el mercado, apostando por el distanciamiento del ámbito político como forma

de afirmar su credibilidad frente a éste (Eco 1997).

Esa combinación de factores se tradujo en muchos países y en algunos cana-

les y periódicos en un parecido entre las noticias y el entretenimiento con la

inclusión de elementos dramáticos de suspense, conflicto, rivalidad y ganancia,

subestimando el contenido de los mensajes políticos de los diferentes agentes

(Carpini y Williams 2001:163).

En ese contexto se produce una tendencia de simplificación extrema de las

noticias políticas, con una personalización creciente de los acontecimientos

que se centran en los políticos y no las políticas como actores principales y una

connotación negativa de la práctica de propaganda política, transformando el

modelo de adversarios políticos en un permanente escrutinio en la búsqueda

de “vencedores” y “vencidos” (Castells 2004).

El recurso principal de los agentes políticos para acceder al “teatro mediáti-

co” consiste de este modo en la teatralización de sus prácticas, en la medida en

que recurren a mecanismos de performance como la dramatización de los even-

tos, la personificación, los “duelos” verbales, las figuraciones simbólicas, etc.

(Meyer y Hinchman 2002). La vida política se basa en gran parte en símbolos

de condensación, es decir, los símbolos no tienen ningún significado intrínse-

co sino que resultan de las creencias de las personas, condensando esperanzas,

miedos y emociones (Chadwick 2001).

Los escenarios simbólicos de la política nunca son neutros sino que organi-

zan y estructuran los tipos de acción posibles para los ciudadanos; son gene-

ralmente escenificados y artificiales con una “calidad heroica” de majestad

y formalidad, funcionando como espectáculos extraordinarios y dramáticos,

incluso sin contenido sustancial en algunas ocasiones.147

147. Aunque se la considera a menudo como ejemplo negativo del cierre del ámbito de la política,

la promoción de acontecimientos políticos especialmente orientados a los medios de comunicación

(por ejemplo, la organización de mítines o ruedas de prensa para la hora del telediario de la noche

para garantizar la transmisión en directo) no es más que el compartir reglas comunes aceptadas

por ambas partes. En sí no limita la libertad política, pues el contenido político y la existencia de

confianza entre electos y electores es bastante más importante que la forma de comunicación. Ello

no significa que no existan también problemas de fondo en la comunicación política, pues como

observamos también los hay. Lo importante para el análisis del modelo de política informativa

reside en comprender si, por ejemplo, en un determinado contexto, en la televisión coexisten o no

diversos modelos de información, algunos más de acuerdo con modelos informativos, otros más