En la segunda mitad de la década de los noventa, la inversión en tecnolo-
gías de la información como fuente de formación del PIB en países como
EE.UU., Reino Unido o Canadá equivalió en porcentaje a la aportación aislada
del trabajo o la inversión en capital no originario de tecnologías de la informa-
ción (Jorgenson 2005). La tendencia de aproximación de la contribución de la
inversión en tecnologías de la información a la aportación tanto de otras inver-
siones en capital como del trabajo parece ser general en todos los diferentes
países más desarrollados, pero se da en diferente grado en cada uno. Asimismo
cabe señalar la tendencia de aumento en todos los países del valor añadido
introducido por las tecnologías de la información en la formación de valor aña-
dido en el sector de servicios (OCDE 2004).
Para aclarar un poco, es importante destacar que, al contrario de lo que a
menudo se ha difundido, el tejido productivo de la era de la información no es
simplemente el de las empresas tecnológicas (las llamadas .com – “punto com”)
sino también de las empresas que saben incorporar las tecnologías de la infor-
mación en su proceso productivo, organizativo, de distribución y promoción.
De este modo, la nueva economía no son sólo amazon.com, e-bay o las
empresas de telecomunicaciones, aunque formen parte de esta misma econo-
mía, sino también empresas que, como INDITEX (grupo español propietario de
ZARA y otras marcas de ropa), han sabido usar Internet para alcanzar sus obje-
tivos económicos (Castells 2004b).
Además, las empresas de sectores tradicionales son mucho más numerosas
que las puramente tecnológicas o directamente enfocadas a Internet. Y un teji-
do productivo tendrá hoy, como por cierto ha venido sucediendo a lo largo de
los siglos, un sector dinamizador y también otros que aprovechan ese mismo
dinamismo para innovar.
Para triunfar en este juego de importaciones y exportaciones y desarrollo de
competencias, cualquier país o zona geográfica necesita también tener mano de
obra capaz de utilizar la tecnología para innovar, ya sea en el circuito económi-
co o en el estado, mano de obra que realiza trabajos repetitivos –o no creativos–
pero usando aquellas tecnologías, una infraestructura de telecomunicaciones,
un tejido empresarial innovador, un estado que sepa crear las condiciones en
términos de formación de personas, de reconversión de sus modelos organizati-
vos y de gestión y que establezca leyes de regulación, marco e incentivos.
© Editorial UOC 80 Los medios de comunicación en la sociedad en red
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