millones de personas. Sin embargo, la comunicación de masas no recibe tal
denominación en función de un número fijo y estipulado de individuos que
constituyen su público sino en función de que esos medios estén en principio
a disposición de una pluralidad de individuos en un proceso de circulación
pública de formas simbólicas, constituyendo ésta otra de las diferencias frente
a medios como el teléfono, el video, las teleconferencias etc.
Dominique Wolton parte de una premisa equivocada al someter la defini-
ción de medios de comunicación de masas a la necesidad de destinar la trans-
misión a la totalidad de la población a través de un modelo generalista al con-
siderar que Internet no tiene en su génesis una representación de su público
objetivo ni una relación entre una escala individual y colectiva. Ninguno de los
medios de comunicación de masas generalistas históricamente presentes se
dirige o se ha dirigido en algún momento a la totalidad de una determinada
comunidad de valores, ya sea país o región, aunque ello haya sido afirmado por
escrito.
La comunicación de masas que se desarrolla en Internet puede llamarse
también medios de comunicación de masas. No considerar estas tecnologías
como medios de comunicación de masas basándonos en el hecho de no estar
destinadas a un gran público es cometer el error de considerar al usuario de
Internet o telespectador como elemento pasivo en la ecuación comunicativa
(algo que Umberto Eco desmitifica en su análisis de los años 70 titulado “¿Es
posible que las audiencias hagan daño a la televisión?”, 1985). Al no ser un ele-
mento pasivo frente a Internet, como tampoco lo es frente a la televisión, el
usuario comparte con las redes de sociabilidad, desde los conocidos hasta los
amigos o la familia, gustos similares y la función de pasapalabra hace la aten-
ción ampliada de muchos millones de personas, en momentos distintos o coin-
cidentes, recorra las mismas direcciones de Internet buscando compartir la
misma información o entretenimiento.
La argumentación de Wolton implicaría no tener en cuenta la existencia de
actividades como el zapping televisivo o la navegación, o si se prefiere, ver esca-
parates en Internet, así como aceptar que quien busca información y entreteni-
miento lo hace usando siempre los mismos patrones de interés. También impli-
caría que la comunicación interpersonal a través de recomendaciones proce-
dentes de nuestras redes de relación no nos indujese a cambiar comportamien-
© Editorial UOC 126 Los medios de comunicación en la sociedad en red
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