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introducción
vista que lejos de estar agotados aún prevalecen en ciertas esferas,
cabe adoptar una nueva voluntad de análisis para ver qué surge
de estas interferencias.
Desde sus inicios la institución cine ha tejido un discurso
hegemónico de la historia a partir de un nuevo arte sinfónico y
el nacimiento de un nuevo espectador, el ciudadano de la socie-
dad de masas. El cine configuraba así un medio con sus propios
canales de difusión y distribución, un mercado universal y una
práctica artística, serializada y comercial que creía ser el reflejo
mismo de la modernidad.
Por otro lado se mantenía un discurso desde el mundo del
arte donde la imagen técnicamente reproducida tenía un estatuto
sospechoso al lado de las bellas artes convencionales (escultura y
pintura), por lo que los canales por donde discurría el arte clásico
no se encontraban a gusto frente al audiovisual.
La ruptura de conceptos, prácticas, tecnologías y mercados
que se desencadena de manera vertiginosa desde los años sesenta
del siglo pasado ha propiciado que estos discursos paralelos se
hayan ido solapando.
Este libro no quiere ser solo descriptivo con relación a estas
“historias institucionales” sino esbozar algunos nuevos paradig-
mas que surgen a partir de su hibridación.2
“Institución cine” e “institución arte” han gestado, cada una
de ellas, un discurso particular sobre la historia, la función, la
forma y el desarrollo de la imagen en movimiento.
2. Cabe, además, aclarar de qué hablamos cuando hablamos de “institución” y de “tradición” ya
que no son términos neutrales ni totalmente transparentes. La relación con el referente y la
historia a que hacemos alusión cuando hablamos de la “tradición” no es un vínculo natural,
ni obvio, sino que tiene unos trazos específicos determinados por el punto de vista de quien
mira y el interés de quien confecciona el propio relato histórico. Cuando se plantea y se teje
una historia, un devenir cronológico estructurado, invariablemente hay una institución que está
detrás de esa convención. Una institución con sus propios protocolos y paradigmas.
Debemos entender el uso del término “institución” como una entidad abstracta compuesta de
una serie de pequeñas entidades vinculadas a la academia, pero también al mercado o la indus-
tria y con unos apóstoles con tendencias definidas (los críticos de cine y los comisarios) que
delimitan marcos y formas de actuación.