Si observa el vientre de una mariposa, se dará cuenta de que está formado por una serie de anillos unidos entre sí por unas membranas flexibles. Gracias a este sistema, los anillos pueden moverse con facilidad e independencia. Si se fija en las patas, verá que están constituidas por una serie de fragmentos rígidos, más o menos largos y gruesos, articulados entre sí para permitir una gran amplitud de movimientos. Un cuerpo segmentado provisto de apéndices articulados permite clasificar a las mariposas en el vasto grupo de los Artrópodos, término que en griego científico quiere decir «pie articulado».
Las mariposas poseen dos pares de alas cubiertas de escamas, un cuerpo dividido en tres partes, tres pares de patas y un par de antenas. © M. Martija-Ochoa
El ser humano es egocéntrico, y solo contempla la naturaleza desde su punto de vista. Como es el ser más inteligente que habita el planeta, ha llegado a la conclusión de que es el logro definitivo de la evolución y juzga a los demás seres vivos en comparación con su capacidad intelectual. No hace falta entretenerse con las plantas y los hongos, que no pueden ni moverse. Entre los animales, ocupan el podio, según este punto de vista, los vertebrados, los mamíferos y los primates.
El resto de los animales se clasifican bajo el término de «invertebrados», que agrupa a los Artrópodos, los gusanos, los corales, las esponjas, etc. Pero si sustituimos el criterio de la inteligencia como medida del éxito por el del número de especies, los Artrópodos aparecen como los grandes ganadores de la evolución. Por sí solos, representan aproximadamente el 80% de las especies conocidas. Aparecieron hace varios centenares de millones de años, en el momento en que los animales complejos, pluricelulares, tomaron el relevo de los seres unicelulares. Viven en toda clase de medios, desde las profundidades oceánicas a los macizos montañosos, del Ecuador al círculo polar.
Dentro de los Artrópodos se incluyen grupos de formas tan diversas como los crustáceos, los ciempiés, las arañas y los insectos. Todos presentan dos características esenciales, más o menos visibles: un cuerpo compuesto de segmentos, fusionados a veces en una masa única, y unos apéndices articulados.
Entre los Artrópodos, destacan dos grupos: los crustáceos, que reinan sin discusión sobre los mares, y los insectos, que dominan las tierras emergentes. Estos últimos son, con diferencia, los más numerosos, ya que casi tres de cada cuatro animales son insectos. Estos, éxito innegable de la evolución por su capacidad para colonizar el más pequeño nicho ecológico disponible, tienen ya a sus espaldas casi 450 millones de años. Fueron unos de los primeros animales en aparecer durante la conquista de las tierras emergentes y han evolucionado en una amplia variedad de formas, por lo general muy especializadas.
La vasta clase de los insectos se divide en dos grupos bien diferenciados. Las especies más primitivas, como las libélulas o los saltamontes, no pasan por una fase inmóvil entre la larva y el adulto. Las especies evolucionadas, predominantes (representan más del 80% de los insectos), tienen una larva muy distinta del adulto. Entre estos dos estadios, se intercala una etapa inmóvil: la ninfa, en la que se producen profundas modificaciones del organismo. La larva de la mariposa se llama oruga y la ninfa, crisálida. Así pues, las mariposas pertenecen al grupo más evolucionado —y más numeroso— de los insectos, el mayor logro de la evolución a juzgar por la multitud de especies existentes.
DISTRIBUCIÓN DE LOS VERTEBRADOS E INVERTEBRADOS
Los insectos representan las tres cuartas partes del mundo animal
Los científicos no hablan de mariposas, sino que prefieren el cultismo Lepidópteros. Esta palabra, formada a partir de dos raíces griegas, significa «alas con escamas». En efecto, las mariposas se distinguen de los demás insectos por la presencia en sus alas transparentes de pequeñas escamas de colores, que componen los motivos, generalmente apagados y discretos pero otras veces tornasolados, que las adornan. Incluso las especies que tienen las alas transparentes, como las Sesias, que se asemejan a las avispas, han conservado algunas escamas en las alas que permiten clasificarlas con certeza entre los Lepidópteros.
Los insectos aparecieron probablemente hace 450 millones de años, pero los fósiles más antiguos que se han hallado se remontan a 50 millones de años más tarde. Los Colémbolos, unos minúsculos insectos sin alas que a veces hormiguean en la tierra de las macetas, se encuentran muy próximos al fósil más antiguo descubierto en Escocia. Las alas no se «inventarán» hasta varias decenas de millones de años más tarde. Al final de la era primaria, durante el Pérmico, periodo geológico que se extiende entre los 295 y los 245 millones de años antes de nuestra época, aparecen los principales grupos actuales de insectos evolucionados, caracterizados por una fase inmóvil entre la larva y el adulto: los Coleópteros, el mayor orden dentro de los insectos, con unas alas superiores endurecidas en forma de estuche rígido, y que abarcan desde los escarabajos y las mariquitas a los abejorros y los gorgojos; los Dípteros, con un único par de alas, que incluyen a las moscas y los mosquitos; y nuestros Lepidópteros, con sus alas cubiertas de escamas.
Solo algunas especies de mariposas actuales, pertenecientes a la familia de los Micropterígidos, se encuentran aún relativamente próximas a esos primitivos fósiles del Pérmico. Han conservado las mandíbulas trituradoras de sus antepasados, que les permiten recoger y comer el polen de las flores. La inmensa mayoría de las mariposas actuales, más del 99% de las especies, son incapaces de alimentarse de polen. Las mandíbulas han dejado de ser funcionales, las piezas bucales están muy modificadas y forman una trompa aspirante más o menos larga, que enrollan bajo la cabeza. Las mariposas ya no son capaces de triturar los alimentos y solo pueden nutrirse de sustancias líquidas.
La trompa de las mariposas aparece como una adaptación para explotar el néctar de las flores, líquido dulce producido por ciertas glándulas especializadas de los vegetales superiores para atraer a los animales. Al acudir a las flores para alimentarse de este líquido energético, quedan cubiertas de polen, que, a continuación, depositan en otra flor de la misma especie, fecundándola de esta manera. El néctar es, en cierto modo, la recompensa que ofrecen las plantas a los animales, insectos, pájaros o murciélagos que llevan a cabo el transporte del polen y permiten, por tanto, su reproducción.
A comienzos de la era secundaria, la época de los dinosaurios, las plantas no habían «inventado» aún las flores. Predominaban las coníferas, que los científicos clasifican en el grupo de las Gimnospermas. Pero en el Cretácico, hace unos 150 millones de años, aparecen las plantas con flores y, en poco tiempo, pasan a dominar la Tierra. Hoy en día, 240.000 especies de plantas con flores conviven con solo 700 especies de coníferas, relegadas casi siempre a ambientes marginales, como las montañas.
El nuevo recurso que suponía el néctar conllevó la aparición de numerosos grupos de insectos especializados en su explotación, como las abejas. Las mariposas diurnas actuales, con su larga trompa enrollada bajo la cabeza y sus anchas alas, que mantienen unidas entre sí en posición vertical encima de su cuerpo en reposo, se conocen a través de los fósiles desde el Cretácico. Los primeros homínidos aparecieron hace unos 5 millones de años, mientras que las mariposas diurnas tienen más de 120 millones de años.
Desde los trabajos clásicos de Linneo en el siglo XVIII, los científicos tratan de clasificar a los seres vivos según las semejanzas que presentan entre sí. Según las obras de Darwin en el siglo XIX, estas semejanzas no deben ser superficiales o un simple efecto del azar, sino que revelan un parentesco en la evolución. Esta vasta labor de clasificación está lejos de acabarse, pero empezamos a ver con claridad las relaciones entre los seres vivos. Los entomólogos del siglo XVIII dividieron a las mariposas en dos grupos diferenciados por algunas características muy marcadas: antenas en forma de maza opuestas a otras de formas diversas, habitualmente plumosas, pero nunca en forma de maza; alas replegadas verticalmente encima del cuerpo en reposo frente a alas replegadas horizontalmente o en forma de tejado en la misma posición anterior.
La primera de estas características se aplicaba a especies que presentaban frecuentemente colores vivos, volaban y vivían de día, e interrumpían toda actividad en cuanto la luz era insuficiente. Fueron agrupadas bajo la denominación de mariposas diurnas o Ropalóceros («antena en forma de maza», en griego). La segunda de estas características se aplicaba a especies con colores generalmente muy apagados, que volaban y vivían durante el crepúsculo y la noche, e interrumpían toda actividad en cuanto amanecía. Fueron agrupadas bajo la denominación de mariposas nocturnas, o Heteróceros («antena diferente», en griego).
La fuerza de la costumbre y la complicada forma de los nombres científicos, difíciles de recordar, hacen que aún hoy empleemos estos nombres. Corresponden a unas divisiones que, en la actualidad, se consideran muy artificiales, y sobre todo, solo parcialmente ciertas. Aunque todas las mariposas diurnas de nuestras regiones se muestran únicamente activas durante el día y permanecen inmóviles de noche, algunas especies tropicales solo viven y vuelan durante el crepúsculo. Por otra parte, las mariposas nocturnas incluyen muchas especies que pueden ser activas o visibles, tanto de día como de noche. Por ejemplo, el grupo de los Zigénidos posee unas alas de vivos colores y reúne especies que solo son activas de día. Desde un punto de vista evolutivo, estas distinciones ya no tienen valor. Las mariposas diurnas reúnen dos grupos muy diferentes, que no están más cercanos entre sí que con otros grupos de mariposas nocturnas.
En este libro, nos centraremos especialmente en las mariposas diurnas, en el sentido antiguo e incorrecto, porque no obstante la distinción se corresponde con una cierta realidad. Son las mariposas de colores más vivos, las más frecuentes, las más fáciles de ver tanto en el jardín como paseando por la naturaleza. Su particular silueta y su vuelo errabundo permiten distinguirlas a simple vista de todos los demás insectos. La mayor parte de las especies son identificables simplemente a través de la observación de los colores y los dibujos de las alas.
Por el contrario, las mariposas nocturnas son de colores apagados, por lo general semejantes entre sí, y solo pueden identificarse con precisión mediante un examen con lupa o tras una disección de los órganos genitales. Son discretas y se ocultan de día, por lo que es difícil encontrarlas y aún lo es más observarlas en actividad. Sin embargo, en las fichas incluidas al final de este libro presentamos brevemente diversas especies que constituyen una excepción a la regla y que pueden verse durante el día.
El sistema de clasificación inventado por Linneo hace 250 años resulta muy jerarquizado. La unidad básica es la especie, que agrupa a todos los individuos que guardan cierto parecido y son capaces de reproducirse dando una descendencia fecunda. Las especies que se asemejan forman un género. Al género y a la especie se les atribuye una denominación científica latina, o mejor dicho latinizada, que constituye el nombre oficial e internacional de cada especie viviente. Por ejemplo, la mariposa de la col tiene como nombre de especie Brassicae y como nombre de género Pieris. Su nombre científico, que comprenden los entomólogos españoles, estadounidenses o chinos, es Pieris brassicae.
La clasificación de Linneo prosigue por arriba: los géneros se reúnen en familias, las familias en órdenes, los órdenes en clases, las clases en tipos, etc. Además, existen divisiones intermedias. Así, las familias pueden dividirse en subfamilias, o agruparse en superfamilias. Las mariposas diurnas de nuestras regiones pertenecen a dos superfamilias, 5 familias y 18 subfamilias. Dado que el conocimiento de las relaciones entre especies evoluciona sin cesar, la clasificación cambia con frecuencia. Así, en fechas recientes, la familia de los Satíridos ha sido degradada al rango de subfamilia, los Satírinos, y vinculada a la familia de los Ninfálidos.
La superfamilia de los Hesperioidea comprende una sola familia, los Hespéridos. Se halla difundida sobre todo en Sudamérica e incluye unas 30 especies en nuestras regiones. Estas mariposas, de pequeño tamaño, rechonchas y con la cabeza ancha, no superan los 5 cm de envergadura. En reposo, mantienen las alas oblicuas, medio replegadas, lo que les da una peculiar silueta.
La superfamilia de los Papilionoidea comprende cuatro familias. Los Papiliónidos solo cuentan con 9 especies en nuestras latitudes. En los trópicos son mucho más numerosos y presentan colores más vivos. Son de gran tamaño y algunos tienen las alas posteriores prolongadas por una excrecencia en forma de cola.
Los Piéridos son muy conocidos por los agricultores y jardineros, ya que algunas de sus orugas atacan a diversas hortalizas de la familia de las coles. Otras especies presentan colores más vivos, como el macho de la aurora, la limonera o la amarilla. En nuestras regiones viven 25 especies de Piéridos.
Los Licénidos son mucho más numerosos, con más de 60 especies. La mayoría son de pequeño tamaño, y los dos sexos suelen ser de colores distintos. Las náyades y los ícaros de dos puntos en los machos, las cobrizas adornadas de marrón y naranja y las mariposas cejialbas con alas prolongadas en pequeñas colas son sus principales grupos.
Con 130 especies, la familia de los Ninfálidos reúne a la mitad de las mariposas diurnas. Se divide en ocho subfamilias de importancia desigual. Los Libiteidos solo están representados por la mariposa del almez, los Danaidos por las dos monarcas, los Charaxinos por la mariposa del madroño, los Apaturinos por las dos tornasoladas, los pertenecientes al género Limenitis por cinco doradas. Los Helicónidos, con unas características formas americanas, se hallan representados en Europa por 18 especies de sofías.
Los Ninfalinos, de colores habitualmente suntuosos, particularmente en los trópicos, donde vuelan los maravillosos morfos, incluyen algunas de las especies más bellas y comunes de nuestra fauna. El Pavo real, notable por sus grandes ocelos de reflejos metálicos, es también una de las mariposas que viven con más frecuencia en las cercanías de los humanos, como la Ortiguera o la Vulcana.
Sin embargo, el grupo más importante de mariposas diurnas son los Satirinos, que abarcan por sí solos 74 especies. Estas mariposas de tamaño mediano o pequeño suelen ser de colores apagados (pardo, gris o negruzco), y se adornan generalmente con ocelos de colores más vivos. Algunas de estas especies solo se encuentran en la montaña.
Aunque pertenecen a las mariposas nocturnas, hay que citar a la familia de los Zigénidos, cuyos representantes solo se muestran activos durante el día. Aunque repliegan sus alas en forma de tejado sobre el cuerpo en reposo, estas se adornan con colores vivos o metálicos que las clasifican entre las mariposas más bonitas. Las antenas pueden llevar a confusión, ya que son más anchas en el extremo que en la base y son muy similares a las de las mariposas diurnas, en forma de maza. En nuestras regiones pueden hallarse unas 30 especies.
Cuando miramos a dos personas en la calle, salvo que se trate de gemelos idénticos, no tenemos la menor dificultad para distinguirlos según su estatura, su silueta, los rasgos de su rostro y el color de su cabello o de sus ojos. Ningún individuo es semejante a otro.
Lo mismo sucede con las mariposas. Sin embargo, nos cuesta mucho distinguir a dos mariposas de la col o a dos pavos reales. Los dibujos de las alas son constantes, y varían muy poco. Por el contrario, en otras especies la variación de los colores es tan grande que puede plantearnos problemas de identificación.
El Apolo o Pavón diurno es una magnífica mariposa de montaña. Aunque estaba muy difundida en el llano en la época glacial, poco a poco se vio confinada a las montañas debido al calentamiento del clima. Sus poblaciones, más o menos aisladas, varían en el tamaño y el color del fondo o de las manchas de las alas. Cuando la variación afecta a todos o casi todos los individuos de una población, como en el caso del Apolo, los científicos hablan de una subespecie. Cabe considerar que una subespecie, si permanece aislada el tiempo suficiente, acabará diferenciándose tanto de las otras que ya no será posible la reproducción con las demás poblaciones: de esta manera habrá aparecido una nueva especie. Otras variaciones no se relacionan con el aislamiento geográfico, sino que aparecen en un número muy pequeño dentro de unas poblaciones cuyo aspecto sigue siendo típico para la mayoría de los individuos. Por ejemplo, la Medioluto norteña, con alas a cuadros blancos y negros, comprende unos pocos individuos cuyo fondo del ala ya no es blanco, sino amarillo. Sin embargo, sigue tratándose de la Medioluto norteña, y estos individuos pueden reproducirse sin problemas con sus congéneres de color blanco y negro. Los científicos hablan entonces de variedades.
La variación de los colores se relaciona a veces con el sexo. En algunas especies, en particular en los Licénidos, los machos son muy distintos de las hembras. Muchos Ícaros de dos puntos son de un azul más o menos vivo en los machos, mientras que las hembras son de un pardo mucho más apagado.
Esta diferencia se explica probablemente por un mejor camuflaje de las hembras. El macho, cuya función ha terminado después del apareamiento, no necesita ocultarse tanto como la hembra. Al contrario, necesita ser muy visible para que la hembra lo distinga de los machos de las otras especies. Esta, que lleva el futuro de la especie en su vientre en forma de huevos, debe mantenerse alejada el mayor tiempo posible de sus enemigos, para poder dispersar su puesta y vaciar sus ovarios. Unos colores apagados la disimulan mejor en medio de la vegetación.
Aún nos resulta más extraordinaria la variación de la librea de las dos generaciones del mapa. La oruga de esta mariposa de la familia de los Ninfálidos se alimenta en las ortigas. Por tanto, puede encontrarse en jardines, aunque aprecia los linderos húmedos. Los dos sexos son similares. La generación de la primavera presenta un mosaico de manchas naranjas y negras subrayadas por otras blancas y azules. La generación del verano presenta un fondo negro uniforme atravesado por una ancha línea blanca y una fina línea naranja. Una persona no advertida difícilmente puede imaginarse que se trata de la misma especie.