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Historia
 de los sueños

 

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Si hemos aprendido algo de la historia de los descubrimientos
 e innovaciones es que a largo plazo —y, a menudo, también a corto—
 las profecías más audaces resultan ridículamente conservadoras.

Arthur C. Clarke,
 escritor, caballero y submarinista

Las culturas chamánicas creían que los sueños eran una clave para acceder a otras realidades que permanecen ocultas a nuestros cinco sentidos, y que hay muchos mundos sutiles paralelos y superpuestos al físico. Para estas sociedades los sueños eran una conexión con esas realidades superiores, un puente con el alma, un viaje al reino del «espíritu».1 Muchas culturas aborígenes en todo el mundo creían en el Tiempo del Sueño, una realidad aparte, un espacio colectivo donde uno tiene acceso directo al conocimiento sagrado y puede comunicarse con los difuntos y aprender de los maestros espirituales que han trascendido el mundo físico.2

Para muchas culturas indígenas, como por ejemplo los iroqueses, alguien que no estaba en contacto con sus sueños no estaba en contacto con su alma.3 Los sueños no sólo eran importantes, eran vitales. Si desconectabas de tus sueños eras considerado un lisiado emocional. ¡Ay!

Es posible que estas ideas no coincidan en nada con todo lo que te enseñaron sobre los sueños; nosotros nos encontramos en la misma situación. Cuesta entender de qué hablan estos pueblos ancestrales. ¿Otros mundos? ¿Encontrarse con personas en sueños? ¿Qué has tomado?, ¿drogas? Estas ideas son descabelladas.

Para entenderlos, necesitamos primero aceptar su idea de que los sueños, sean lo que sean, constituyen algo importante. Con mentalidad abierta, vamos a echar un vistazo a la manera de considerar los sueños por parte de las culturas del pasado. Pese a las muchas perspectivas que se plantearán, la mayoría de las culturas parecen estar de acuerdo en algo: los sueños no carecen de sentido, en absoluto.

Sumerios

El primer testimonio de un sueño data del año 3100 a.C. en la Media Luna Fértil de Mesopotamia. A través de las tablillas con los relatos del legendario rey Gilgamesh tenemos noticias de los sueños recurrentes de su madre-diosa, Ninsum. Sueños que se tomaron como profecías y se emplearon para guiar al rey en sus decisiones en el mundo de la vigilia.4 Estas historias dejan claro que los sueños han desempeñado un papel histórico al menos en los últimos cinco mil años.

Antiguos egipcios

El primer testimonio que se conserva de una sociedad soñadora se encuentra entre los antiguos egipcios, quienes creían que los sueños constituían una conexión directa con el mundo espiritual. Parece ser que ya practicaban una forma de sueño lúcido, y con toda probabilidad dominaban habilidades soñadoras como la modificación de formas y el viaje en el tiempo. ¿Cómo sabemos que eran soñadores conscientes? Hallamos un indicador claro en su creencia de que el Ba (o alma) podía viajar conscientemente fuera del cuerpo mientras éste dormía.5 Incluso su palabra para referirse a los sueños, rswt (pronunciada «resut»), se traduce como «despertar» o «despertarse» y en los jeroglíficos se representaba con un ojo abierto. Los estudiosos afirman que el ojo abierto podría significar un despertar a verdades, consejos o nociones que por lo habitual pasaban inadvertidos en la vida diaria.6

Los egipcios eran tan entusiastas en lo referente a los sueños que construían templos específicos para practicar la incubación de sueños, un método para recibir mensajes reveladores o sanaciones divinas mientras dormían. Creían que el mundo onírico era una realidad más profunda, un lugar donde podían producirse transformaciones verdaderas. Los intérpretes de sueños de la época eran conocidos como los «Maestros de las Cosas Secretas».7 Imagina poner eso en una tarjeta de visita.

Griegos antiguos

Los griegos antiguos también veían los sueños como una práctica espiritual, una conexión con lo divino. En un principio sólo se creía capaz a Zeus de enviar sueños divinos, pero con el tiempo, se permitió que también otros dioses mandaran sueños. Había dos dioses que regían específicamente el ámbito de los sueños: Hypnos presidía el dormir, y su hijo, Morfeo, regía los sueños.8 Desperdigados por todo el Mediterráneo, los griegos construyeron más de trescientos templos para soñar, dedicados a la sanación a través del sueño. Los enfermos iban a esos santuarios a curarse físicamente, además de emocional y espiritualmente, con la ayuda de los sueños nocturnos.9

Ya dos mil años antes de Freud, Platón teorizó que los sueños eran la expresión de nuestros deseos reprimidos.10 En su volumen, La República, el filósofo escribió que «en todos nosotros, incluso en los más respetables, existe la naturaleza desmandada de una criatura salvaje, que se asoma durante el sueño».11 Aristóteles, por otro lado, aunque fascinado por el hecho de nuestra capacidad para percibir colores, luces e imágenes con los ojos cerrados mientras dormimos, llegó a la conclusión de que los sueños no tenían propósito alguno. El hecho de que en ocasiones predigan el futuro era para él una mera coincidencia.12

En siglo II d.C. Artemidoro escribió su obra de cinco volúmenes, Oneirocritica. «El cocodrilo significa un pirata, un asesino o un hombre igual de perverso —anotó—. La manera en que el cocodrilo trata al soñador determina la manera en que será tratado por la persona que está representada por el cocodrilo. El gato simboliza un adúltero, porque es un ladrón de pájaros. Y los pájaros tienden a parecerse a las mujeres.»13 En vez de crear tan sólo un sistema genérico de interpretación, Artemidoro fue el primero en tener en cuenta el historial personal de cada individuo.14

Romanos

Al igual que otros muchos aspectos de su cultura, los romanos tomaron sus creencias sobre los sueños de los antiguos griegos y egipcios. Lo asimilaron todo, desde la incubación de sueños hasta los templos para soñar, incluso leyeron la Oneirocritica. El pitagorismo, filosofía griega que data del año 550 a.C., también fue reimpulsada por los romanos.15

Este sistema metafísico de creencias se basaba en las matemáticas, pero no tenía nada que ver con la geometría que nosotros conocemos. Manifestaba que el «viaje consciente del alma» era posible y que los gurús espirituales nacidos en siglos diferentes podían comunicarse a través de estas avenidas místicas. A medida que más y más romanos se convertían a la cristiandad, la interpretación de los sueños volvió a enfocarse a través de la lente de la Biblia, y la cultura del templo onírico acabó prácticamente borrada.16

Hindúes

Según la mitología hindú, todo a nuestro alrededor en el mundo físico es un sueño que tiene lugar en la mente del dios Vishnu. Nosotros mismos no somos más que manifestaciones, personajes de sueños por así decirlo. Se considera que nuestro mundo finalizará cuando concluya el sueño de Vishnu.17 «Soñar nos permite vislumbrar al dios que nos crea al soñar que existimos.»18 Los hindúes creen que soñar es un estado superior al de la vigilia.19

Tibetanos

La práctica filosófica del yoga onírico entre los budistas tibetanos data de hace por lo menos mil años. Aunque los antiguos egipcios y griegos ya conocían el poder de los sueños, estos yoguis fueron los pioneros del sueño lúcido; nunca les agradeceremos lo bastante el trabajo preliminar realizado. Describieron técnicas específicas para tener experiencias lúcidas en sueños y para entrenar la conciencia. Pero su contribución a los sueños lúcidos fue más allá. Una vez que estaban conscientes en el estado onírico, los yoguis tenían que realizar una serie de tareas y avanzar a niveles superiores en sus prácticas. Estos retos incluían explorar varios «mundos», comunicarse con seres oníricos iluminados, y adoptar la forma de otros animales,20 por mencionar sólo algunos ejemplos. El objetivo final para un yogui tibetano era ser consciente del hecho de que «toda la vida no es más que un sueño».21 «Atrapar el sueño» era un término que significaba alcanzar la comprensión consciente completa. Pensaban que cuando un practicante consiguiera estar plenamente consciente en un sueño, éste se fundiría en una gran mezcla de dicha sin ego. Pura nada. Una vez que el yogui alcanzara esta nada, sería capaz de observar la forma absoluta más pura de comprensión consciente.

Chinos

Los testimonios recogidos de sueños en la cultura china datan de hace más de cuatro mil años. Al igual que otras culturas de esa era, la idea de los sueños para los chinos entrelazaba con otros conceptos: el reino de los muertos y el de los espíritus. Dividían el alma en dos partes, el p’o (alma material) y el hun (alma espiritual). Por la noche, cuando el cuerpo físico descansaba, el alma espiritual lo abandonaba. El hun tenía libertad para visitar la tierra de los muertos o para establecer una íntima comunión con las almas de otros soñadores. (Había que evitar despertar a alguien antes de que su alma regresara al cuerpo; los chinos creían que si se despertaban con demasiada brusquedad su alma podía perderse, algo que nadie querría.)

Hebreos

Cuanto más se profundiza en la historia de la cultura hebrea, más claves se descubren de una cultura onírica. En el Talmud, un libro escrito entre el 200 y 500 de la era actual, que instruye sobre cómo aplicar la Torá a la vida cotidiana, hay más de doscientas referencias a los sueños. Incluye incluso una especie de diccionario onírico que permite al lector analizar sueños, pesadillas y visiones. Establece que «los sueños que no se entienden son como cartas que no se abren».22 Soñar se consideraba una manera directa de recibir consejos de Dios.

Tribus indígenas

Para esta «gente de la tierra», todo lo que nos rodea contiene algún espíritu, y accedemos a este ámbito espiritual cuando soñamos. Soñar era además una actividad muy social. Estas culturas pensaban que al soñar accedemos a un reino compartido que no está limitado por el espacio o el tiempo. Era posible tener visitantes en los sueños además de visitar los sueños de otras personas. En vez de tomarse una taza de café, tanto los aborígenes australianos como los indios iroqueses empezaban el día explicando sus aventuras de la noche anterior. Los sueños eran a menudo una fuente de consejos, no sólo para el individuo que los había tenido, sino también para toda la comunidad,23 y se aplicaban en la caza, la sanación y la guerra.

Edad Media europea

No en vano se llama la Edad de las tinieblas. A medida que las prácticas dogmáticas de la Cristiandad se propagaban por Europa, los sueños fueron degradados y menospreciados. Pese al enfoque poco afortunado concedido a los sueños durante esta época, es importante indicar que en los textos religiosos de la Cristiandad aparecen numerosas alusiones a ellos. Si se indaga un poco es fácil encontrar historias de sueños divinos y las interpretaciones que éstos suscitaban. Hay cientos de sueños sólo en la Biblia. Mientras la Cristiandad continuaba expandiéndose, durante este tiempo los sueños acabaron considerándose algo nocivo y pecaminoso.24 Martín Lutero difundió la idea de que el diablo era responsable de los sueños y que los mensajes divinos sólo podían llegar a través de la Iglesia. San Juan Crisóstomo declaró que los sueños eran insustanciales.25 Pero ¿de verdad podían creer eso?

Tiempos modernos

Tras la Edad Media podría decirse que los sueños quedaron relegados al olvido. El antropólogo Raymond L.M. Lee señala que después del Renacimiento «los sueños se trataban como subproductos poco destacables atribuidos a molestias psicológicas o malas digestiones que no poseían valor real».26 Fue a principios del siglo XX cuando los sueños fueron rescatados de la oscuridad por nuestro amigo el doctor Sigmund Freud, quien inició toda una rama de la psicología dedicada a desentrañar las mentes «inconscientes» de sus pacientes a través de la interpretación de los sueños.

No sólo quitó el polvo al tema, sino que los sueños, de pronto, se consideraron bajo una nueva perspectiva, totalmente alejada de la religión.27

Algunas de las ideas de Freud no tardaron en ser rebatidas por su propio alumno, un psiquiatra atrevido de ideas radicales llamado Carl Jung. El doctor Jung creía que los sueños no sólo tenían que ver con el pasado, sino también con el presente. Pensaba que los sueños nos muestran tanto lo que ansiamos alcanzar como lo que se interpone en nuestro camino.

Jung no abandonó por completo los pensamientos del maestro. Aceptaba la estructura básica de Freud y sus teorías sobre el lenguaje onírico, junto con la idea de interpretar los sueños a través de asociaciones. Y Jung no sólo observaba a los pacientes, era también un soñador ferviente. En sus ensayos académicos se pueden encontrar algunos temas sorprendentes: poderes psíquicos, sueño colectivo y telepatía. Creía que soñábamos en el inconsciente colectivo (un espacio compartido) y acuñó los términos arquetipo y sincronicidad. Gracias a Jung, muchos exploradores del mundo de los sueños de hoy en día se sintieron estimulados a pensar sin restricciones y exhumar ideas enterradas desde la antigüedad.

¿QUÉ ESTÁS PENSANDO?

¿Qué pensamientos te rondan? ¿Son los sueños experiencias privadas y aisladas que sólo suceden en la mente de cada cual? ¿O es posible que los sueños tengan lugar en un espacio compartido y colectivo? Como hemos visto, muchas culturas creían que esto último era cierto.

¿Quién tiene razón?

Nuestros antepasados mantenían una relación con los sueños diferente por completo a la de nuestros días. Los sueños eran una extensión del mundo de la vigilia, una realidad tan importante como la «vida real». La mayoría de nosotros hemos estado condicionados desde la infancia y miramos estas visiones del mundo interior como «sólo sueños».28 No tienes que creer ninguna de las ideas que acabas de leer, pero sugerimos que las consideres como posibilidades, por ajenas que puedan parecer.

Antes de escribir este libro, antes de iniciar ninguna investigación sobre el tema, pensábamos que sabíamos qué eran los sueños. Ahora, algunas de las ideas de los antiguos ya no nos parecen tan absurdas.

Por lo tanto, hagámonos un favor y empecemos de cero. Imagina una pizarra gigante llena de todo lo que sabes o piensas sobre los sueños, cubierta de palabras y diagramas, atiborrada de ideas superpuestas. Ahora coge una esponja, sumérgela en agua y pásala por la pizarra. Bórralo todo. Bien. Para volver a aprender a soñar sólo necesitas una mente abierta.

Tal y como decían nuestras madres, no creas lo que oyes y cree sólo la mitad de lo que ves. No sigas ciegamente nuestras palabras ni las palabras de nuestros antepasados, ni siquiera las palabras de la psicología moderna. En vez de ello, descubre por ti mismo y a través de la experiencia lo que son de verdad los sueños.

Los siguientes capítulos te ofrecerán una guía práctica necesaria para la lucidez onírica. Empezaremos por las pautas básicas para reconectarte con tus viajes nocturnos. Se acabaron los sueños borrosos y tenues para ti. A medida que avances, empezarás a advertir que tus sueños adquieren una cualidad potente y vívida; los recuerdos serán más completos.

 

1 Robert Moss, The Secret Story of Dreaming, Novato, California, New World Library, 2009, p. xiv.

 

2 Robert Moss, Dreamgates: An Explorer’s Guide to the Worlds of Soul, Imagination, and Life Beyond Death, Nueva York, Three Rivers Press, 1998, p. 5.

 

3 Ibíd.

 

4 «The Epic of Gilgamesh», en SparkNotes, 29 de marzo de 2012, <http://sparknotes.com/lit/gilgamesh/section1.html>

 

5 Kasia Maria Szpakowska, «The Perception of Dreams and Nightmares in Ancient: Old Kingdom to Third Intermediate Period», (ponencia, UCLA, 2000), pp. 23-26.

 

6 Lucy Gillis, «And Now a Word From Ancient Egypt…» en The Lucid Dream Exchange, agosto 2011, <http://www.dreaminglucid.com/pastldeissues.html>

 

7 Moss, The Secret Story of Dreaming, pp. 11-12.

 

8 Dawn Firewolf, «A History Of Dreaming-From Ancient Egypt To Modern Day» en Realmagick.com (blog), agosto de 2011, <http://www.realmagick.com/6181/a-history-of-dreaming-from-ancient-egypt-to-modern-day/>

 

9 Raymond L. Lee, «Forgotten Fantasies», Dreaming 20 (2010), p. 290.

 

10 Sarah Kofman, «Mirror and Oneiric Mirages: Plato, Precursor of Freud», The Harvard Review of Philosophy, VII (1999).

 

11 Artemidorus, Oneirocritica: Interpretation of Dreams, (traducción de Robert J. White), Torrance, California, Original Books, Inc., 1990, 3:11. [Hay trad. cast.: El libro de la interpretación de los sueños, Barcelona, Akal Ediciones, 1999.]

 

12 Aristóteles, On Dreams, Charlottesville, Virginia, InteLex, 2007. [Hay trad. cast.: Los Tratados sobre el sueño se incluyen en Tratados breves de historia natural, Madrid, Gredos, 1998.]

 

13 Artemidorus, Oneirocritica, 3:11.

 

14 Artemidorus, Oneirocritica.

 

15 Carl Huffman, «Pythagoreanism», Stanford Encyclopedia of Philosophy, (revisión del 14 de junio de 2010), ed. Edward N. Zalta. Artículo consultado el 29 de marzo de 2012, <http://plato.stanford.edu/entries/pythagoreanism/>

 

16 Raymond L. Lee, «Forgotten Fantasies», Dreaming 20 (2010), p. 291.

 

17 Moss, Secret History of Dreaming, p. 51.

 

18 Ibíd, p. 55.

 

19 «The Oldest Language Known to Man», School of Metaphysics, 1995. School of Metaphysics. Julio de 2011, <http://www.som.org/ldreams/history.htm>

 

20 Rebecca Turner, «Dream Yoga: Lucid Dreaming in Tibetan Buddhism», World of Lucid Dreaming, julio de 2011, <http://www.world-of-lucid-dreaming.com/dream-yoga.html>

 

21 B. Alan Wallace, Buddhism & Science: Breaking New Ground, Nueva York, Columbia University Press, 2003, p. 253.

 

22 Gail Bixler-Thomas, «Understanding Dreams: Perspectives from the Ancients Through Modern Times», noviembre de 1998, consultado el 29 de marzo de 2012, <http://www.erhsgraphics.com/Dreaming.html>

 

23 Robert Moss, Dreamways of the Iroquois: Honoring the Secret Wishes of the Soul, Rochester, Vermont, Destiny Books, 2005.

 

24 Christopher Dewdney, Acquainted with the Night: Excursions Through the World After Dark, Nueva York, Bloomsbury, 2004, p. 167.

 

25 Chrysostom John y Catharine P. Roth, On Wealth and Poverty, Crestwood, Nueva York: St. Vladimir’s Seminary, 1984, p. 12.

 

26 Raymond L. Lee, «Forgotten Fantasies», Dreaming 20 (2010), p. 291.

 

27 Ibíd, pp. 291-293.

 

28 Edain McCoy, Astral Projection for Beginners: Learn Several Techniques to Gain a Broad Awareness of Other Realms of Existence, St. Paul, MN, Llewellyn Publications, 1999.