© Editorial UOC 367 Medios de comunicación y ciudadanía
de las interacciones específicas entre diferentes ámbitos sociales, culturales y
políticos. Dado que el actual modelo democrático insiste en la separación entre
los medios de comunicación y el estado, dejando a menudo para éste sólo el
control indirecto sobre un servicio público de radio y televisión, por lo menos
en Europa, el estado pierde el control sobre los medios y la comunicación, lo
que hace que el control de la información y entretenimiento y por tanto de
las imágenes y opiniones deje de ser un ámbito bajo su control. Esa pérdida
de control se acentúa todavía más con la expansión y diversificación de las
comunicaciones vía satelite, la privatización de la mayoría de canales de comu-
nicación, televisión, radio o periódicos y la creciente globalización de capitales,
tecnología y autoría.
La independencia política de los medios de comunicación como factor
crucial de su credibilidad (a pesar de estar sujetos a presiones de los grupos
financieros y la publicidad como principal fuente de ingresos) se transforma
así en su principal atributo.
Los medios de difusión por flujo y la prensa escrita se vuelven intocables
para los regímenes políticos democráticos que de este modo ven restringida su
capacidad de controlar directamente la información (Castells 2004).
Según Carpini y Williams (2001), esta evolución de los medios de comuni-
cación ha contribuido sin duda a erosionar la distinción entre asuntos públicos
(o política) y entretenimiento.
La división de las organizaciones de medios en secciones distintas de noti-
cias, entretenimiento y deporte se ha vuelto más fluida e indeterminada y
los periodistas, ejecutivos, políticos y entertainers son más libres para moverse
entre diferentes tipos y géneros de medios. Por otro lado, dentro de los grupos
empresariales, las áreas de producción de noticias (ya sean televisión, radio o
prensa) anteriormente consideradas un servicio público también han pasado
a ser consideradas potenciales fuentes de ingresos encuadradas en una gestión
centralizada de las diversas industrias de contenidos que engloban películas,
música, cable y televisión en conglomerados mundiales.
En las tres últimas décadas del siglo XX, la televisión, radio y prensa ope-
raron esencialmente siguiendo dos principios fundamentales. El primero es
la lucha por mayores índices de audiencia, con una fuerte competencia entre
canales; el segundo fue la apuesta por el entretenimiento como forma de liderar