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VICTORIA PÍRRICA

La Batalla de Smolensk, 10 de julio a 10 de septiembre de 1941

El 3 de julio de 1941, el duodécimo día de la guerra, Halder escribió en su diario que el objetivo de destrozar al ejército soviético en la ribera oeste del Dvina y el Dniéper se había logrado. Fue una conclusión un poco prematura.

Halder pensaba que, al este de esos ríos, los alemanes sólo encontrarían «unidades militares incompletas». «Probablemente no es exagerado decir que la campaña de Rusia se ha ganado en dos semanas», escribió.1 De hecho, los partisanos que resistían en el bosque y las marismas del Prípiat, así como otros grandes grupos de tropas cercadas, podían retrasar y desviar el avance de los alemanes. Era particularmente difícil para Halder y sus colegas dirigentes alemanes, educados en un mundo donde la gente asumía los resultados de las grandes batallas, aceptar este tipo de guerra. El discurso de Stalin, ese mismo día, demostraba a las claras no sólo que se estaban preparando operaciones organizadas tras las líneas alemanas, sino que éstas serían una parte fundamental del esfuerzo de guerra soviético. Los alemanes dejaban que los mandos del ejército y los cuarteles generales subordinados se ocuparan de los partisanos y los restos de las fuerzas rusas embolsadas. El peligro que representaban las unidades de partisanos que actuaban detrás de las líneas alemanas todavía no se había comprendido, y Halder aún se negaba a considerarlo una amenaza grave.2 Como Halder dijo el 26 de julio para justificarse a sí mismo en términos militares convencionales, el ejército rojo no podía ser derrotado mediante maniobras operativas en grandes batallas «porque simplemente no saben [los soviéticos] cuándo han sido derrotados».3

Las afirmaciones de Hitler y Halder en torno a esas fechas revelan que ambos consideraban que habían roto la resistencia militar soviética. El 4 de julio, Hitler pensaba que la «decisión más difícil de la guerra» sería debilitar el centro para poder enviar grupos de blindados a Leningrado y Ucrania; lo cual indica que no le cabía ninguna duda sobre la victoria final, sino únicamente sobre el orden en el que abordar los distintos objetivos.4 El 8 de julio, cuando la fase de «batallas de fronteras» estaba llegando a su fin, los alemanes calcularon que de 164 formaciones enemigas identificadas, 89 podían contarse como destruidas, entre ellas 20 de las 29 divisiones blindadas con las que se habían encontrado. La euforia no iba a durar.5

La batalla del Grupo de Ejércitos Centro por la bolsa de Białystok terminó el 2 de julio, aunque algunas fuerzas soviéticas resistieron en la zona de Novogrudek-Volkovisk y trataron de huir hacia el este. Finalmente, se rindieron el 5 de julio.6 Los grupos Panzer Segundo y Tercero se trasladaron por el Dniéper hasta el «puente de tierra» —el «espacio seco entre el Dniéper y el Dvina»—,7 que Zhúkov había decidido bloquear. La Stavka había ordenado la defensa del Dvina occidental y el Dniéper el 4 de julio, y el 6 de julio se lanzó otra gran contraofensiva con los cuerpos mecanizados V y VII del Vigésimo Segundo Ejército, que chocaron con los cuerpos Panzer XXXIX y XLVII. Después de cinco días de encarnizados y confusos combates, los soviéticos habían perdido 832 de los 2.000 tanques utilizados. Sin embargo, los alemanes todavía no podían hacer frente a los nuevos T-34 y KV-1, y el ataque de la 1.ª División Motorizada de Fusileros soviética fue detenido sólo por la aparición —afortunada para los alemanes— del único escuadrón de aviones anticarro de la Luftwaffe que existía en ese momento.8

Tras consagrarse a la destrucción de la fuerza aérea soviética en tierra —y en ocasiones en el aire— durante los tres primeros días de la guerra, el 25 de junio la Luftwaffe había iniciado su segunda labor importante: el apoyo directo e indirecto de las fuerzas terrestres. Las fuerzas aéreas rusas continuaron atacando de un modo que el mariscal de campo Albert Kesselring, comandante de la Segunda Luftflotte, describió como «una carnicería de inocentes», si bien estaba claro que los rusos tenían una concepción completamente diferente del «valor de la vida humana».9 Sin embargo, a pesar de los espectaculares índices de éxito —aunque tuvieron peores resultados en el aire que en su ataque sorpresa inicial—, la Luftwaffe no podía sostener operaciones de tanta intensidad y por lo tanto relegó el combate en el aire a un segundo plano y se concentró en el apoyo a las tropas terrestres.10

La batalla de Smolensk (figura 10.1) comenzó oficialmente el 10 de julio, cuando las tropas de Guderian cruzaron el Dniéper. El 11 de julio, los cuerpos mecanizados soviéticos V y VII se replegaron al este del río para evitar quedar aislados. El mismo día, el teniente general Iván Kóniev, del Decimonoveno Ejército, lanzó un contraataque directamente desde los trenes que lo habían llevado al frente, pero dos días después el ejército de Kóniev se había desintegrado. No fue un comienzo prometedor para el general que competiría con Zhúkov en una carrera hacia el Reichstag.

El 12 de julio, la Stavka ordenó a la Dirección Estratégica del Oeste de Timoshenko —creada dos días antes y que, a diferencia de otras direcciones estratégicas, integraba poco más que el Frente del Oeste— que lanzara un contraataque desde el norte de Smolensk y Orsha hacia Vítebsk. El ataque iba a ser respaldado por todos los aviones del frente y también por bombarderos de largo alcance, que quedaban bajo control de la dirección estratégica. Al menos seis ejércitos debían atacar de manera coordinada, aunque, una vez más, el plan soviético resultó excesivamente ambicioso, y muchas de las formaciones estaban muy por debajo de su fuerza asignada; algunas de las divisiones contaban con menos de 3.000 hombres. No obstante, el plan causó una gran impresión a los alemanes, que lo llamaron la «ofensiva de Timoshenko». Según Guderian, comandante del Segundo Grupo Panzer:

Desde el 13 de julio, los rusos han estado lanzando potentes contraofensivas. Una veintena de divisiones enemigas se desplazó desde la dirección de Gomel contra el flanco derecho de mi grupo Panzer, mientras que los rusos rodeados en Maguilov y Orsha intentaron al mismo tiempo romper el cerco, la primera guarnición en dirección sur y sureste, y la última hacia el sur. Todas estas operaciones estaban controladas por el mariscal Timoshenko, con el objetivo evidente de frustrar demasiado tarde nuestro exitoso cruce del Dniéper.11

Guderian y Hoth repelieron los contragolpes soviéticos, pero a un alto precio. El 16 de julio, a la 18.ª División Panzer sólo le quedaban doce tanques operativos. Su comandante señaló que había que reducir el número de víctimas «si no queremos obtener una victoria pírrica».12

El 13 de julio, las fuerzas alemanas habían llegado al importante nudo ferroviario de Orsha, donde la línea principal Minsk-Moscú cruzaba otra línea que iba hacia el sur desde Leningrado, a través de Vítebsk. Fue allí, al día siguiente, donde los soviéticos revelaron una nueva «arma secreta». La producción en serie del lanzacohetes múltiple BM-13, curiosamente, se había autorizado el 21 de junio, el día antes de Barbarroja. La máquina, relativamente burda, con dieciséis cohetes de 132 mm que se disparaban desde dos filas de carriles en la parte trasera de un camión, y con un escudo blindado que protegía la cabina, se convirtió en un símbolo de la guerra de Rusia. Debido al sonido de los cohetes, así como a la disposición de los dieciséis carriles o «tubos», los alemanes lo llamaron el «órgano de Stalin». Los rusos lo llamaron Katiusha. El jefe de batería, el capitán Flórov, recordó «excelentes resultados. Un compacto mar de fuego». Al verse rodeados más tarde, los soviéticos quemaron las nuevas máquinas de guerra para evitar que cayeran en manos enemigas. Katiusha siguió siendo un secreto celosamente guardado, y son muy raras las imágenes de los lanzacohetes antes e incluso durante la batalla de Stalingrado a finales de 1942.13

Las fuerzas de Guderian capturaron la ciudad de Smolensk el 15 de julio, pero quedó un gran hueco entre los dos grupos Panzer al norte y al este de la ciudad. El 20 de julio, la ofensiva de Guderian al sur de Smolensk y de Hoth al norte amenazaba con cercar el grueso de tres ejércitos soviéticos —XVI, XIX y XX— en una bolsa situada al noreste de la ciudad y cuya forma determinaron en parte los pantanos del norte y el noroeste de Smolensk. Zhúkov ordenó ese día a la Dirección Estratégica del Oeste que, utilizando cuatro ejércitos de la reserva estratégica de la Stavka, organizara una contraofensiva con el fin de rescatar a las fuerzas soviéticas que estaban casi rodeadas. Las fuerzas de Timoshenko se dividirían en cuatro «grupos operativos» conocidos por los nombres de sus comandantes. También había un quinto, al mando de Rokossovski, que acababa de ser ascendido a comandante del Decimosexto Ejército después de que su IX Cuerpo desangrara a los alemanes en las batallas del Frente del Suroeste. El ejército de Rokossovski estaba defendiendo el área de Yártsevo, donde la vía férrea Minsk-Smolensk-Moscú cruza el río Vop, que fluye hacia el sur para desembocar en el Dniéper.

Los cinco grupos soviéticos atacarían de manera concéntrica, hacia el cerco de sus propias fuerzas. Los alemanes continuaron hacia el este, y Rokossovski estaba en el fragor de los combates. Resistió a los alemanes entre el 18 y el 23 de julio y contraatacó el día 24, logrando en todo momento mantenerse en contacto con los tres ejércitos soviéticos embolsados. El general Kurochkin, jefe del Vigésimo Ejército, asumió el mando general de las fuerzas embolsadas y logró mantener a raya a los alemanes y la boca de la bolsa abierta hasta el 26 de julio, cuando los alemanes se unieron al este de la ciudad. Sin embargo, los contraataques soviéticos permitieron que el 4 de agosto más de 100.000 soldados se replegaran hacia el este, donde Rokossovski resistía en la línea de Yártsevo.14 La Luftwaffe combatió con furia, contra «un grupo de fuerzas enemigas que atacaron a través del río Vop, una situación que puso en peligro no sólo a las unidades del ejército, sino incluso el puesto de mando del Cuerpo Aéreo [VIII] al este de Dujovschina, así como varios de sus aeropuertos».15 La Daga, antiguo recluso del Gulag, respondía con dureza atacando valiosos objetivos alemanes.

La Luftwaffe había tratado de cerrar la brecha, pero fracasó. No había suficientes aviones disponibles, y los paracaidistas, que podrían haberla cerrado, «ya no estaban para ser lanzados desde el aire después de las enormes pérdidas en Creta [mayo de 1941]». La brecha no consiguió cerrarse del todo hasta el 5 de agosto.16

La aviación táctica estaba demostrando ser una pieza clave en ambos lados. A pesar de las pérdidas terribles, aviones soviéticos de ataque a tierra, que volaban solos o en parejas a muy baja altura, causaron una considerable tensión psicológica. Los cazas alemanes por lo general llegaban demasiado tarde para atraparlos y no podían seguir, porque no estaban bien blindados (a diferencia de los soviéticos Il-2 Shturmoviks) y a baja altura quedaban expuestos al fuego masivo de las armas ligeras de la infantería soviética. Así pues, los alemanes recibieron la orden de reforzar sus propias defensas aéreas de baja altura con ametralladoras adicionales, como habían hecho los rusos desde el principio. Esto ocurrió a lo largo de todo el frente oriental. La Luftwaffe se encargó también de hundir los «monitores» soviéticos: lanchas de poco calado que navegaban en los ríos, especialmente al sur de las marismas del Prípiat. Los combates en el frente oriental subrayaron la necesidad de la Luftwaffe de contar con sus propias fuerzas de apoyo en tierra extremadamente bien preparadas, ya que, para que los aviones de corto alcance se mantuvieran al día con el rápido avance de tropas de tierra, tenían que crear nuevos aeródromos en un tiempo récord, establecer defensas de trescientos sesenta grados —no sólo contra ataques aéreos, sino también contra los partisanos soviéticos y rezagados— e instalar las comunicaciones. No había una «línea del frente».17

El 29 de julio, unidades del Frente del Oeste y la Dirección Estratégica del Oeste se unificaron al mando del mariscal Timoshenko, ahora vicecomisario de Defensa. Yeriómenko se convirtió en lugarteniente de Timoshenko para el Frente del Oeste. El Frente Central dependería directamente de la Stavka.18

El 31 de julio, Guderian tomó represalias contra el más exitoso de los grupos soviéticos, el Grupo Kachalov, al sur de Smolensk, y lo destruyó. Sin embargo, las terribles bajas y la tensión constante de rechazar las firmes contraofensivas soviéticas empezaban a hacer mella en el ejército alemán. Antes del 30 de julio, la encarnizada resistencia soviética había tenido un efecto estratégico significativo. La Directiva N.º 33 de 19 de julio había reiterado la determinación del Führer y del OKH para «aniquilar a las fuerzas enemigas de gran tamaño e impedir su huida en las profundidades del territorio ruso». Sin embargo, esta directiva detuvo el avance hacia Moscú y reforzó los embates hacia Leningrado y Ucrania. Una directiva complementaria de 23 de julio asignó el Tercer Grupo Panzer al Grupo de Ejércitos Norte para el ataque a Leningrado. El 30 de julio, Hitler dictó la Directiva N.º 34, que reflejaba el efecto crítico de la batalla de Smolensk. «La aparición de grandes fuerzas enemigas en el frente, la situación de los suministros y la necesidad de conceder a los grupos Panzer Segundo y Tercero diez días para restaurar sus formaciones han obligado a un aplazamiento temporal del cumplimiento de los objetivos y las misiones establecidas en la Directiva N.º 33.» Por lo tanto, ordenaba: «El Grupo de Ejércitos Centro se pondrá a la defensiva.»19

La colosal campaña soviética en el eje principal en dirección a Moscú había obligado a Hitler a desviar su empuje prioritario a Leningrado en el norte y Ucrania en el sur. Los alemanes no realizaron ninguna ofensiva importante hacia el este en la zona del puente de tierra durante dos meses. Además de la tenacidad de la resistencia y capacidad de recuperación de los soviéticos, los alemanes estaban empezando a sentir la tiranía de la logística, quedándose sin combustible y municiones a medida que sus líneas de suministro se estiraban y las de los soviéticos se acortaban.20 La cabeza de puente del Segundo Grupo Panzer sobre el Desná en Yélnia se hallaba a 720 kilómetros del ferrocarril del punto de entrega más cercano («cabeza de línea»). Algo todavía más crítico, los tres Grupos de Ejércitos alemanes en el frente de 1.800 kilómetros del Báltico al mar Negro habían sufrido 213.301 bajas, prisioneros y desaparecidos en las primeras seis semanas, hasta el 31 de julio, y sólo habían recibido a 47.000 nuevos efectivos.21 Los soviéticos habían sufrido casi diez veces más bajas irrecuperables —2.129.677— el 30 de septiembre, pero, a diferencia de lo que les ocurría a los alemanes, las bajas parecían no contar. «Hemos subestimado al coloso ruso —escribió Halder el 11 de agosto—. [Sus] divisiones no están armadas y equipadas de acuerdo con nuestras normas, y su dirección táctica es a menudo pobre. Pero ahí están [...]» Los soviéticos estaban cerca de sus propias bases, mientras que los alemanes se estaban alejando de las suyas. Y sus tropas se «extendían a lo largo de una línea ininterrumpida, sin ningún tipo de profundidad».22 El efecto «embudo», explicado en el capítulo 7, empezaba a contar.

En ese momento, ni los alemanes ni los soviéticos se dieron cuenta de lo crítica que se revelaría la batalla después. La decisión de los alemanes de pasar a la defensiva podría haber supuesto un bien recibido alivio de la masacre que sufrían las fuerzas soviéticas, pero, obsesionada con la doctrina ofensiva anterior a la guerra, la Stavka ordenó contraataques más masivos. Desde el 30 de agosto al 8 de septiembre, tres frentes lanzaron la contraofensiva de Smolensk. Timoshenko, al mando de la Dirección Estratégica del Oeste y el Frente del Oeste, cortaría las comunicaciones alemanas al oeste de Smolensk y recuperaría la ciudad. Para hacerlo, cooperaría con Zhúkov, que había sido despedido como jefe del Estado Mayor General el 29 de julio, después de discutir con Stalin sobre la necesidad de evacuar Kíev. Zhúkov fue enviado a dirigir el recién creado Frente de Reserva, que ahora barrería la cabeza de puente del Yelnia establecida por el Segundo Grupo Panzer y avanzaría a la par que el Frente del Oeste. El recién creado Frente de Briansk de Yeriómenko atacaría al Grupo Panzer de Guderian de frente y lo destruiría.23 La Stavka esperaba, si no sorprender el ataque de Guderian sobre Kíev en el flanco, al menos obligarlo a desviar su atención.

Los alemanes no estaban seguros de si debían resistir en la cabeza de puente de Yelnia o no. Con el inicio de los ataques aéreos sobre Moscú en la noche del 21 al 22 de julio, la Segunda Luftflotte ya no podía ocuparse de todo al mismo tiempo y Kesselring había desviado el II Cuerpo Aéreo para apoyar al ala sur del Grupo de Ejércitos. Se le criticó por esta acción «prepotente». Sólo cuando se enteró de que podría tener que renunciarse a la cabeza de puente de Yelnia, se comprometió a proporcionar apoyo aéreo desde el 30 de agosto hasta que los alemanes finalmente lo evacuaron el 6 de septiembre.24 La decisión de Kesselring se reveló correcta, ya que sólo podía esperarse un éxito táctico defensivo en la cabeza de puente de Yelnia, mientras que el apoyo continuado del grueso del II Cuerpo Aéreo al Segundo Grupo Panzer y el Segundo Ejército permitió a los alemanes destruir la cuña soviética que separaba el Grupos de Ejércitos Centro del Grupo de Ejércitos Sur y establecer el punto de partida para el movimiento de tenaza de Guderian como una pinza del cerco masivo de fuerzas soviéticas al este del Dniéper (véase más adelante).

Mientras tanto, Zhúkov siguió atacando, ampliando la misión de su frente del 21 al 25 de agosto, cuando se le ordenó atacar Vélizh, Demídov y Smolensk. Los alemanes rodearon al Vigésimo Segundo Ejército en la zona Velíkiye Luki, pero el Trigésimo Ejército acudió en su auxilio y el 29 de agosto atravesó las defensas alemanas cerca de Vélizh. En un movimiento ruso clásico, el Grupo de Caballería del general de división Liev Dovátor, compuesto por dos divisiones (50.ª y 53.ª), galopó a través de la brecha y causó estragos en la retaguardia alemana, reteniendo a tres divisiones de la Wehrmacht durante más de una semana.25 La contraofensiva soviética de Smolensk continuó hasta el 8 de septiembre, cuando los rusos llegaron a los ríos Ustrom y Striana. Los alemanes estaban bien atrincherados y los rusos sufrieron graves pérdidas. Sháposhnikov, que había vuelto a asumir la jefatura del Estado Mayor General, ordenó detener la ofensiva el 10 de septiembre. En una imagen clásica de la Primera Guerra Mundial, señaló con tristeza que «el enemigo se ha retirado a posiciones defensivas preparadas y nuestras unidades se ven obligadas a abrirse camino palmo a palmo a través de ellas».26

Fue en ese momento cuando el NKVD tuvo conocimiento de una práctica generalizada alemana: la utilización de niños y adolescentes como espías, probablemente porque pensaban que sus movimientos llamarían menos la atención. El 4 de septiembre, el NKVD de Smolensk informó de varios casos de adolescentes de entre 13 y 18 años de edad reclutados por los alemanes y a los que pagaron entre 2.000 y 5.000 rublos por cruzar la permeable «línea del frente» para dar detalles referidos a unidades del ejército rojo y a aeródromos. Los movimientos de niños y adolescentes, por tanto, debían ser «cuidadosamente revisados».27

El 7 de septiembre, Zhúkov, comandante del Frente de Reserva, firmó una orden desde su cuartel general en Novo-Alexandrovsk dirigida a todos sus oficiales y soldados. La orden contenía una palabra rara vez vista en los despachos de Rusia hasta el momento:

Después de implacables y amargas batallas, valientes unidades de nuestro Vigésimo Cuarto Ejército han logrado una gran victoria. En la región de Yelnia se ha asestado un golpe demoledor a las fuerzas alemanas. El enemigo ha sido derrotado [...]28

La aparición de la palabra «victoria» era muy significativa. Zhúkov afirmaba haber derrotado a ocho divisiones alemanas, incluida una de las SS, y haber infligido entre 75.000 y 80.000 bajas al enemigo, entre muertos y heridos.29 Pero el coste fue terrible para los rusos también. Desde el 30 de agosto hasta el 8 de septiembre, sólo el Frente de Reserva sufrió 10.701 bajas irrecuperables de 103.200 combatientes.30

Smolensk fue por tanto una batalla estratégica fundamental, ya que obligó a los alemanes a cambiar su objetivo de Moscú a Leningrado y Ucrania. En sí mismo, fue el primer enfrentamiento de la guerra que mereció para los rusos el título de gran «batalla» —una batalla de nivel operativo, o srazheniye— que, en la medida en que puede serlo, fue independiente. Durante los sesenta y tres días de la operación, aunque hubo pausas cortas, siempre un lado u otro luchó por tomar la iniciativa. Fue, con mucho, la mayor concentración de fuerzas a ambos lados en ese momento en la guerra. La batalla de Smolensk se extendió en un frente de 600 a 650 kilómetros, y las fuerzas soviéticas retrocedieron entre 200 y 250 kilómetros. En el lado soviético, además de los cuarteles generales de los frentes Central, de Reserva y de Briansk (desde el 14 de agosto), se emplearon 9 cuarteles generales de ejército, 59 divisiones y dos brigadas.31

Las bajas totales en ambos beligerantes fueron asombrosas. Desde el 10 de julio hasta el 10 de septiembre, de acuerdo con las estimaciones de Rusia, el Frente del Oeste soviético sufrió 309.959 bajas irrecuperables de los 579.400 efectivos que participaron en la batalla. Además, hubo 159.625 enfermos y heridos, lo cual arroja un total superior al 80 %.32 Al principio los alemanes, y luego los rusos, se enfrentaron al problema endémico del frente oriental, los «flancos abiertos». Hasta el momento, las marismas del Prípiat habían obligado a la ofensiva alemana a utilizar dos carriles. Ahora, podían unirse. Los contraataques soviéticos tuvieron una escala aún mayor que antes, y fue la primera vez que las tropas soviéticas penetraron en las defensas alemanas y reconquistaron áreas importantes del territorio. Fue también la primera vez que se lanzaron divisiones de caballería en las brechas abiertas en las líneas alemanas, y éstas lograron llevar a cabo importantes incursiones en la retaguardia del enemigo.

Adaptarse a las circunstancias

Ambos sistemas militares se estaban ajustando. Los alemanes cambiaron su plan estratégico en respuesta a la resuelta resistencia soviética. Los soviéticos ajustaron su organización en respuesta a la brutal realidad. Era evidente que oficiales soviéticos inexpertos no podían controlar formaciones masivas y que, en el nivel inferior, había también muchos escalafones de mando. El 15 de julio, cinco días después del inicio de la batalla de Smolensk, la Directiva N.º 1 de la Stavka ordenó la supresión del nivel de cuerpo de fusileros. Los ejércitos de campo controlarían directamente las divisiones. El altísimo número de víctimas provocó que los ejércitos se hicieran más pequeños. Cada uno de ellos controlaría cinco o seis divisiones —el límite del «ámbito de control» del cerebro humano—, más una o dos divisiones de caballería y varios regimientos de artillería. Las divisiones también se redujeron mucho. La dotación autorizada se redujo de 14.400 a menos de 11.000, pero en realidad, había muchas de sólo 3.000 hombres. El número de piezas de artillería y camiones, sobre el papel (no en la realidad), se redujo en un 24 % y un 64 % respectivamente como resultado. Muchas divisiones claramente no eran divisiones en absoluto y fueron rebautizadas como brigadas. Más tarde, y durante el año siguiente, 1942, la Stavka formó 170 brigadas de fusileros de 4.400 hombres cada una (oficialmente), en lugar de divisiones de fusileros. Se abolieron los grandes cuerpos mecanizados, originalmente destinados a poseer más de 1.000 tanques cada uno, que habían entrado en acción probablemente por una aplicación prematura de un plan de ataque preventivo incompleto. La Directiva N.º 1 dispersó las divisiones de fusileros de los cuerpos de ejército en ejércitos de fusileros, y las divisiones de tanques se independizaron, con una fortaleza reducida a tan sólo 217 tanques cada una (también sobre el papel). Las pérdidas de blindados habían sido tan altas que, una vez más, algunas brigadas se formaron con tan sólo 50 tanques.

Y, paradójicamente en lo que a veces se percibe de manera errónea como una guerra mecanizada, se ampliaron las unidades de caballería. En ocasiones, la caballería podía lanzarse en una brecha y profundizar ésta a lo largo y ancho tras las líneas alemanas. Las unidades de caballería comenzaron a cosechar grandes éxitos después de que empezaran los hielos, durante la batalla de Moscú (véase capítulo 12). Se crearon unas 30 nuevas «divisiones» de caballería ligera de 3.447 jinetes (oficialmente).33 En el invierno de 1941-1942, cuando el frío y la nieve profunda a menudo inmovilizaban formaciones de blindados, la caballería todavía podía funcionar.

Aunque la Unión Soviética poseía aviación «estratégica» de largo alcance, ésta había sido relativamente ineficaz en las fases iniciales de Barbarroja y había prioridades más apremiantes que llevar la guerra a la patria alemana. Se abolió el Mando Estratégico de Aviación de Larga Autonomía. Al igual que las fuerzas de tierra, la aviación táctica, subordinada a los frentes, se dividió en unidades más pequeñas: de regimientos de 60 aparatos se pasó a regimientos de 30.

Estas reformas fueron en parte una reacción a lo que había sucedido con el ejército rojo y las fuerzas aéreas en el campo de batalla, pero también eran una respuesta muy racional y realista a lo que comandantes soviéticos sin experiencia podían controlar. Después de adquirir experiencia con brigadas y divisiones muy ligeras, los supervivientes —y no fueron muchos— podrían pasar a algo más grande cuando la industria, que se había desplazado al este, comenzara a producir más y mejores tanques, cañones y aviones, y las nuevas levas aportaran más soldados. Fue una reacción instintiva que debía tanto a la suerte y el instinto como al criterio. Pero también hubo criterio.

Como hemos visto en el capítulo 8, el ejército alemán avanzó a través de los países bálticos con relativa rapidez, en parte debido a la revuelta espontánea de pueblos que la Unión Soviética había ocupado hacía sólo un año. A pesar del número de tropas implicadas, éstas todavía no saturaban la zona y era posible esconderse en los bosques extensos. Märja Talvi tenía seis años cuando llegaron los alemanes y vivía con su familia en una próspera propiedad agraria al sur de Tallin. Recordó la retirada de las tropas del ejército rojo hacia el norte por la carretera principal, a unos 500 metros de su granja, y los aviones alemanes que los ametrallaban.

Estábamos corriendo. Yo llevaba una falda de color rojo oscuro. Corríamos, y las bombas caían detrás de nosotros. Nos metimos en el bosque. Nos quedamos allí tres días. Enterramos los objetos valiosos. Entonces mi padre y su tío se subieron a los árboles para ver si el camino estaba despejado. Después de tres días volvimos a la granja. Los alemanes habían estado allí. Era obvio. Bueno, probablemente fueron los alemanes, pero no estoy del todo segura.34

El 10 de julio de 1941 alrededor de 42 hombres de un grupo comando de Estonia llamado Erna, formado en Helsinki, se lanzaron en paracaídas sobre Estonia, esta vez de acuerdo con los alemanes. Otros 17 se lanzaron el 28 de julio. En un principio, señalaban información de inteligencia a los alemanes y comenzaron el enlace con los Hermanos del Bosque que ya operaban en la zona. Sin embargo, el 4 de agosto recibieron la orden de salir de la retaguardia todavía en manos de los soviéticos, cruzar la línea del frente y unirse a los alemanes. Otros grupos de estonios también operaron durante agosto, pero, después de la toma de Tallin el 28 de ese mes, la mayoría se dispersaron. El Erna se disolvió el 10 de octubre. Se ha calculado que hubo unos 12.000 guerrilleros activos en Estonia en el verano de 1941. Si bien puede parecer insignificante en comparación con las cifras del frente oriental, actuaban tras las líneas soviéticas y facilitaban información crucial a los alemanes. Casi el 1,1 % de la población de Estonia formó parte de la guerrilla, lo cual es una cifra bastante estándar para los movimientos guerrilleros: algo más que el 0,5-1 % de la población de Vietnam del Sur que pertenecía al Vietcong, y un poco menos del 2 % de afganos que resistieron activamente a la Unión Soviética en Afganistán.35

Cuando el país fue ocupado por la Wehrmacht, la acción de guerrillas contra las fuerzas soviéticas no cesó de inmediato. Al igual que en las áreas de los grupos de ejércitos Centro y Sur, unidades del ejército rojo quedaron rezagadas y la guerrilla estonia se hallaba en una posición ideal para ocuparse de ellas. Después de la caída de Tallin, grupos de tropas soviéticas, cada uno con varios centenares de efectivos, trataron de cruzar el río Narva y volver a Rusia. La «guardia nacional» estonia se enfrentó a esas tropas y persiguió a los partisanos. A finales de 1941, según los informes, habían capturado a 20.989 soldados del ejército rojo y a 5.646 partisanos y agentes de inteligencia soviéticos.36

Las principales fuerzas alemanas siguieron avanzando con rapidez a través de los países bálticos, pero como al mismo tiempo se desplazaban al norte-noreste en la propia Rusia, la resistencia se endureció. El 13 de julio, el XLI Cuerpo Motorizado llegó al río Luga, a unos 96 kilómetros al sur de Leningrado, y el mismo día la 8.ª División Panzer del Grupo de Ejércitos Norte de Leeb había llegado a Soltsi, a unos 40 kilómetros al este del lago Ilmen. Allí se produjo una contraofensiva soviética organizada por el teniente general Nikolái Vatutin, jefe del Estado Mayor del Frente del Noroeste. Los rusos aislaron a la 8.ª División Panzer de sus vecinos, la 3.ª División Motorizada y la Totenkopf de las SS, y la inmovilizaron durante cuatro días. Considerables fuerzas alemanas tuvieron que ser desviadas para rescatarla. El contragolpe de Vatutin podría haber contenido el avance alemán durante tres semanas.37 En última instancia, el contragolpe fracasó en su objetivo de destruir la 8.ª Panzer, y Voroshílov, al mando de la Dirección Estratégica del Noroeste, que abarcaba los frentes del Noroeste y del Norte y las flotas del Norte y del Báltico, reforzó posiciones soviéticas a lo largo del Luga.

La Directiva N.º 33 de Hitler del 19 de julio había desplazado el énfasis principal del ataque alemán a Leningrado, y el suplemento publicado el 23 de julio hacía hincapié en que la ciudad debía ser tomada antes que Moscú (véase figura 10.2). Leeb recibió el 8 de agosto la orden de cercar la ciudad y enlazar con los finlandeses al otro lado del golfo de Finlandia. Eso era lo que esperaba la Stavka, que ordenó un nuevo contragolpe para destruir las fuerzas alemanas en las regiones de Soltsi, Staraya Russa y Dno (véase figura 10.2). Comenzó el 12 de agosto, pero fracasó. Cuando los alemanes trataron de responder con su propio ataque renovado el 25 de agosto, los retrasó una intensa lluvia, pero aun así a finales de mes habían capturado Demiansk.38 El 24 de agosto, los alemanes habían cortado la línea de tren de Moscú a Leningrado, una vía similar en longitud e importancia a las líneas principales de Londres a Edimburgo o Glasgow.39

El ataque del Grupo de Ejércitos Norte contó con el apoyo de la Primera Luftflotte, que el 27 de junio había despedazado un contraataque soviético de 200 tanques, cerca de  iauliai en Lituania. Después de que el Grupo de Ejércitos Norte atravesara las viejas fortificaciones de la frontera soviética en la línea del sur de Narva, al sur a través del lago Peipus (Chud) a Daugavpils, y sobre la línea Pochka-Ostrov-Pskov-Tartu, unidades del I Cuerpo Aéreo se trasladaron hasta Daugavpils y Riga. Los rusos atacaron la cabeza de puente alemana en el río Velíkaya, en Ostrov, el 6 de julio, donde perdieron 65 de los 75 bombarderos. Desde entonces y hasta mediados de agosto, los rusos se abstuvieron de realizar ataques aéreos importantes. La carretera de Pskov, hacia el norte a lo largo de la costa oriental del lago Peipus hasta Gdo, estaba controlada por rezagados soviéticos y por unidades soviéticas todavía escondidas en los bosques oscuros y extensos. Por lo tanto, los aviones de transporte eran en gran medida responsables de llevar suministros a los alemanes que avanzaban hacia Leningrado. El aeródromo soviético en Bologoye, 320 kilómetros al este de Pskov y 300 kilómetros al sureste de Leningrado, era un objetivo especialmente importante.

La Segunda Luftflotte, reforzada por la adición del VIII Cuerpo Aéreo, apoyó la penetración de las fortificaciones soviéticas en Luga y el avance del Decimoctavo Ejército alemán hacia Nóvgorod. Hitler dio instrucciones muy precisas sobre el uso de fuerzas aéreas, con las que el mariscal del Reich Göring, jefe de la Luftwaffe, obviamente, estuvo de acuerdo. Tenía que estarlo. El 15 de agosto, el I Cuerpo de Ejército alemán tomó Nóvgorod con el apoyo del VIII Cuerpo Aéreo. Los alemanes tomaron Tallin el 28 de agosto, en combinación con el I Cuerpo Aéreo bajo el Comando Aéreo del Báltico. Hasta el 23 de agosto, la Primera Luftflotte informó de la destrucción de 2.541 aviones soviéticos y la «probable» destrucción de otros 433. Además, los aviones dirigidos por el Comando Aéreo del Báltico, que estaba a cargo de las operaciones aéreas marítimas, habían realizado 1.775 salidas el 31 de agosto y destruido 58 aviones soviéticos con una pérdida de 20 aparatos propios; una relación mucho menos favorable a la que la Luftwaffe estaba acostumbrada en el frente oriental.40

La Flota Bandera Roja del Báltico quedó rodeada en Tallin, del lado continental, y la orden de evacuación no se dio hasta el 28 de agosto, el día que cayó la ciudad. Alrededor de 67 buques intentaron escapar. Unos 33 llegaron a Kronstadt o Leningrado. Los otros 34 acabaron hundidos por ataques aéreos, torpedos o fuego de artillería, o por topar con minas. Ahora bien, a pesar de que la Primera Luftflotte había hundido o dañado numerosos buques de guerra soviéticos y buques mercantes, no había sido capaz de impedir la retirada de la mitad de la flota soviética del Báltico a Leningrado y la isla fortaleza que hacía de escudo, Kronstadt. La Primera Luftflotte también desempeñó un papel importante en la batalla defensiva alemana al sur de Stáraya Russa, 250 kilómetros al sur de Leningrado y 200 al este de Pskov, que se prolongó hasta el 24 de agosto.41

Ante el colapso de sus fuerzas a las puertas de Leningrado, el 23 de agosto la Stavka dividió el Frente Norte en dos: el de Leningrado y el de Karelia. El 27 de agosto, terminó la efímera existencia de la Dirección Estratégica del Noroeste de Voroshílov y éste se hizo cargo directamente de los frentes de Leningrado, Karelia y el Noroeste.

La capital zarista de San Petersburgo, renombrada Petrogrado en 1914 en un gesto antialemán, y Leningrado a la muerte de ese gran hombre en 1924, ha tenido siempre un carácter único, al que los «900 días» del gran sitio que estaba a punto de comenzar añadieron una seriedad terrible. Durante el asedio de 900 días, desde septiembre de 1941 hasta enero de 1944, las tropas atacantes alemanas todavía solían referirse a la ciudad como «San Petersburgo». Con el nombre de Petrogrado, la impresionantemente hermosa «Venecia del Norte», había sido cuna de la Revolución rusa de 1917, y ésa era una de las razones por las que Hitler odiaba tanto la ciudad.

El primer disparo de artillería de largo alcance cayó sobre Leningrado, el 1 de septiembre. El 8 de septiembre, los alemanes habían capturado Shlisselburg en la orilla sur del lago Ladoga —más un mar interior que un lago—, al este de la ciudad. Leningrado quedó cortado por los alemanes al sur y amenazado por los finlandeses desde el norte. Una señal de Alemania ese día confirmó que no había comunicación terrestre con el interior del país.42 El épico bloqueo había comenzado. Aunque el frente en torno a la ciudad no se estabilizó hasta el final de septiembre, cuando terminó la «Operación Defensiva Estratégica de Leningrado», la gran historia de la ciudad a partir de este momento se narra en el capítulo 13.43

El 5 de septiembre, Halder escribió que en lo que a Leningrado se refiere, «nuestro objetivo ha sido alcanzado. Se convertirá en un teatro de operaciones secundario».44 No tenía sentido gastar hombres y material en un costoso asalto en una zona urbana, así que los alemanes decidieron rendir Leningrado por hambre. Si hubieran avanzado con más rapidez a finales de julio, cuando las defensas de la ciudad estaban desorganizadas, podrían haberla conquistado. Pero el avance se fue desacelerando progresivamente. A mediados de julio, el XLI Cuerpo Panzer del Cuarto Grupo Panzer ya estaba a 120 kilómetros de Leningrado, pero sólo le quedaban la mitad de sus municiones. Cuando el general Hoepner, comandante del grupo, propuso atacar la ciudad con sólo esa fuerza, el Grupo de Ejércitos Norte dijo que no podía garantizar su abastecimiento. Una vez más, cuando las líneas alemanas de suministro se alargaban, la resistencia soviética podía concentrarse mejor. El Frente de Leningrado contaba con 452.000 hombres el 11 de septiembre, unos dos tercios de ellos desplegados al sur de la ciudad contra un número comparable de los alemanes. El 9 de septiembre, un día después de que la ciudad quedara aislada, Zhúkov fue enviado a ponerse al mando del Frente de Leningrado. Para los alemanes, habría otro cambio en las prioridades. Al día siguiente, 6 de septiembre, Hitler promulgó la Directiva N.º 35, las órdenes para la operación Tifón, el asalto a Moscú. Después de haber cambiado la prioridad a Leningrado el 30 de julio, ahora cambió de nuevo a Moscú (véase figura 10.3). Por formidable que hubiera sido la velocidad de avance de los alemanes hasta el momento, no era la manera de ganar una guerra.

En julio, Hitler había decidido hacerse con la riqueza industrial y agrícola de Ucrania, pero allí los alemanes se habían enfrentado a la oposición más tenaz. El 9 de julio, el Primer Grupo Panzer de Von Kleist se hallaba a entre 100 y 200 kilómetros al oeste del Dniéper. Allí, como se recordará, el Grupo de Ejércitos Sur de Von Runstedt se dividió en dos grupos separados, uno enfrentado al Frente del Suroeste de Kirponós, el otro, incluidas las fuerzas rumanas, al Frente Sur de Tiuléniev. La Stavka evaluó que el principal objetivo de los alemanes, con la agrupación del norte, era Kíev, y el 7 de julio ordenó a Kirponós (quien lo había estado haciendo bastante bien, considerando todas las circunstancias) que lanzara contraofensivas en los flancos de la Primera Panzer, que iba en cabeza, abriéndose paso entre el Quinto Ejército de Potapov y el Sexto Ejército de Muzychenko. Las contraofensivas fracasaron y Von Runstedt volvió entonces la totalidad de su agrupamiento norte contra el Quinto Ejército. Kirponós se dio cuenta demasiado tarde de que Von Runstedt estaba tratando de cortar la retirada de las fuerzas soviéticas al Dniéper antes de dirigirse a Kíev.45

La Directiva N.º 33 del Führer de 19 de julio prescribía de forma detallada cómo había que rodear al Sexto Ejército de Muzychenko y al Duodécimo de Ponedelin. El Undécimo Ejército alemán, que formaba parte del agrupamiento sur, convergió con el Decimoséptimo Ejército de Stulpnagel y el Primer Grupo Panzer de Von Kleist, que formaban parte del agrupamiento norte, para atrapar a los dos ejércitos soviéticos en la bolsa de Uman el 2 de agosto. Se ordenó al V Cuerpo Aéreo de la Luftwaffe que proporcionara apoyo a los dos ejércitos de tierra. Con el fin de evitar la huida de las fuerzas soviéticas, se atacaron ferrocarriles y carreteras hasta el Dniéper, aunque el mal tiempo y la lluvia continuada supusieron que fuera «imposible evitar la fuga de algunas de las fuerzas enemigas hacia el este».46 Los alemanes lograron establecer superioridad aérea local, a pesar de los graves problemas de abastecimiento, y los bombarderos en picado Stuka (que sólo podían operar en esas circunstancias, pero eran terroríficos cuando podían hacerlo) fueron especialmente importantes para reducir la resistencia de la bolsa de Uman. La participación del V Cuerpo Aéreo en el eje principal del ataque significó que no pudiera apoyar al Sexto Ejército en su batalla contra el Quinto Ejército soviético, lo cual redujo seriamente la confianza del ejército en la Luftwaffe. El resto de las tropas soviéticas en la bolsa de Uman hicieron un último intento de escapar el 7 de agosto, pero se vieron obligadas a rendirse el 10 de agosto. Los alemanes capturaron a 107.000 prisioneros, entre ellos los generales Ponedelin y Muzychenko, cuatro comandantes de cuerpo, once jefes de división, 286 tanques y 953 cañones.47 Stalin dictó la Orden N.º 270 de la Stavka sentenciando a algunos de los generales capturados a muerte in absentia. Muzychenko evitó ese destino, pero Ponedelin fue ejecutado después de su liberación del cautiverio alemán al final de la guerra.48

Mientras tanto, Zhúkov no había reparado en que Hitler había cambiado el esfuerzo bélico antes centrado en Moscú hacia el norte y el sur. Creía que los alemanes, si bien habían salido maltrechos de la batalla de Smolensk, reanudarían su ofensiva contra Moscú, pero sólo después de ocuparse de la amenaza en su flanco desde el suroeste. El 29 de julio recomendó a Stalin evacuar Kíev y retirarse al otro lado del Dniéper. Stalin estaba furioso y al día siguiente decidió sustituir a Zhúkov como jefe del Estado Mayor General por Sháposhnikov, que había sido un meticuloso coronel zarista. Hitler estaba menos interesado en Kíev en sí que en Moscú, sólo le interesaban los recursos de la región. En cambio, para Stalin, abandonar la gran capital de Ucrania sería una humillación a ojos de su propio pueblo y, tal vez igualmente importante, a ojos de sus nuevos aliados británicos y estadounidenses.49

El 18 de agosto, Halder de nuevo intentó convencer a Hitler de que el avance sobre Moscú debía continuar, pero su consejo fue rechazado. Al día siguiente, la Stavka ordenó a la Dirección Estratégica del Suroeste que defendiera la línea del Dniéper y resistiera en Kíev a toda costa. Kirponós, por lo tanto, comenzó a replegar las fuerzas detrás del Dniéper. El 18 de agosto, zapadores soviéticos volaron la gran represa y central hidroeléctrica en Dniepropetrovsk, inundando la zona río abajo y complicando la retirada del Frente del Sur de Tiuléniev. Aun así, a finales de agosto, los soviéticos tenían defensas continuadas a lo largo del Dniéper desde Kíev al sur hasta el mar Negro: 700 kilómetros.

Sin embargo, los alemanes habían cambiado de plan. Hitler consideraba la batalla de Uman como un cumplimiento parcial del anterior objetivo de embolsar las fuerzas soviéticas al oeste del Dniéper, pero los alemanes no habían logrado atrapar a la mayoría de ellas, como habían previsto.50 Por lo tanto, se necesitaba un cerco más amplio. El lugar para hacerlo era al este del Dniéper, apretando la tenaza en los ríos Dniéper y Desná. Ahí es donde se llevaría a cabo la gran batalla de cerco y aniquilamiento, según lo determinado por Hitler en su «estudio» del 22 de agosto.51

El Segundo Grupo Panzer de Guderian se apoderó de un puente sobre el Desná el 25 de agosto y cruzó el 3 de septiembre, y ahora estaba describiendo una enorme circunferencia para envolver el Frente del Suroeste. Sháposhnikov y Vasilevski trataron de convencer a Stalin de la necesidad de retirarse y salvar el Frente del Suroeste, pero fue en vano. El 13 de septiembre, el general de división Tupíkov, jefe del Estado Mayor del Frente, se comunicó por radio con el jefe del Estado Mayor General, Sháposhnikov: «La catástrofe que está clara se producirá en cuestión de días.»52

Así fue. El 16 de septiembre, el Primer Grupo Panzer de Von Kleist, apoyado por el II Cuerpo Aéreo y el Segundo Grupo Panzer de Guderian, con el apoyo del V Cuerpo Aéreo, confluyeron cerca de Lojvitsa, atrapando a la mayor parte de un frente soviético —un grupo de ejércitos— en la gigantesca bolsa de Kíev. Los combates en la capital ucraniana terminaron el 19 de septiembre. Las fuerzas soviéticas que habían escapado de la bolsa se alinearon en el cuadrilátero Gadiaj-Ajtyrka-Poltava-Mirgórod, unos 200 kilómetros al este del gigantesco embalse de Kremenchug, y a unos dos tercios del camino entre Kíev y Járkov, y recibieron refuerzos desde el este (véase figura 10.4). La Luftwaffe montó ataques constantes contra esta zona para tratar de evitar que los comandantes soviéticos organizaran las fuerzas para romper el cerco. No obstante, el 16 y 17 de septiembre, el V Cuerpo Aéreo alemán tuvo que restringir sus operaciones debido a las dificultades de suministro causadas por un avance muy rápido en una gran extensión de territorio.53

El 10 de septiembre, Timoshenko relevó en el mando de la Dirección Estratégica del Suroeste a Budionni, quien fue asignado al comando del Frente de Reserva (en la práctica una degradación) en sustitución de Zhúkov, quien también había sido degradado después de discutir con Stalin el 29 de junio, y que fue enviado a Leningrado al día siguiente.54 Dos días más tarde, con su desprecio típico por la cadena de mando, Stalin y Sháposhnikov firmaron una directiva de la Stavka a todos los comandantes de frentes, ejércitos y divisiones, y a Timoshenko, al mando de la Dirección Estratégica del Suroeste, ordenando la formación de «destacamentos de bloqueo» en todas las divisiones. Cada división tendría un destacamento de esas características, formado por no más de un batallón (y por lo general una compañía) de «combatientes de confianza». Tenían que formarse dentro del plazo habitual de cinco días y ponerse bajo el control directo del comandante de división. Además de su equipo normal, un destacamento de bloqueo dispondría de algunos camiones y tanques o vehículos blindados. Su función consistía en evitar «el pánico y la deserción». Parece sumamente autodestructivo que, en cada división, algunos de los mejores combatientes, con más y mejor equipo de lo habitual, tuvieran que destinarse a disparar a los rusos en lugar de a los alemanes. Sin embargo, la medida se vio como la forma de «reforzar el orden y la disciplina de las divisiones».55

La retirada sólo se permitía con orden expresa de la dirección estratégica o la Stavka. Timoshenko y su comisario Nikita Jruschov finalmente dieron permiso para retirarse, pero sólo verbalmente. Teniendo en cuenta la actitud imperante sobre repliegues no autorizados, Kirponós, tal vez de manera comprensible, esperó hasta que llegaron instrucciones escritas de Sháposhnikov en la noche del 17 al 18 de septiembre. Incluso entonces, sólo tenía que retirarse de Kíev pero no más allá del río Psiol, que se curva al sur de Kursk y desciende hacia el sur, hasta el Dniéper. Sin embargo, el Primer Grupo Panzer ya estaba en esa zona. Las órdenes de Sháposhnikov a Kirponós del 21 de septiembre mostraban claramente el estado de catástrofe total de un frente desaparecido. En lo que podría ser una sátira siniestra en un mundo de paranoia estalinista, el puntilloso Sháposhnikov «exigió» saber si las formaciones y unidades de Kirponós habían abandonado Kíev. Si lo habían hecho, ¿habían volado los puentes? En ese caso, ¿quién podía confirmar que los habían volado?56 No hubo respuesta. El cuartel general del Frente del Suroeste de Kirponós ya no estaba allí.

Había llegado a una granja, Driujovschina, el 20 de septiembre. Se hallaba a 15 kilómetros al suroeste de Lojvitsa, que a su vez se encuentra 200 kilómetros al este de Kíev. El cuartel general del frente se retiró luego al cercano bosque de Shumeikovo, donde fue atacado por la 3.ª División Panzer. Kirponós, su jefe del Estado Mayor Tupíkov y casi 2.000 altos oficiales cayeron luchando. Todos ellos.

Desde el 18 de septiembre, aviones de la Luftwaffe que operaban en Biélaya Tserkov apoyaron el ataque del Sexto Ejército en la ciudad de Kíev. Hitler les había ordenado «reducir la ciudad a escombros y cenizas» y hacer la mitad del trabajo del ejército. Esto permitió tomar la ciudad al día siguiente, 19 de septiembre. En los diez días transcurridos entre el 12 y el 21 de septiembre, el V Cuerpo Aéreo hizo 1.422 salidas, arrojó 567 toneladas de bombas y, además de destruir 65 aviones soviéticos en el aire y 42 en tierra, destruyó 52 trenes, 28 locomotoras, 23 tanques, otros 2.171 vehículos de motor y un puente, y cortó 18 líneas de ferrocarril, todo ello con sólo 9 pilotos muertos y 17 aparatos perdidos.57 La potencia aérea era fundamental, pero con aparatos de corta autonomía dependía de la potencia en tierra para poder volar.

Justo cuando pensaban que habían tomado Kíev, el 19 de septiembre, los alemanes recibieron un chivatazo anónimo que informaba de que las fuerzas soviéticas en retirada habían dejado tras de sí cargas explosivas en los edificios clave que podrían ser detonadas a distancia. Ésos eran precisamente los edificios más adecuados para el cuartel general y el alojamiento de soldados. Los alemanes registraron todo, pero, aun así, cinco días después, el 24 de septiembre, estalló un depósito de municiones cerca de la oficina principal de correos y ocasionó un gran incendio. Como era de esperar, los alemanes tomaron represalias tras culpar a «partisanos y judíos» y comenzaron a trasladar los cuarteles clave fuera de la ciudad. En el incendio murieron varios oficiales alemanes, entre ellos el coronel barón Von Seidlitz und Gohlau, jefe del Estado Mayor General del Ejército. No era la clase de persona a la que uno podía incinerar a la ligera y salirse con la suya.

Como resultado, el mariscal de campo Von Reichenau, comandante del Sexto Ejército, dio órdenes el 10 de octubre, que reproducían órdenes directas de Hitler del 7 de octubre. Las grandes ciudades fortificadas debían ser esquivadas y cercadas, y no había que tomarlas hasta que fueran completamente reducidas —«aniquiladas»— por los bombardeos y el fuego de artillería. La Wehrmacht hizo caso omiso de esas órdenes allí donde necesitaba las ciudades como centros de transporte y mando y, como revelaría la llegada del invierno, como refugio. El incendio de Kíev fue utilizado como excusa para rodear y matar a todos los «partisanos y judíos», muchos de los cuales fueron asesinados de manera incontrolada. Estos homicidios se justificaron citando atrocidades cometidas contra prisioneros de guerra alemanes y ataques contra hospitales y puestos de centinelas. Sin embargo, como deja claro la nueva historia casi oficial alemana, «el acorralamiento y posterior ejecución de la población judía de Kíev no puede justificarse con ninguna referencia a una amenaza militar».58

La mayoría de los combates en la bolsa del este de Kíev terminaron el 25 de septiembre. El final de la «batalla de Kíev», como más tarde la llamarían los alemanes, aumentó las esperanzas de tomar la península de Crimea y cruzar el Cáucaso a principios del invierno, pese a que quedaban menos de dos meses. Las enormes bajas infligidas al ejército rojo aumentaron las expectativas de que la operación Tifón —la ofensiva sobre Moscú— también tuviera éxito cuando las noches se hacían más largas.59

Unos 15.000 soldados soviéticos escaparon del cerco. En total, el Frente del Suroeste y los ejércitos de los frentes del Centro y del Sur que luchaban con ellos perdieron a 700.544 hombres —bajas irrecuperables que incluían muertos, prisioneros y desaparecidos, además de enfermos y heridos— de un total de unos 760.000. El Frente del Suroeste en sí perdió a 585.598 de 627.000. Fue una escala de destrucción sin precedentes.60 Y al eliminar de la ecuación cuatro ejércitos y a más de 700.000 hombres, los alemanes habían acabado con una amenaza importante para el flanco derecho del Grupo de Ejércitos Centro en su avance hacia Moscú. Exactamente como Zhúkov había vaticinado.

Mientras tanto, el agrupamiento sur del Grupo de Ejércitos Sur obligó a los rusos a retroceder y aisló el gran puerto de Odesa. Los objetivos alemanes en el mar Negro eran Odesa, como base de la Flota del Mar Negro, la base naval y puerto comercial de Nikoláyev, que era también un centro de astilleros, el puerto comercial de Jersón, en el estuario del Dniéper, y la gran base naval y fortaleza de Sebastopol. La incautación de Jersón proporcionaría a los alemanes un puerto, que aliviaría en gran medida sus problemas de abastecimiento en la zona del Grupo de Ejércitos Sur. Más allá se hallaba la base naval de Novorossisk, a horcajadas de la principal línea ferroviaria del Cáucaso. La Flota del Mar Negro poseía un envejecido pero formidable acorazado, 5 cruceros, 17 destructores, 43 submarinos y 81 barcos más pequeños.61 La península de Crimea era un objetivo importante de la guerra aérea sobre el mar Negro y se convirtió, en efecto, en un portaaviones enorme, imposible de hundir.

Odesa estaba en el camino del Cuarto Ejército rumano, el elemento más meridional del Grupo de Ejércitos Sur. El 19 de agosto, la Stavka configuró la Región Defensiva de Odesa, que englobaba las fuerzas del Ejército de la Costa y la Base Naval de Odesa. La región defensiva resistió con éxito los embates del Decimoprimer Ejército alemán y el Cuarto Ejército rumano hasta principios de octubre, cuando, en una brillante operación que poseía muchas de las características de un Dunkerque soviético, la Flota del Mar Negro (por la que los alemanes sentían un enorme respeto) evacuó con éxito a toda la guarnición a Sebastopol, en Crimea. Los soviéticos lucharon y murieron allí, pero la defensa y la evacuación de Odesa entre el 2 y el 16 de octubre fue una conquista notable. Hasta el momento, la Flota del Mar Negro, la primera en abrir fuego, había demostrado estar entre las fuerzas soviéticas más profesionales.

De nuevo en la Europa continental, el Grupo de Ejércitos Sur, eufórico con su triunfo en Kíev, se preguntaba qué hacer a continuación. El 20 de septiembre, su departamento de operaciones solicitó el punto de vista de Hitler sobre una ofensiva del Primer Grupo Panzer hacia el mar de Azov y Rostov del Don. Hitler dio su consentimiento. El Undécimo Ejército se hallaba en condiciones de avanzar al sur en la península de Crimea a través del istmo de Perekop, y las fuerzas alemanas se desplegaron para ayudar a los rumanos a tomar Odesa, que se necesitaba como base de abastecimiento para las operaciones en la península de Crimea. La operación resultó ser una espada de doble filo, pues las fuerzas soviéticas que habían logrado replegarse de Odesa se utilizaron para reforzar las defensas de la península de Crimea hasta el 16 de octubre.

¿Armas de destrucción masiva?

La península de Crimea estaba defendida por el Quincuagésimo Primer Ejército, con cuartel general en Simferopol, en el sur-centro de la península. El 15 de septiembre, con las fuerzas alemanas acercándose, su comandante, el coronel general Fiódor Kuznetsov, recibió una respuesta contundente del mariscal Sháposhnikov a una propuesta suya. La misión de Kuznetsov —evitar que los alemanes penetraran la línea fortificada que protegía una península de gran valor estratégico— sugirió una respuesta de la Primera Guerra Mundial, pero Sháposhnikov, que había sido coronel en la guerra anterior, no quiso saber nada de ella.

Su plan de defensa química contempla el uso del agente N.º 6, iperita [gas mostaza], lo cual es completamente inadmisible y está prohibido categóricamente sin autorización expresa de la Stavka.

Compruebe esto personalmente y corrija este error [...]62

Cuando la iperita —gas mostaza— empezó a utilizarse en la Primera Guerra Mundial, en julio de 1917, la participación de Rusia en el conflicto ya estaba llegando a su fin, y las reservas de Sháposhnikov no tenían nada que ver con su propio trauma personal en esa guerra, probablemente a diferencia de lo que sentía Hitler. El uso de armas químicas estaba «prohibido categóricamente» y la Unión Soviética se había comprometido expresamente a cumplir con la Convención de 1925 sobre el uso de agentes químicos y bacteriológicos (véase capítulo 2). Como es obvio, en tanto que jefe del Estado Mayor General, Sháposhnikov era plenamente consciente de los compromisos diplomáticos de la Unión Soviética con Estados Unidos, entre otros. Como militar pragmático, él y sus colegas, sabía que, a pesar de la inmensa importancia concedida a la guerra química y bacteriológica y a su formación al respecto en el período de entreguerras, los alemanes, con su dominio del aire a pesar del menor número de aviones y su mejor formación y disciplina, a buen seguro habrían obtenido mejores resultados en un intercambio químico, tanto desde el punto de lanzamiento como desde el de la protección de sus propias fuerzas. En cuanto a lo que sucedería a la población civil de Rusia, que a diferencia de la británica no contaba en su totalidad con respiradores (máscaras de gas), en una guerra química, es mejor no pensarlo.

No obstante, la propuesta de Kuznetsov de utilizar gas mostaza —un agente que causa ampollas persistentes— es particularmente interesante. Kuznetsov, quien había comandado el Frente del Noroeste, el Vigésimo Primer Ejército y el Frente Central, no era ningún patán que no acabara de entender las implicaciones políticas, diplomáticas, estratégicas y operativas de su propuesta. Al contrario, antes de tomar el mando de los ejércitos y frentes, había sido, en 1940-1941, jefe de la Academia Militar del Estado Mayor del ejército rojo.63 Después había dirigido tropas en los distritos militares del Cáucaso Norte y el Especial del Báltico. No sólo era un comandante muy experimentado, sino también uno de los principales supervivientes de los pensadores académico-militares. Era un hombre que sabía mejor que nadie que, en términos de doctrina militar soviética, aquéllas eran las circunstancias para lanzar el libro de reglas por la ventana y utilizar armas de destrucción masiva, el término ruso que muy posteriormente fue secuestrado por estadounidenses y británicos y se convirtió en la norma para referirse al armamento químico, biológico, radiológico y nuclear.64 La propuesta de Kuznetsov de utilizar armas químicas —armas de destrucción masiva— era un claro signo de lo desesperado de la situación.

También indicaba otras cosas. En términos doctrinales, una fuerza de ataque alemana atrapada en las minas y el alambre de las fortificaciones de Perekop era el objetivo ideal para un ataque químico. En la guerra del Golfo de 1991, el mayor temor de los aliados era quedarse clavados en las defensas de la frontera sur de Kuwait, y que los iraquíes utilizaran una lluvia de armas químicas sobre ellos.65 Tanto si esperaba una respuesta afirmativa a su plan de uso de armas químicas como si no, el comandante del ejército Kuznetsov no las habría tomado en consideración en su plan de fuego defensivo si no hubiera estado completamente seguro de que había existencias de municiones químicas disponibles y de los medios para utilizarlas. La propuesta de Kuznetsov era muy seria y, ahora que la realidad se imponía, no la habría hecho si el ejército rojo no hubiera podido llevarla a cabo. No era la primera vez que las armas químicas «levantaban su cara como un demonio enfermo de pecado»66 en el frente oriental.

Ahora bien, con el beneficio de la retrospectiva, ¿por qué la bofetada de Sháposhnikov fue tan perentoria? Si hubo alguna vez un momento en que las fuerzas soviéticas podrían haber utilizado las armas químicas, que tan asiduamente habían estudiado y desarrollado en el período de entreguerras, fue aquél. Como se ha señalado en el capítulo 2, la URSS había asegurado a Averill Harriman que cumpliría con el Protocolo de Ginebra de 1925 relativo a la prohibición del empleo en la guerra de gases asfixiantes tóxicos o similares y de medios de guerra bacteriológica.67 El Reino Unido era un nuevo, pero, a ojos soviéticos, incierto aliado, y Estados Unidos había empezado a enviar ayuda a la URSS en virtud de la ley de préstamo y arriendo el 24 de junio, dos días después del inicio de Barbarroja. Habida cuenta de la completa indiferencia del régimen soviético a cifras enormes de víctimas entre su propia población, tanto militar como civil, y ni que decir tiene en el caso de las víctimas alemanas, por horrible que fuera la forma de infligirlas, parece poco probable que ésta fuera la principal consideración. Sin duda alguna, un Estado que seguía apostando por «la ofensiva», y listo para lanzar a la acción fuerzas mal preparadas con un coste horrendo, podría seguir el consejo de sus expertos militares en el sentido de que la guerra química retrasaría todo y complicaría la maniobra que pretendían. Ésa fue otra razón principal por la cual los alemanes y los aliados occidentales se abstuvieron de usarlas. Pero lo más probable es que las desventajas políticas y de gran estrategia de iniciar la guerra química en el frente oriental, en términos de cómo lo verían los británicos y los estadounidenses, superaran las ventajas temporales de estrategia militar y operativa que su uso podría ofrecer para retrasar y matar alemanes. La respuesta está en algún lugar de los archivos rusos, sin duda, pero parece una explicación razonable, de hecho, la única explicación razonable.

Ofensiva en la península de Crimea

El 24 de septiembre, el Decimoprimer Ejército alemán atacó el istmo de Perekop, al que habían llegado el día 17. Tenían la esperanza de pillar desprevenidos a los rusos, con un ataque de dos divisiones, la 73.ª y la 46.ª, pero en cambio se encontraron con fuertes defensas en un estrecho istmo que carecía de cobertura natural. El LIV Cuerpo de Montaña, que había sido destinado a operaciones en la península de Crimea, tuvo que utilizarse en el flanco izquierdo. El ataque quedó paralizado, y los alemanes no lograron entrar en Crimea durante un mes más, hasta el 28 de octubre. Sin embargo, el 1 de octubre los alemanes tomaron Zaporizhzhia (Zaporozhie) al este del recodo del Dniéper, amenazando con aislar a las fuerzas soviéticas en la zona, que optaron por replegarse. El Grupo de Ejércitos Sur propuso a Halder que las operaciones se limitaran a la eliminación de la resistencia soviética al oeste del río Don antes de la llegada del invierno, pero Halder insistió en avanzar cruzando el río para que el Septuagésimo Ejército se dirigiera a Stalingrado y el Sexto lo cubriera al norte. Con los desastres en Viazma y Briansk (véase más adelante), Sháposhnikov no tenía más alternativa que ordenar que los frentes del Suroeste y del Sur se replegaran a la línea de los ríos Mius, Donets septentrional y Oskol entre el 17 y el 30 de octubre. Hitler temía que las fuerzas soviéticas escaparan. El Sexto Ejército capturó Járkov el 25 de octubre después de cinco días de pesados combates.

En este punto, las consideraciones logísticas estaban comenzando a pesar mucho en la mente de los alemanes, mientras contemplaban cualquier avance posterior. Aunque el Sexto Ejército tenía órdenes de no entrar en la ciudad, salvo para destruirla mediante bombardeos de artillería y ataques aéreos y por lo tanto alentar a la población a huir, eso habría significado destruir las viviendas y las comunicaciones que la ciudad podía ofrecer para el próximo invierno. Además, cualquier oficial alemán en ese momento ya sería consciente de que la población civil de Ucrania podría estar más inclinada a dar la bienvenida a los alemanes que a huir. Járkov era una terminal ferroviaria con un valioso potencial, pero sólo después de que la línea de Bélgorod, que se encontraba al norte, se convirtiera al ancho de vía estándar (véase la primera parte del capítulo 7), pues los rusos habían destruido o retirado su material rodante y locomotoras de vía ancha. El 22 de octubre, por lo tanto, el grupo de ejército propuso al OKH que ordenara una «pausa operativa» de tres semanas. A Halder no le gustaba en absoluto, porque pensaba que enviaría un mensaje equivocado a las tropas. Sin embargo, sin vías férreas, los alemanes dependían completamente de las carreteras. El problema era ¿qué carreteras? El mismo día, el Sexto Ejército informó de que no cabía esperar que los caminos se secaran. Los rusos tenían —y tienen— un nombre para eso: rasputitsa (la temporada de caminos fangosos). Duraría hasta mediados de diciembre, cuando llegaran las heladas intensas. Una orden del III Cuerpo Panzer fechada el 23 de octubre prescribía a las unidades que estuvieran preparadas para sobrevivir por su cuenta durante varios días en lo referente a alimentos, municiones y combustible. Los principales medios de transporte eran el caballo y el carro. Para dar una idea del problema de un rápido movimiento «mecanizado» del ejército, entre Zaporizhzhia y Mariupol, 2.500 vagones podían transportar 60 toneladas de suministros al día.68

A finales de octubre, pues, la situación se había estabilizado temporalmente. Los frentes Sur y Suroeste habían retrocedido hasta la altura de la parte oriental del mar de Azov, y la península de Crimea estaba aislada. Sin embargo, el rápido avance alemán había dejado un gran número de partisanos en toda Ucrania. El 2 de septiembre, el Cuarto Departamento del NKVD de Ucrania comunicó que sesenta y tres destacamentos de partisanos que totalizaban 4.855 combatientes irregulares —hombres y mujeres— ya combatían en la retaguardia alemana, y otros ochenta destacamentos, con un total de 2.409 combatientes, se estaban preparando para hacer incursiones «tras las líneas enemigas». Otros 434 destacamentos con un total de 12.561 estaban preparados para operaciones «sobre el terreno»; es decir, que se quedarían atrás y se activarían cuando los alemanes pasaran por delante de ellos. Por último, nueve destacamentos con un total de 285 efectivos se habían insertado detrás del avance de las tropas alemanas con distintas tareas, sin especificar. Éstos eran probablemente los agentes más valiosos, con misiones especiales. También había 285 «grupos de formación partisana y de distracción» con un total de 1.460 personas. En total, 21.530 combatientes de retaguardia o en su lugar o listos para situarse.69 Como se ha señalado, los alemanes habían subestimado en gran medida esta amenaza.

El «teatro finlandés»

El 22 de junio de 1941, en el curso de una operación bautizada con el imaginativo nombre de Reno, el cuerpo de montaña alemán Noruega, reforzado por tropas finlandesas, había avanzado en el área de Petsamo, en la costa septentrional soviética del Ártico. Rápidamente llegó al río Litsa, donde las fuerzas soviéticas que resistían en la península de Rybachi amenazaban su flanco, retrasando parte de la operación Zorro Plateado, de nombre más glamuroso, contra Murmansk. Los rusos luego comenzaron a lanzar feroces contraataques y desembarcos anfibios en el flanco de la bahía de Litsa. El temor de Hitler a un desembarco británico en Noruega le llevó a no permitir el traslado de más tropas alemanas al norte de ese país. Los alemanes pensaban que las tropas británicas o soviéticas podrían desembarcar en su retaguardia, temiendo un grado de cooperación británico-soviética que, en retrospectiva, parece inconcebible en esa etapa. Los alemanes nunca avanzaron más allá de la bahía de Litsa y, el 10 de octubre, Hitler ordenó al mando del Grupo de Ejércitos Noruega que pasara a la defensiva «en vista de la proximidad del invierno».70

Zorro Plateado también tenía por objetivo el ferrocarril de Murmansk, que sería fundamental para la entrega de ayuda británica y estadounidense a la URSS. Un ataque de la División Nordland de las SS y la 6.ª División finlandesa bajo el mando del XXXVI Cuerpo de Ejército empezó el 1 de julio. El plan era cortar la línea en Kandalaksha, pero las tropas germanofinlandesas primero tenían que capturar Salla, antes y ahora en Finlandia, pero que había sido cedida a la URSS en 1940. Los rusos habían construido fortificaciones, y se tardó una semana entera en capturar Salla. En septiembre de 1941, el XXXVI Cuerpo de Ejército había avanzado unos 60 kilómetros y reconquistado el territorio finlandés tomado por la URSS el año anterior. A continuación, se atrincheró para el invierno. Más al sur, el III Cuerpo finlandés atacó hacia el mar Blanco en la dirección de Louchi. Llegaron a Kiestinki (Kestenga) el 8 de agosto, pero refuerzos soviéticos los detuvieron allí. El Mando de Ejército Noruega quería intentarlo otra vez, pero el 8 de octubre, el OKW, que controlaba esa parte de la guerra —a diferencia de OKH, que controlaba la guerra en el frente principal oriental entre el Báltico y el mar Negro—, ordenó que todas las operaciones se detuvieran hasta pasado el invierno.

Parece extraordinario que el objetivo de cortar la única vía férrea que unía el interior del país —bólshaya zemliá— con el Ártico y el mundo exterior se persiguiera de una manera tan poco entusiasta. El mariscal Mannerheim sugirió que podría intentarlo de nuevo en 1942, pero en realidad los motivos eran políticos. Washington advirtió al gobierno finlandés de graves consecuencias si las entregas de la ayuda aliada a la URSS quedaban interrumpidas por una captura finlandesa del ferrocarril de Murmansk. El 27 y el 28 de octubre, Estados Unidos, todavía neutral, había iniciado esfuerzos diplomáticos para lograr una paz por separado entre Finlandia y la Unión Soviética. El general de división Siilasvuo, comandante del III Cuerpo finlandés, casi con toda seguridad había sido avisado de ello. Sus fuerzas estuvieron a punto de cortar el vínculo vital, pero no quería ser responsable de echar por tierra una paz duradera y mutuamente beneficiosa entre su orgulloso país y el oso gigante que tenía por vecino. Y sin la cooperación de los finlandeses, no había mucho que los alemanes pudieran hacer; a menos que quisieran que Finlandia se convirtiera en aliado de la Unión Soviética, lo cual habría resultado desastroso para ellos.

La misma situación política influyó en operaciones más al sur, hacia Leningrado y los lagos Ladoga y Onega. Los finlandeses lucharon para recuperar tierras que perdieron en 1940, llegando a la orilla occidental del lago Onega y el río Svir el 8 de diciembre. En el istmo de Karelia, recuperaron su propio territorio, pero se detuvieron a entre 35 y 70 kilómetros de Leningrado, donde el frente se estabilizó entre el 9 y el 11 de noviembre de 1941. Nunca embistieron tan fuerte como podrían haberlo hecho, algo que Leningrado, ahora San Petersburgo de nuevo, siempre recuerda (véase capítulo 13).71

Operación Tifón. Viazma-Briansk y el camino a Moscú

Incluso antes de la erradicación de un frente entero en torno a Kíev, Hitler había recuperado el interés por Moscú. Ya el 12 de agosto, publicó una adenda a la Directiva N.º 34 del 30 de julio, en la que ordenaba que Moscú, como «centro de gobierno, armamento y tráfico» del enemigo, debía ser tomado «antes del inicio del invierno».72

Había una razón, que quedó clara con un estudio de la situación estratégica elaborado por el Alto Mando de la Wehrmacht el 24 de agosto y aprobado por Hitler. El estudio aseguraba que las operaciones para aplastar la resistencia soviética podrían tener que continuar en 1942, y que había que tener en mente una planificación estratégica de futuro.73 Quizás habría que retrasar hasta entonces otras operaciones con objetivos estratégicos —incluida la posibilidad de la captura de Leningrado y el Cáucaso— y dar prioridad a asegurar el territorio ya conquistado.

El 6 de septiembre, con Leningrado efectivamente aislado y el cerco del Frente del Suroeste en marcha, la Orden N.º 35 reconoció «los requisitos esenciales para llevar a cabo una operación decisiva contra el Grupo de Ejércitos de Timoshenko [el Frente del Oeste], que está llevando a cabo sin éxito operaciones ofensivas en el frente del Grupo de Ejércitos Centro».74 Timoshenko, de hecho, fue trasladado al mando de la Dirección Estratégica del Suroeste cuatro días más tarde, pero eso era irrelevante: el Frente del Oeste seguía siendo la gran barrera antes de Moscú. Hitler utilizó el argumento de que, si el grueso del ejército rojo se concentraba para defender Moscú, entonces ése era el lugar donde tendría que ser destruido. En un «estudio» del 22 de agosto, Hitler había previsto la gran batalla de cerco al este del Dniéper, que ocurrió en la «batalla de Kíev» el mes siguiente, y claramente veía la destrucción del mayor número posible de fuerzas enemigas en la batalla por Moscú más importante que la toma de la ciudad en sí.75 Sin embargo, según la nueva historia alemana:

Halder, más que Hitler [...] creía que un último esfuerzo por tomar Moscú conduciría al derrumbe de las defensas soviéticas. Hitler, por su parte, señaló las conclusiones operativas correctas (desde su punto de vista) dictadas por sus prioridades. La necesidad económico-militar era el factor decisivo; nunca consideró un Cannas alrededor de Moscú. Sin embargo, los líderes alemanes todavía confiaban —aunque ya no tenían la certeza de conseguirlo— en concluir de manera satisfactoria la campaña contra la Unión Soviética en 1941 siempre y cuando consiguieran privar al enemigo de la base para rehabilitarse y disponer de nuevas fuerzas.76

La Directiva N.º 35 ordenó al Grupo de Ejércitos Centro «destruir al enemigo en la región este de Smolensk mediante un doble cerco con poderosas fuerzas Panzer concentradas en ambos flancos» (un movimiento de pinza).77 Después de destruir la «masa principal del grupo de fuerzas de Timoshenko», el grupo de ejércitos tenía que perseguir a las fuerzas soviéticas hacia Moscú, protegido por el río Oka a la derecha y el curso superior del Volga a la izquierda. El 16 de septiembre, Von Bock dio a la operación su histórico nombre en clave: Tifón.

Mientras tanto, a principios de septiembre, el Frente de Briansk de Yeriómenko había atacado el flanco izquierdo (este) del Segundo Grupo Panzer cuando estaba participando en el cerco de Kíev, al sur. Sufrió numerosas bajas y el 5 de septiembre Sháposhnikov autorizó a Yeriómenko a formar «destacamentos de bloqueo» en «aquellas divisiones que se habían demostrado poco fiables».78 Al día siguiente, el pobre Yeriómenko recibió otro mensaje, de Stalin, que casi era digno de Hitler:

Observé que la 108.ª División de Tanques quedó cercada y perdió gran cantidad de tanques y equipos. Esto sólo pudo suceder como resultado de una mala gestión de su parte. No debería enviar una división a la ofensiva por su cuenta, sin reforzar sus flancos ni darle cobertura aérea. Si la aviación no puede volar debido al mal tiempo, debe cancelar la ofensiva de la división de tanques hasta el momento en que el clima mejore y los aviones puedan apoyar la división. En el futuro, exijo que no permita una acción tan precipitada. También exijo que encuentre los medios para rescatar a los tripulantes de los tanques rodeados y, si es posible, también los tanques. También tenga en cuenta que enviar pilotos con mal tiempo no siempre es una buena idea. Los Shturmoviki [esto puede referirse tanto a los aviones como a los pilotos] pueden volar incluso con mal tiempo si la nube está por encima de 100 a 150 metros. Dígale al camarada Petrov [general de división de la Fuerza Aérea, jefe del Estado Mayor del Aire del Frente de Briansk] que espero que él, al menos, tenga en cuenta el clima y, en el mejor de los casos, que use los cazas de ataque a tierra en condiciones climatológicas adversas.79

Yeriómenko sobrevivió a Stalin y a los alemanes, por los pelos. Fue un reproche extrañamente amable. Al atacar con furia y tratar de cortar la pinza mortal de Guderian, por lo menos lo intentó. Luego pasó al mando del Frente de Stalingrado, el Segundo Frente del Báltico y el Cuarto de Ucrania, que, en 1945, llegó hasta Austria. En 1955, después de la muerte de Stalin, fue nombrado mariscal.80

Con el Frente del Suroeste soviético destruido, el Segundo Grupo Panzer de Guderian se disponía a atacar hacia el noreste, a través de Tula, reforzando el Tercer y Cuarto grupos Panzer que pertenecían al Grupo de Ejércitos Centro. La fuerza alemana total para Tifón se cifraba en 1.929.406 hombres, sin contar la Luftwaffe, con 14.000 piezas de artillería, más de 1.000 tanques y 1.390 aviones de combate. Había tres ejércitos de todas las armas y tres Grupos Panzer, que sumaban un total de 78 divisiones. En el lado soviético, había tres frentes. Cuando los alemanes hablaban del «Grupo de Ejércitos de Timoshenko», probablemente se referían a la Dirección Estratégica del Oeste, más que al Frente del Oeste. Este último, en todo caso, ya se había convertido en el Grupo de Ejércitos Kóniev, que comprendía seis ejércitos desplegados detrás de la más oriental de las dos líneas que Zhúkov había indicado a Stalin a finales de junio. También estaban el Frente de Reserva, al mando de Budionni, con seis ejércitos, y el Frente de Briansk, con tres ejércitos y el Grupo Operativo de Yermakov.

El Segundo Grupo Panzer de Guderian atacó el 30 de septiembre, y el asalto principal del grupo de ejércitos se produjo el 2 de octubre. Guderian hizo progresos espectaculares en un primer momento, llegando a Sevsk el 1 de octubre, y luego dividió sus fuerzas y llegó a Orel el 3 de octubre y a Briansk el 6. El Tercer y Quincuagésimo ejércitos soviéticos tuvieron que apartarse y abrirse camino hacia el este, a ambos lados de Briansk, para evitar el cerco. La 7.ª División Panzer de Guderian capturó el cuartel general del Frente de Briansk, 11 kilómetros al sur de la ciudad. Yeriómenko y su plana mayor escaparon por los pelos.

Una vez que el 3 de octubre las tropas de Guderian alcanzaron Orel, la ciudad que se llamaba «Águila», el aeródromo se convirtió en una base de bombarderos y cazas, y también en una importante base logística para cumplir con todos los requisitos del Segundo Grupo Panzer. También, naturalmente, se convirtió en un objetivo de los feroces ataques aéreos soviéticos.81

Por catastrófico que fuera Briansk, la verdadera catástrofe ocurrió en Viazma. Allí, el teniente general Rokossovski también tuvo suerte de escapar, lo cual dice mucho de la atmósfera en la que estaban trabajando los comandantes soviéticos. En la tarde del 5 de octubre, recibió un telegrama que le ordenaba entregar el mando de su Decimosexto Ejército al teniente general Yershakov, al mando del Vigésimo Ejército,82 a su izquierda, y presentarse al día siguiente con la totalidad del cuartel general de su Decimosexto Ejército en Viazma, donde se organizaría un contraataque con cinco divisiones de infantería hacia Yujnov, hacia el noroeste. Sonaba «extraño», y a Rokossovski no le gustó. «¿Dejar las tropas en un momento así? —exclamó Malinin, su jefe del Estado Mayor—. ¡Esto es increíble!» Rokossovski pidió que la orden se confirmara por escrito y estuviera firmada por el comandante del frente, el coronel general Kóniev. Esa noche, un aviador entregó la orden firmada por Kóniev y su comisario político, Bulganin.

Tranquilizado, pero aún no satisfecho, Rokossovski y su plana mayor se dirigieron a Viazma. Sin embargo, cuando llegaron, no había divisiones de las que ponerse al mando, y mucho menos cinco. Rokossovski encontró a los miembros del comité regional del partido de Smolensk y los comités de las ciudades de Smolensk y Viazma agazapados en la cripta de la catedral de Viazma. El comandante de la guarnición y los funcionarios del partido no sabían nada de las órdenes de Rokossovski.

—Lo único que tengo es la fuerza policial —dijo el comandante, con tristeza.

En ese momento entró el alcalde.

—Hay tanques alemanes en la ciudad.

—¿Quién ha informado de eso? —dijo Rokossovski.

—Los he visto yo mismo, desde el campanario.

No era inconcebible que hubiera identificado erróneamente los tanques rusos, pero Rokossovski sabía que era muy poco probable. «Preparen los coches», ordenó, y subió al campanario para ver tanques alemanes ametrallando otros coches que trataban de escapar de la ciudad. Rokossovski y su plana mayor salieron de la ciudad; aunque en un momento casi se dieron de bruces con un tanque alemán y tuvieron que desviarse por una calle lateral para evitarlo antes de que pudiera abrir fuego. Lograron regresar a su puesto de mando a unos 10 kilómetros al noreste de la ciudad y evaluar la situación. Era obvio que los alemanes estaban haciendo su movimiento favorito, rodeando Viazma, que ya había caído. Al día siguiente, 7 de octubre, los grupos Panzer Tercero y Cuarto confluyeron para formar la bolsa de Viazma. Habían atrapado a los ejércitos Decimosexto, Decimonoveno, Vigésimo, Vigésimo Cuarto y parte del Trigésimo Segundo. Ambas partes estaban aprendiendo y, conscientes de que los soviéticos habían huido con éxito de cercos en el pasado, los alemanes habían apilado divisiones Panzer al oeste de Viazma.

El primer impulso de Rokossovski, inevitablemente, fue el de regresar con las tropas de su Decimosexto Ejército, que estaban siendo rodeadas. Sin embargo, a su cuartel general se le había ordenado una misión, y «teníamos el deber de presentarnos y averiguar de qué se trataba».83 Parecía que los tanques que formaban el anillo interior del cerco —para mantener a los rusos en su interior— habían confluido en Viazma (de hecho, confluyeron justo al este de la ciudad) y que se establecería un anillo exterior más hacia el este para mantener alejadas las fuerzas rusas de apoyo. La cuestión era ¿dónde?

Rokossovski decidió salir hacia el noreste, donde calculaba que las líneas alemanas serían más delgadas. En Tumánovo, 40 kilómetros al este de Viazma, en la principal línea férrea a Moscú, sus exploradores encontraron un escuadrón de caballería del NKVD, que gustosamente se unió a la plana mayor del ejército y su carismático comandante. Esta vez, Rokossovski probablemente se alegró de ver al NKVD. No siempre había sido así.

Allí también encontraron varios trenes con comida a bordo. Cargaron lo que pudieron en los camiones, y volaron el resto. En una aldea, entraron en una casa para obtener más información acerca de lo que les esperaba por delante. Los aldeanos estaban aterrorizados, pero recibieron con afecto a los altos mandos soviéticos. Después de haber escuchado dónde estaban los alemanes de boca de un niño pequeño y su madre, llegó una voz desde un rincón.

—¿Qué está pasando, camarada comandante?

Era un viejo de barba gris, el abuelo de la familia.

—Camarada comandante, se están marchando y nos están dejando aquí. Hemos dado todo lo que teníamos para ayudar al ejército rojo, nos habríamos quitado la última camisa de la espalda si hubiera ayudado. Yo también soy un viejo soldado. Luché contra los alemanes, y no los dejemos entrar en Rusia. ¿Qué están haciendo ahora?84

Rokossovski sintió las palabras «como una bofetada en la cara». El anciano había sido herido dos veces en la Primera Guerra Mundial, y entonces estaba postrado en cama. En la Primera Guerra Mundial, el ejército del zar lo había hecho mucho mejor que el ejército rojo hasta el momento. «Si yo estuviera bien —dijo el anciano, mientras el robusto general de 44 años de edad, con nueve dientes de acero, galones rojo y oro en la manga y tres estrellas en cada solapa, se agachó para pasar por la puerta baja y salió de la humilde casa de campo abandonando a aquella familia a su suerte—, iría a defender Rusia yo mismo.»85

Pinchó en hueso y Rokossovski nunca lo olvidó. Mientras él, su plana mayor y aquellos a los que recogieron por el camino avanzaban penosamente, llegó un informe de que un avión ligero U2, utilizado para el transporte de altos funcionarios y mensajes importantes, similar al alemán Fieseler Storch, había aterrizado en un campo cercano. El jefe de la Fuerza Aérea del Decimosexto Ejército, el coronel Baranchuk, fue enviado a investigar. Volvió con la noticia de que las tropas soviéticas todavía resistían en Gzhatsk (ahora Gagarin), 35 kilómetros al este de Tumánovo, y que Voroshílov y Mólotov habían sido vistos allí el día anterior. En su entusiasmo, Baranchuk no comprobó el nombre del piloto ni lo interrogó lo más mínimo. Rokossovski ordenó que le llevaran al piloto, pero en ese momento el piloto había despegado y, por extraño que parezca, voló hacia el oeste...

Bien podría haberse tratado de una trampa alemana. Rokossovski y su equipo se dirigieron a Gzhatsk y toparon directamente con las fuerzas alemanas. Un transporte blindado de personal del destacamento de reconocimiento pisó una mina, y los alemanes abrieron fuego, pero el cuerpo principal fue lo suficientemente fuerte como para superar la oposición. Finalmente, el 9 de octubre, después de dos noches y un día esquivando patrullas alemanas y recogiendo rezagados, de los cuales unos pocos habían escapado del cerco alemán interior, llegaron a un bosque situado a 40 kilómetros de Mozhaisk y establecieron contacto con el cuartel general del Frente del Oeste. Enviaron dos U2 a recoger a Rokossovski y Lobachov.

Rokossovski, según Malinin, su jefe del Estado Mayor, era «calmado» y «pedante». Esas cualidades podrían haberle salvado la vida.

—Tenga la orden sobre la entrega del sector y las tropas a Yershakov —dijo Malinin.

—¿Por qué?

—Puede ser útil. Nunca se sabe...

Malinin estaba en lo cierto. Cuando Rokossovski llegó, se encontró con una delegación soviética de pesos pesados. Mólotov, que era mano derecha de Stalin, Voroshílov, Kóniev, que había sido el comandante del frente, y Bulganin, estaban todos allí. Los dos primeros eran miembros del Comité de Defensa del Estado, el GKO.86 Después de los breves preliminares llegó la pregunta que Malinin había anticipado.

—¿Cómo es que estaban en Viazma con su plana mayor, pero sin ningún tipo de tropas del Decimosexto Ejército? —preguntó Voroshílov.

—El comandante del frente dijo que las tropas de las que tenía que hacerme cargo estarían esperando allí... —respondió Rokossovski.

—Extraño...

Rokossovski sacó la orden por escrito firmada por Kóniev y Bulganin.

De no haberlo hecho, bien podría haber pasado a la historia como otro general que sintió pánico, se retiró sin orden y abandonó a sus tropas.

Voroshílov llamó entonces al general del ejército Gueorgui Zhúkov.

—Éste es el nuevo comandante del Frente del Oeste —dijo—. Él le asignará su nueva misión.87

Rokossovski tenía que defender Volokolamsk, en la carretera principal a Moscú. Kóniev fue relevado formalmente del mando el 10 de octubre, pero el 17 de octubre se le asignó el mando del recién creado Frente de Kalinin.

A Rokossovski también le sonrió la suerte de otras maneras. Se le había ordenado entregar el mando a Yershakov, que fue uno de los tres generales soviéticos hechos prisioneros en el cerco Viazma, junto con Vishnevski, al mando del Trigésimo Segundo Ejército, y Lukin, inicialmente al mando del Decimonoveno del Ejército y luego al frente de todas las tropas cercadas. ¿Era posible que el motivo de la extraña orden de que Rokossovski tomara el mando de un ejército inexistente fuera que alguien —tal vez Kóniev, tal vez alguien de mayor rango— hubiera decidido quitar de en medio al hombre con más talento y más prometedor del ejército rojo? Se trata de especulación, pero, dadas las complejas circunstancias de la época, no es inconcebible. Yershakov desde luego no estaba en condiciones de quejarse.

Los rusos estaban aprendiendo, igual que los alemanes. La Stavka ordenó a las fuerzas soviéticas embolsadas en Viazma que «rompieran el cerco a toda costa» el 10-11 de octubre. No hay constancia de si se dieron garantías de que los fugitivos no serían arrestados por el NKVD. Mientras tanto, la radio y los periódicos alemanes anunciaron el éxito de la guerra en el este, deleitándose en que «el enemigo está destruido y no se levantará otra vez».88 El 11 de octubre, el general de la Luftwaffe Freiherr Wolfram von Richthofen (que sí era pariente del Barón Rojo, por supuesto) creía que «los rusos ahora pueden ser rematados militarmente, si todo el mundo hace un esfuerzo máximo».89

Mientras que las fuerzas soviéticas en el norte de la bolsa de Viazma fueron derrotadas por completo el 23 de octubre, en la bolsa del sur de Briansk un gran número de tropas (incluido el comandante del frente) lograron huir, a pesar del constante acoso de la Luftwaffe, que había hecho una contribución significativa a las batallas de cerco. Entre el 2 y el 13 de octubre, el II Cuerpo Aéreo de la Luftwaffe, además de derribar 29 aviones soviéticos, había dado cuenta de un tren de carga y 579 vehículos soviéticos, había repelido 8 ataques de caballería y 23 de infantería, y capturado a 3.842 prisioneros.90 Estaban mejorando mucho en la lucha en tierra. Al final de la guerra, fue allí donde la gran mayoría de ellos estaría luchando.

El 13 de octubre, los alemanes anunciaron que «el enemigo rodeado al oeste de Viazma ha sido completamente destruido».91 De hecho, retuvieron a cinco divisiones alemanas hasta el final del mes. Pero el desastre era innegable. Los tres frentes soviéticos que se contraponían al Grupo de Ejércitos Centro contaban con un total de 1.250.000 hombres, 7.600 cañones, 990 tanques y 667 aviones, lo cual representaba aproximadamente el 40 % de las fuerzas supervivientes del ejército rojo entre el Báltico y el mar Negro. Los alemanes habían logrado el éxito en dos gigantescas batallas de cerco, de las cuales una, la de Viazma, fue probablemente aún más espectacular que la de Kíev. De 1.250.000 soldados en los frentes del Oeste, de Reserva y de Briansk, se calcula que 85.000 escaparon de Viazma y 23.000 de Briansk, mientras que 98.000 de otras formaciones también lo lograron: un total de 250.000. Las estadísticas de Rusia arrojan bajas irrecuperables —muertos, prisioneros y desaparecidos— de 514.338, más 143.941 enfermos y heridos, un total de 658.279. Sin embargo, con 1.250.000 al inicio y sólo 250.000 huidos, las bajas reales podrían ser de un millón: 300.000 muertos y 700.000 prisioneros. Tres frentes habían perdido siete de sus 15 ejércitos, 64 de las 95 divisiones, 11 de las 15 brigadas de tanques y 50 de un total de 62 regimientos de artillería. Los soviéticos perdieron 6.000 cañones y morteros y 830 tanques.92 La aritmética de octubre empequeñece la de junio, julio, agosto y septiembre. El cálculo alemán en ese momento era que, en condiciones de guerra, hacía falta una población de un millón de habitantes para proporcionar hombres suficientes para dos divisiones. Estos cálculos se revelaron totalmente inadecuados, pero, aplicando esa lógica, la pérdida de 64 divisiones soviéticas en Viazma-Briansk y en las operaciones relacionadas habría requerido una población de 32 millones —una sexta parte de la población soviética antes de la guerra— para reponerlas.93 Fue un cataclismo.

Podía extraerse cierto consuelo del freno impuesto al avance de Guderian desde el suroeste. En Mtsensk, guardias del I Cuerpo de Fusileros de la Guardia, bajo el mando de Leliushenko, habían detenido temporalmente el avance de Guderian, y cuando el XXIV Cuerpo Panzer llegó a Tula el 30 de octubre, no logró tomar la ciudad.

En el momento en que se cerró el cerco de Viazma, Zhúkov llamó a la Stavka a primera hora del 8 de octubre para advertir que «casi todas las rutas a Moscú están abiertas».94 Recomendó que se formaran nuevas fuerzas en la línea de defensa de Mozhaisk, que se había establecido el 16 de julio, unos 200 kilómetros más atrás en dirección a Moscú.95 A lo largo de los siguientes días, mientras un cuarto de millón de hombres luchaban para escapar de las garras alemanas, los rusos se reorganizaron de nuevo. Lo poco que quedaba de los frentes del Oeste y de la Reserva se unió en un reconstituido Frente del Oeste, bajo el mando de Zhúkov.

Los alemanes, como es comprensible, estaban eufóricos y con un exceso de confianza. El OKH decidió que podía atacar hacia el este —hacia Moscú— y desplazarse al norte para eliminar el Frente del Noroeste. Ello les daría el control total de la línea ferroviaria Moscú-Leningrado, ya cortada, y contribuiría a garantizar la eliminación de Leningrado. Hitler, entretanto, concibió un plan político-estratégico más amplio para aislar Moscú en un gran anillo para «ejercer presión política», pero sin entrar en la ciudad. Como se ha señalado, no estaba interesado en Moscú en sí, sino en destruir el grueso de las fuerzas armadas del enemigo allí donde estuvieran —que con toda probabilidad sería Moscú— y llegar a una posición favorable, aunque no del todo cómoda, en la que basar la nueva campaña que se esperaba que se produjera en 1942.96 Moscú era importante también como nodo de comunicaciones en el centro de las líneas de abastecimiento que conducían al norte al océano Ártico y al sur al mar Negro (aunque ésta iba a ser cortada pronto), al interior de Rusia y a Asia, a lo largo del curso medio y superior del Volga.97

El 1 de octubre de 1941, el Grupo de Ejércitos Centro alemán había perdido a 229.000 hombres, cifra que se elevó a 277.000 el 16 de octubre. Los reemplazos ascendían a 151.000 hombres. Sin embargo, el poder de combate de las unidades y formaciones se había reducido considerablemente, y el 6 de noviembre se evaluó en un 60 % de su capacidad normal.98

A mediados de octubre, por lo tanto, Moscú se encontraba bajo amenaza directa, con las fuerzas alemanas que habían rodeado Viazma avanzando rápidamente sobre Mozhaisk y su línea de defensa; una línea que alcanzaron el 24 de octubre. Leningrado había sido bloqueada y quedó efectivamente en estado de sitio el 8 de septiembre. En el extremo norte, las operaciones del Eje habían más o menos cesado con la decisión adoptada el 8 de octubre de detener cualquier ofensiva allí, mientras que la línea norte de Leningrado se estabilizó el 11 de noviembre. Los finlandeses sólo continuaron avanzando entre el lago Ladoga y el lago Onega a finales de otoño, llegando al Svir el 8 de diciembre. Más al sur, en Ucrania y al borde del mar Negro, el frente se había estabilizado al este del mar de Azov a finales de octubre y, tras un mes de retraso para romper las defensas del istmo de Perekop, la batalla por la propia Crimea comenzó al mismo tiempo. En todo el frente oriental en su conjunto, el 1 de noviembre de 1941, los alemanes habían perdido a 686.000 hombres, o lo que es lo mismo, una quinta parte de la fuerza original de Barbarroja y todos los reemplazos recibidos desde el 22 de junio. Ahora contaban con 2,7 millones de hombres, en comparación con los 3,2 millones del 22 de junio. Un tercio de los vehículos de motor seguían operativos y las divisiones Panzer se hallaban al 35 % de su fuerza oficial. Ese día, la fuerza de combate del ejército rojo en el oeste de Rusia y lo que quedaba de Ucrania, sin contar el muy eficaz NKVD, era de alrededor de 2,2 millones de efectivos. Un mes más tarde, como resultado de la transferencia de fuerzas desde Siberia y las medidas de movilización, llegó a 4 millones.99 La cifra equivalía a sus bajas entre el 22 de junio y el 31 de diciembre, y al total de su ejército en tiempo de paz.100 Pero si los alemanes querían tomar Moscú tendrían que hacerlo antes de la llegada del invierno. Barbarroja comenzaba a fragmentarse, no sólo geográficamente, al dividirse en una serie de operaciones claramente diferenciadas que se abordarán en los capítulos siguientes, sino también de otras maneras. Por encima de todo, en el plano logístico, los alemanes se estaban quedando sin suministros.