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dispositivo y comunicación
“mausoleos”, como los sitios donde se preserva la tradición y que
actúa bajo categorías como la de originalidad de la obra de arte,
sirvió precisamente a la industria-cine para desvincularse de estos
valores que rigen el mercado del arte: valores de originalidad, irre-
petibilidad, y del especial aura que rodea a la obra.118 El cine no
venía a desempeñar ningún papel en este ámbito de la tradición y
de la alta cultura. Todo lo contrario, en cuanto dispositivo técnico
venía a instaurar otro modo comunicacional vinculado a la nueva
sociedad de masas.
Pero curiosamente las cosas han cambiado. Paradojas de la
historia ver El hombre de la cámara de Dziga Vertov en una galería
de arte contemporáneo, acompañada por el músico Tom Cora,
con una composición para chelo y ordenador con ocho altavoces
electrónicos (Galería Metrònom, 1995) cuando Vertov acababa
su conferencia de los Kinoks en 1924 con un sublime: Haremos
explotar la torre de Babilonia del arte.119
Pero quizá precisamente la torre de Babilonia del arte haya
explotado ya y por ello el audiovisual entre precisamente ahora
en museos y galerías.
La asunción de formas tecnológicas y efímeras dentro del
mundo del arte, de la instalación y del documental expandido,
forma parte del desmontaje del organigrama tradicional de las
bellas artes, así como de los códigos estrictos de la cinematografía
y la televisión respecto del realismo documental.
La gestión del audiovisual en el terreno artístico es hoy día
para muchos una moda más en el mercado del arte que quizá no
permanezca inalterable mucho tiempo ya que muchas veces las
piruetas y métodos desarrollados para poder vender un trabajo
básicamente reproducible, en su valor de originalidad, no dejan
de sorprender.
118. W. Benjamin, “La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica”. Discursos ininter-
rumpidos. Madrid, Taurus, 1973.
119. J. Romaguera, Textos y manifiestos del cine. Madrid, Cátedra, 1993.