histórico, es decir, entre 1992 y finales de los años noventa, el panorama en la
primera década del siglo XXI en Portugal es de afirmación de un duopolio pri-
vado y de un operador público. La identificación de lo que es un servicio públi-
co pasa por la idea de calidad de servicio, con la elaboración de contenidos
transmedia (es decir, contenidos para radio, Internet, satelite y televisión por
cable y analógica, todos dentro de un mismo modelo complementario de ser-
vicios), y la definición de lo que es público se hace en función de lo que sumi-
nistra el propio servicio público en un proceso de autolegitimación.
En ese modelo actual, la cultura se enfoca desde una perspectiva posmoder-
na en la cual convive la pluralidad de las instancias productoras de cultura y la
propia cultura es considerada un género televisivo y no un objetivo en sí
mismo, otorgando a los intelectuales un papel de mercado, de experimentación
de nuevos enfoques que pueden convertirse en un futuro en nuevos productos
comercializables hasta por el sector privado. El papel de la información en esta
tercera fase de la televisión pública es de un género específico que compite con
múltiples competidores, de las cadenas de televisión comerciales hasta la nueva
oferta a través de Internet.
A partir del momento en que el objetivo cultural deja de ser de carácter alfa-
betizador y la cultura pasa a entenderse como un género en sí mismo, se abre
la puerta a la convivencia entre diferentes modelos de televisión que a pesar de
proponer una programación diferente, se centran mucho más en la dimensión
del entretenimiento que en la informativa.
Esa es una tendencia histórica de la televisión (Smith 1998) sugerida por
Umberto Eco (1985) y Francesco Caseti (1990) a través de la clasificación de la
historia televisiva en dos grandes períodos, paleo y neotelevisión.58
En la primera fase, descrita como paleotelevisión, predominaban las lógicas
institucionalizadas del estado y la comunicación pedagógica con el telespecta-
dor. La segunda fase, de neotelevisión, se caracteriza por un conjunto de trans-
formaciones que se traducen en un aumento del número de operadores, la
© Editorial UOC 179 Una constelación de redes
58. Como dice Ortoleva (2003) a propósito de esos dos modelos de producción televisiva, no cam-
bian sólo los géneros televisivos sino también la estructura de la programación, pudiendo “(…) afir-
marse que las expectativas de los espectadores se redefinen con la neotelevisión (…) el placer narra-
tivo o cognitivo ofrecido por un único programa ha dado lugar a una banda audiovisual de acom-
pañamiento ininterrumpido que ocupa segmentos enteros del propio tiempo.
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