Capítulo 1


Botánica y bioquímica de la ayahuasca

Nos preguntamos cómo los pueblos de las sociedades primitivas, sin conocimiento de química o fisiología, encontraron una solución para activar un alcaloide mediante un inhibidor de la monoaminooxidasa. ¿Pura experimentación? Tal vez no…

Richard Evans Schultes

 

La dmt permea la naturaleza demasiado. Es como una broma cósmica. En cierto modo es la naturaleza jugando con nosotros, diciéndonos: “¿Entiendes?”; “¿Lo comprendes”?… El hecho de que a dos pasos del triptófano existe una molécula que abre dimensiones trascendentes…

Dennis McKenna

 

¿Por qué fabricamos dmt en nuestros cuerpos? Mi respuesta es: “Porque es la molécula del espíritu”.

Rick Strassman

Algunas nociones de botánica, química y farmacología

Entre las numerosas plantas utilizadas como enteógenos en las Américas, se destaca la que da título a este libro: la liana Banisteriopsis caapi de la familia Malpighiaceae, popularmente conocida con el vocablo quechua ayahuasca, y cuya descripción botánica Richard Evans Schultes hace en los siguientes términos: “[Tanto Banisteriopsis caapi como Banisteriopsis inebrians] son lianas con corteza lisa, de color café y hojas verde oscuras, pergaminosas, ovadolanceoladas, que miden hasta 18 centímetros de longitud y 5-8 centímetros de ancho. La inflorescencia es multiflora. Las flores pequeñas son de color rosa o rosadas. El fruto es una sámara con alas de más o menos 3,5 centímetros de longitud. B. inebrians se diferencia de B. caapi principalmente por sus hojas; [si bien estas lianas son las más importantes y comunes en la preparación del brebaje conocido como ayahuasca] aparentemente, hay ocasiones en que otras especies se utilizan según la región: B. quitensis; Mascagnia glandulifera; M. psylophilla var. antifebril; Tetrapteris methystica y T. mucronata. Todas estas plantas son largas lianas de los bosques y pertenecen a la misma familia” (Evans Schultes y Hofmann, 1994). Recientemente, Bronwen Gates (en Luz, 1966) amplía esta información y menciona además, como base de la ya afamada bebida enteogénica, las siguientes especies del género malpigiáceo: Banisteriopsis longialata, Banisteriopsis lutea, Banisteriopsis martiniana var. subenervia, Banisteriopsis muricata, Callaeum antifebrile y Lophantera lactescens.

 

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Banisteriopsis caapi  Psychotria viridis

Clásicas ilustraciones que identifican botánicamente la liana Banisteriopsis caapi (ayahuasca, yagé o caapi) de la familia Malpighiaceae (entre cuyos componentes químicos se destaca la harmina, del grupo de alcaloides llamados beta-carbolinos) y la Psychotria viridis (chacruna, de la familia de las Rubiaceae o del café), que contiene triptaminas que, ingeridas en conjunto con los beta-carbolinos mencionados, sirven para alargar y potenciar el estado ampliado de conciencia. Ambos son los principales componentes vegetales de la famosa bebida sagrada amazónica ayahuasca.

  

El ya citado Richard Spruce, joven botánico inglés, fue el primer europeo en describir la planta, que conoció en 1852 en la localidad brasileña de Urubú-coára. A pesar de las referencias previas al uso indígena de esta especie −hechas por misioneros: Chantre al final del siglo xvii, Magnin en 1740, y por algunos viajeros extranjeros−, fue Spruce el que primero colectó e hizo la identificación botánica de la planta en cuestión (Luz, 1966). Encontrándose en la mencionada localidad, durante una fiesta indígena dabucuri (fiestas de intercambio que aún se realizan) fue convidado a ingerir la bebida elaborada a partir de Banisteriopsis caapi. Indagando sobre el origen de tal preparado, tuvo la suerte de ser llevado hasta un ejemplar en flor y con algunos frutos, hecho que posibilitó su correcta identificación. A partir de entonces la ciencia occidental comenzó a interesarse por su estudio, mientras hacía muchísimo tiempo que la planta era usada por pueblos de la Amazonia occidental.

Como las características del medio ambiente y de la cultura material de los grupos que usan la Banisteriopsis no favorecen la preservación de vestigios arqueológicos, basándose en la presencia de esta planta en los mitos de creación de los pueblos que la utilizan, Evans Schultes considera milenario su uso. Plutarco Naranjo (1986), basado en vestigios arqueológicos encontrados en Ecuador, lo remonta a cuatro mil años.

Como se ha observado, la más usada y apreciada es la Banisteriopsis caapi, la cual es sustituida por otras especies del género cuando no está disponible. La Callaeum antifebrile es considerada más como una planta aditiva que como base de la bebida; sin embargo, se ha observado en Pará, Brasil, un uso adivinatorio y terapéutico de esta particular especie como base de una bebida llamada cábi (Ott, 1996). En cuanto a la Lophantera lactescens, los indicios de su uso son tenues (Evans Schultes, 1986), al tiempo que la Tetrapterys methystica parece ser usada exclusivamente por los indios makú, y la Tetrapterys mucronata, tener su uso restringido a los indios larapaná. Además de su empleo como enteógeno, otras especies del mismo género tienen uso cultural: en la etnomedicina, la Banisteriopsis argyrophilla se emplea para tratar “dolencias de niños” en Brasil; y en la magia, la Banisteriopsis lucida es usada en encantamientos para atraer la pesca en Venezuela. Las especies empleadas con el fin de alterar o ampliar la conciencia poseen, todas, alcaloides del tipo beta-carbolinas (Luz, 1996).

El primer estudio fitoquímico de la Banisteriopis caapi tuvo lugar a comienzos del siglo xx, cuando en 1905 el farmacéutico colombiano Rafael Zerda Bayón aisló, a partir de una muestra de yagé, un alcaloide al que denominó “telepatina” por las propiedades supuestamente telepáticas de la bebida (al respecto, véase en el capítulo 2 la sección dedicada a los amahuacas y sus correspondientes notas; también, en el capítulo 5, “La mujer-planta”). En 1924, Harvey Seil y Earl Putt presentaban su trabajo afirmando haber encontrado tres alcaloides en muestras de Banisteriopsis caapi (en aquella época llamada Banisteria caapi). En 1925, el químico colombiano Antonio María Barriga Villalba reportó la presencia de dos alcaloides a los que bautizó yajeína y yajenina, también mencionados ese año por otro químico colombiano: Leopoldo Albarracín. En 1927, Émile Perrot y Raymond Hanet expusieron la equivalencia entre la telepatina y la yajeína. Y un año más tarde, Louis Lewin describe el alcaloide por él llamado banisterina en muestras de Banisteriospsis caapi. En 1928 la confusión comienza a ser deshecha cuando K. Rumpf y O. Wolfes demuestran la identidad de los alcaloides yajeína, telepatina y banisterina con la ya conocida harmina (Ott, 1996). Finalmente, en 1939, los químicos A.L. y K.K. Chen demostraron definitivamente la identidad de telepatina, yageína y banisterina con el alcaloide ya conocido como harmina desde 1847 a partir de la obra de J. Fritzche. Este alcaloide fue aislado por primera vez a partir de las simientes del arbusto Peganum harmala, una Zigophilliacea, planta que algunos autores identifican con la célebre “zarza ardiente” que habría provocado las visiones de Moisés, y también con el soma de los hindúes (el “brebaje de la inmortalidad”) (Flattery y Schwartz, 1989, citados por Ott, 1993).[4] El principal efecto de este alcaloide es inhibir la acción de la monoaminooxidasa (mao), una enzima que aparece naturalmente en el cuerpo humano, en tejidos del hígado, cerebro, intestino, plasma sanguíneo, corazón y garganta, y que tiene por función inactivar las monoaminas producidas en forma endógena, como la serotonina, la dopamina y la norepinefrina, todos neurotransmisores. Los inhibidores de la mao son utilizados desde la década del 50 como antidepresivos, siendo la primera generación de este tipo de medicamentos. Aunque los alcaloides presentes en la Banisteriopsis caapi son psicoactivos por sí solos,[5] en todas las muestras de bebida hasta ahora testeadas nunca se verificó la dosis mínima (500 mg) necesaria para alterar las funciones psíquicas, debiendo los efectos del brebaje ser antes asignados a los alcaloides (dmt) de las principales plantas aditivas: Diplopteris cabreana (yají o chagropanga) y Psychotria viridis (chacruna). Steve Barker, John Monti y Samuel Christian (1991) afirman la posibilidad de que n,n-dmt sea un neurotransmisor o un neuromodulador por sí mismo, ya que esta sustancia se verifica naturalmente en el cerebro y otros tejidos de los mamíferos, así como se encuentran enzimas capaces de sintetizar en vivo tal molécula. Estos autores avanzaron en la hipótesis de la existencia de un sistema receptor autónomo para la n,n-dmt, hipótesis que por fin se habría comprobado recientemente.

Distribución geográfica de la ayahuasca y plantas aditivas

Según Jonathan Ott (1996), la liana Banisteriopsis caapi crece en las tierras bajas de la selva ecuatorial amazónica, siendo su límite de ocurrencia al sur hasta Bolivia, y al norte hasta Venezuela y Panamá. Crece también en la Amazonia colombiana, ecuatoriana, peruana y brasileña, habiéndose propagado a través de los Andes hasta la costa de Ecuador. Debido a la facilidad con que se extiende a través de ejemplares transportados para su cultivo, es difícil establecer su área de ocurrencia natural. En cuanto a Banisteriopsis muricata, su área de ocurrencia, que va desde México hasta la Argentina, es la más amplia de todas las especies de este género. La Banisteriopsis longialata crece en la Argentina, Paraguay, Bolivia y Perú, y al este hasta Brasil. Banisteriopsis martiniana var. subenervia aparece en la selva ecuatorial de la Amazonia brasileña, peruana y colombiana, extendiéndose hasta el Alto Orinoco en Venezuela.

La Tetrapterys styloptera crece en la Amazonia colombiana y en la zona de Brasil próxima a su frontera. En cuanto a la Callaeum antifebrile, se sabe que su área de ocurrencia natural es la selva amazónica peruana, aunque también es cultivada en Pará, donde tiene un rol en la etnomedicina popular.

Uno de los aspectos más interesantes y menos conocidos del uso de Banisteriopsis caapi son las plantas aditivas −que se agregan a la poción−, las cuales constituyen una etnofarmacopea aún no del todo investigada. Aparte de Dyplopteris cabrerana y Psychotria viridis, que son las más utilizadas y que aportan el necesario compuesto visionario dmt, una gran cantidad de otras plantas se agregan a la pócima resultante de la decocción de B. caapi durante su preparación, conforme al uso que se dará a la bebida. Algunas “hacen ver”, otras “viajar”, otras “enseñan”, “curan”, “embrujan”, “dan fuerza”, y así por el estilo (McKenna, 1994).

Para Jonathan Ott (1996: 19-30) las plantas aditivas se dividen en tres grupos principales: 1) terapéuticas: consideradas remedios y, por lo tanto, agregadas a la B. caapi, la cual se considera la medicina por excelencia; 2) estimulantes: aquellas que ayudan a combatir el efecto sedativo y soporífero de la B. caapi; y 3) enteógenas por sí mismas: aquellas que poseen la propiedad de alterar la conciencia en presencia o no de B. caapi.

Ejemplos de esta triple división pueden leerse en Luis López Vinatea (2000):

  

Si bien es cierto que ancestralmente se usan sólo dos especies: “ayahuasca” y “chacruna”, como únicos ingredientes de la ayahuasca, muchos chamanes agregan, además de los vegetales antes mencionados, hojas, tallos y raíces de otras plantas con el fin, según ellos, de dar al brebaje mayor poder, como por ejemplo: alucinógeno [nosotros diríamos visionario], la Couropinta guianensis o “ayahuma”; medicinal, Abuta grandifolia o “abuta”, y de predicción del futuro, Brugmansia suaveolens o “toé” [conocido en la Argentina como floripondio].

  

A continuación, y al solo efecto de una breve ejemplificación, mencionamos unas pocas plantas aditivas de uso común, remitiendo al lector al Apéndice 3, donde hallará un completísimo listado elaborado sobre la base de informes de Jonathan Ott, Terence McKenna, Luis Alberto López Vinatea, de la Universidad Nacional de la Amazonia Peruana, y nuestro principal informante, Antonio Muñoz Díaz.

Consignanos en primer lugar el nombre científico de la planta, entre paréntesis sus nombres vulgares, luego la familia botánica a la que pertenece, y finalmente el efecto buscado al mezclarla en el brebaje. Se destacan aquellas que son psicoactivas.

  

•   Abuta grandifolia (abuta, trompetero sacha). Familia Menispermaceae. Efecto medicinal (tiene fama de antidiabética).

•   Brugmansia suaveolens (toé, floripondio). Familia Solanaceae. Mayor actividad visionaria.

•   Brunfelsia chirisanango (chircsanango). Familia Solanaceae. Medicinal y mayor actividad visionaria.

•   Calliandra angustifolia (bobinsana, bubinsana). Familia Fabaceae. Mayor actividad visionaria.

•   Cedrelinga castaneiformis (huayra caspi, tornillo). Familia Fabaceae. Enseña el oficio chamánico.

•   Croton sp. (sangre de grado). Familia Euphorbiaceae. Medicinal (cicatrizante, antibacterial, antiulceroso).

•   Ficus insipida (ojé, doctor ojé). Familia Moraceae. Medicinal.

•   Jatrppha gossypifolia L. (piñón colorado, piñón negro). Familia Euphorbiaceae. Medicinal.

•   Mansoa alliacea (ajosacha). Familia Bignoniaceae. Medicinal.

•   Nicotiana tabacum L. (tabaco, mapacho). Familia Solanaceae. Mayor actividad visionaria.

•   Quararibea sp. (ishpingo). Familia Bignoniaceae. Enseña el oficio chamánico.

•   Virola sp. Aubl. (cumala). Familia Myristicaceae. Mayor actividad visionaria.

Más que “una planta”, un complejo compuesto

Lo que se sabe hasta ahora es que el compuesto combina dos alcaloides fundamentales: beta-carbolinas, aportadas por la planta que da nombre a la infusión, que es la liana B. caapi (ayahuasca, yagé o liana de los muertos), y n,n-dmt. Lo interesante de este caso es que si bien la dmt, de potente efecto “visionario”, se encuentra en numerosas especies vegetales, animales mamíferos e incluso en el ser humano, no es activa en forma oral: los preparados identificados para uso chamánico en América eran administrados en forma de rapé, y en las investigaciones contemporáneas como la de Strassman, en forma parenteral, es decir, por vía distinta de la digestiva (intravenosa, subcutánea, etc.). ¿A qué se debe que en el brebaje de la ayahuasca la dmt sea activa en forma oral? Las beta-carbolinas presentes en la liana tienen propiedades proserotoninérgicas y prodopaminérgicas, aunque carecen de actividad alucinógena, si bien algunos autores dicen lo contrario. Esto podría tener otra explicación: in vitro estas sustancias presentan una potente acción bloqueadora de la enzima mao, y en concreto de la isoenzima mao-a. De acuerdo con la hipótesis comúnmente aceptada, las beta-carbolinas (en este caso harmina y harmalina y tetrahidroharmina) bloquean la enzima mao-a presente a nivel hepático e intestinal, impidiendo la desaminación oxidativa de la dmt y permitiendo que pueda acceder al sistema nervioso central.

A diferencia de la administración parenteral de dmt, la ingestión de la ayahuasca tarda aproximadamente una hora en hacer efecto, el cual es de menor intensidad y mayor duración que cuando se administra por vía no digestiva. Es en este punto donde focalizamos también nuestro trabajo: más que una planta, desde el punto de vista bioquímico la ayahuasca es un complejo preparado que, en una acción sinérgica de sus componentes, permite que los mismos tengan efectos psicoactivos, cuando administrados por separado y por la misma vía, es decir la oral, no presentan tales efectos.

La ciencia indígena y la biopiratería occidental

Actualmente, más de doscientas compañías farmacéuticas contratan antropólogos y farmacólogos para que convivan con tribus indígenas y aprendan de sus curanderos y chamanes qué plantas utilizar, cómo y en qué enfermedades aplicarlas.

Más de la cuarta parte de los fármacos que se venden en farmacias tienen ingredientes activos extraídos o derivados de plantas, y más del 74% de esos ingredientes fueron descubiertos por pueblos indígenas. Según Michael Balick, director del Instituto de Botánica Económica del Jardín Botánico de Nueva York, todavía hay 328 nuevos fármacos aguardando ser descubiertos y están exclusivamente en las selvas tropicales. Hasta ahora sólo se han encontrado 47. Según este especialista, de las 250.000 especies vegetales que estimativamente hay en el mundo, sólo se ha investigado el poder medicinal de menos de un 1% (Farnsworth, 1988: 95; Eisner, 1992: 198; Elisabetsky, 1991: 11). Actualmente se calcula que hay entre 3.000.000 y 30.000.000 de especies de plantas superiores, la gran mayoría en las selvas tropicales.

Estos datos son más que interesantes si consideramos las propiedades farmacológicas de las especies tomadas aisladamente; pero además encontramos preparados complejos como la ayahuasca, que tiene varias plantas como aditivos en su preparación, según para qué se la use y el efecto que se quiera lograr en la ingesta. Este uso se asocia al conocimiento que el chamán quiere obtener de tal o cual planta, si bien muchas de las propiedades de determinados vegetales provienen de la tradición oral y de la similitud de la planta en cuanto a color, tacto, forma, etc. (esto explica por qué, cuando estuvo en nuestro país, el chamán Antonio Muñoz se llevó muestras de plantas que desconocía para probar si por su “parecido” con otras de la selva peruana podían usarse para lo mismo). Dentro de la cosmovisión chamánica, los aditivos a la poción original tienen varias funciones, entre ellas que “el espíritu de la planta” les enseñe para qué sirve el aditivo que agregaron.

Lo dicho sería una simple anécdota si los preparados o las plantas no tuvieran otra utilidad práctica que las mantenidas en su propia cultura, pero de hecho no es así, y las compañías farmacéuticas buscan este conocimiento práctico. Recientemente, un extracto del arbusto Pilocarpus jaborandi, utilizado por los indígenas kayapo y guajajara (Brasil), fue transformado en un producto farmacéutico para el tratamiento del glaucoma por la multinacional Merck, compañía que también ha intentado elaborar un nuevo anticoagulante basado en la planta tikiuba de los uru-eu-wau-wau (Brasil).

Consignamos a continuación algunas patentes ya extendidas sobre plantas y productos:

 

• Tepezcohuite de Chiapas: es una planta que fue utilizada por los mayas como eficaz tratamiento contra las quemaduras. Posee propiedades antiinflamatorias, antibacterianas, anestésicas y regenerativas de la epidermis. En 1986 León Roque realizó en México una solicitud de patente sobre la corteza tostada del árbol del tepezcohuite y sobre el procedimiento para convertirlo en polvo, obteniendo en 1989 la patente en Estados Unidos (4.883.663 us patent). Agregándole sólo el elemento de esterilización, en la síntesis descriptiva de la solicitud de patente se describe el procedimiento tradicional utilizado milenariamente por comunidades indígenas. También se otorgó en Estados Unidos la patente (5.122.374 us patent) por el ingrediente activo de la corteza del tepezcohuite: el método para extraerlo y aislarlo por medio de solventes, más el uso de esos extractos en compuestos farmacéuticos.

 

Todo el polvo producido con métodos tradicionales constituye una violación de los derechos de patente. Roque se asoció con Jorge Santillán, un industrial que afirma haber recibido derechos monopólicos del gobierno mexicano para la producción del tepezcohuite. Su empresa planta el árbol en dos de los estados mexicanos. Entretanto, los precios se han remontado para los pobladores de Chiapas y el recurso silvestre se agotó. Las comunidades chiapanecas han sido expropiadas no sólo de sus conocimientos sino también –por los problemas políticos en la zona– de parte del escaso territorio en que crece la mimosa tenuiflora. Los lugareños tendrán que competir por el acceso al árbol con quienes lo comercializan para el mercado mexicano de tepezcohuite. (Spadafora, Calavia Sáez y Lenaerts, 2004)

 

• Patente sobre el rupununine, un derivado de la nuez del árbol Ocotea rodiei, especie que se encuentra en el estado de Goiania, Brasil. Ha sido usado ancestralmente por los pueblos campesinos brasileños como medicamento natural para dolencias cardiológicas, neurológicas, control de tumores y fertilidad. Fue otorgada su patente en Estados Unidos a Conrad Gorinsky, (patentes sobre Ocotea rodiei concedida 5.569.456 us patent; ep 610060).

 

• Contrato sobre el conocimiento de los yanomamis: en 1998, pocos días antes de asumir Hugo Chávez la presidencia de la República, el gobierno de Rafael Caldera en órgano del Ministerio del Ambiente de Venezuela firmó un contrato con la Universidad de Zurich, Suiza, mediante el cual se otorgan derechos de acceso a los recursos genéticos y a los conocimientos y prácticas ancestrales en territorio yanomami. Este compromiso fue denunciado y combatido por la Organización de Pueblos Indígenas del Amazonas (orpia), ya que no existió nunca el consentimiento previo informado de las comunidades. Este requisito fundamental ha sido consagrado desde 1992 por el Convenio de la Diversidad Biológica en su artículo 8J. En el contrato final se establece que el Ministerio del Ambiente obtendría 20% por derechos de regalías, patentes y comercialización de los “descubrimientos”. El 80% restante es para los suizos. El acuerdo incluye un pago de 30% del costo del contrato (no de regalías o beneficios que se deriven) para los grupos indígenas que colaboren con la investigación.

 

Pero hasta la ayahuasca fue patentada en la Oficina de Patentes y Registro de Marcas de Estados Unidos, con el número 5.571 del 17 de junio de 1986, a nombre de Loren Illar. En 1994, la Coordinadora de Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (coica) denunció a Illar, acusándolo de enemigo de los pueblos indígenas amazónicos. Centenares de personas y organizaciones indígenas, de derechos humanos y ambientalistas del mundo entero, como la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (uicn) y la World Wildlife Foundation (wwf), expresaron su solidaridad con los pueblos indígenas amazónicos en esta lucha desigual con la Oficina de Patentes y el dueño de la patente. En marzo de 1999, con el auspicio legal del Centro Internacional de Legislación Ambiental, con sede en Washington, y el apoyo de la Alianza Amazónica, la coica presentó la demanda en la capital estadounidense. El 3 de noviembre de 1999, la Oficina decidió cancelar provisionalmente la patente otorgada a favor de Loren Illar. El argumento decisivo fue que la planta patentada era conocida y estaba disponible antes de la presentación de la aplicación de la patente. La ley norteamericana establece que una invención o descubrimiento no puede ser patentado si ya está descripto en una publicación impresa en Estados Unidos o en un país extranjero más de un año previo a la fecha de aplicación de la patente. No prevaleció en este caso el respeto por el conocimiento tradicional, sino la casualidad de que esta planta había sido registrada con anterioridad en un herbario de Michigan. De todos modos, nadie sabe cómo llegó hasta allí. Por lo demás, ante los nuevos argumentos presentados por Illar, la Oficina de Patentes revisó la resolución de revocatoria y devolvió la patente al solicitante en enero de 2001. El argumento fue que un tercero, en este caso la coica, el Center for International Environmental Law (ciel) y la Alianza Amazónica, no podían alegar la propiedad de la patente y desafiar una decisión final de la Oficina de Patentes y Marcas Registradas, porque este derecho según la legislación estadounidense solamente lo tiene el titular de aquélla.

Ayahuasca y dimetiltriptamina (dmt)

Basada en las “psicosis experimentales por sustancias como la psilocibina y la mescalina”, por un lado, y por otro en su semejanza estructural con neurotransmisores como la dopamina y la noradrenalina, se postuló la posibilidad de la producción “endógena” de sustancias psicodislépticas. Esta producción parecería deberse al bloqueo de la enzima mao y a la acción de otra enzima, la N-metiltransferasa, que incorpora grupos metilos dando origen a las sustancias psicoactivas dmt y bufotenina.

 


 

La adición de grupos metilo a este neurotransmisor le conferiría la capacidad de inducir síntomas psicóticos en individuos predispuestos. De ahí que en las psicosis endógenas se postule una alteración en las reacciones de transmetilación, muy extendidas en todo el organismo. Basándose en esto, fue posible aislar en orina de pacientes varios compuestos, entre los que se destacan la dimetoxi fenil etil amina, derivado metilado de la dopamina; la bufotenina y la O-metil bufotenina, ambos productos de la metilación de la serotonina, y un derivado metilado de la triptamina, dmt. Todos ellos han sido extensamente investigados, particularmente por el grupo de Jorge Ciprian-Ollivier, en los últimos años sobre todo en el caso de los índoles metilados, en cuyos niveles de excreción urinaria se encuentra una correlación con la sintomatología psicótica, en particular la de tipo disperceptual (Ciprian-Oliver et al., 1988).

Estudios más recientes, realizados entre 1980 y 1995, comprobaron que la presencia de estos compuestos en orina, si bien no es un marcador biológico de la esquizofrenia o las psicosis, sí es de inestimable valor respecto de aquellos fenómenos vinculados a la sensopercepción (Semper, 1995). Son estos compuestos precisamente los que podemos encontrar en algunas plantas usadas por los chamanes para ingresar al “mundo de los sueños” o “de los espíritus”; en especial la dmt es descripta por el investigador Terence McKenna como una de las más poderosas para provocar estados no ordinarios de conciencia.

Informes sobre la psicoactividad de las triptaminas metiladas empezaron a ser publicados a mediados de la década del 50. Y en los 60 aumentó considerablemente el interés por la identificación y cuantificación de las triptaminas endógenas después de que varios estudios determinaron la producción endógena de dichas sustancias, lo que fortaleció la hipótesis de alguna vinculación con las psicosis.

La administración de dmt, bufotenina y algunos derivados de su transmetilación, como la 5-meodmt, provocan fenómenos visuales, y esta última específicamente centra su actividad psicoactiva, básicamente de imaginería emotiva más que visual, con estados mentales parecidos a las experiencias de casi muerte (ecm). La dmt y la 5-meodmt administradas en forma endovenosa son capaces de penetrar la barrera sanguínea del cerebro y producir los efectos antes mencionados. No sucede lo mismo con la bufotenina, que si bien no penetra al cerebro al ser administrada en forma exógena, puede tener actividad si se forma cerca de su lugar de acción en el sistema nervioso central; incluso se especula con la posibilidad de que cualquier efecto psicoactivo de la misma administrada por vía endovenosa tenga que ver con su conversión in vivo a 5-meodmt.

En algunos brebajes visionarios como la ayahuasca encontramos principalmente sustancias similares a la dmt como principal producto psicoactivo capaz de provocar experiencias trascendentes, e incluso reconocer la muerte como parte de la vida y recrear experiencias de muerte-renacimiento.

En la preparación de estos brebajes no sólo se encuentran triptaminas metiladas como la dmt, sino también otro tipo de sustancias como las beta-carbolinas, que potencian la acción de las triptaminas metiladas. Lo interesante es que, entre diversos principios psicoactivos hallados en la ayahuasca, este mecanismo aparentemente sería el mismo que se produce cuando dormimos, es decir que estaríamos en presencia de un juego entre índoles endógenas no muy distinto al necesario para producir el fenómeno visual de los sueños. Según esta hipótesis, los niveles de beta-carbolinas endógenas aumentan durante el sueño y facilitan la actividad de las triptaminas metiladas al bloquear su metabolismo. Las actividades de las triptaminas, por lo tanto, fomentan los componentes emotivos y visuales de los sueños (Callaway, 1999).

Si bien compuestos como la thh, harmina o harmalina no se han encontrado en mamíferos, sí se ha hallado, incluyendo en seres humanos, una docena de compuestos afines con propiedades farmacológicas similares, entre otros, pinolina (6-metoxi-tetrahidro-beta-carbolina) y thbc (tetrahidro-beta-carbolina). Otras evidencias sugieren que áreas del cerebro vinculadas con la actividad de los sueños son ricas en receptores para este tipo de sustancias.

 

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Las estructuras químicas fundamentales del té visionario: Harmina, Harmalina, THH y DMT.

 

Comunes a los principios psicoactivos de algunas plantas “alucinógenas”, estas sustancias se hallan en pacientes con alteraciones en la sensopercepción y cumplen un rol fundamental en la producción de las imágenes visuales y los contenidos emocionales de los sueños. Conviene prever que aquello que para la psiquiatría clásica es un trastorno de la sensopercepción, en otro contexto presenta puertas de acceso a otros mundos; de hecho, en la psicosis los trastornos de la sensopercepción constituyen uno de los componentes de la enfermedad, pero no es lo único que determina la patología, sino que hay un deterioro generalizado de la vida psíquica y de relación del individuo (retomaremos este tema en el capítulo 4).

 

La ayahuasca como productora de dmt endógena. Sabemos que los compuestos químicos que constituyen la ayahuasca son los proporcionados por la liana Banisteriopsis caapi (harmina, harmalina y tetrahidroharmina) y la dmt proporcionada por la chacruna (Psychodria viridis) –en la preparación más conocida– o yají (Diplopteris cabreana). También hemos visto el complejo mecanismo por el cual las beta-carbolinas bloquean la acción intestinal de las enzimas mao para que la dmt pueda tener acción por vía oral al no ser degradada por la mao a nivel intestinal. Llamativamente, para los diversos pueblos indígenas que utilizan ayahuasca, la planta maestra por excelencia, la que nunca puede faltar en los preparados, es la Banisteriopsis caapi, que da nombre a la poción. Siguiendo el mecanismo bioquímico involucrado y las propiedades de cada uno de los compuestos, la sustancia visionaria por excelencia sería la dmt: llave de acceso a contenidos inconscientes personales y al universo de “otras realidades”, que algunos denominan dmtverso. Podría suponerse que la planta más importante para los pueblos amazónicos es aquella que proporciona las visiones, como el peyote, el cactus de San Pedro o los hongos en otros pueblos que hacen de las visiones parte central de su cosmovisión. Pero no es así; la planta por excelencia es la liana, que en términos bioquímicos sólo tiene por función permitir que la dmt llegue a nivel cerebral para producir efectos psicoactivos. Dennis McKenna, G.H.N. Towers y F.S. Abbott (1984) afirman que sus experimentos proporcionan una fuerte evidencia acerca de la siguiente hipótesis: “Las propiedades alucinógenas [sic] de la ayahuasca se deben a la inactivación de la mao visceral y la facilitación consecuente de la actividad oral de la dmt en el preparado”. Si bien esto es central para lograr el efecto de la poción, creemos que el rol fundamental que cumple B. caapi es otro: aumentar la producción endógena de dmt facilitando el acceso a las visiones.

En 1990, el propio McKenna reconoce su función “alucinógena”:

 

Numerosas tribus de la misma región preparan una bebida alucinógena a partir de la corteza de Banisteriopsis caapi u otros miembros del género Malpighiaceae. Este brebaje, que contiene altos niveles de alcaloides beta-carbolínicos inhibidores de la mao, es por sí mismo alucinógeno y a veces consumido solo. (Citado por Mabit, Campos y Arce, 2000)

 

Pero este reconocimiento de su acción visionaria se basa en la observación de sus efectos en aquellos pueblos que preparan la bebida solamente con la liana; McKenna no habla del mecanismo involucrado por la producción endógena de dmt.

Está comprobado que nuestro cerebro produce regularmente dmt en pequeñas proporciones. Y esto no significa algo patológico, como se suponía en la década del 60. Ahora bien, si producimos cantidades de dmt endógena, evidentemente alguna función debe cumplir; no es un mero compuesto producto de un metabolismo alternativo.

La dmt es el más simple de los compuestos enteógenos; su peso molecular es de 188 unidades moleculares, contra 323 del lsd y 211,16 de la mescalina, y es ligeramente superior a la glucosa, cuyo peso es de 180.

Nuestro cerebro es un órgano sumamente delicado que cuida muy bien cuáles sustancias deja entrar y cuáles no. En la sangre hay muchas sustancias tóxicas que no deben ponerse en contacto con las neuronas, ya que ello perjudicaría el correcto funcionamiento del sistema nervioso central. La muralla que impide esto se denomina “barrera hematoencefálica”, que es consecuencia de la estructura característica de los vasos sanguíneos cerebrales. Y es que las células que forman las paredes de los vasos, a diferencia de las del resto del cuerpo, se encuentran tan íntimamente unidas que muchas moléculas que discurren disueltas en el plasma sanguíneo no pueden salir de los capilares. Otras, como la glucosa, son capaces de atravesarlos mediante procesos de transporte activo (con gasto de energía).

El endotelio capilar que constituye la barrera hematoencefálica es permeable a ciertas sustancias necesarias para el metabolismo cerebral, tales como oxígeno, glucosa y aminoácidos esenciales. Un determinante básico para que una molécula pueda penetrar la barrera hematoencefálica es su solubilidad en lípidos. Los compuestos altamente liposolubles como etanol, cafeína, nicotina, heroína, oxígeno y bióxido de carbono atraviesan fácilmente la barrera hematoencefálica; por el contrario, sustancias con baja liposolubilidad o unidas altamente a proteínas no cruzan la barrera y son excluidas del sistema nervioso. La glucosa es un sustrato energético primordial para el cerebro, por lo que requiere un sistema de transporte que le permita atravesar fácilmente el endotelio y asegure un aporte adecuado y constante de energía. Existen cuatro sistemas transportadores para aminoácidos en el endotelio de los capilares del sistema nervioso central. Los grandes aminoácidos neutros, como fenilalanina, leucina, tirosina, isoleucina, valina, triptófano, metionina e histidina, penetran la barrera hematoencefálica tan rápido como la glucosa. Estos aminoácidos esenciales no se sintetizan en el tejido nervioso y deben ser suministrados por las proteínas de la dieta, siendo algunos de ellos precursores de neurotransmisores sintetizados en el cerebro.

Es curioso que la dieta que realizan los chamanes amazónicos para lograr su iniciación y su preparación para la toma de ayahuasca sea rica en triptófano y serotonina (banana y pescado fundamentalmente), lo que proporciona una mayor cantidad de materia prima para la producción endógena de dmt.

Debido a que un solo transportador media el movimiento transcapilar de los aminoácidos antes mencionados, ellos compiten entre sí para penetrar el sistema nervioso, de manera que la elevación en las concentraciones séricas de uno de ellos inhibe el paso de los otros a través de la barrera hematoencefálica. Esto sucede en ciertas enfermedades metabólicas como la fenilcetonuria, en la cual hay concentraciones plasmáticas elevadas de fenilalanina al reducirse la captación cerebral de otros aminoácidos esenciales.

Como vemos, nuestro cerebro cuenta con mecanismos específicos para que ingresen las sustancias que necesita, comprometiendo cantidades de energía en su transporte. Entonces, ¿cuán importante es la dmt para que el cerebro gaste energía en su transporte activo al interior de él?

Rick Strassman (2000), de la Universidad de Nuevo México, ha realizado un extenso trabajo de investigación sobre la dmt, que resume en su libro dmt, la molécula del espíritu:

 

Hace veinticinco años científicos japoneses descubrieron que el cerebro transportaba dmt activamente al otro lado de la barrera hematoencefálica. A ninguna otra droga “alucinógena” el cerebro trata con tal entusiasmo. Éste es un hecho sorprendente que debemos tener en cuenta cuando recordamos cuán fácilmente los psiquiatras biológicos descartaron un papel esencial de dmt en nuestras vidas. Si dmt fuera solamente un subproducto insignificante e irrelevante de nuestro metabolismo, ¿por qué el cerebro se esforzaría tanto en adentrarlo a sus confines?

En cuanto el cuerpo produce o absorbe dmt, hay ciertas enzimas que lo separan en segundos. Estas enzimas, llamadas monoaminooxidasa (mao), existen en altas concentraciones en sangre, hígado, estómago, cerebro e intestinos. La presencia extendida de la mao explica por qué los efectos de dmt son tan efímeros; el cuerpo se asegura cuándo y dónde debe aparecer.

En cierto modo, la dmt es “comida para el cerebro”, tratada de una manera similar a como el cerebro maneja la glucosa, su preciada fuente de combustible. Es parte de un “sistema de alto movimiento”: rápido entra, rápido se usa. El cerebro transporta dmt activamente al otro lado de su sistema de defensa y lo utiliza rápidamente. Es como si la dmt fuese necesaria para mantener el normal funcionamiento del cerebro. Es solamente cuando los niveles se ponen demasiado altos para la función “normal” cuando empezamos a tener “experiencias inusuales”.

 

El funcionamiento normal de nuestro sistema nervioso está basado en las conexiones entre neuronas (sinapsis), las que se realizan a través de los neurotransmisores (nt). Éstos se liberan en un espacio de apenas veinte nanómetros −el llamado “espacio intersináptico”− y allí se contactan con los receptores, que son estructuras proteicas que se hallan en la membrana de otra neurona.

El cuerpo neuronal produce ciertas enzimas que están implicadas en la síntesis de la mayoría de los nt. Estos actúan sobre determinadas moléculas precursoras captadas por la neurona para formar el correspondiente nt, que se almacena en la terminación nerviosa dentro de vesículas. El contenido de nt en cada vesícula (generalmente varios millares de moléculas) es cuántico. Algunas moléculas neurotransmisoras se liberan de forma constante en la terminación, pero en cantidad insuficiente para producir una respuesta fisiológica significativa.

La cantidad de nt en las terminaciones se mantiene relativamente constante e independiente de la actividad nerviosa mediante una regulación estrecha de su síntesis. Este control, que varía de unas neuronas a otras, depende de la modificación en la captación de sus precursores y de la actividad enzimática encargada de su formación y destrucción. La estimulación o el bloqueo de los receptores postsinápticos pueden aumentar o disminuir la síntesis presináptica del nt.

Los nt se propagan a través de la hendidura sináptica, se unen inmediatamente a sus receptores y los activan induciendo una respuesta fisiológica. Depende del receptor que la respuesta sea excitatoria o inhibitoria.

La interacción nt-receptor debe concluir también de forma inmediata para que el mismo receptor pueda ser activado repetidamente. Para ello, mediante un proceso activo (recaptación), el nt es captado en forma rápida por la terminación postsináptica y es destruido por enzimas próximas a los receptores, o bien se propaga en la zona adyacente.

Las alteraciones de la síntesis, el almacenamiento, la liberación o la degradación de los nt, o el cambio en el número o la actividad de los receptores, pueden afectar la neurotransmisión y producir trastornos clínicos.

Los receptores de los nt son complejos proteicos presentes en la membrana celular. La mayoría de ellos interactúa principalmente con receptores postsinápticos, pero algunos están localizados a nivel presináptico, lo que permite un control estricto de la liberación del nt. Muchas sustancias psicoactivas y medicamentos ocupan esos receptores logrando determinados efectos; el lsd, la mescalina y la psilocibina, se sabe, ocupan los receptores 5 ht2, que son propios de la serotonina.

Por lo dicho hasta acá, la dmt siempre fue considerada una sustancia que indicaba la existencia de alguna patología mental, ya que procede de un metabolismo alternativo; no sólo hasta hace poco no era considerada un neurotransmisor sino que no se le encontraba utilidad alguna, pese a sus características especiales. Pero esta concepción comenzó a cambiar a partir de las últimas investigaciones, en especial un trabajo de Michael S. Jacob y David E. Presti, del Departamento de Biología Molecular y Celular de la Universidad de California, publicado en 2005. Los autores sugieren la importancia que tendría la dmt endógena en la producción de un tranquilo y relajado estado mental, que puede suprimir, en lugar de promover, síntomas de psicosis. Ya en este trabajo los autores especulaban con la posibilidad concreta de que la dmt sea un neurotransmisor con receptores específicos, que denominaban receptores de amina (ta):

 

La dmt parece tener afinidad por el sistema de asistencia técnica, que es un sistema receptor que está vinculado a los centros emocionales del cuerpo y muestra las conexiones posibles a muchas condiciones psiquiátricas. Así pues, la hipótesis de dmt-ta pide una nueva interpretación de la presencia de dmt en el líquido de los esquizofrénicos.

Tal vez el aumento de la producción de dmt refleja una respuesta homeostática para calmar o suprimir la actividad psicótica, más que agravarla. En niveles bajos, la dmt puede ser un ansiolítico endógeno, mientras que el aumento “no natural” (como el relacionado con la actividad “psicodélico-alucinógena”) puede producir cambios extremos en la conciencia. Esto podría explicar los informes de la presencia de dmt en pacientes esquizofrénicos. La dmt propuesta en la hipótesis de asistencia técnica también es coherente con la observación del aumento de la actividad del aadc (aminoácido decarboxilasa) y disminución de la actividad de la mao en pacientes esquizofrénicos, posiblemente para producir más alivio de los síntomas producto del aumento de triptamina o dmt. También es sabido que el consumo de tabaco lleva a niveles reducidos de actividad de la mao en los esquizofrénicos, posiblemente produciendo mayores niveles de dmt endógeno y contribuyendo con ello a la alta prevalencia de consumo de tabaco-nicotina en esta población. Esta hipótesis dmt-ta ofrece una explicación razonable para la observación del aumento de la actividad inmt (indol amina-N-metil transferasa) y el aumento de la producción de dmt durante el estrés, aunque esto debe ser examinado más a fondo en los seres humanos.

 

Como se ve, la dmt ha empezado a ser considerada, no como un producto anómalo, sino como un neurotransmisor con receptores y propiedades específicas. Es importante destacar también la referencia a que el tabaco reduce la actividad de la mao endógena promoviendo mayores niveles de dmt endógena. No debe sorprendernos, pues, el hecho de que desde tiempos inmemoriales el tabaco haya sido un elemento propio del chamanismo y una de las herramientas fundamentales en los procesos de curación. Pocas plantas son tan importantes como el tabaco para el chamanismo sudamericano y las medicinas tradicionales de la Amazonia. Hace muchos siglos que los indígenas sudamericanos descubrieron todas las formas de utilizarlo: fumado, bebido, como rapé, mascado, como pasta para ser chupado, aplicado en las encías o como enema, y está presente en todo tipo de rituales y ceremonias hasta la actualidad.

La especie botánica Nicotiana rustica utilizada por los chamanes en América del Sur contiene hasta 18% de nicotina, mientras que el porcentaje de nicotina contenido en las hojas de tabaco de la Nicotiana tabacum, usada para los cigarrillos industriales, varía entre 0,5% y 1% en Europa, y alcanza el 2% en Estados Unidos (Narby, 1997). Los chamanes sudamericanos ingieren enormes cantidades de tabaco, principalmente en contextos medicinales y rituales, y no manifiestan el consumo compulsivo que podemos apreciar en el típico fumador de cigarrillos industriales, por lo que parece evidente que la adicción al tabaco no es proporcional al porcentaje de nicotina. En este sentido, es significativo que el triptófano, precursor de la dmt, sea esencial en la dieta chamánica, así como también el tabaco en las ceremonias. No por casualidad las dos sustancias están involucradas en la formación de dmt endógena, y por consiguiente propician estados no ordinarios de conciencia, base central de todo tipo de chamanismo.

Ya en 1991 Steve Barker, John A. Monti y Samuel T. Christian pensaron la dmt como un neurotransmisor o neuromodulador, con un sistema autónomo de receptores, pero la evidencia recién llegaría en 2009. Esta comprobación se presentó con el trabajo de Arnold Ruoho, catedrático de farmacología en las universidades de Isfahan (Irán) y Wisconsin (Estados Unidos). Allí se daba cuenta del descubrimiento del compuesto natural que desencadena la actividad de una proteína denominada receptor sigma-1. Esta proteína es el único receptor para la sustancia conocida como dmt:

 

Para llevar a cabo el estudio, los investigadores diagramaron la estructura química de varias drogas con capacidad para asociarse al receptor sigma-1, las redujeron a su forma más simple y después buscaron posibles moléculas naturales con idénticas características. Gracias a los experimentos bioquímicos, fisiológicos y comportamentales han podido concluir que la dmt activa el receptor sigma-1.

 

Afirma Ruoho: “No tenemos ni idea de si el receptor sigma-1 puede desembocar en una actividad alucinógena o de qué manera lo hace. Sin embargo, creemos que el Instituto Nacional para el Estudio de la Drogadicción (nida) podría estar interesado en conocer los mecanismos biológicos que subyacen en el poder psicoactivo y adictivo de estas drogas”. El autor especula con que la presencia de este “alucinógeno” y su conexión con el receptor sigma-1 pueda provocar comportamientos psicoactivos, ya que cuando su equipo inyectó dmt en ratones que tenían dicho receptor, éstos se volvían hiperactivos, algo que no ocurría en los que la proteína sigma-1 había sido eliminada genéticamente. “El comportamiento hiperactivo se asocia a menudo con el uso de drogas o con trastornos psiquiátricos”, explica Arnold Ruoho. “Es posible que ahora podamos desarrollar fármacos nuevos y selectivos para inhibir el receptor y evitar este tipo de comportamientos”.

Tal como se sugería, la dmt es finalmente un neurotransmisor con un sistema específico, y su función es mucho más compleja que la de un simple compuesto alucinógeno producto de un metabolismo erróneo. También se ha identificado su sistema receptor, para el cual tiene afinidad específica, más allá de interactuar con receptores específicos para otros neurotransmisores, como el 5 ht2 para la serotonina.

Ahora bien, ¿qué se sabe actualmente del receptor sigma-1?

 

El receptor sigma-1 es un receptor de tipo no opiáceo, que se expresa en multitud de tejidos adultos de mamíferos (sistema nervioso central, ovario, testículo, placenta, glándula adrenal, bazo, hígado, riñón, tracto gastrointestinal, etc.), también a lo largo del desarrollo embrionario desde sus fases más tempranas, y que aparentemente está implicado en un elevado número de funciones fisiológicas. Se ha descripto su elevada afinidad por distintos fármacos, tales como skf-10047, (+)-pentazocina, haloperidol y rimcazole, entre otros, conocidos por su actividad analgésica, ansiolítica, antidepresiva, antiamnésica, antipsicótica y neuroprotectora, por lo que el estudio del receptor sigma-1 es de gran interés en farmacología debido a su posible papel fisiológico en procesos relacionados con la analgesia, ansiedad, adicción, amnesia, depresión, esquizofrenia, estrés, neuroprotección y psicosis. Sin embargo, el papel real que desempeña el receptor sigma-1 sigue siendo todavía desconocido y enigmático. (Zamanillo Castanedo et al., 2004)

 

Evidentemente, mucho queda por saber en cuanto a la función específica de este receptor, que por otro lado posee una composición con 223 aminoácidos y no es similar a ninguna otra proteína de mamífero conocida. Asimismo, se abre otra perspectiva en cuanto al rol específico de la dmt en el cerebro humano.

Cabe destacar que a diferencia de los otros neurotransmisores conocidos que se almacenan en vesículas, en las neuronas presinápticas, este particular neurotransmisor, tal como lo enunció Strassman, se “crea” en el lugar preciso y rápidamente se utiliza. No se almacena como los otros. Esta cualidad no es patrimonio exclusivo de la dmt; también el tetrahidrocannabinol, principio activo de la marihuana, utiliza un sistema de receptores cannabinoides que tiene el propio organismo y que es activado por la anandamida (aea) (del sánscrito: ananda, “el que trae bendición y tranquilidad interna”).

En 1997, Daniele Piomelli y Nephi Stella, de la Universidad de California, descubrieron otro lípido: el 2-araquidonoil glicerol (2-ag), aun más abundante que la aea en ciertas regiones del cerebro. Ambos compuestos se consideran los principales cannabinoides endógenos. Los endocannabinoides son lípidos y no están almacenados en vesículas ni se encuentran preformados, sino que son rápidamente sintetizados a partir de sus precursores en la membrana celular cuando los niveles de calcio dentro de la neurona se elevan o cuando se activan ciertas proteínas G.

En este contexto estamos en condiciones de afirmar que la ayahuasca reproduce de algún modo reacciones bioquímicas que se producen habitualmente en nuestro cerebro. Las beta-carbolinas y la dmt presentes en la ayahuasca no son meras sustancias “alucinógenas”, sino que reproducen reacciones fisiológicas necesarias para el normal desempeño de nuestras funciones cognitivas, emocionales y de relación.

Estamos, pues, en presencia de un compuesto al que le cabe a la perfección la famosa frase “el todo es más que la suma de las partes”: a la acción sinérgica del compuesto se suma la propia de las beta-carbolinas, a nuestro entender favoreciendo también la producción de la dmt endógena, mientras las beta-carbolinas actúan como antidepresivo por aumento de la recaptación de serotonina, y la dmt exógena cumple las funciones ya mencionadas.

En 2002, en ocasión de una de las visitas del chamán shipibo-konibo Antonio Muñoz Díaz a la ciudad de Rosario, después de una ingesta ritual tradicional de ayahuasca le realizamos análisis de laboratorio buscando dmt y bufotenina en orina. Los valores arrojaron tres veces la media para dmt y dos veces para bufotenina. Lo importante de esto es que el preparado sólo contenía beta-carbolina y dmt, no bufotenina, por lo tanto pudimos deducir que el aumento de la misma se debió a la producción endógena de bufotenina a partir del bloqueo de la mao por las beta-carbolinas. He aquí un primer indicio de que la ayahuasca no sólo aporta dmt sino que además aumenta la producción endógena de esta sustancia.

Teniendo en cuenta lo anterior, podríamos definir la ayahuasca como un compuesto registrado, no como algo anormal o excepcional por el organismo, sino al contrario: regido por los mismos patrones que rigen el organismo. A diferencia de cualquier otro compuesto, la ayahuasca es un catalizador, un acelerador de las reacciones que se producen en el cerebro y se traducen en las distintas funciones cognitivas, memoria, emociones y aprendizaje; de ahí la rapidez en la resolución de algunos conflictos que de otra forma llevarían meses u años (ampliamos este concepto en el capítulo 4).

Efectos de la ayahuasca en el cerebro

Desde que la ayahuasca se conoció en Occidente, numerosos estudios se propusieron determinar cómo era su funcionamiento y qué áreas cerebrales afectaba, además de estudiar sus efectos en todo el organismo. La psicóloga Ofelia Gallego Beltrán (2007) hace un excelente trabajo de recopilación sobre las áreas involucradas en el procesamiento cognitivo y emocional.

Para que el sistema nervioso pueda codificar, consolidar y recuperar información necesita preciosos mecanismos neuronales que son modificados por la propia llegada de la información. La sinapsis es la base del aprendizaje: en ella se transmite la información. El aprendizaje es la utilización eficiente y eficaz de un determinado número de sinapsis como consecuencia de ciertas modificaciones moleculares que han tenido lugar en estas conexiones; la información fluye de modo favorable con modificaciones sinápticas que se generan como respuesta adaptativa ante determinados estímulos o influjos informativos, que son la base de la plasticidad. El aprendizaje es la piedra angular del desarrollo cognitivo. Los tipos de aprendizaje son muy variados y en ellos participan estructuras muy diversas del sistema nervioso central. En la especie humana cobra particular relevancia el desarrollo del neocórtex y de las áreas corticales de asociación, especialmente de la corteza prefrontal; participan también, de forma muy importante en determinadas formas de memoria, el hipocampo, los núcleos basales telencefálicos y el cerebelo. Los procesos de atención y de memoria –a corto y largo plazo, declarativa y no declarativa– constituyen la base fundamental del aprendizaje y de la actividad cognitiva (Florez, s/f.)

Los efectos de la ayahuasca estudiados mediante eeg, a nivel cognitivo y afectivo, se pueden agrupar en tres niveles:

 

1)   Cambios en las áreas de asociación somatosensorial, visual y auditiva: modificaciones táctiles como acartonamiento e hipersensibilidad; visuales como aumento del brillo, cenefas y caleidoscopios; auditivas como mayor sensibilidad y riqueza en armónicos.

2)   Cambios en las áreas de asociación heteromodal, entre los lóbulos parietal, temporal y occipital, que integran la información que llega de los canales sensoriales originando sinestesia, lo que explica la influencia de la música en las visiones.

3)   Afectación del sistema límbico en el complejo del hipocampo (hipocampo, circunvolución parahipocámpica y amígdala), indispensable en la recuperación de memoria almacenada en todo el cerebro, y del córtex cingulado anterior. Este último y la amígdala unen zonas dispersas del cerebro e intervienen en las emociones. El filtro de la información que llega a la corteza también se ve afectado, por lo cual se inunda la corteza de información al consumir ayahuasca (Correa, s/f).

 

Todas las sendas de la serotonina provienen de los núcleos del rafe en el tallo cerebral; los axones de sus células se ramifican por todo el cerebro, especialmente se densifican en el sistema límbico; la ayahuasca retarda la frecuencia de disparo de las neuronas serotonínicas del núcleo del rafe (Zinder, 2000). “La serotonina interviene en la comunicación de áreas cerebrales” (Duque Parra, 2006) como las prefrontales, por ello puede afectarse el equilibrio mental entendido como un adecuado funcionamiento de las funciones mentales.

 

Vías serotoninérgicas en conexión con diversas áreas

de la corteza cerebral

 


 

También la ayahuasca incrementa la reactividad de las neuronas del locus coeruleus −que integra las vías sensoriales−, generando la hipersensibilidad (Zinder, 2000; Metzinger, 2006) y una fuerte descarga de noradrenalina por todo el cerebro. Ello produce elevados niveles de alerta que podrían explicar el estado de trascendencia que permite llegar a “percatarse de un yo íntimo al que por vía normal no se accede” (Zinder, 2000) y que algunos llaman ampliación de la conciencia. Las sustancias psicodélicas son, pues, “desestupefacientes” (Metzinger, 2006).

Como vemos, la ayahuasca afecta todas las áreas involucradas en el aprendizaje, la cognición y las emociones, lo que explica no sólo los procesos que se ponen en juego durante la experiencia, sino lo que sucede después. Aquí es muy importante remarcar el concepto de plasticidad neuronal, desarrollado principalmente en estudios relacionados con la memoria y el aprendizaje, por cuanto define los cambios de duración variable en la función sináptica y con origen en estímulos externos que condicionan el aprendizaje. Éste involucra cambios plásticos funcionales en las propiedades de las neuronas o en sus interconexiones. Así, el aprendizaje podría ser el resultado de una modificación morfológica entre las interconexiones de las neuronas, similar a los fenómenos que ocurren durante la formación de sinapsis en la vida embrionaria.

Jerzy Kornoski (1948) y Donald Hebb (1949) postularon que, aun cuando los circuitos interneuronales se establecen genéticamente, la fuerza o la eficiencia de ciertas conexiones no está determinada totalmente; de ello infirieron que dichos circuitos son capaces de modificar sus propiedades como resultado de cambios en su actividad. La hipótesis de los cambios dinámicos fue propuesta en 1922 por el fisiólogo de Harvard Alexander Forbes, refiriéndose a que el aprendizaje implica una persistencia de actividad en cadena de neuronas interconectadas.

En nuestras investigaciones y en el seguimiento de aquellas personas que atraviesan la experiencia de la ayahuasca hemos visto que no sólo se resuelven desde el punto de vista psicoterapéutico algunas situaciones en el marco de la experiencia, sino que el proceso sigue después de la misma. Es de destacar que cuando se hace un seguimiento con reiteración de experiencias muchos individuos manifiestan que continúan la experiencia anterior desde el lugar donde la dejaron, aunque entre una y otra hayan pasado meses. Es como si la ayahuasca, al inundar el cerebro de información, habilitara nuevos circuitos neuronales apelando al concepto de plasticidad neuronal. Estas nuevas conexiones permitirían redefinir los sucesos traumáticos del individuo o cuestiones emocionales desde otra perspectiva, mucho más rápida y totalizadora que en cualquier enfoque psicoterapéutico conocido.