tían sólo publicaciones especializadas sobre el cotilleo, aquello que tradicional-
mente llamamos prensa rosa. Se trataba sobre todo de escribir sobre personas que
por su trabajo de actores, cantantes, monarcas en el exilio o “playboys” se expo-
nían voluntariamente a la observación de los fotógrafos y reporteros. Los lecto-
res sabían que muchas veces los acontecimientos que eran objetivo de las noti-
cias eran montajes de las redacciones pero los lectores de estas publicaciones no
pedían noticias o, si se prefiere, la verdad (Traquina 2003) sino entretenimiento.
Con el objetivo de competir con la televisión y por otro lado fruto de la
necesidad de llenar un número mayor de páginas, la prensa generalista y de
referencia empezó a cubrir un número cada vez mayor de eventos sociales, tra-
diciones, variedades y rumores, pasando así a cambiar sus criterios de lo que es
noticia. El cotilleo se convirtió en materia de información de referencia y llegó
hasta aquellos que tradicionalmente no eran su objetivo, es decir, monarcas en
el trono, líderes políticos y religiosos, presidentes de la república, científicos,
etc. dando a su vez origen a la idea de que ser objeto de cotilleo público se iden-
tificaba con adquirir status social al mismo nivel que un actor o un político.
Éste fue un cambio importante porque modificó los valores sociales y per-
mitió una segunda evolución dentro de los medios de comunicación que surge
cuando la televisión idealiza transmisiones en las que las figuras principales
dejan de ser los que cotillean sobre los ausentes para ser los que son objeto de
cotilleo, que se presentan de buen grado a cotillear públicamente sobre sí mis-
mos y los otros presentes. Esta segunda evolución se da fundamentalmente en
la dimensión del entretenimiento, lo cual le otorga una lógica de asociación
entre el participante y su actuación como modelo universal, pues la lógica es
“si él se expone cualquiera puede hacerlo” (Eco 2000a).
La exhibición del participante convence al público de que ninguna dimen-
sión de la reserva merece la privacidad, ni tan siquiera la más íntima, y que la
exhibición de esos mismos acontecimientos es siempre premiada (Cardoso
2001). Sin embargo, esa dimensión no es atribuible solamente a la televisión
puesto que también en Internet encontramos muchas páginas que siguen exac-
tamente los mismos valores de exhibicionismo (Gauntlett 2000). Es decir, la
proliferaci? de webcams que, con o sin interÈs lucrativo, desvelan la privacidad
de lugares privados o semiprivaos como el propio cuerpo (Eco 2000a), son
ejemplos de ese cambio en la relaci? con la reserva.
© Editorial UOC 146 Los medios de comunicación en la sociedad en red
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