sacar a los alemanes y finlandeses, y había prioridades mucho mayores. Los días 17 y 18 de marzo de 1942, unos 6.888 alemanes y finlandeses serían evacuados en cinco trenes, después del primer y terrible invierno del asedio de Leningrado. Es muy posible que fueran los sobrevivientes de alrededor de 95.000 que había allí en agosto.17

Las comunicaciones normales por ferrocarril con el resto de la Unión Soviética se cortaron el 27 de agosto de 1941. La ciudad envió de inmediato un telegrama al GKO en Moscú para pedir víveres de emergencia, pero también para eso era demasiado tarde. Luego, el 8 de septiembre, los alemanes, siguiendo órdenes de Hitler de matar de hambre a la ciudad en lugar de atacar directamente, entraron en acción. Aviones de la Luftwaffe lanzaron bombas incendiarias sobre los almacenes Badáyev, en la parte suroeste de la ciudad (véase figura 13.2), donde se guardaba gran parte de los suministros alimentarios de la ciudad. El complejo, situado junto a la estación Borovaya, contenía edificios de madera que sólo estaban separados 7-9 metros entre sí. Fue un desastre anunciado. Tres mil toneladas de harina ardieron y 2.500 toneladas de azúcar fundido fluyeron a las bodegas. Unas 900 toneladas de azúcar derretido y ennegrecido y 1.000 toneladas de harina serían «recuperadas» más tarde. Uno come cualquier cosa cuando está muriendo de hambre. El incendio de los almacenes Badáyev fue una más de las muchas razones de la escasez de alimentos, pero en ese momento se vio como un desastre total e imperdonable. Dmitri Pávlov, jefe de abastecimientos alimentarios municipales, minimizó el efecto del incendio, pero eso es comprensible. Enseguida ordenó que se dispersaran los víveres restantes y empezó a recopilar un inventario de las existencias de alimentos. Los aviones alemanes regresaron el 10 de septiembre e incendiaron otros tres almacenes Badáyev, pero esta vez ya estaban vacíos.18

A pesar de que el racionamiento se hallaba en vigor desde junio, las raciones en Leningrado no eran más bajas que en otras grandes ciudades y había un próspero mercado negro. Los leningradenses más prósperos hacían acopio de caviar y champán.19 El 12 de septiembre, Pávlov realizó el primero de varios recortes radicales en la ración de pan, reduciéndola a 500 gramos para los trabajadores manuales y 300 para empleados de oficina y niños menores de doce años. En esa fecha quedaba suficiente grano, harina y galletas para 35 días, cereales y pasta para 30, carne, contando con el ganado vivo, para 33, grasas para 40 y azúcar para 60.20 Los trenes que podrían haberse utilizado para llevar comida extra se habían usado para evacuar la industria.

Otro de los productos básicos cruciales era la leña, que se recogía en los bosques de los alrededores cada otoño. Sin embargo, el 8 de septiembre, cuando se inició el bloqueo, la tala anual de madera aún no había comenzado. Dos millones y medio de personas, un invierno ruso, y ni rastro de las enormes reservas de leña habituales...

Zhúkov toma el mando

El 10 de septiembre, el general Zhúkov viajó a Leningrado con el general de división Fediúninski y el teniente general Jozin. Zhúkov llevaba una nota de Stalin, que lo autorizaba a tomar el mando del Frente de Leningrado de manos del mariscal Voroshílov, que había estado a cargo sólo cinco días. Su avión hizo su aproximación final en un vuelo rasante sobre el lago Ladoga, perseguido por dos Messerschmitt. Después de aterrizar, los generales rusos se dirigieron al cuartel general del Frente de Leningrado, que se hallaba al lado del gobierno regional de Leningrado, en el Instituto Smolny. Zhúkov recordó paradójicamente que él y su equipo, que habían volado desde Moscú esquivando los cazas alemanes, llegaron sin los pases adecuados. A Zhúkov, que sin duda echaba chispas, lo hicieron esperar quince minutos, mientras enviaban a un oficial a expedir uno. «Bueno, así es el ejército», recordó Zhúkov más tarde, tomándoselo con filosofía, aunque el oficial en cuestión probablemente recibió una reprimenda que nunca olvidaría.21

Voroshílov estaba reunido con Andréi Zhdánov, secretario del partido en Leningrado y jefe efectivo de la ciudad, y Zhúkov preguntó si podía asistir. A continuación, entregó a Voroshílov la nota de Stalin. Ésta indicaba que Zhúkov debía asumir el mando, y según él mismo lo hizo esa noche gracias a «la autoridad de la nota del comandante supremo», aunque la orden de la Stavka que lo nombraba no se firmó hasta el día siguiente, y algunas fuentes aseguran que tomó el mando el día 12.22 Conociendo a Zhúkov, no esperaría a que pusieran el lazo. Zhúkov cedió el mando del frente a Fediúninski el 10 de octubre, cuando hubo de regresar para afrontar otra crisis en Moscú, y Jozin sucedió a Fediúninski el 26 de octubre.

En el consejo militar del Frente de Leningrado participaban Zhdánov, Zhúkov, Alexéi A. Kuznetsov, lugarteniente de Zhdánov y secretario del partido en Leningrado,23 Shtykov, secretario del comité del partido de Leningrado, Soloviov, secretario del comité ejecutivo regional, y Popkov, presidente del comité municipal. Estuvieron de acuerdo en que si la ciudad no podía resistir había que destruir todas las instalaciones de valor militar o industrial.24 El 13 de septiembre, el almirante Iván Isákov, primer viceministro de la Armada, dictó una orden complementaria que establecía que, en el caso de una «retirada forzosa de Leningrado», todos los buques de guerra, buques mercantes, navíos comerciales y embarcaciones especializadas debían ser volados. No podían navegar hacia el este, porque sólo había tierra en esa dirección. Dio instrucciones detalladas para su destrucción y nombró a un capitán ayudante para que supervisara el hundimiento de la Flota Bandera Roja del Báltico (KBF), bajo el mando de su comandante, el vicealmirante Vladímir Tributs. Contraalmirantes y capitanes de primer grado se encargarían de supervisar la destrucción de la flota. Se destinó al almirante Yuri Panteléyev a supervisar la destrucción de los barcos en la gran isla fortaleza de Kronstadt, y otros se apostaron en las desembocaduras de los diversos afluentes del Neva.25

Pero no hubo que destruir la flota. Algunas de las armas de los buques, incluidas las del crucero Aurora, que había señalado el ataque revolucionario al palacio de Invierno en noviembre de 1917, fueron retiradas y utilizadas en tierra; en el caso de los cañones del Aurora, en las alturas de Púlkovo, el límite del avance alemán al sur de la ciudad. Otros buques de guerra quedaron amarrados y se utilizaron como baterías flotantes casi invulnerables para responder al fuego de los cañones de asedio alemán. El general de artillería Nikolái Vóronov, que había sido asesor militar soviético durante el asedio de Madrid en la Guerra Civil española, era leningradense. Regresó a su ciudad natal y se subió a la cúpula de la catedral de San Isaac, que utilizó como puesto de observación al igual que había utilizado el edificio de Telefónica en Madrid. Desde 85 metros de altura, vio los cañones antiaéreos en las azoteas de los edificios más altos y los barcos de la Flota del Báltico, que habían retrocedido en el Neva. Hacia el sur y el suroeste distinguía los destellos de los cañones alemanes disparando sobre la ciudad.

Una y otra vez mis pensamientos volvieron a Madrid y a lo que esa ciudad había sobrevivido. También el enemigo la había cercado por todas partes [de hecho, por tres de las cuatro]. Pero aquí se repetía todo en una escala aún mayor: la ciudad era mayor, y también la intensidad de la batalla y el tamaño de las fuerzas. Aquí todo era infinitamente más complicado.26

El «observatorio de mando» principal de artillería y defensa aérea estaba situado en el tejado del Consejo de Comisarios del Pueblo. El edificio enorme, de color amarillo grisáceo y forma de ladrillo, al estilo de la década de 1930, sigue allí, como la catedral, pero situado más al sur, más cerca del enemigo, a la izquierda de la carretera que conduce a Pushkin (véase figura 13.2).

El 15 de septiembre, en medidas similares a las impuestas en Moscú, las tropas del NKVD en Leningrado fueron puestas bajo un mando unificado, a fin de que estuvieran en mejores condiciones para actuar en otra ciudad en «estado de sitio». Merkúlov ordenó al kombrig Arseni Kurlykin, de 34 años, que tomara el mando y formara un estado mayor operativo del NKVD, con personal de la dirección de seguridad y servicios de retaguardia del Frente del Norte y del cuartel general de la 2.ª Division (del NKVD).27 En septiembre se recibieron informes de la existencia de grupos de desertores y soldados que huían a causa del pánico, a veces después de quitarse sus insignias, y el 18 de septiembre Zhdánov dictó una orden para reforzar la lucha contra la «deserción y la penetración de elementos enemigos». Algunos culparon a saboteadores de los incendios en los almacenes Badáyev, o creían haber visto a agentes alemanes haciendo señas a los aviones atacantes. Zhdánov ordenó que patrullas regulares del NKVD vigilaran las calles principales y las instalaciones clave, así como la creación de cuatro «destacamentos de bloqueo» para verificar que los militares contaban con la documentación correcta.28 Había órdenes de disparar a cualquier persona que fuera presa del pánico o tratara de escapar y no se entregara de inmediato a las patrullas del NKVD.29

El miedo a los espías alemanes y saboteadores no era pura paranoia. En la primera semana de la guerra, los alemanes habían invadido no menos de sesenta almacenes del ejército rojo con más de 400.000 uniformes sólo en el sector del Frente del Oeste.30 No se trataba de falsificaciones, lo cual de todos modos habría sido fácil de hacer, sino de uniformes auténticos. Las fuerzas soviéticas, que debían ser reconstituidas con rapidez después de perder millones de hombres, tenían escasez de uniformes; los alemanes tenían a montones. El 11 de septiembre una patrulla del NKVD arrestó a un hombre con uniforme del ejército rojo, que resultó ser un suboficial rumano que hablaba ruso de una compañía de reconocimiento de Rumanía. El 17 de septiembre arrestaron a otro hombre con uniforme del ejército rojo que resultó ser un diversant (saboteador) alemán. Formaba parte de un grupo de seis insertado en el área de Leningrado.31 Sin embargo, a pesar de estas medidas, muchos civiles y soldados soviéticos continuaron huyendo, y puesto que su tratamiento dentro de Leningrado fue tan inflexible, a menudo fueron en sentido contrario. En octubre, los alemanes calcularon que entre 100 y 120 hombres del ejército rojo desertaban a diario.

En ese punto, en septiembre, los alemanes todavía estaban indecisos sobre cómo ocuparse de grandes zonas urbanas. Hasta el 12 de octubre (véase capítulo 10), el OKW no emitió la orden definitiva según la cual, tras la experiencia en Kíev, ningún soldado alemán debía entrar en el centro de Moscú o Leningrado.32

Intentos de romper el cerco

Zhúkov no iba a permitir que estrangularan la ciudad sin librar un combate infernal. Los bombardeos alemanes cayeron con un patrón claro, concentrándose en las calles más concurridas. Según las pruebas presentadas en los Juicios de Núremberg, después de la guerra, los alemanes bombardearon con puntualidad teutónica. Abrían fuego de 8.00 a 9.00 (la «hora punta» de la mañana) de 11.00 a 12.00 (la hora de comer), de 17.00 a 18.00 horas («hora punta» de la tarde), y de 20.00 a 22.00 (hora de la cena y el ocio nocturno).33 El 9 de septiembre, la parte alemana del cerco se extendía más o menos en dirección este a lo largo del borde sur de lo que se convertiría en la «cabeza de puente de Oranienbaum», en la costa del golfo de Finlandia, al oeste de la ciudad, que nunca cayó en manos alemanas. A continuación, se curvaba hacia el sur, a lo largo de las colinas de Púlkovo, que ofrecen una vista espléndida de la ciudad que se extiende al norte, y también de los campos letalmente planos entre las alturas y los suburbios. Después el cerco proseguía hacia el noreste, hasta Shlisselburg, donde los alemanes habían llegado al lago Ladoga.

Al norte de las colinas de Púlkovo, el terreno es extremadamente plano, una bolsa de fuego perfecta en el lado septentrional de los barrios periféricos, más allá del lugar que ocupa hoy el aeropuerto internacional de San Petersburgo-Púlkovo. Justo en la parte interior de los barrios periféricos modernos aún pueden verse grandes puntos de fuego permanente (dot) desde donde los cañones de alta velocidad podían apuntarse hacia la bolsa de fuego de la llanura. Es fácil ver por qué los alemanes nunca cubrieron ese último tramo. Una vía férrea recorre el exterior de los barrios del sur, que utilizaron los trenes blindados de los defensores para trasladar su potencia de fuego a fin de resistir en cualquier parte de ese perímetro con relativa rapidez. Más al este, los alemanes tuvieron que detenerse en el río Neva, pero en un momento dado los rusos mantuvieron una cabeza de puente en la orilla oriental: un pequeño enclave cerca de la aldea de Moskóvskaya Dubrovka, donde resistieron con tenaz determinación. Las tropas en la cabeza de puente se relevaban cada dos días. Lo llamaban piatichok (una moneda de cinco kopeks). Los alemanes nunca la conquistaron.

El 13 de septiembre, la Wehrmacht lanzó un feroz ataque desde el oeste hacia Uritsk (Ligovo). Zhúkov respondió con su última reserva, la 10.ª División de Fusileros. Era un riesgo, pero funcionó. Los rusos contraatacaron el día 14 y obligaron a retroceder a los alemanes. Habían llegado a Krásnoye Seló, a 26 kilómetros del centro de Leningrado, y el 14 de septiembre Zhúkov le dijo Sháposhnikov que tenía previsto echarlos. La 1.ª División de Fusileros del NKVD, que se había formado por orden del Sóviet del Frente Militar de Leningrado,34 se desplegó en las afueras del sur de Leningrado. Para expulsar a las fuerzas alemanas del área de Púlkovo, el incompetente Quincuagésimo Cuarto Ejército del mariscal Grigori Kulik atacaría al suroeste para desalojar al enemigo de la zona de Mga-Shlisselburg, donde estaban aislando Leningrado del este. La pinza derecha alemana, que separaba Leningrado del «continente», sólo tenía una anchura de entre 15 y 20 kilómetros allí, y Zhúkov lo veía como el «lugar más favorable para romper el bloqueo». Pero Kulik no estaba preparado e insistió en que no tenía suficiente artillería.

En ese momento, el mariscal Kulik sólo mandaba un ejército. Zhúkov, todavía sólo general del ejército, estaba al mando de un frente, pero el ejército de Kulik no estaba subordinado al frente de Zhúkov. Kulik de hecho era superior en rango a Zhúkov —aunque no es que eso importara demasiado en el sistema soviético— y, lo que era más importante, era un protegido de Stalin. Zhúkov, que no soportaba a los necios, perdió los estribos. Kulik estaba poniendo la seguridad de su miserable ejército por delante de la seguridad de la segunda ciudad del país y frustrando al hombre que se perfilaba como —o probablemente ya lo era— el principal comandante militar de la Unión Soviética. «Me parece —dijo Zhúkov con afilada malicia y desprecio— que en su lugar Suvórov habría actuado de otra manera [...] Perdón por ser directo, pero no soy muy diplomático. Mis mejores deseos [...]»35

Pese a todos los esfuerzos de Zhúkov, y los de la Stavka, sobre todo del mariscal Sháposhnikov, los alemanes siguieron presionando y el 16 de septiembre habían hecho retroceder a los rusos hasta un perímetro que pasaba por Pushkin, a unos 26 kilómetros del centro de Leningrado. El 17 de septiembre, la lucha alcanzó la intensidad máxima con seis divisiones alemanas —fuertemente apoyadas por la Primera Luftflotte del Grupo de Ejércitos Norte— tratando de abrirse paso por el sur. El 19 de septiembre, el bombardeo artillero sobre Leningrado se prolongó durante dieciocho horas —desde la 1.05 a las 19.00 horas—, en lugar de las cinco habituales, y el 21, 22 y 23 de septiembre los alemanes llevaron a cabo ataques aéreos masivos con cientos de bombarderos contra el acorazado insumergible que era la isla de Kronstadt y los grandes buques de guerra grises situados más al este. La Flota del Báltico constituía una fuerza formidable, y no sufrió daños considerables, mientras que los cañones antiaéreos y los cazas soviéticos hicieron pagar un alto precio a la aviación alemana. La Flota del Báltico reunió 338 cañones en las baterías de costa, montados en vagones de tren o en buques de guerra, sobre todo de calibres entre 100 mm y 180 mm. Setenta y seis eran de calibres entre 180 mm y 305 mm, además de uno de 356 mm y otro de 406 mm, con un radio de alcance de entre 30 y 45 kilómetros.36 Como la mayoría de los cañones rusos, tenían un alcance muy largo, y el efecto de armas de ese tipo en los blindados alemanes, incluso mediante fuego indirecto, fue impresionante, sobre todo cuando se dirigían bien, como solía ser el caso.

Hubo más ataques intensivos en las colinas de Púlkovo y hacia Oranienbaum del 23 al 26 de septiembre. El 7 de octubre, los alemanes habían llegado a la costa al este de la cabeza de puente de Oranienbaum, justo al sur de Kronstadt, separándola del Leningrado sitiado. Sin embargo, como Leningrado, Oranienbaum nunca cayó. Mientras tanto, el 20 de septiembre, la Stavka (Stalin) ordenó a Kulik que volviera a establecer contacto con Leningrado. De lo contrario, «los alemanes convertirán cada pueblo en una fortaleza y nunca logrará unirse a los leningradenses». Kulik, que probablemente era el último bufón de antes de la guerra que sobrevivió en una posición de alto mando, no cumplió la orden. El 29 de septiembre fue relevado del mando y posteriormente degradado a general de división, pero permaneció en la zona para irritar a sus colegas en la contraofensiva de Tijvin, al mes siguiente.37 La línea del frente en torno a Leningrado se «estabilizó» durante casi dieciséis meses, hasta que en enero de 1943 se rompió el bloqueo inmediato de Leningrado. El 30 de septiembre, la «operación defensiva estratégica de Leningrado» llegó a su fin. De los 517.000 soldados soviéticos que participaron desde los frentes del Norte, Noroeste y Leningrado, 214.078 se habían convertido en «bajas irrecuperables» y había 130.848 enfermos y heridos. Todo en ochenta y tres días, del 10 de julio al 30 de septiembre.38

Desierto, al este de Leningrado

Unos 120 kilómetros al este del centro de Leningrado, el río Vóljov desemboca en el golfo del mismo nombre, en la ribera este del lago Ladoga. La localidad de Vóljov se encuentra 20 kilómetros al sur. El «frente del Vóljov» sería de vital importancia para alemanes y rusos en los quince meses siguientes. Unos 75 kilómetros al este-sureste de la ciudad de Vóljov hay un cruce de carreteras y ferrocarril llamado Tijvin, 190 kilómetros al este del centro de Leningrado. La principal línea férrea de Moscú a Leningrado había sido cortada el 26 de agosto (véase figura 13.1), y el 9 de septiembre también se cortó al oeste de Tijvin un pequeño tramo de la línea procedente del este, desde Vologda, a través de Cherepovets y Vóljov. No obstante, mientras los rusos mantuvieran Tijvin, al menos tenían conexiones por carretera desde esa cabeza de línea al norte y al noroeste del lago Ladoga, a través de Koskovo y Kolchánovo (Pulnitsa) —donde también había otra línea de ferrocarril en dirección norte—, hasta Siastrói, en el lago. En cambio, si perdían Tijvin, las cabezas de línea utilizables más próximas (más al este) eran Podborovie y Zaborie, y tendrían que abrir un largo camino por el bosque, hasta Karpino —Pashski perevoz— en el lago Ladoga, para contar con una potencial comunicación con la ciudad, e incluso entonces sólo a través del lago (véase figura 13.3).

El Grupo de Ejércitos Norte de Leeb luchaba por avanzar en dirección noreste y, tras estar a punto de retroceder hacia el río Vóljov, hizo un esfuerzo sobrehumano y llegó a las afueras de Tijvin el 8 de noviembre. El 9 de noviembre, Tijvin cayó en manos alemanas. Leeb señaló que «[a Leningrado] ahora también se le ha cortado el contacto a través del lago Ladoga».39 Casi era cierto, pero no del todo.

Los rusos se vieron obligados a construir, a través de 320 kilómetros de bosque, una nueva carretera para traer suministros, bordeando por el norte las nuevas posiciones alemanas: la ruta 102. Algunas fuentes sostienen que el Consejo Militar de Leningrado promulgó la orden el 8 de noviembre; según otras, no lo hizo hasta el día 14. En cualquier caso, la carretera —un «camino de troncos», debido al aspecto de su superficie de árboles talados— discurriría a lo largo de un antiguo camino forestal ruso desde Nóvaya Ladoga al este, luego hacia el sur, a través de aldeas locales tan remotas que ni salen en los mapas. Karpino, Yámskoye, Novinka, Yeremina Gora, Shugozero, Nikólskoye... y hasta Zaborie (véase figura 13.3).40 Miles de personas murieron construyéndola. Entre ellas campesinos y gente de las granjas colectivas —en la práctica trabajadores forzados—, además de tropas de la retaguardia, batallones de construcción y casi con seguridad prisioneros del Gulag. Los que murieron en la construcción quedaron sepultados bajo los troncos. Se terminó el 6 de diciembre. Sin embargo, en una de las muchas ironías de la guerra, el 9 de diciembre Tijvin fue reconquistada. Después de todos los sacrificios que se hicieron para construir el camino forestal, rápidamente cayó en desuso.

Pero eso fue un mes después. Entretanto, mientras Moscú se preparaba para el asalto final alemán, los rusos contraatacaban allí donde podían, y Leningrado era un lugar obvio. Estaba claro que, después de haber gastado tanta energía para llegar a Tijvin, y dada la importancia crítica de esa ciudad para la supervivencia de Leningrado, los alemanes lucharían a brazo partido para defenderla. El 19 de noviembre, el general Kiril Meretskov, quien como Rokossovski había sido terriblemente maltratado por el NKVD, pero que había recuperado el uniforme y mandaba el Cuarto Ejército (y pronto comandaría el Frente del Vóljov), atacó con una división de infantería y dos batallones de tanques: todo lo que tenía. Pero el Grupo de Ejércitos Norte mantuvo la ciudad crucial.

Mientras Leningrado resistía, la gran contraofensiva soviética para romper o, como fue el caso, mitigar el estrangulamiento de la ciudad se programó para que coincidiera con la contraofensiva de Moscú. Una ofensiva alemana hacia el lago Ladoga fue contenida en Vóljov (véase figura 13.3) el 1 de diciembre. Al día siguiente, aviones alemanes de reconocimiento informaron de veintinueve trenes que se dirigían hacia el oeste por la línea Vologda-Tijvin. Era obvio que si los alemanes no mantenían una fuerte presión sobre Moscú, los rusos lograrían ahorrar fuerzas para tratar de romper el asedio de Leningrado.41 El 5 de diciembre, Meretskov dirigió sus tropas hacia Tijvin desde tres lados. El 7 de diciembre, en una tormenta de nieve —un reflejo de lo que ocurría en Moscú, 650 kilómetros al sur—, los rusos rodearon a los alemanes que defendían Tijvin. Hitler había prometido unos 100 tanques y 22.000 soldados. De hecho, los rusos se enfrentaron a sólo cinco tanques alemanes y unas tropas de infantería exhaustas y congeladas. Leeb ordenó evacuar Tijvin ese mismo día. Los alemanes habían sufrido 7.000 bajas y fueron empujados de nuevo hacia el oeste, cruzando el río Vóljov.

La reconquista de Tijvin el 9 de diciembre, aunque lejos de romper el bloqueo de Leningrado, 190 kilómetros al oeste, por lo menos abrió una importante cabeza de línea férrea y redujo la ruta por carretera restante hasta el borde del lago Ladoga, es decir de 320 a unos 100 kilómetros. Ayudó y probablemente salvó Leningrado, por el momento. Pero no era una solución final. Y no había ninguna garantía de que los alemanes no volvieran a atacar Tijvin. Aun así, Pávlov, jefe de suministros alimentarios de Leningrado, estaba muy aliviado. «Sin exagerar —escribió—, la derrota de las fuerzas fascistas alemanas en Tijvin y la recuperación de la línea ferroviaria norte hasta la estación de Mga salvaron a miles de personas de morir de hambre.»42 O tal vez millones.

Más que eso, la contraofensiva que recuperó el cruce vital de Tijvin el 9 de diciembre de 1941 fue la primera gran contraofensiva con éxito contra la Wehrmacht llevada a cabo por cualquiera de los beligerantes en la Segunda Guerra Mundial. Además de a las fuerzas regulares, la recuperación de un área triangular de 150 kilómetros de ancho y 100 de profundidad debió mucho a la actividad de los partisanos en la zona (véase figura 13.4).

También los alemanes tenían problemas de comunicación. En el área de Leningrado «no había un solo camino practicable de superficie dura que condujera al este, hacia el frente alemán», como recordó un grupo de ex generales y oficiales del Estado Mayor alemán (véase también figura 13.3).43 La zona de Vóljov era un bosque pantanoso, y los alemanes también descubrieron que los caminos construidos con los abundantes suministros de troncos eran el único sustituto posible para carreteras de hormigón o cemento que, como pronto descubrieron, era «imposible» construir. Se requerían enormes cantidades de madera. Allí donde era posible, los alemanes utilizaron troncos de unos 30 centímetros de diámetro, en varias capas. En la región de Leningrado, los troncos tenían un diámetro de aproximadamente la mitad (15 centímetros) y el ancho de calzada estaba limitado a un solo carril para camiones, por lo que se construyeron puntos de cruce cada kilómetro. El paso de vehículos a lo largo de estas calzadas irregulares y saltarinas requería un atento control del tráfico, igual que ocurría en el lado ruso, el Camino de la Vida (Doroga Zhizni). Idealmente, la capa superior de los troncos se alisaba o al menos se cubría con arena, cenizas o escombros. Aun así, el constante golpeteo en la superficie irregular ocasionaba un gran sufrimiento a los vehículos y a cualquier material frágil que pudieran transportar. La velocidad se limitaba a unos 8 kilómetros por hora, y las tropas que marchaban podían alcanzar, a lo sumo, la mitad o dos tercios de su velocidad normal de avance. Los principales caminos de troncos alemanes, así como las rutas rusas 101 y 102, se muestran en la figura 13.3. El comandante local alemán dependía por completo de los dos caminos de troncos que cubrían una distancia total de 120 kilómetros desde las carreteras asfaltadas más cercanas de Sivoritsy y Rozhdestveno.

En estas condiciones, los alemanes, como los rusos, descubrieron que los métodos antiguos funcionaban mejor. Al principio, los alemanes se habían desconcertado —y burlado— por el predominio de panje (caballos pequeños de la estepa rusa) que encontraron en el frente oriental. Los panje tiraban de los carros ligeros de los campesinos y, entrado el invierno, de trineos. En comparación con los caballos alemanes, grandes y cuidadosamente criados, por no hablar de los tractores mecánicos, los panje parecían «cien años atrasados». Y, sin embargo, el barro y la nieve pronto acabaron con los caballos grandes y los vehículos de motor de Alemania. A principios de 1942, algunas divisiones Panzer estaban utilizando hasta 2.000 caballos panje para transportar suministros y evacuar a los heridos, mientras que apenas les quedaban vehículos de motor en funcionamiento.44 Puede que estuvieran cien años atrás en el tiempo, pero trabajaban.

La alimentación de una ciudad congelada

Con el cierre del cerco de hierro en torno a Leningrado el 8 de septiembre de 1941, la aproximación final a la ciudad desde el «continente» se llevaría a cabo o bien por vía aérea, teniendo en cuenta la superioridad alemana en este terreno, o a través del lago Ladoga. En este último caso, en primer lugar en barco y después cuando el mar interior se congelara, sobre el hielo. El punto principal de recalada se encontraba en la pequeña localidad, uno de los varios pueblos de pescadores, que en la actualidad cuenta con un pequeño puerto deportivo, apropiadamente llamado Ladózhskoye Ozero (lago Ladoga). Se encuentra en la orilla del lago, 40 kilómetros al este-noreste del centro de la ciudad, donde un alto y prominente faro pintado a rayas rojas y negras señala el lugar. El faro ya existía en 1941, pero, siendo un punto de referencia claro y objetivo para el ataque aéreo, estaba camuflado. A partir de ahí, hacia el sur y luego hacia el oeste-suroeste, el Camino de la Vida (Doroga Zhizni) conduce a la ciudad a través de vastas extensiones de abedules que, en esa latitud, se extienden desde allí hasta el Pacífico. En la actualidad hay piedras que marcan cada kilómetro del camino, 46 kilómetros en total. Un ferrocarril de vía única también unía Ladózhskoye Ozero con la ciudad, 57 kilómetros en total. Los bosques de los alrededores al menos proporcionaban madera para combustible de los trenes de vapor, que ayudaron a llevar suministros a la ciudad y sacar gente de ésta. En la estación de Ladózhskoye Ozero, una locomotora verde oliva cuidadosamente restaurada planta guardia con el eslogan: «Todo por la victoria. Todo por el frente.»

El Camino de la Vida ahora está más o menos asfaltado, pero en 1941 era de grava, con baches. Todavía tiene baches. Comenzó a funcionar en serio desde finales de noviembre de 1941. Al mismo tiempo que se introducían suministros a través del lago y luego por la carretera de 45 kilómetros, se evacuaba a personas hacia el otro lado. Un millón de evacuados, en total. Los evacuados viajaban en camiones descubiertos, pero había puntos de parada en el camino donde la gente podía tomar una bebida caliente para entrar en calor. En Irinovka, el NKVD detenía vehículos y trenes para comprobar las identidades de las personas. Allí fueron enterrados los que murieron trabajando en el Camino de la Vida. A unos 9 kilómetros de Leningrado, en Vsevolozhsk, había un aeródromo. Cuando la carretera sale de la ciudad y se va acercando al lago Ladoga, justo después de Vaganovo, se atisba por primera vez el borde del mar interior, lleno de altos juncos. Allí se alza un monumento sencillo pero enorme en forma de un arco de hormigón de baja altura dividido en dos partes, pero que se superponen en el centro. El «cerco» nunca llegó a cerrarse por completo, como explica gráficamente el hormigón, y ese camino de 46 kilómetros y el lago congelado fueron la razón.

Se emplearon «destacamentos sanitarios» para enterrar los cadáveres de los fallecidos manteniendo la carretera o desplazándose por ella, durante el asedio o a consecuencia de ataques alemanes. Era imposible cavar en el suelo congelado durante el invierno, y en febrero de 1942 se utilizaron explosivos para abrir las tumbas.

No obstante, el monumento más evocador se encuentra cerca de la ciudad. Recuerda a los miles de niños —había unos 400.000 en la ciudad cuando comenzó el asedio— que lucharon y murieron en el «bloqueo». Muchos jóvenes que se encontraban en campamentos de verano alrededor de la ciudad cuando los alemanes se acercaron se unieron a los partisanos. Algunos de ellos, y otros que quedaron atrapados en la ciudad —15.000 niños y jóvenes en total—, recibieron medallas por su participación en la batalla de Leningrado. En reconocimiento tardío de sus servicios, estos jóvenes veteranos de guerra recibieron sus «pasaportes» —documentos de identificación de adultos— dos años después. En el monumento situado a la izquierda (norte) del Camino de la Vida, a pocos kilómetros de la ciudad, se citan algunos de sus nombres, unos cuantos —tal vez de manera incongruente en una sociedad supuestamente igualitaria— nombrados «caballeros» de las órdenes soviéticas. Entrado el invierno, sin combustible ni comida, los niños comenzaron a morir, pero a menudo duraban más que sus padres. Allí también se reproducen en piedra las notas del cuaderno de una niña, Tania Savícheva, una colegiala de 11 años de edad. Se registra la muerte de cada miembro de su familia durante diciembre de 1941 y de enero a mayo de 1942, hasta que, en la letra S, se lee esta anotación: «Los Savíchev han muerto. Han muerto todos. Sólo queda Tania.» En otra trágica ironía histórica, Tania sobrevivió para ser evacuada en la primavera, probablemente después de que su madre muriera el 13 de mayo de 1942. Pero por entonces sufría de disentería crónica, y murió un año más tarde, en el verano de 1943.45 Eso fue después de que el bloqueo casi total de Leningrado se rompiera y cuando los alemanes estaban a punto de replegarse a lo largo de todo el frente.

Ruta 101: la guerra de hielo

Los rusos sabían lo que era el combate —y la logística— en el hielo. En 1242, el príncipe Alejandro Nevski había derrotado a los Caballeros Teutónicos en la gran «batalla sobre los hielos» (ledóvoye poboische) en el lago Peipus (Chud). Al parecer, una de las causas fue que los cruzados alemanes (nemtsi), al ser más pesados, se hundieron a través del hielo, mientras que sus tropas rusas, con armaduras más ligeras, al estilo oriental, no lo hicieron. Si es cierto o no, es menos relevante que el hecho de que todo el mundo lo había visto en la película de 1938 de Eisenstein, Alexander Nevsky, con el fondo de los chirriantes efectos musicales de hielo al quebrarse de Prokófiev. En 1808, los rusos habían marchado a través del congelado golfo de Botnia para atacar Suecia y —antes de que se completara la sección del ferrocarril transiberiano en torno al lago Baikal en 1904, durante la guerra ruso-japonesa— habían construido un ferrocarril a través del hielo del lago de agua dulce más grande del mundo para mantener su precaria línea de suministro de 6.000 kilómetros hasta el Lejano Oriente. En 1921, Tujachevski había reprimido la rebelión de Kronstadt atacando sobre el hielo del golfo de Finlandia, y en la guerra soviético-finlandesa de 1939-1940 (véase capítulo 4), los rusos habían atacado Víborg (Viipuri) sobre las mismas aguas congeladas. Ahora bien, por notables que fueran estas hazañas, ninguna revistió tanta urgencia y complejidad ni requirió un esfuerzo tan prolongado como el abastecimiento de millones de personas durante dos inviernos atroces.46

El lago Ladoga, situado al este de Leningrado, estaba sujeto a cambios drásticos en la temperatura, vientos y tormentas. El lago se extiende unos 400 kilómetros de sur a norte y 112 kilómetros de oeste a este, y alcanza una profundidad de 220 metros, aunque en la parte meridional, que era el área de interés clave, el agua sólo alcanza entre 20 y 50 metros de profundidad (véanse figuras 13.1 y 13.3). Hace falta una capa de hielo de 12 centímetros de espesor para que pase un caballo, de 18 centímetros para un caballo y un trineo cargado, y un grosor uniforme de al menos 20 centímetros para aguantar un camión que transporte una carga de una tonelada. Los leningradeses sabían más o menos cuándo se congelaría el lago Ladoga, y uno de sus científicos calculó exactamente cuánto tiempo tardaría, en función de los vientos impredecibles y las profundidades en cuestión. Los cálculos se hicieron en grados Fahrenheit (véase capítulo 12): a 5 ˚F sobre cero (–15 ˚C) harían falta ocho días para que se creara la necesaria capa de un palmo de hielo.47

El plan para la carretera de hielo comenzó a cobrar forma a mediados de octubre. El teniente general F. N. Lagúnov —jefe de servicios de retaguardia— ya había puesto a 20.000 personas a trabajar para mejorar las instalaciones portuarias y de almacenamiento en Osinovets y Kokkorevo, en la orilla occidental, y Kobona, Lavrova y Nóvaya Ladoga, en la orilla «continental». Desde el 8 de noviembre, aviones de reconocimiento soviéticos comenzaron a sobrevolar el Ladoga en busca de señales prometedoras sobre la formación de hielo. La parte septentrional del lago se estaba helando con rapidez, pero se mantenía un exasperante agujero negro de agua en mitad de la ruta propuesta. Después, en la fecha prevista, el 15 de noviembre, un viento del norte dio inicio a la gran helada.48

El 17 de noviembre, en esa latitud tan septentrional, el sol no se levanta hasta después de las nueve de la mañana. Una hora antes, los equipos de reconocimiento se habían desplazado para probar el hielo y marcar las rutas desde Kokkorevo a la isla de Zelenets y de allí a Kobona, en el lado «continental». Debían informar a las 18 horas, pero hasta las 4 de la mañana siguiente Zhdánov, que aguardaba en el cuartel general del Instituto Smolny, no recibió la noticia de que una ruta parecía factible. El 19 de noviembre el propio Lagúnov llegó a Kokkorevo y partió en un vehículo de reconocimiento —un M-1, el equivalente a un moderno Hummer— para seguir peligrosamente la ruta marcada. Continuaban apareciendo grietas en el hielo, pero esa noche el Sóviet Militar de Leningrado tomó la decisión de abrir un camino a través del lago. Al día siguiente, la ración se redujo a 500 gramos de pan por día para los soldados combatientes, 250 gramos para los obreros y 125 gramos para los demás. El capitán Murov y un equipo de conductores y caballos famélicos se reunieron en la orilla del lago para cruzar por la todavía fina capa de hielo —de unos 12 centímetros— a la isla de Karedzhski y luego a Kobona para recoger suministros que salvarían vidas y volver con ellos. Un comisario político se acercó al capitán Murov.

En la ciudad hay provisiones para dos días. Después de eso, no hay nada más. El hielo es muy nuevo y no muy fuerte, pero no podemos esperar. Cada hora cuenta.49

En dos días, Leningrado, que ya se estaba muriendo de hambre, comenzaría una irremediable espiral descendente hacia una muerte gélida por desnutrición. No dejaban de abrirse grietas en el hielo, pero los equipos de Murov las esquivaron, y por la noche habían llegado a Kobona, donde se alimentaron los conductores y los caballos. Murov temía que los pobres animales, cubiertos de escarcha, no lograran cubrir los 30 o 50 kilómetros de regreso a Leningrado. Recordando una vieja práctica de la guerra civil rusa, tras haber alcanzado la orilla este, ordenó que apartaran la nieve para que los caballos pudieran alimentarse de la hierba vieja que había debajo. Los chóferes, que habían recibido 800 gramos de pan cada uno —casi el doble de la ración diaria de un soldado y la de una semana para un ciudadano común de la gran ciudad— también compartieron sus raciones con los caballos. Luego reanudaron la marcha sobre el hielo gris durante toda la noche, cargados con harina y alimentos de alto valor nutricional. A primera hora de la mañana del 21 de noviembre habían llegado al lado de Leningrado.

La ruta 101, que comprendía la carretera de hielo a través del Ladoga (Ladozhskaya ledóvaya trassa) y el Camino de la Vida (Doroga Zhizni) por tierra hasta la ciudad de Leningrado, estaba abierta.

Aunque la carretera de hielo estaba cristalizando, los barcos todavía se abrían paso. En octubre y noviembre, los buques llevaron cerca de 60.000 toneladas de suministros; 44.000 de ellas de alimentos y el resto de combustible, municiones y artículos diversos.50

El hielo alcanzó rápidamente el espesor necesario para que circularan vehículos de motor. El primer convoy importante programado —sesenta camiones que transportaban 33,5 toneladas, de las cuales 33 eran de harina— cruzó en una tormenta de nieve el 22 de noviembre y llegó a Leningrado el 23.51 Se necesitaba un mínimo de 100 toneladas al día para mantener la ciudad viva, aunque el consumo diario de Leningrado se acercaba a las 600 toneladas. A medida que se engrosaba la capa de hielo, los ingenieros rusos crearon nuevos caminos más al norte. Con la reconquista de Tijvin, el 9 de diciembre, se estableció una ruta más fiable a través del lago Ladoga (en ese momento congelado, aunque el hielo aún distaba mucho de formar una capa uniforme y segura). El 29 de octubre, se instaló un cable de señales subacuático en el fondo del lago para comunicarse con la zona cercada de Kokkorevo y, una vez que el hielo se endureció, se formaron unas sesenta pistas (trassy) a través del lago congelado (véase figura 13.3).

Se libró una extraña guerra en el hielo. Los alemanes enviaron patrullas de esquiadores para tratar de interceptar las columnas de abastecimiento soviéticas que atravesaban el lago helado, pero los rusos construyeron fortines con bloques de hielo que quedaban duros como una roca cementada después de verter agua sobre ellos. En una superficie perfectamente plana y descubierta, las patrullas de esquiadores alemanas eran como surfistas atacando acorazados de hielo. Los 350 cañones antiaéreos y ametralladoras y los 100 reflectores a lo largo de la carretera de hielo estaban protegidos por revestimientos de hielo, y la tripulación se alojaba en iglús reforzados.52 Cuando nevaba, se apilaba la nieve en altos muros blancos para proteger la carretera de hielo. Los camiones llevaban cargas ligeras para evitar que el hielo se quebrara, y los conductores estaban siempre preparados para saltar. Igual que en el Camino de la Vida en tierra, los caminos de hielo tenían puntos con tiendas donde la gente podía calentarse. El control de tráfico era vital y en un principio había 20 puntos de control, separados entre 300 y 400 metros entre sí. El 1 de enero de 1942 había 65 puntos de control con unas 350 personas. Cuando el plan se completó, las rutas de hielo (trassy) totalizaban 1.770 kilómetros.53

Como cualquier gran proyecto, el Camino de la Vida creció en eficiencia y eficacia. La carretera de hielo, igual que en el caso del camino terrestre, pronto contó con tiendas de campaña con personal médico para que la gente entrara en calor y para tratar a los numerosos heridos. En el kilómetro 7, Olga Pisarenko, una enfermera, fue fotografiada con orgullo ante su «tienda médica».54 A finales de diciembre, el hielo había alcanzado un metro de espesor, por lo que podía soportar cualquier cantidad de tráfico, incluso el de los imponentes y pesados tanques KV. Un deshielo redujo la entrada de suministros a una catastróficamente inadecuada cantidad de 61 toneladas el 30 de noviembre, lo cual hizo que todos los soldados y civiles se enfrentaran al hambre y la hipotermia. Después volvió el frío, y el 22 y 23 de diciembre se transportaron por la carretera de hielo 687 y 786 toneladas de suministros, respectivamente, por primera vez una cifra superior al consumo diario de la ciudad.55 Cada día se necesitaban unas 500 toneladas de pan para mantener la ciudad viva con raciones mínimas en invierno.56 No fue una Navidad feliz.

El museo Zhizni Doroga situado justo en la orilla, en Ladózhskoye Ozero, revela otras piezas de ingenio ruso (y alemán). Cuando el hielo se derritió, entre mayo y noviembre, los alemanes desplegaron catamaranes impulsados por motores de avión con hélices y dotados de armas antiaéreas, algunas de las cuales capturaron los rusos. En el hielo, los rusos utilizaron aerosani (pequeños trineos a motor), ligeramente blindados y armados con ametralladoras. Iban sobre esquíes y también estaban impulsados por motores de avión con hélices en la parte trasera.57 Fue un extraño testamento a la adaptabilidad infinita del hombre, trágico por las circunstancias terribles que la hicieron necesaria.58

Invierno infernal

La apertura de la carretera de hielo no bastó para mantener una apariencia de normalidad, salud, ley y, en algunos casos inevitables, decencia humana. En cualquier gran ciudad sometida a desastres naturales o causados por el hombre, la gente lucha por sobrevivir. Lo más positivo fue la aplicación del ingenio científico y la inventiva de Leningrado. El 23 de septiembre, la producción de cerveza se detuvo y toda la malta, cebada, soja y salvado utilizados en la elaboración de cerveza se desviaron para fabricar pan. Se utilizaron diferentes métodos de horneado para hacer el pan más denso y más nutritivo. Y entonces, un científico del Instituto Científico de Leningrado concibió una manera de hacer comestible la celulosa del papel pintado de las paredes. A finales de noviembre, entre una quinta parte y la mitad de cada hogaza de pan era celulosa comestible. Pero incluso esta medida únicamente amplió el suministro de pan un mes o dos, y, en todo caso, hombres y mujeres no pueden vivir sólo de pan. Se extendió el escorbuto, causado por la carencia de vitamina C. Para afrontar el problema, los científicos rusos comenzaron a producir vitamina C de agujas de pino, uno de los pocos productos que no escaseaban en Leningrado y sus alrededores en otoño e invierno. En el primer semestre de 1942, se produjeron más de 700.000 litros de extracto de pino.59

A pesar de todos estos esfuerzos, y por razones comprensibles, cualquier carne o sustitutivo iba a las tropas que combatían. La variación en la ración de pan se muestra en la tabla 13.1.60 Suele hablarse de una rebanada de 125 gramos de pan como la ración diaria estándar para el sitio. Eso no es del todo preciso. Fue la ración para los que no participaban directamente en el trabajo productivo durante cinco semanas en el invierno de 1941. Pero era abismalmente insuficiente.

Ni siquiera los triunfos más ingeniosos de los ingenieros de la carretera de hielo y expertos en nutrición podían resolver el problema más crítico en la ciudad. El agua. El agua no sólo es el bien más esencial, después del aire, para la supervivencia humana: también era necesario para apagar los incendios iniciados por los ataques alemanes sobre la ciudad. Los bombardeos aéreos y de artillería rompieron tuberías, y la población tuvo que sacar agua del Neva en cubos.

Toda la comida estaba racionada, aunque había un próspero mercado negro. Al principio, asaltaban a la gente para robarle sus tarjetas de racionamiento. Pávlov había dictado normas estrictas para que no se sustituyeran las tarjetas de racionamiento, porque de lo contrario muchas personas asegurarían que se las habían robado o que las habían perdido en bombardeos aéreos o de artillería para así obtener una segunda, tercera o incluso cuarta ración. Como resultado, heridos, enfermos, agotados e incautos fueron presa de los ladrones.

Después del robo generalizado de tarjetas de racionamiento, la gente empezó a comer cuervos. Luego vinieron las gaviotas, palomas y los muy queridos perros y gatos. Anna Ajmátova, la famosa poetisa, escribió sobre las palomas en la plaza de delante de la catedral de Kazán, pero fue criticada ferozmente por un superviviente de Leningrado después de la guerra. No había palomas, explicó el superviviente. Ya se las habían comido. Y entonces la gente empezó a matar y comer un alimento abundante y menos apreciado: las ratas.

Y después, la situación empeoró. Ya en noviembre había historias de niños desaparecidos. Y a partir de entonces los padres comenzaron a mantenerlos fuera de las calles debido a los rumores de canibalismo. Harrison Salisbury, autor del clásico Los novecientos días, cita la historia. El rechazo soviético del libro de Harrison Salisbury probablemente debe mucho a sus informes de esta práctica. Pero cuando la gente se muere de hambre y hay muchos muertos —como sabemos por las historias de accidentes aéreos en cordilleras remotas— la gente llevada al límite es capaz de comer a los muertos de su especie. En una ciudad de 2,5 millones de personas, que subsistía con una rebanada de pan al día con temperaturas de –20 ˚C, tuvo que suceder, en algunas ocasiones.

Según se cuenta, el Mercado del Heno (Sennói Rynok), donde el Raskolnikov de Dostoyevski pasa buena parte de su tiempo en Crimen y castigo, era el centro de un comercio sospechoso de hamburguesas. La gente estaba convencida de que se hacían con carne de caballos, perros, gatos, ratas, cualquier cosa menos seres humanos, a pesar de los rumores que circulaban. También se contaban historias según las cuales se prefería a los niños, porque tenían mejor sabor, y luego a las mujeres. Desde luego, había un montón de cadáveres alrededor. Pero también se contaban historias de personas asesinadas para ser comidas. Sobre todo soldados fuera de servicio, porque al estar mejor alimentados tenían más carne. Salisbury cita el relato de un testigo, «Dmitri», al que un hombre bien vestido y bien alimentado engatusa para que suba a un apartamento. Al llamar a la puerta, el hombre dice: «Soy yo. Con uno vivo.» Desde el interior, llegaba el olor cálido, dulce de carne humana, y Dmitri vio miembros humanos colgados de ganchos y salió corriendo. Afortunadamente, en la calle se encontró con un camión lleno de soldados del ejército rojo. «¡Caníbales!», gritó. Dos de los soldados entraron y se oyeron disparos. Los soldados regresaron, uno de ellos con una hogaza de pan. Dijeron que habían encontrado partes de cinco cuerpos, le dieron el pan, y se dirigieron al Camino de la Vida.61

Esta clase de historias sensacionalistas deben ser tratadas con extrema precaución. En cualquier gran ciudad, una pequeña proporción de las personas es capaz de hacer cosas terribles, con guerra o sin ella, haya estado de sitio o no. Curiosamente, la selección de documentos recién desclasificados del NKVD y el NKGB correspondientes a los años 1941 y 1942, publicado por la Academia de la FSB (Federálnaya Sluzhba Bezopásnosti, servicio de seguridad heredero en Rusia de las funciones del KGB desde 1991), no contienen ningún expediente, informe o especulación sobre canibalismo.62 Sin embargo, en otras selecciones de documentos sí se encuentran. Un oficial de intendencia del ejército confirmó que había una banda de caníbales que mataba y se comía a mensajeros militares, al sur de la ciudad y, según un funcionario del Archivo General del Estado de San Petersburgo, 1.500 personas fueron detenidas por canibalismo durante el bloqueo, 886 de ellas durante el primer invierno terrible, desde el inicio de diciembre de 1941 hasta el 15 de febrero de 1942.63 A finales de noviembre, el número de delitos cometidos a causa del hambre mostró un aumento inexorable, incluidos «incidentes de canibalismo».64 Sin embargo, la referencia más escalofriante proviene de junio de 1942. Según los registros del NKVD,

en relación con la mejora de la situación alimentaria en junio, la tasa de mortalidad se redujo en un tercio. Además, el número de incidentes de uso de carne humana para alimentación disminuyó considerablemente. Mientras que se detuvo a 226 personas por este crimen en mayo, en junio la cifra se redujo a 56.65

Sucedió.

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En esta situación, la población podría ser muy susceptible a la propaganda alemana, que levantaba el espectro de la revuelta para que los leningradenses abrieran las puertas a los alemanes. También se extendieron rumores según los cuales las autoridades estaban acaparando víveres, mientras la gente común moría de inanición. En enero de 1942, la peor pesadilla del NKVD amenazaba con desplegarse. El 9 de enero, dejaron ochenta ejemplares de un folleto de alguien que firmaba como «Rebelde» o «Insurgente» (Buntovschik) en la estación Moscú de Leningrado.

¡Ciudadanos! ¡Abajo el poder que nos hace morir de hambre! Ciudadanos, destruid los almacenes y tiendas, los canallas que nos roban nos hacen morir de hambre. ¡Abajo el hambre! Nosotros, el pueblo todavía vivo, debemos ser firmes [...] ¡Ciudadanos! Las fuerzas armadas están abandonando la ciudad y nos dejan morir de hambre. ¡Abajo nuestros líderes!66

No era precisamente lo que necesita un gobierno en tiempos de guerra, ni tampoco algo a lo que estuviera acostumbrada la gente en la Rusia de Stalin. Fue el primero de muchos folletos y cartas anónimas de Rebelde en los veintiún meses siguientes. El Leningrado sitiado y bajo los bombardeos alemanes, con la población muriendo de hambre y frío, o sobreviviendo gracias a un hilo a través del hielo y el agua, se convirtió en el escenario de una fascinante historia de detectives.

El NKVD estaba desesperado por encontrar a Rebelde. Al principio, la seguridad interior y las fuerzas de policía se concentraron en la zona de la estación Octubre y en las 18.000 personas empleadas en ese lugar. La sintaxis de los folletos era torpe, lo que sugería que el autor no era una persona educada, pero eso podría haber sido una argucia para despistarlos, como las cartas agramaticales de «Querido jefe» de Jack el Destripador.67 El NKVD comprobó la caligrafía de los 18.000, incluidos los trabajadores de oficina. Pero no encontraron nada.

Otra pista llevó al NKVD a la fábrica Kartontol y los trabajadores de la cooperativa de «tracción equina», con un total de 227 empleados. También allí se comprobó la caligrafía de todos, pero tampoco hubo resultados.68 A principios de 1942, Rebelde seguía en libertad.

El primer invierno

Pese a que Leningrado soportó dos inviernos de guerra en estado de sitio, el primero fue, sin duda, el peor. En diciembre de 1941, la población de la ciudad se calculaba en 2.280.000. En abril de 1942, había descendido a 1.100.000. Las estadísticas de Rusia son en su mayoría bastante fiables, aunque no siempre completas, y sabemos que durante el invierno se evacuó a 440.000 personas. Ése es probablemente el origen de los 620.000 muertos que fue la cifra original soviética de víctimas civiles durante el sitio. El coste total en vidas soviéticas, teniendo en cuenta las muertes de militares en el mismo período y las muertes de civiles en el siguiente invierno, probablemente alcanza el millón, o incluso más.69 Altos oficiales alemanes calcularon que en el primer invierno de guerra (1941-1942) «la ciudad de Leningrado estuvo al borde de la extinción, con un millón de civiles muriendo de hambre o frío. Incluso los soldados rusos estaban insuficientemente alimentados y equipados, y al final del invierno la mitad de ellos estaban muertos».70

Otros intentos de romper el bloqueo: la ofensiva del Vóljov, enero-junio de 1942

Ni siquiera el más cínico de los planificadores soviéticos, ni quien más desdeñara la imagen excéntrica e intelectual de la ciudad, podía abandonar Leningrado. Era un centro de armamento de enorme importancia, y después de las severas heladas de diciembre, la evacuación de su industria, interrumpida en agosto, se reanudó. Entre diciembre de 1941 y abril de 1942 no menos de 3.677 vagones de carga, capaces de transportar más de 100.000 toneladas de maquinaria, fueron enviados desde la ciudad al continente a través de la carretera de hielo.71 Los recursos necesarios para mantener abierta la carretera de hielo también fueron colosales. Habría sido mucho más barato y más fácil abastecer la ciudad y extraer sus recursos para redesplegarlos en la inmensidad de Asia mediante una ruta terrestre con vías férreas en condiciones.

La dirección soviética decidió que había que liberar Leningrado a toda costa. Se formó un nuevo Estado Mayor a las órdenes de Meretskov, y el Quincuagésimo Noveno Ejército y el Segundo Ejército de Choque fueron trasladados para reforzar al Quincuagésimo Segundo en el río Vóljov. El Quincuagésimo Cuarto Ejército soviético, reforzado por otras seis divisiones, atacaría hacia el sur a través del terreno pantanoso del norte de Kirishi, hacia Liuban. El plan era que convergiera con el Segundo Ejército de Choque de Vlásov, atacando por la retaguardia del Decimoctavo Ejército alemán para cortar la principal ruta de abastecimiento (Rollbahn) de Chudovo-Tosno72 (véase figura 13.5); si bien los ataques del norte y del este juntos formaron la ofensiva de Liuban, desde el 7 de enero hasta el 30 de abril de 1943. Sin embargo, el componente sur se conoce como la «ofensiva del Vóljov», cuyas consecuencias continuaron hasta el 28 de junio.73

El ataque a través del Vóljov entre el 10 y el 13 de enero de 1942 tuvo éxito y el Segundo Ejército de Choque cortó la retaguardia alemana; sus puntas de lanza avanzaron 80 kilómetros, amenazando con aislar al Decimoctavo Ejército (véase figura 13.4). Los alemanes resistieron al Quincuagésimo Cuarto Ejército, a pesar de que no tenían nada equiparable a la fuerza de 200 tanques, la mayoría T-34, formidables para las condiciones invernales y el terreno pantanoso, aunque en ese momento congelado. El Segundo Ejército de Choque estaba a pocos kilómetros del Rollbahn cuando fue inmovilizado. Luego, el 15 de marzo, los alemanes atacaron las líneas del suministro del Segundo Ejército de Choque en una maniobra conocida como «tenaza defensiva», cortándolas con un «trinquete» que en ninguna parte superaba los 4 kilómetros de ancho. Los rusos lograron abrir un pequeño hueco en el «trinquete» de unos 3 kilómetros de ancho, y tender dos vías estrechas de ferrocarril a través de él, pero no eran en absoluto suficientes para reabastecer a los 180.000 soldados atrapados en la bolsa. Fue un reflejo exacto, en menor escala, de la situación que se daba en torno a Leningrado, al noroeste.

El 20 de abril, la Stavka ordenó al teniente general Andréi Vlásov, segundo de Meretskov en el Frente del Vóljov, que entrara en la bolsa para tomar el mando del Segundo Ejército de Choque de manos del enfermo general Klýkov. Las órdenes de Vlásov consistían en sacar el Segundo Ejército de Choque de la bolsa, a ser posible avanzando para converger con otras formaciones soviéticas, pero, si no, retrocediendo.74 Tres días más tarde el Frente del Vóljov se «degradó» temporalmente a Grupo Operativo del Vóljov, uno de los dos grupos que formaban un ampliado Frente de Leningrado, cuya otra parte se convirtió en el Grupo de Fuerzas Leningrado. La creación de un nivel intermedio de mando entre el ejército y el frente era muy inusual, y Sháposhnikov se opuso, pero Stalin se impuso. Esta configuración no duró mucho: el Frente del Vóljov se restableció como tal, ahora dirigido por Meretskov, el 9 de junio.75 Vlásov (1900-1946) en ese momento era considerado uno de los mejores generales del ejército rojo, y era uno de los más jóvenes. Tal vez fue un error dar un Ejército de Choque, que estaba concebido para abrirse paso al precio de numerosas bajas y relativamente mal equipado, a un comandante de tanto talento y ambición, sobre todo porque estaba metido en serios apuros.

A diferencia de la ciudad de Leningrado, el ejército de Vlásov no pudo resistir. Los rusos iniciaron la retirada el 15 de mayo, pero los alemanes los persiguieron de manera implacable. El invierno favorecía a los rusos, pero ya estaba terminando la primavera. El 24 de mayo, el comandante del «grupo operativo» —el nuevo nivel intermedio entre el ejército y el frente—, el teniente general Mijaíl Jozin, reprendió a Vlásov por perder el control de sus fuerzas y le ordenó detener a los alemanes que trataban de cortarles la retirada.76

El 30 de mayo, los alemanes lograron cerrar una vez más la vía de escape cerca de Miasnói Bor. Aun así, distintos grupos rusos lograron escapar. El Segundo Ejército de Choque había abandonado la resistencia organizada el 25 de junio, pero los informes soviéticos indican que la ruta no se cortó del todo hasta el 1 de julio.77 En total, unos 60.000 soldados rusos murieron o fueron hechos prisioneros en la bolsa, incluidos Vlásov, que fue capturado el 12 de julio, y la plana mayor de su ejército.78 El 1 de junio había 40.157 hombres en la bolsa, de los cuales 13.018 escaparon, dejando, con la desconcertante precisión soviética en medio del caos, 27.139 muertos y prisioneros.79

El mando soviético trató de liberar a Vlásov y su plana mayor, pero se les había perdido el rastro y era demasiado tarde. El 17 de julio, la Stavka ordenó a Meretskov, comandante del restablecido Frente del Vóljov, que evacuara a «Vlásov y sus hombres» —el comandante, el jefe del Estado Mayor y el jefe de señales del Segundo Ejército de Choque— a más tardar el 19 de julio. Pensaban que Vlásov estaba con el comandante partisano local, F. I. Sazónov, pero si lo había estado ya no era así.80 El 21 de julio, nada menos que Beria informó de la evaluación del NKVD de lo que había ocurrido al Segundo Ejército de Choque al GKO, el Comité de Defensa del Estado. El informe concluía con una interceptación de radio de los alemanes. El 14 de julio, informaron de que «durante la eliminación de resistencias aisladas del reciente cerco del Vóljov encontramos en su refugio al comandante del Segundo Ejército de Choque, teniente general Vlásov, y lo tomamos prisionero».81

Está claro que la Stavka había hecho un auténtico esfuerzo por sostener al Segundo Ejército de Choque y, cuando esto falló, por llegar a Vlásov. El volumen de correspondencia en los archivos del NKVD muestra que, para entonces, la pérdida de un ejército era un problema importante, mucho más que en 1941. La Stavka también había tratado de reabastecer al ejército atrapado desde el aire. Los rusos lanzaron más de un millón de balas para armas de pequeño calibre y alrededor de 2.000 proyectiles de artillería, pero sólo poco más de la mitad llegaron a manos del Segundo Ejército de Choque; presumiblemente, los alemanes se quedaron el resto.82

Por consiguiente, el Segundo Ejército de Choque perdió a 60.000 hombres en total, 27.000 de ellos después del 1 de junio. Seis divisiones de infantería rusa y seis brigadas quedaron totalmente destruidas, y otras nueve divisiones, parcialmente. En total, se habían gastado veinte divisiones rusas en una batalla de seis meses para tratar de aliviar Leningrado.83 Vlásov, el comandante libresco con sus gafas gruesas y pesadas, pasó al cautiverio alemán y a la historia no como uno de los comandantes de mayor talento del ejército rojo que, como Rokossovski, había dirigido uno de los grandes cuerpos mecanizados en las batallas fronterizas y desempeñó un papel clave en la defensa crítica de Moscú, sino como un traidor. En su cautiverio, esperando que los alemanes ganaran la guerra, pronto se convirtió en un ferviente anticomunista y se ofreció para reunir un ejército de prisioneros rusos para luchar contra su patria. Hitler le permitió reunir el Ejército Ruso de Liberación Nacional (KONR), pero lo utilizó principalmente por su valor propagandístico más que en el combate. La mayoría de los prisioneros rusos y soviéticos que lucharon para los alemanes lo hicieron en unidades alemanas o, en el caso de algunas nacionalidades, en las SS. En 1945, Vlásov fue capturado por el ejército de Estados Unidos y entregado a los rusos, donde fue juzgado y ejecutado en la horca el 1 de agosto de 1946.84

(Segunda) operación de Siniávino, agosto-septiembre de 1942

Con las fuerzas de la Wehrmacht avanzando con éxito hacia el este desde Ucrania en el verano de 1942 (véanse capítulos 15 y 16), los alemanes comenzaron a planear nuevas ofensivas en el área de Leningrado, donde habían estado resistiendo a la desesperada las contraofensivas soviéticas durante el invierno y la primavera. Uno de los objetivos era destruir la gran cabeza de puente rusa en torno a Oranienbaum, que se abastecía a través del golfo de Finlandia desde la isla fortaleza de Kronstadt. El Undécimo Ejército de Von Manstein, con seis divisiones, se trasladó desde la península de Crimea, junto con las formidables piezas de artillería de asedio llamadas Dora, Gamma y Karl, para ayudar a aplastar Kronstadt, y posiblemente también Leningrado. A finales de julio, este plan se convirtió en la operación Nordlicht. El 23 de agosto, en un inusual arranque, Hitler ordenó a Von Manstein que hiciera lo que quisiera con el fin de enlazar con los finlandeses y arrasar Leningrado. Los rusos claramente adivinaron las intenciones alemanas. La Stavka ordenó al restablecido Frente del Vóljov, bajo el mando de Kiril Meretskov, y al Frente de Leningrado, ahora a las órdenes de Leonid Góvorov, que se adelantaran a un posible ataque alemán e intentaran romper el bloqueo.

Así pues, el siguiente intento de abrir el «cerco de hierro» se produjo menos de dos meses después de la destrucción del Segundo Ejército de Choque, aunque la formación se reconstituyó. La ofensiva principal tenía que comenzar el 28 de agosto, sólo cinco días después de que Von Manstein recibiera sus órdenes de Hitler, aunque antes Góvorov tenía que asegurar las cabezas de puente sobre el Neva, el 19 de agosto.

La ofensiva soviética se muestra en la figura 13.6. Los ataques iniciales de Góvorov desde Leningrado fracasaron, pero desviaron a los alemanes. La fuerza de ataque principal tenía que ser el Octavo Ejército, parte del Frente del Vóljov de Meretskov, comandado por el general de división Filipp Stárikov. Atacó a las 2.10 del 27 de agosto, introduciéndose entre dos divisiones de infantería alemanas y tomando rápidamente Tortolovo. El 31 de agosto estaba a sólo siete kilómetros del Neva. Los alemanes veían lo que estaban tratando de hacer los rusos y también temían que se interrumpiera la operación Nordlicht. Habían desviado dos divisiones de sus posiciones previstas como parte de Nordlicht para repeler la ofensiva de Siniávino, y Hitler también desvió la 3.ª División de Montaña que se dirigía de Noruega a Finlandia por mar. El 12 de septiembre, cuatro de las divisiones destinadas al ataque final sobre Leningrado habían sido desviadas, y Hitler estaba furioso por estos «acontecimientos atroces». Entretanto, Meretskov fue acumulando más fuerzas para engrosar el Octavo Ejército mientras éste trataba de abrirse camino, entre ellas la mayor parte del reconstituido Segundo de Choque. Aunque la Stavka ordenó a las fuerzas rusas que se replegaran a sus posiciones de partida el 12 de septiembre, habían logrado echar por tierra los planes de Hitler. «Exasperado», el Führer ordenó a Von Manstein que restableciera la situación.

Una vez más, los alemanes utilizaron una «pinza defensiva», atacando desde el norte y el sur hacia Gaitolovo para cortar la penetración que había llegado muy cerca del Neva. Una vez más se había creado una bolsa, la bolsa de Siniávino. Las pinzas defensivas alemanas se cerraron cerca de Gaitolovo el 25 de septiembre, atrapando a la mayor parte de los ejércitos Octavo y Segundo de Choque. El 29 de septiembre, Meretskov ordenó a lo que quedaba de ellos que se retirara. Pidió permiso para lanzar otra ofensiva, pero no se lo concedieron.

Los dos frentes soviéticos perdieron a 114.000 hombres, 40.085 de ellos muertos. Los alemanes, sin embargo, habían sufrido 26.000 bajas. Si bien la pérdida del grueso de dos ejércitos (incluido el Segundo Choque por segunda vez) puede parecer negligente, la ofensiva de Siniávino, que ni siquiera merece una entrada separada en el registro de operaciones soviético, había frustrado las esperanzas alemanas de tomar Leningrado.85

Luces, música, acción...

En la primavera, 300.000 supervivientes del primer invierno terrible iniciaron una operación masiva de limpieza. Una vez que la nieve y el hielo se descongelaran, los millones de toneladas de escombros que se habían acumulado durante el invierno se convertirían en un peligro para la salud. Se llevaron a cabo enormes esfuerzos para restaurar y mantener la moral, y volver a introducir una apariencia de normalidad después de un invierno en el que podría haber muerto casi un millón de personas. Las autoridades soviéticas también trataron de proyectar una imagen de normalidad al resto del país, y a sus aliados. Para convencer a los leningradenses, al país, a los aliados y a los alemanes de que Leningrado no se doblegaba, encontraron una maravillosa arma de guerra psicológica para Rusia, magníficamente extravagante. Poner en escena y retransmitir a todo el mundo una representación de la nueva Séptima Sinfonía Leningrado de Shostakóvich, que había sido estrenada muy lejos, en Asia central. La partitura se llevó en avión a la ciudad asediada a finales de junio. Después de seis semanas de ensayos, el 9 de agosto, la Filarmónica de Leningrado estaba lista para el estreno. Había algunas luces en lámparas de araña, aunque las ventanas estaban cerradas con tablones. El teniente general de artillería Góvorov, al mando del Frente de Leningrado, estaba presente con su mejor uniforme, junto con Kuznetsov, el secretario del partido. Muchos soldados y marineros tenían entradas y vestían de uniforme, pero el resto del público lucía su mejor traje o vestido de seda. Cuando los acordes, como obreros martilleando para construir un enorme edificio, se hicieron más fuertes, en una acumulación lenta pero inexorable de fuerza e intensidad, el general Friedrich Ferch, jefe del Estado Mayor del Decimoctavo Ejército alemán, comenzó a recibir informes de que sus tropas estaban escuchando la radio. La actuación estaba siendo transmitida a toda la Unión Soviética y, por radio de onda corta, al resto de Europa y Estados Unidos. Los alemanes más tarde prohibieron la interpretación de la sinfonía en cualquier territorio ocupado por ellos. Pero, por el momento, Ferch detectó una oportunidad. Ordenó a su artillería de largo alcance que apuntara a la Filarmónica.

Sin embargo, Góvorov lo había previsto. El cerco de Leningrado fue en gran medida una batalla de artillería, y los alemanes conocían la ubicación de los edificios emblemáticos de la ciudad. Su calendario de bombardeo siempre había tenido por objetivo al público que podría estar yendo al teatro. No obstante, los rusos siempre habían sido muy buenos artilleros, y Góvorov, especialista en fuego de contrabatería —silenciar la artillería enemiga con la propia—, sabía dónde estaban las baterías alemanas. Mientras sonaba la majestuosa sinfonía, un preciso y masivo fuego de artillería soviético paralizó las baterías alemanas. No caben dudas al respecto. Ferch ordenó el ataque alemán inicial, pero todos los testigos —y toda la elite de Leningrado estaba allí— confirmaron que ningún proyectil alemán cayó cerca de la sala de conciertos.86 Cuando participó toda la orquesta de la Filarmónica, aumentando el volumen de la sinfonía, también se sumaron otros instrumentos de una «orquesta» más amplia: los cañones de Leningrado. La artillería de tierra y la instalada en los grises acorazados de la Flota del Báltico escupieron un fuego magníficamente dirigido contra las posiciones alemanas. Los componentes físicos y morales del alma de una nación y su potencial de combate se fundieron en armonía, y los cañones alemanes quedaron silenciados. Uno recuerda las palabras del poema de Alexandr Tvardovski: «Nashi biut, teper kayuk [...]» (Los nuestros disparan. Ahora, el telón).87

No del todo. Faltaban otros dieciocho meses para que finalmente cayera el telón y terminara el bloqueo.

Se acerca otro invierno

Al mejorar la situación, muchos leningradenses sintieron que el final del asedio era inminente, pero no fue así. Las mayores ataques aéreos alemanes en Leningrado se produjeron en el otoño de 1942, después de la inusitada orden de Hitler que daba a Von Manstein libertad absoluta para arrasar la ciudad. Los alemanes también trataron de atacar el tráfico marítimo a través del lago Ladoga, pero no lograron causar un efecto significativo: redujeron los envíos en menos de un 0,5 % y con unas pérdidas de 160 aviones. Controlaban una parte de la orilla meridional del lago, pero una guarnición naval soviética continuó resistiendo en la pequeña isla fortaleza de Orëshek justo al lado de Shlisselburg, que, entre otras distinciones, había sido el lugar donde Alexandr Uliánov (hermano de Lenin) había sido ejecutado por terrorista. Rusos, finlandeses y alemanes participaron en acciones navales y anfibias en el lago, utilizando buques de guerra convencionales y embarcaciones rápidas propulsadas con motores de avión.

Después de que la operación Siniávino garantizara la supervivencia de Leningrado pero no lograra romper el bloqueo, otro invierno de asedio parecía inevitable. Esta vez, sin embargo, los rusos estaban más que advertidos y habían hecho grandes preparativos. Durante el verano, los buques habían evacuado a casi 540.000 personas y 290.000 toneladas de instalaciones industriales a través del mar interior, y habían traído a 310.000 soldados de refuerzo. Un invierno en esa enorme ciudad congelada, con cualquier clase de bloqueo o racionamiento, seguía siendo una experiencia que nadie querría soportar, pero en comparación con los horrores indescriptibles del de 1941-1942, la situación era mucho menos grave.

En primer lugar, después de quizás un millón de muertes en 1941-1942, había menos gente en la ciudad. En noviembre de 1942, sólo quedaban 700.000 civiles y 420.000 efectivos de las fuerzas armadas y el NKVD, tal vez un tercio de la cifra de noviembre de 1941.

En segundo lugar, se habían almacenado reservas mucho más grandes de alimentos y combustible. Durante el verano, el resto de la población recibió orden de iniciar el cultivo de hortalizas en cada espacio de jardín disponible. Cada parque y jardín se convirtió en un huerto. A diferencia de la ciudad de después de la guerra, la ciudad actual, muchos de los edificios fuera del centro eran de madera. Con cientos de miles de muertos o evacuados, muchas viviendas estaban vacías. Las autoridades ordenaron que se derribaran para utilizar la madera como combustible. Además, se recogió un millón de metros cúbicos de carbón, turba y otros combustibles. El 25 de abril de 1942, el Comité de Defensa del Estado (GKO) ordenó tender una tubería de combustible por el fondo del lago Ladoga. Comenzó a funcionar el 18 de junio, y llevó 295 toneladas de combustible por día a la ciudad. Los aliados occidentales usarían una idea similar para apoyar su invasión masiva y tremendamente ambiciosa de Normandía para abrir el segundo frente en 1944, el Pipeline Under the Ocean (PLUTO). Luego, en septiembre de 1942, la central eléctrica del Vóljov, que estaba relativamente a salvo de la artillería alemana y, por el momento, de bombardeos aéreos, comenzó a enviar electricidad a través del lago mediante un cable submarino (véase figura 3.3).88

En tercer lugar, el invierno de 1942-1943 fue mucho menos severo que el anterior. Las heladas no llegaron hasta el 27 de noviembre y, en parte, el tráfico marítimo continuó en el lago hasta el 7 de enero de 1943. Para transportar una gran cantidad de material, lo mejor es ponerlo en un barco. Durante la totalidad del bloqueo, se transportaron más de 2,25 millones de toneladas de carga por las aguas del lago Ladoga, más que a lo largo de la carretera de hielo y las rutas terrestres restablecidas. Sin embargo, una vez que se restablecieron las rutas terrestres éstas concentraron la mayor parte del tráfico militar.89

En cuarto lugar, llegadas las heladas, las autoridades rusas habían superado una empinada curva de aprendizaje con la carretera de hielo, y sabían utilizarla de manera más eficiente, desde el principio.

La quinta razón es que, ese invierno, la carretera de hielo sería el salvavidas exclusivo de la ciudad sólo durante un mes y medio. Después de la tardía helada empezó a utilizarse el 19 de diciembre.90

Rotura del círculo maldito... Operación Chispa

El 14 de octubre de 1942, el OKH alemán ordenó al Grupo de Ejércitos Norte que adoptara una posición defensiva para el invierno. La operación Nordlicht (Aurora boreal), la captura de Leningrado, seguía siendo una opción de futuro, pero el 20 de noviembre se ordenó al Undécimo Ejército de Von Manstein que se dirigiera al sur para ayudar a hacer frente a la contraofensiva rusa en Stalingrado, que había sorprendido a los alemanes el día anterior. A comienzos de 1943, las cosas no eran tan malas en Leningrado como lo habían sido y la amenaza de una gran ofensiva alemana había disminuido, pero la ciudad seguía aislada —salvo por las exiguas comunicaciones a través o por debajo del hielo— y bajo la artillería y los ataques aéreos alemanes. Por otra parte, la artillería alemana estaba lo suficientemente cerca para bombardear la carretera de hielo. La Stavka decidió poner fin al asedio, o al menos, abrir una ruta terrestre mucho más eficiente y obligar a retroceder a los alemanes.

El 8 de noviembre de 1942, el gobierno soviético celebró el vigésimo quinto aniversario de la Revolución rusa con una recepción en el Smolny, ahora iluminado gracias a la electricidad proporcionada por el cable submarino. En su discurso, transmitido desde Moscú, Stalin dijo que pronto sería un «día de fiesta en nuestras calles». Ésa fue una referencia a la inminente contraofensiva en Stalingrado. Nadie se fijó en que un edecán avisaba en voz baja a Góvorov de que había una llamada telefónica para él en la línea de alta frecuencia de Moscú. Era Stalin. Como de costumbre, fue breve.

«Adelante con la maniobra táctica número cinco.»91

Ése era el código de la ofensiva para romper el bloqueo: el quinto intento. La ofensiva de Siniávino en octubre de 1941 había sido el primero; en el segundo intento se recuperó Tijvin, en diciembre; siguieron la ofensiva de Liuban de principios de 1942 y la segunda ofensiva de Siniávino en otoño. La tentativa número cinco sería la tercera ofensiva de Siniávino. El 2 de diciembre, la Stavka le asignó un nombre en clave menos prosaico: Iskra (Chispa). No era una coincidencia. La operación para liberar a la ciudad de Lenin llevaba el nombre del periódico revolucionario bolchevique.

Esta vez, el ataque desde Leningrado tenía que ser tan potente como el del este (véase figura 13.7), y los dos frentes atacarían al mismo tiempo. El Frente de Leningrado de Góvorov tuvo que cruzar el Neva, y la ofensiva se pospuso debido a que el hielo no era lo suficientemente grueso. Los T-34 resultaban demasiado pesados, a pesar de los experimentos para distribuir el peso utilizando vigas de madera externas, por lo que Góvorov usó tanques ligeros, de los cuales aún tenía en abundancia.92 El terreno boscoso y pantanoso no era adecuado para grandes formaciones de blindados, y los tanques se dispersaron y se utilizaron principalmente para apoyar a la infantería.

Stalin volvió a enviar a Zhúkov a Leningrado para coordinar las acciones de los dos frentes. En ese momento, ya era un procedimiento estándar enviar a un representante de la Stavka a supervisar y asesorar en las operaciones de múltiples frentes. Zhúkov acababa de experimentar su única (y poco publicitada) derrota, coordinando los frentes del Oeste y de Kalinin en un intento «de destruir el Grupo de Ejércitos Centro —o parte de él— en la operación de Rzhev-Sychevka u operación Marte (véase capítulo 16). Salió de Moscú el 9 de enero y se quedó en Leningrado del 12 al 24, en ocasiones acosando a comandantes que no le parecían suficientemente agresivos, y comenzó a elaborar planes para una ofensiva más ambiciosa para echar a los alemanes de Leningrado de inmediato; una operación denominada, de acuerdo con la moda cósmica del momento, Estrella Polar.93

No obstante, la prioridad inmediata era romper el cerco de hierro. A las 9.30 del 12 de enero de 1943, con una temperatura de –25 ˚C, más de 4.500 cañones rusos abrieron fuego contra las fuerzas alemanas. El área crítica, el saliente Mga-Siniávino (véase figura 13.6), estaba defendida por tres divisiones del XXVI Cuerpo de Ejército del Decimoctavo Ejército alemán. La artillería rusa abrió fuego durante dos horas y veinte minutos desde el lado de Leningrado, y durante una hora y cuarenta y cinco minutos desde el lado del Frente del Vóljov. A continuación, los rusos avanzaron. Era un ejército rojo muy diferente del de un año o dieciocho meses antes. El bombardeo terminó a las 11.45 con una andanada masiva de los lanzacohetes múltiples Katiusha, que tan eficaces habían sido en Stalingrado. Un cohete de señales verde apareció sobre el Neva a las 11.42, y las tropas rusas lo tomaron equivocadamente por la señal de ataque. Antes de que amainara la lluvia de cohetes de calibre 132 mm ya estaban cruzando a través del hielo. Pero al moverse antes de lo planeado, antes de que los alemanes tuvieran tiempo de asomar la cabeza de nuevo, lograron cruzar con muy pocas bajas.94

Zhúkov se posicionó con el Segundo Ejército de Choque, el más septentrional de los ejércitos del Frente del Vóljov. La principal característica del saliente alemán entre el río Neva y la línea del frente continental hacia el este eran varias colonias de obreros, algunas de las cuales los alemanes habían fortificado como posiciones defensivas eficaces. El 14 de enero, las tropas soviéticas habían llegado a la zona comprendida entre las colonias cinco y seis, y se recibió un informe que afirmaba que habían abatido un tanque de «diseño inusual» que los alemanes estaban tratando desesperadamente de recuperar en tierra de nadie. «Nos pareció interesante», recordó Zhúkov. Formaron un grupo especial para ir a buscar el tanque abandonado. En la madrugada del 17 de noviembre, el teniente Késarev dirigió el equipo de recuperación, fuertemente apoyado por fuego de artillería y mortero, para hacerse con el tanque, que fue arrastrado hasta las posiciones rusas. Cerca del tanque, en la nieve, encontraron el diario de operaciones. Era un nuevo tanque pesado, el Tiger Mark 1, que los alemanes habían estado probando en el frente del Vóljov. Con un formidable cañón de 88 mm —originalmente un cañón antiaéreo— y un blindaje máximo de 110 mm, el Tiger Mark 1 era una máquina revolucionaria, que causaría grandes dolores de cabeza a los soviéticos en Kursk, el verano siguiente. Aunque escribió con la ventaja de hacerlo a posteriori, no cabe duda de que Zhúkov estaba encantado de haber participado en la captura de uno de los primeros ejemplares, lo que tuvo un enorme valor para la inteligencia técnica rusa.95

Después de sólo dos días, los dos frentes rusos se hallaban a pocos kilómetros de distancia, y el 15 de enero, a sólo un kilómetro. Ese día, Stalin ascendió a Góvorov a coronel general (de artillería). El 17 de enero Góvorov ordenó a su frente converger con el Frente del Vóljov utilizando todos los medios necesarios. Shlisselburg, la ciudad clave en el punto donde el Neva nace en el lago Ladoga, estaba rodeada. A las 9.30 del 18 de enero, las fuerzas de los dos frentes se unieron justo al este la Colonia de Obreros Número Uno. La 123.ª División de Fusileros del Sexagésimo Séptimo Ejército, procedente de Leningrado, se unió a la 372.ª División de Fusileros del Segundo Ejército de Choque, ahora en su tercera encarnación. Pero eso no bastaba para asegurar el corredor en Leningrado. Menos de una hora más tarde, la 136.ª División de Fusileros del Frente de Leningrado tomó la Colonia de Obreros Número Cinco, 4 kilómetros al sur (véase figura 13.7), y poco después estableció contacto con las tropas del Frente del Vóljov.96

Durante todo el día, Leningrado esperó noticias. A pesar de que hasta el último momento se impidió a los corresponsales de guerra acompañar a las tropas rusas, y aunque los preparativos para Iskra se habían realizado en el más estricto secreto, seguían circulando rumores. La gente esperó todo el día junto a los altavoces públicos (las radios privadas habían sido entregadas en junio de 1941). Luego vino una noche de nieve, con luz de luna y con un frío glacial, como siempre. Por fin, a las 23 horas de la noche del 18 de enero, Yuri Levitán, locutor principal de Moscú, salió al aire: «Tropas de los frentes de Leningrado y del Vóljov se han unido y al mismo tiempo han roto el cerco de Leningrado.»97

Zhúkov fue nombrado mariscal de la Unión Soviética ese mismo día.98

En realidad, no había garantía de que los rusos pudieran restablecer, y menos aún defender, comunicaciones fiables con la ciudad. Después de diecisiete meses —506 días—, aún era demasiado pronto para celebrarlo. Olga Berggolts advirtió:

Oh, queridos y lejanos, ¿habéis oído?

¡Se ha roto el cerco maldito!

No estoy soñando... así será.

Se acerca el momento tan esperado,

pero el bramido atroz de armas enfurecidas

aún se oye: todavía estamos en la batalla.

El bloqueo no está roto del todo.

Adiós, queridos. Voy

a mi trabajo ordinario, terrible,

por una nueva vida en Leningrado.99

A pesar de que la ruptura del bloqueo fue un éxito militar claro para los rusos, resultó decepcionante. En esta etapa, el corredor terrestre sólo tenía unos 10 kilómetros de ancho, y cualquiera que entrara o saliera de la ciudad era vulnerable al fuego letal de la artillería alemana. Siniávino y la colina de Siniávino, que dominaba la carretera a Leningrado, se encontraban todavía en manos de los alemanes (véase figura 13.6). Zhúkov había reprendido al general Simoniak, al mando de la 136.ª División, por no atacar la colina, pero Simoniak había argumentado que era sencillamente imposible. Los rusos no habían tomado ni una sola línea férrea, así que tuvieron que construir una nueva, y un nuevo puente sobre el Neva, cerca de Shlisselburg. Los trabajos se iniciaron el 21 de enero. Esta nueva línea de 33 kilómetros discurría a sólo 6-8 kilómetros del frente hacia el sur. Sin embargo, aunque construida bajo el fuego alemán, el nuevo puente y la línea férrea estaban listos el 6 de febrero. Pero la principal línea de ferrocarril entre Leningrado y Vóljov pasaba por Mga, que permaneció en manos alemanas.

Los observadores alemanes en la colina de Siniávino divisaban la nueva vía férrea y, en los once meses restantes de 1943, la cortaron 1.200 veces, destrozando rieles y durmientes mediante artillería pesada. En ocasiones, los trenes se detenían varios días. El estrecho paso era conocido como el «corredor de la muerte». Se envió a una unidad de elite de las tropas ferroviarias, la Columna Especial de Locomotoras 48, a mejorar el servicio, y lo hizo. A finales de 1943, se habían entregado unos 4,5 millones de toneladas de carga. Mientras tanto, los alemanes no habían renunciado a sus esperanzas de reimponer el bloqueo, y Zhdánov y Góvorov lo sabían.100

Aun así, el 7 de febrero de 1943, con gran ceremonia, el primer tren que recorría la ruta terrestre al «continente» desde el 27 de agosto de 1941, el número 719, salió de la estación Finlandia hacia Voljovstrói. Las rutas que cruzaban el lago, junto con la nueva línea, podrían satisfacer todas las necesidades de Leningrado. Otra línea, más cerca del lago —y más lejos de los alemanes— se completó en mayo.101 A pesar de los problemas, las nuevas rutas terrestres llevaban mucha más carga que las rutas de hielo y agua. En septiembre de 1943, la ruta del lago estaba perdiendo su importancia militar.102

El 22 de febrero de 1943, las raciones aumentaron hasta unos relativamente generosos 700 gramos de pan al día para los trabajadores en la industria pesada, 600 para el resto de los trabajadores, 500 para empleados de oficinas, 400 para personas dependientes y niños. Más tarde, en 1943, empezaron a aparecer los productos de la ley de préstamo y arriendo: el omnipresente alimento básico de la Segunda Guerra Mundial, el Spam (un producto de carne de cerdo enlatada), mantequilla en lata, leche en polvo, huevos y azúcar. Los leningradeses estaban agradecidos, pero el esperado aumento repentino y drástico en su calidad de vida no se había producido, y continuaron los bombardeos aéreos y de artillería. En julio de 1943, 210 personas murieron y 921 resultaron heridas; en septiembre, las víctimas fueron 124 y 468. El bombardeo de artillería continuado se convirtió en la principal preocupación, y había motivos para pensar que los espías alemanes en la ciudad pasaban información a los artilleros.103

La búsqueda de agentes alemanes, espías y saboteadores siguió siendo una alta prioridad. El ejército rojo, que había sido destruido y reconstruido en 1941 y estaba siendo destruido y reconstruido de nuevo, se hallaba sumido en esfuerzos titánicos, estratégica y operativamente ambiciosos, pero tácticamente seguían siendo más bien torpes en el campo de batalla frente a una Wehrmacht extraordinariamente profesional. Mientras tanto, el NKVD y la Abwehr estaban jugando una guerra muy diferente. Una guerra de engaños tortuosos y de gran complejidad para identificar al otro y ser más listo que él. Una sitiada pero sofisticada e intelectual Leningrado, que los alemanes esperaban someter, era el lugar ideal. El 27 de abril de 1942, la 5.ª División de Fusileros del NKVD en Tijvin descubrió a un espía alemán vestido de alférez del ejército rojo llamado Iván Golovánov. Fue el primero de los muchos que serían detenidos en una operación de gran envergadura bajo el nombre en clave de Cuarzo. La operación era a escala nacional, pero el área de Leningrado fue un epicentro de la acción.104

Después de capturar a los agentes alemanes, el NKVD los dobló —lo cual probablemente no fue muy difícil— y llevó a cabo «juegos de radio» con los alemanes para atraer a más agentes a las trampas. Los alemanes utilizaron la misma expresión (Funkspiele) y trataron de hacer lo mismo.105 El 2 de junio, otros dos agentes alemanes que habían sido transportados en avión fueron detenidos en la zona de Vologda, mucho más al este de Leningrado y Moscú.106 Sin embargo, la detención más prometedora fue la de un agente alemán con el nombre en código de Malajov que fue capturado el 26 de abril junto con dos ex soldados del ejército rojo a los que los alemanes habían hecho prisioneros y luego convertido en agentes. Los rusos, utilizando la radio portátil de Malajov, lograron elaborar los códigos necesarios y establecer las «comunicaciones profesionales» con los alemanes. Malajov pidió nuevas baterías para su radio, nuevos documentos, etcétera. El 29 de junio, los alemanes respondieron: «No desesperes. La ayuda está en camino.» El subdirector de la quinta sección del departamento de contraespionaje del NKVD de Leningrado, el teniente de Seguridad del Estado Yevgueni Serebrov, inventó un plan maravilloso para atraer agentes alemanes. Malajov aparentaría ser capaz de organizar el robo de documentos importantes de uno de los mandos militares soviéticos que serían pasados a los alemanes por uno de los agentes de máxima confianza del NKVD. El nombre de este último iba a ser añadido a mano en determinadas copias, pero se omitiría en la versión publicada del documento. Si los alemanes mordían el anzuelo y enviaban a alguien, éste sería atraído a una «trampa de miel». Le presentarían a una doctora en uno de los hospitales para oficiales del ejército rojo de la que le dijeron que

le encanta coquetear, pasar un buen rato y recibir regalos. No está interesada en política ni está satisfecha con su situación actual y con su vida, pero, gracias a su apariencia exterior, tiene gran influencia sobre los hombres y, en este sentido, goza de buenos contactos en el ejército, incluidos mandos superiores.107

El plan de Serebrov fue refrendado por su superior, el jefe de contrainteligencia de la región de Leningrado, comandante de Seguridad del Estado Semión Zanin. Cabe preguntarse si la tensión del asedio estaba empezando a acabar con ellos. Pero la operación Cuarzo continuó en Tijvin el 2 de agosto con la detención de otro espía, Nikolái Yarmolenko, que trataba de contactar con otro agente, Golovánov, que había sido capturado en mayo. Llevaba dos juegos de baterías para la radio de Golovánov, un revólver, una brújula y casi 16.000 rublos en efectivo, lo que entonces era una pequeña fortuna. Había sido hecho prisionero por los alemanes en noviembre de 1941 y formado en una academia alemana de espionaje en Vladímir-Volynsk desde mayo de 1942. Luego, el 25 de julio, había sido trasladado a un aeródromo cerca de Poltava, en la zona ocupada por los alemanes, y trasladado en un bombardero a la zona de Mytischi, cerca de Moscú, donde se lanzó en paracaídas a un bosque. Luego viajó en tren a Tijvin.108

Parece claro que, si bien la gigantesca guerra convencional en el este estaba en su apogeo por aire y tierra, ambas partes en el frente oriental estaban poniendo al menos un esfuerzo equivalente en una guerra subterránea de espías, señales e inteligencia, similar a la que aliados y alemanes libraban en el oeste. Hay que recordar que en ese momento no había un segundo frente terrestre en Europa, por lo que en el oeste tanto los aliados como los alemanes contaban con relativamente más recursos para dedicar a operaciones no convencionales que los rusos y los alemanes en el este. En el frente oriental no se produjo ningún golpe de inteligencia comparable al descifrado en Bletchley Park del código Enigma y, más tarde, los códigos Lorentz que dieron pie a la vital inteligencia de Ultra. Sin embargo, la imaginación, el ingenio y el esfuerzo en la sombría guerra secreta en el este fueron sin duda comparables, aunque los resultados no fueran tan espectaculares. La actuación del NKVD soviético con los espías capturados también fue similar a la de su equivalente británico, el MI5. Cuando capturaban a espías alemanes, sacaban partido de la inteligencia derivada y los convertían en agentes dobles si podían. Si no, los ejecutaban.

Lo buscan allí...

Mientras tanto, en la ciudad de Leningrado, las condiciones menos drásticas del verano de 1942 y los enérgicos aunque ominosos preparativos para el segundo invierno de asedio no habían disminuido las actividades de Rebelde. Él o ella mantenía un flujo de folletos y, cada vez más, cartas anónimas. A pesar de la evacuación parcial de la ciudad, del asedio y los constantes bombardeos aéreos y de artillería, se mantuvo un servicio postal relativamente normal, lo cual en sí mismo supone un logro colosal.

El 30 de septiembre de 1942, una carta anónima dirigida a Zhdánov fue interceptada por el censor militar. Una comprobación de la caligrafía reveló que era de Rebelde. Luego, el 6 de noviembre, llegó otra carta sediciosa a la dirección de Zhdánov, en un sobre de color rosa llamado sekretka (pequeño secreto) como los que utilizaba Rebelde. El nombre sugiere que podrían haberse comercializado como sobres para cartas de amor. Pero, en tiempo de guerra, en Leningrado sólo estaban disponibles en dos áreas: Smolny y Volodar. Los censores empezaron a filtrar toda la correspondencia civil procedente de esos distritos postales y, como resultado, el NKVD investigó a 1.023 remitentes y sus familias, pero de nuevo en vano.109

La ruptura del primer anillo de bloqueo en enero de 1943 no contribuyó a reducir las quejas de Rebelde. Una de las tres cartas de Rebelde incautadas por el censor el 30 de enero 1943 se quejaba de la decisión de convertir en delito las infracciones de la reglamentación laboral. El NKVD investigó a las 753 personas que habían sido acusadas de esos delitos ante los tribunales en los dos distritos citados, y a sus familiares, otros 2.100 individuos. Por entonces se desprendía de las cartas que Rebelde era alguien con «preparación técnica media», un trabajador cualificado o un técnico de grado medio. Se verificó la caligrafía de 5.732 personas que se ajustaban a la descripción en los dos distritos sospechosos de Smolny y Volodar. Con la ayuda de los Soviets de representantes de obreros de los distritos, se examinó la letra de otras 13.000 personas. La policía también examinó la escritura de 27.860 individuos que solicitaron el registro militar. Por último, en 16 grandes fábricas o empresas se revisaron los expedientes o propiedades de 64.770 trabajadores; 112.000 personas más en total.110 Pero Rebelde seguía escabulléndose.

Sin embargo, el disidente escurridizo empezaba a ser descuidado. Por fin, el 27 de septiembre de 1943, Rebelde envió tres documentos subversivos a Zhdánov y Popkov, el presidente del Sóviet de Leningrado. En uno, aseguraba que trabajaba en un taller «caliente» de una fábrica y que no estaba contento con la forma en que se distribuían los cupones de alimentos. Esto centró las investigaciones en las fábricas del distrito de Volodar, y todos los esfuerzos se concentraron allí. El examen de las propiedades de los obreros de la acería Bolshevik (Bolchevique) centraron la mira en el obrero siderúrgico número 42, un tal Serguéi Luzhkov, de unos cuarenta años. Un experto en caligrafía confirmó la similitud entre la escritura del obrero y la de Rebelde y Luzhkov fue arrestado.

Teniendo en cuenta el trato dispensado a distinguidos generales de quienes simplemente se sospechaba incompetencia o deslealtad, el interrogatorio de Luzhkov fue probablemente horrendo. O tal vez, para variar, el NKVD supuso que hablaría de todos modos. Las acusaciones eran tan graves que el NKVD no tuvo que inventar nada, y esta vez necesitaban saber exactamente quién o qué estaba manejando a Luzhkov. Detenido, Luzhkov confesó la redacción y distribución de panfletos y cartas de carácter «contrarrevolucionario», pero, a pesar de la presión para que delatara a otros, no lo hizo. Había actuado en solitario. Sin cómplices.

En su confesión, Luzhkov reconoció que tenía la intención de agitar a la población de Leningrado para abrir las puertas de la ciudad a los alemanes y que había «exaltado» las virtudes de los «invasores fascistas alemanes», que serían «nuestros libertadores». Sin embargo, no había ningún indicio de que hubiera sido empleado directamente, patrocinado o ayudado por los alemanes.111 Kubatkin declaró cerrado el caso en un informe a Kuznetsov del 12 de diciembre. En una breve nota escrita en el informe, Kuznetsov preguntó cómo había llegado Luzhkov a trabajar en la acería y qué sabía de él la organización del partido. «Informe por vía oral.»112 En una ciudad en estado de sitio y bajo un control tan estricto, parece extraordinario que nadie sospechara de Luzhkov y susurrara su nombre a las autoridades. La historia brinda una fascinante visión de la seguridad de la Rusia soviética y demuestra que distaba mucho de ser puramente arbitraria, basándose en pruebas inconsistentes, incluso en las horas más oscuras del mayor y más terrible asedio de la historia. El NKVD había necesitado veintiún meses de meticuloso trabajo policial, perfiles psicológicos e investigación de casi una quinta parte de la población superviviente de Leningrado, pero por fin habían encontrado a su hombre.

Rotura del segundo cerco

Incluso después de la reapertura de la ruta terrestre al continente, los alemanes seguían estando demasiado cerca para que los soviéticos se sintieran cómodos. En 1943, el mariscal Timoshenko, tan destacado en los primeros meses de la guerra, había rebasado su «fecha de caducidad». No sólo el ejército rojo de antes de la guerra había sido destruido en 1941, y también su sucesor en las despiadadas batallas de 1942, particularmente en el sur, sino que nuevos comandantes como Zhúkov y Rokossovski estaban mostrando mucha más entereza que los viejos bolcheviques. Pese a ello, Timoshenko seguía al mando del Frente del Noroeste. Ahora que los frentes de Leningrado y del Vóljov se habían unido, Timoshenko tendría que trazar un arco más amplio hacia el sur. De acuerdo con la moda imperante de nombres en código con regusto astronómico, después de la desastrosa operación Marte, y las exitosas Urano y Pequeño Saturno, ésta fue llamada Estrella Polar.113

Del mismo modo que Urano y Pequeño Saturno en Stalingrado, Estrella Polar fue concebida como un «cerco doble». Los frentes de Leningrado y el Vóljov atacarían el 8 de febrero, creando un cerco poco profundo de las fuerzas alemanas en la región de Mga-Siniávino, todavía irritantemente cerca de los cordones umbilicales de Leningrado, y también llevarían las reservas del Decimoctavo Ejército hacia el norte. Una semana después, el 15 de febrero, el Frente del Noroeste atacaría desde el este para aislar y destruir al Decimoctavo Ejército alemán. El plan se muestra en la figura 13.8. El problema era que Iskra —la tercera operación en Siniávino—, aunque relativamente pequeña en escala, había resultado muy costosa para los rusos, con casi 34.000 muertos o prisioneros de los 300.000 participantes. El Frente de Leningrado de Góvorov y el del Vóljov de Meretskov estaban demasiado exhaustos y mermados para alcanzar los ambiciosos objetivos de Zhúkov. Sin embargo, el hecho de que la Stavka designara a Zhúkov y a Timoshenko da idea de la gran importancia que se concedía a la operación.

Pero la operación fue un fracaso. El Quincuagésimo Quinto Ejército atacó desde Leningrado el 10 de febrero y, en uno de los episodios más cosmopolitas de la guerra, se encontró con la 250.ª División Azul, formada por voluntarios de la España de Franco, que mantenía su neutralidad en la guerra. La división española, que no disponía de tanques, detuvo a los rusos a lo largo del río Izhora y logró resistir con la ayuda de refuerzos alemanes. Aunque el cerco poco profundo fracasó, desvió lo suficiente a los alemanes para que Zhúkov pudiera lanzar un ataque más amplio el 15 de febrero, pero también éste fracasó. El 27 de febrero, Stalin ordenó detener los ataques. El deterioro de la situación en torno a Kursk requería la atención de la Stavka.114

El segundo cerco

El asedio de Leningrado refleja el curso de la guerra en todo el frente oriental. Aunque el cerco maldito, el primer cerco, se rompió en enero de 1943, los rusos no estuvieron realmente en condiciones de avanzar en un frente amplio hasta que tomaron la iniciativa estratégica en Kursk en julio de 1943, y sólo eso liberaría de Leningrado. La principal ofensiva alemana de 1942 había sido hacia Stalingrado y el Cáucaso, y por lo tanto ése fue el principal teatro de guerra. Mientras los alemanes mantuvieron la iniciativa estratégica, Leningrado fue para ellos una prioridad secundaria, y los rusos tuvieron que tratarla también como una segunda prioridad. Sin embargo, a finales de 1943, la Stavka estaba en condiciones de contemplar la expulsión de los alemanes de todo el territorio soviético, y Leningrado, como territorio ruso, tenía carácter prioritario.

El Grupo de Ejércitos Norte alemán era un poco tozudo. El coronel general Georg Küchler —que había comandado el grupo de ejércitos durante todo el asedio, desde que Leeb fue relevado del mando en enero de 1942— supuso que cualquier ofensiva soviética en 1944 no sería mayor en escala que las anteriores, y Lindemann, todavía al mando Decimoctavo Ejército, confirmó que podría resistir cualquier ataque inminente. Creían que cualquier ataque soviético sería «escalonado» —porque así habían sido los anteriores, una de las razones por las que fracasó la operación Estrella Polar—, y Hitler les ordenó resistir a toda costa. No obstante, como una póliza de seguro, Küchler hizo planes secretos para retirar e instalar nuevas bases de abastecimiento en Estonia para este fin. El 14 de enero de 1944, como muestra el mapa de la figura 13.8, los alemanes todavía estaban —en el punto más cercano— a 10 kilómetros de Leningrado. Desde un punto de vista político, tener tropas terrestres enemigas a 10 kilómetros de la segunda ciudad del país se estaba convirtiendo en algo inaceptable para una nación que, en ese momento, estaba ganando la guerra. Además, el 12 de octubre de 1943, la Stavka aprobó las recomendaciones de los comandantes del frente que aseguraban que el ataque tenía que llevarse a cabo en enero de 1944, sobre todo porque temían que los alemanes evacuaran la zona y escaparan con sus fuerzas principales intactas. Pero el Grupo de Ejércitos Norte de Küchler estaba firmemente atrincherado en posiciones fortificadas y podría presentar una resistencia seria.

Góvorov, que había sufrido la ira de Zhúkov en Moscú, obviamente había obedecido para sobrevivir como comandante del Frente de Leningrado desde junio de 1942. Había comenzado la planificación de su ofensiva, la operación Neva, el 6 de octubre de 1943. Las operaciones rusas se muestran en la figura 13.8. Uno de los movimientos más ambiciosos consistía en desplazar el Segundo Ejército de Choque, que entonces disfrutaba de una nueva vida, hasta la cabeza de puente de Oranienbaum, la bolsa aislada al oeste de Leningrado, que durante mucho tiempo había resistido gracias a los víveres enviados a través del hielo o el agua del golfo de Finlandia. Desde el 5 de noviembre, cada noche salían barcazas del muelle de la fábrica Kanat. Transportaron en secreto a 30.000 soldados, 47 tanques, 400 cañones, 1.400 camiones, 3.000 caballos y 10.000 toneladas de munición a la bolsa, a través del golfo de Finlandia. Cuando el golfo se congeló, se envió a otros 22.000 soldados, 140 tanques y 380 cañones a través del hielo.

Esta vez, los rusos no fracasarían. Cuando comenzó la operación el 14 de enero, entre los frentes de Leningrado y el Vóljov contaban con 21.600 cañones, 1.500 lanzacohetes múltiples Katiusha, 1.475 tanques y cañones autopropulsados y 1.500 aviones. Se trataba de una mayor concentración de potencia de fuego que la que los rusos habían desplegado para la contraofensiva en Stalingrado.115

En la operación ofensiva estratégica Leningrado-Nóvgorod participaron tres frentes: el de Leningrado, el del Vóljov y el Segundo del Báltico, además de la poderosa Flota del Báltico, por supuesto. La fuerza rusa total era de 822.000 efectivos, no muchos más que los 741.000 de Küchler. Pero, con 10.070 cañones, 385 tanques y 370 aviones, los rusos superaban a los alemanes en potencia de fuego por una relación de entre dos y cuatro a uno.

El ataque de la cabeza de puente de Oranienbaum comenzó el 14 de enero, el día 867 del asedio. A las 9.30 de la mañana siguiente, una andanada de artillería de 100 minutos anunció el ataque desde Púlkovo. A diferencia del fuego de cañones y lanzacohetes que disparaban en apoyo desde la cabeza de puente de Oranienbaum, ésta podía oírse fácilmente por el pueblo de Leningrado. «Ésos son los nuestros...»

El 27 de enero, las fuerzas soviéticas habían avanzado a través de Pushkin, también conocido como Tsárskoye Seló (aldea del zar), al sur de la ciudad. Hoy vuelve a ser una colección de palacios de cuento de hadas que refleja el gran pasado imperial y el genio literario ruso. El palacio de Catalina, ahora completamente restaurado, azul iridiscente con columnas blancas y cúpulas doradas en forma de cebolla, parecía casi intacto desde el exterior. Pero era una ilusión. En el interior, estaba completamente destripado. Entre los tesoros de incalculable valor que habían desaparecido se hallaba la exquisita Cámara de Ámbar. La sala contenía paneles de ámbar regalados, paradójicamente, por Federico I de Prusia, que luego los artesanos rusos habían rodeado con un impresionante mosaico de miles de piezas de ámbar translúcido colocadas sobre una lámina de plata para reflejar la luz que las atravesaba. En cuanto conquistaron la zona, los alemanes quitaron todos los paneles de ámbar y los llevaron a Königsberg (Kaliningrado), donde llegaron el 5 de diciembre y fueron montados de nuevo en el palacio real.116 Los rusos entraron en Königsberg entre el 9 y el 11 de abril de 1945, en una batalla feroz durante la operación de Prusia oriental, y el palacio real quedó destruido por el fuego. La Cámara de Ámbar al parecer también se destruyó. Sin embargo, se conservaron fotografías detalladas de la habitación —rusas y alemanas—, y en 1999 una empresa alemana, Ruhrgas AG, invirtió 3,5 millones de dólares para volver a crear la sala tal como había sido, utilizando grandes cantidades de ámbar semiprecioso que se encuentra en la región del Báltico. El 31 de mayo de 2003, se abrió al público la recreación como parte de las celebraciones del 300 aniversario de San Petersburgo. Fue un acto simbólico para cicatrizar heridas del pasado.

En enero de 1944, faltaban casi sesenta años para esa cicatrización. Los últimos proyectiles alemanes cayeron sobre la ciudad el 23 de enero. Luego, se hizo un silencio relativo que dio a entender que los alemanes habían retrocedido de inmediato. A las 20 horas del 27 de enero, el cielo de invierno negro sobre Leningrado se iluminó con cohetes rojos, blancos, azules y oro, y 324 cañones dispararon una salva. Después de 880 días, el asedio más largo y el peor de la historia moderna —posiblemente de toda la historia— llegó a su fin. Pero la gente estaba demasiado agotada para celebrarlo. Vera Inber, escritora que sobrevivió al asedio, anotó en su diario: «No hay palabras para describirlo. Sólo digo: Leningrado es libre.»117 Olga Berggolts visitó Pushkin el 25 de enero y se atrevió a mirar hacia el futuro, previendo lo que es ahora. «Otra vez del polvo negro de este lugar / de la muerte y las cenizas, renacerá el jardín como antes.»118

Aunque la operación Leningrado-Nóvgorod duró hasta el 1 de marzo, el sitio de Leningrado estaba realmente terminado. En dos semanas, los rusos habían expulsado a los alemanes 100 kilómetros al sur y suroeste de Leningrado y 80 kilómetros al oeste de Nóvgorod. En total, las fuerzas soviéticas avanzaron entre 220 y 280 kilómetros, un promedio de 5 a 6 kilómetros por día. Las bajas soviéticas hasta el 1 de marzo fueron cuantiosas: casi 77.000 muertos o prisioneros de los 822.000 que participaron, pero también habían destrozado a los alemanes. Tres divisiones alemanas quedaron aniquiladas y diecisiete severamente maltrechas. Durante la operación, Hitler sustituyó a Küchler por uno de sus comandantes favoritos, el mariscal de campo Model, pero ni siquiera Model logró restablecer la posición, aunque sí logró retirar la mayor parte del Decimoctavo Ejército a Estonia. La siguiente fase se prolongó hasta el 10 de agosto, cuando los rusos centraron su atención en el norte, para expulsar a los finlandeses de la región de Leningrado, hasta la frontera soviético-finlandesa de 1939. El 10 de agosto, toda la región de Leningrado estaba de nuevo en manos soviéticas y, como consecuencia de esta victoria estratégico-militar, se dieron las condiciones políticas para la retirada de Finlandia de la guerra.119

Epítome de la guerra

El bloqueo de Leningrado se recuerda, con razón, como un triunfo estupendo, aunque atroz, de la resistencia y el ingenio del ser humano. Hay buenas razones para tratarlo como una historia independiente. Sin embargo, las operaciones en torno a Leningrado dependieron de las de otros lugares e influyeron en ellas. El movimiento de las fuerzas de Von Manstein (incluidas las armas de asedio gigantes) al norte desde Crimea, tras la caída de Sebastopol a principios de julio de 1942, y luego de nuevo al sur para hacer frente a una inminente catástrofe alemana en Stalingrado, es sólo un ejemplo. Aun después de que se rompiera el cerco interno en enero de 1943, hubo de pasar un año entero antes de que la ciudad fuera totalmente liberada por los éxitos soviéticos en un frente mucho más amplio.

Las batallas en torno a Leningrado también exhibieron muchos aspectos importantes de la guerra, algunos únicos y algunos que también se encontraron en otros lugares. La importancia universal de la logística se subrayó, en el caso de Leningrado, por el esfuerzo y el ingenio invertidos en la creación y mantenimiento de las carreteras de hielo, no sólo a través del lago Ladoga, sino también desde la ciudad y Kronstadt hasta la cabeza de puente de Oranienbaum, y la construcción de «caminos de troncos» a través de las marismas situadas al norte y al este de Tijvin, por parte de los rusos, y desde el mismo lugar hacia el sur por parte de los alemanes. La forma en que se utilizó la experiencia científica para crear nuevos productos alimenticios de pasta de papel pintado, para bombear combustible y llevar electricidad por debajo del lago Ladoga, para urdir el engrosamiento del hielo, es un espejo del ingenio de los aliados occidentales en la planificación del Día D. El énfasis tradicional de Rusia en la artillería y su superioridad en este campo fueron absolutamente cruciales en una situación de asedio. La inteligencia —inteligencia humana, a través de las redes de espionaje y la lucha clandestina llevada a cabo por ambas partes, e inteligencia de señales— fue también fundamental, y causó una preocupación constante en los servicios secretos alemanes y soviéticos. Si bien hubo varios intentos de romper el cerco interno y luego el externo físicamente, ambas partes libraron una campaña de guerra de información ingeniosa y constante y una campaña de guerra psicológica durante todo el bloqueo.

Desde un punto de vista más amplio, la supervivencia y la resistencia de Leningrado reflejan las de toda la nación. Sin el férreo control político y de seguridad ejercido por el NKVD, ni Leningrado ni el resto del país podrían haber sobrevivido. La batalla de Leningrado, como la de Moscú, la de la Unión Soviética, la del Reino Unido, la de Estados Unidos o la de Alemania, no fue sólo militar. Resultó esencial la interacción creativa de todos los ámbitos, desde soldados hasta científicos, de artistas a compositores o policías. La búsqueda extraordinariamente diligente de Rebelde es una historia detectivesca a la altura de los criterios profesionales de cualquier policía. Esa persona era peligrosa para la seguridad física y moral y para la estabilidad política. Tenía que ser capturada. Pero, aun en medio de un asedio terrible y de la guerra más grande y peor de la historia, sólo el trabajo policial adecuado podía atraparlo. ¿Y qué mejor ejemplo podría haber de la interacción de componentes morales, físicos y conceptuales de la potencia de combate de una nación entera que la coordinación de un contrabombardeo de artillería con la emisión al mundo de la primera interpretación en Leningrado de la Séptima Sinfonía que lleva el nombre de la ciudad? La historia de Leningrado es un microcosmos de la historia de la Rusia soviética. Las palabras de Olga Berggolts, la poetisa de Leningrado, están grabadas en la pared de granito del cementerio Piskarevski de San Petersburgo, donde se encuentran enterradas cientos de miles de víctimas del asedio:

Aquí yace el pueblo de Leningrado...

No podemos contar a los nobles

que descansan bajo el granito eterno,

pero de los homenajeados por esta piedra

que nadie se olvide, que nada se olvide.120

Berggolts escribía acerca del millón de personas o más que murieron en el asedio de Leningrado, pero el último verso —nikto ne zabyt, nichto ne zabyto— también proporciona las palabras que aparecen en todos los monumentos a los rusos caídos en la guerra. A los veintisiete millones de víctimas.